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Cultură

El lado poco saludable de ser saludable

Nos hemos convertido en una generación de personas pretenciosas, regañonas y superiores cuando pensamos que hemos alcanzado un estilo de vida saludable.

En mi trabajo como profesora de universidad siempre me sorprendo por la forma en la que mis estudiantes cuidan de su salud. Se preocupan por dormir lo suficiente, por ir al gimnasio y por comer bien. Cuando yo tenía 19 años, simplemente tomaba mucho cafe, fumaba marihuana y me quedaba despierta toda la noche escribiendo poesía. Mis amigos y yo no nos preocupábamos por nuestro nivel de colesterol o por nuestra presión arterial. Teníamos otras prioridades como hacer arte, ver el mundo o tener muy buen sexo.

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La cultura que una vez admiró cosas como fumar y tomar, y que tenía una tendencia a ser arriesgada e imprudente, ahora está super enfocada en la salud. Nos hemos convertido en una generación de personas pretenciosas, regañonas y con ínfulas de superioridad cuando pensamos que hemos alcanzado un estilo de vida saludable (que, de todas formas, suele ser fugaz), y creemos poder juzgar cuando pensamos que los otros están descuidando su salud.

La ironía es que este estilo de "vida saludable" —que pone la salud por encima de todo lo demás— en realidad se interpone en nuestro bienestar. No sólo nos vuelve increíblemente prejuiciosos frente a nosotros mismos, así como al resto de personas, sino que ignora el hecho de que la vida es mucho más que tener un buen nivel de colesterol.

No me malinterpreten: tener un buen nivel de colesterol, hacer ejercicio, comer saludable y dormir lo suficiente son todas muy buenas decisiones de vida a la hora de mantenerse sano. Pero la obsesión por la vida saludable, que en inglés han empezado a llamar "healthism", lleva las cosas más allá. Y a veces lo lleva demasiado lejos.

"El healthismse trata de volver el cuidado personal en una responsabilidad moral, algo que tienes que conseguir más allá de cualquier otra cosa; tanto que a veces se vuelve la razón para vivir", explica Julie Guthman, una profesora de ciencias sociales de la Universidad de California Santa Cruz. Este estilo de vida promueve —y hasta requiere— que nos obsesionemos con nuestra salud y seamos críticos frente a los estilos de vida de otras personas.

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Hasta se podría decir que la salud, por lo menos la física, se ha vuelto en nuestra religión, con todo y distinciones morales entre lo bueno y lo malo, la virtud y el pecado. Somos "buenos" cuando comemos pollo sin piel y "malos" cuando comemos ponque de chocolate. Somos "buenos" cuando hacemos ejercicio y "malos" cuando dormimos en las tardes. Eso es un problema por muchas razones.

Por un lado, la salud es individual. Cuando me dio mononucleosis dormía todos los días, y esas siestas eran más saludables para mí que lo que hubiera sido ir al gimnasio. Mi comida saludable puede verse muy diferente de la de alguien con cáncer o fibrosis quística. Pero el lenguaje reduccionista de lo saludable elimina estos matices, insistiendo más bien en las recomendaciones generales ( "¡Todos el mundo debería hacer ejercicio todos los días!", "Comer azúcar es malo para ti!").

Por otro lado, la búsqueda compulsiva por tener una buena salud sugiere que si haces todo bien vivirás una vida larga y saludable. Incluso podría vivir para siempre. Claro, nosotros no pensamos eso racionalmente. Pero en esencia, el healthism consiste en una búsqueda obsesiva para vencer a la muerte, una búsqueda que sabemos que es imposible y aún así, de alguna manera esperamos que sea verdad.

Pero como esa búsqueda es, por definición, imposible, nos volvemos ansiosos. A veces muy ansiosos. "Como la salud nunca se puede alcanzar completa y definitivamente, se requiere de constante vigilancia y monitoreo, así como de constante esfuerzo para mejorar," señala Guthman en su libro Weighing In: Obesity, Food Justice, and the Limits of Capitalism.Al igual que Sísifo tratando de subir la piedra a la montaña, estamos condenados a seguirnos empujando, sólo para darnos cuenta que la edad, las enfermedades o simplemente el azar, hacen que la piedra caiga nuevamente de la montaña.

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Y esa ansiedad por si misma no es benigna. La ansiedad crónica es mala para la salud física y mental, eleva tu presión arterial, los niveles de cortisol, la glucosa en la sangre y otros biomarcadores, haciéndonos más susceptibles a la diabetes tipo 2 y a otras enfermedades. También existen consecuencias psicológicas de vivir con un imperativo que nunca vas a poder lograr.

Luego está la superposición moral, la dicotomía entre lo bueno y lo malo producida por ver el mundo a través de un lente obsesionado por la salud. Margaret McCartney, una médica general en Glasgow, articula el problema perfectamente en un ensayo sobre el llamado Clean Eating. "La norma para 'comer limpiamente'", escribe, "implica que todos los demás son sucios y están siendo descuidados con sus cuerpos y vidas". Esto implica que también estás sucio, cuando no estás a la altura de los estándares actuales.

El Healthism es una extensión natural del culto a la responsabilidad personal, una idea de la década de los ochenta y noventa en la que tienes responsabilidad total de tu salud y sólo tú eres el culpable si esta no es ideal. Es una fantasía muy tentadora, la ilusión de control en un mundo caótico e impredecible. Pero esa ilusión nos impide pensar en la salud de manera sistémica, según el historiador médico Jan Henderson, que escribe que a los gobiernos les encanta esta ilusión porque les permite "trasladar la carga de responsabilidad de la salud hacia los ciudadanos". ¡Olvídense de esos costosos esfuerzos para combatir la pobreza! ¡No importan esas regulaciones ambientales! La salud sólo tiene que ver con las "decisiones en el estilo de vida" de cada persona; no es necesario tener una perspectiva más amplia.

El Healthism también puede conducir al estigma y la discriminación. He escuchado innumerables historias de personas que evitan los chequeos médicos rutinarios porque no quieren enfrentar el estigma que hay frente a su peso. Hay quienes evitan hacer ejercicio porque no quieren los esbeltos del CrossFit les griten o ridiculicen en el gimnasio o en la calle.

Incluso si todo lo que pensamos que sabemos acerca de la salud es correcto (y no lo es), ¿realmente queremos ser una cultura de personas moralistas sabelotodos?

Este artículo fue publicado originalmente en Tonic, nuestra plataforma especializada en temas de salud.