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Injusticia en el Amazonas

Otro asesinato en contra de ambientalistas queda impune en Brasil.

El juez brasileño Murilo Lemos lee las sentencias, al concluir el proceso de los hombres que mataron a Zé Claudio y Maria do Espirito Santo. Fotos por Marcelo Lacerda.

La ciudad de Marabá fue fundada el 6 de abril de 1913, al sureste de la selva amazónica en un pequeño pedazo de tierra donde se juntan los ríos Tocantins e Itacaiunas. Durante varias décadas de su existencia, la economía de la ciudad dependía de las nueces que les daba la selva, pero a partir de los sesenta comenzó la deforestación, para dar paso a los pastizales. Desde entonces, Marabá es conocido como uno de los lugares más violentos de Brasil. La semana pasada, mientras la ciudad se preparaba para celebrar cien años de su existencia, también llegaba a su fin el juicio de los asesinos de la pareja de activistas ambientales Zé Claudio y María do Espirito Santo, un caso que VICE cubrió en el documental Toxic: Amazon. Pero en lugar de dar cierre a este violento capítulo en la historia de la región, el sistema de justicia de Marabá acaba de dar luz verde a aquellos que piensan que el homicidio es la mejor manera de resolver un problema.

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Zé Claudio y María vienen de generaciones de recolectores de nueces, gente que se ganaba la vida vendiendo nueces de Brasil en Marabá y que obtenía buena parte de su comida de la selva. A finales de los noventa, la pareja se asentó en una nueva reserva de extracción llamada Praia Alta-Piranheira. La reserva fue creada exclusivamente para recolectores como ellos; talar y meter ganadería en la zona es ilegal y se espera que sus habitantes se ganen la vida recolectando caucho, nueces, frutos y otros productos forestales de forma sustentable. Sin embargo, desde su creación, la reserva ha sido víctima de taladores y ganaderos que mueren por poner sus manos en uno de los últimos manchones de selva en al región. Como resultado de esto, Zé Claudio y María comenzaron su activismo para proteger la zona, reportando todo tipo de actividad ilegal a las autoridades y recibiendo amenazas de taladores, ganaderos y productores de carbón; y eventualmente fueron asesinados por defender su tierra. Sus muertes habrían pasado desapercibidas de no ser porque ese mismo día el congreso de Brasil votó sobre una revisión al código forestal del país, y la atención que se dio al caso llevó a una investigación inusualmente rápida para los estándares brasileños.

Días después de filmar Toxic: Amazon, los investigadores comenzaron a indagar sobre los taladores y productores de carbón locales, quienes habían amenazado en múltiples ocasiones a la pareja, pero no encontraron ninguna evidencia de que fueran responsables de su muerte. Una vez que agotaron esas opciones, comenzaron a investigar a un ranchero llamado Zé Rodrigues, quien acaba de mudarse al asentamiento. Rodrigues había comprado dos pedazos de tierra de forma ilegal y había desalojado por la fuerza a las tres familias que vivían ahí. Esas familias acudieron a Zé Claudio para pedirle ayuda, y fue entonces cuando la pareja cayó en la mira de la furia de Zé Rodrigues.

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El juez Murilo Lemos, quien también presidió el juicio, se negó dos veces a emitir órdenes de arresto contra Zé Rodrigues y su hermano, Lindonjonson Silva, por el asesinato de Zé Claudio y María, y cedió sólo bajo la presión de grupos de derechos humanos y la magistratura del estado. Zé Rodrigues fue arrestado por ordenar el crimen, mientras que Lindonjonson y Alberto Nascimento fueron arrestados por llevarlo a cabo. Un rastro de ADN recuperado en la escena del crimen coincidía con el de uno de los hermanos, y un testigo reportó haber visto a Lindonjonson en la zona poco después de los asesinatos. Tras intervenir teléfonos se pudo ligar a Zé Rodrigues con el asesinato, así como establecer un motivo.

Laisa, la hermana de Maria do Espirito Santo, espera el veredicto afuera del tribunal.

En los meses antes del juicio, Laisa, la hermana de María, recibió amenazas de muerte, y un pistolero disparó contra uno de sus perros como advertencia. El gobierno reaccionó a estas amenazas lo más lento que pudo, organizando una audiencia para Laisa con el programa de protección de testigos en julio, aún cuando el juicio había sido agendado para abril. Para complicar las cosas aún más, INCRA, el cuerpo gubernamental encargado de la redistribución de la tierra, entregó a Zé Rodrigues los derechos a un pedazo que había obtenido de forma ilegal. Éste fue un acto de negligencia o corrupción extrema, o quizá ambas. No sólo es ilegal comprar o vender títulos de tierra entregados por el gobierno, sino que la ganadería está prohibida en una reserva de extracción, y eso es exactamente lo que Zé Rodrigues pretendía hacer con esta tierra. Así que la INCRA llevó el conflicto mucho más allá del juicio, pues ahora el gobierno federal ha decidido impugnar la decisión y, si decide quitar a Rodrigues su título, la culpa caerá sobre Laisa. La decisión también cayó en manos de la defensa, quien aseguró en la corte que Zé Rodrigues era un simple granjero que acababa de recibir un pedazo de tierra para trabajar, y quien no tenía nada que ver con los grupos que querían ver muerto a Zé Claudio. Fuera de la corte, el día del juicio, un empelado de INCRA habló conmigo sobre Zé Claudio: “El hombre era un monstruo. Lo sé, pasé ocho días con él en su tierra”.

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El juicio en sí fue sumamente rápido. El primer día duró 14 largas horas, incluyendo la selección del jurado, comentarios del juez y el testimonio de todos los testigos y defensores. Un testigo de la fiscalía, quien identificó a Lindonjonson como uno de los hombres que huyó de la escena poco después del crimen, recibió una amenaza de muerte en cuanto salió de la corte. La testigo de la defensa que debía colocar a Lindonjonson en otra ciudad el día del crimen, casi comienza a llorar cuando no pudo explicar con detalle cuándo y cómo fue que lo había visto, y ahora enfrenta una posible condena por perjurio. El momento clave llegó al final del día, cuando Zé Rodrigues, quien al parecer encontró a Jesús en prisión, comenzó a llorar como un niño de ocho años al que le niegan su juguete, antes de ponerse de rodillas con su pequeña biblia en mano, y pedirle al Señor que bendijera al juez, los abogados, el jurado y a todos los presentes en la corte. Uno de los del jurado, también un evangélico, comenzó a llorar, mientras que otro, un pastor en la iglesia Asamblea de Dios, pareció conmoverse también. Cuando todo terminó, el juez pidió que alguien diera al acusado un vaso de agua y un pañuelo. El abogado de la fiscalía más tarde reveló que durante el descanso, el juez Lemos dijo que el juicio de ese jurado fuera considerado sesgado y fuera suspendido del juicio, declararía nulo el juicio y los acusados serían puestos en libertad de forma inmediata.

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Activistas sostienen velas durante un vigilia la noche después del primer día del juicio.

Al día siguiente, la fiscalía y la defensa hablaron frente al jurado durante dos horas y media cada uno. Arnaldo Ramos de Barros Jr., uno de los abogados de la defensa, presentó su argumento, el cual consistió en un cuestionamiento engañoso de las pruebas de ADN mitocondrial, así como en denunciar las diversas teorías de conspiración que surgieron en internet y que involucraban el mineral niobio y la “internacionalización del Amazonas”. Wandergleisson Fernandes Silva, el abogado de los hermanos, también resultó ser un pasto evangélico de la iglesia de la Asamblea de Dios, y presentó su argumento con una copia gigante de la biblia en mano y recordando al jurado sobre la historia de Jesús y Barrabás. Después de una espera de casi dos años, el juicio duro un total de 19 horas, con otras dos horas y media de espera antes de escuchar el veredicto.

Los acusados durante el juicio. De atrás hacia delante: Alberto, Lindonjonson y Zé Rodrigues (mirando directo hacia la cámara).

El juez leyó el veredicto y las sentencias mientras los acusados se sentaban frente a él. Lindonjonson fue declarado culpable y sentenciado a 42 años en prisión. Alberto Nascimento fue declarado culpable y sentenciado a 45 años en prisión. Zé Rodrigues fue declarado inocente. Una vez que se asentó la absolución de Zé Rodrigues, la noticia llegó al exterior. La reacción de las familias de las víctimas variaba entre el asombro y el disgusto, pero los miembros de los movimientos sociales, entre ellos el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra y el sindicato de recolectores de caucho y frutos, quienes se habían reunido para un vigilia durante el juicio, se mostraron indignados. Los gritos de justicia se escuchaban desde el interior de la corte mientras el juez continuaba leyendo la sentencia, al tiempo que los manifestantes en el exterior se enfrentaban brevemente con la policía y bañaban las paredes de la corte con pintura roja. El juez dijo en su sentencia que “las víctimas contribuyeron a su propia muerte al tomar la justicia en sus manos” en lugar de pedir ayuda a las autoridades; una declaración que los movimientos sociales han acusado de “absurda, llena de mentiras y sin hechos que la respalden”.

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“José Claudio y María do Espirito Santo denunciaron el caso a las autoridades responsables”, dijeron en una carta oficial. “El juez, de forma irresponsable, ha intentado criminalizar a las víctimas y legitimar las acciones de los asesinos”. La fiscalía ha pedido un nuevo juicio de Zé Rodrigues, y también han impugnado las sentencias, pues ninguno de los asesinos recibió la pena máxima. Han surgido dudas sobre el papel de Alberto en los asesinatos, y hay quienes aseguran que no estuvo involucrado, pero el consenso parece ser que como ya había sido declarado culpable de otros crímenes y estaba siendo perseguido por la policía, debía ir a prisión. Negro, pobre y sin saber leer o escribir, Alberto fue el único de los acusados que no lloró ni le rezó a Jesús en el podio.

El tribunal, la mañana después de alcanzar un veredicto.

Al día siguiente, la fachada resplandeciente del tribunal apareció con las ventanas rotas, las paredes cubiertas de pintura roja y leyendas como “Justicia”, “Asesinos” y “Un crimen impune” escritas sobre el escudo del departamento de justicia. Laisa fue llevada a Brasilia para una audiencia con el programa de protección de testigos, mientras Zé Rodrigues regresó a su granja. Era el 6 de abril, un día festivo oficial en la ciudad. La cámara y sus representantes publicaron un anuncio en el periódico local para celebrar el aniversario del pueblo y cómo es que a lo largo de los años han logrado “penetrar la selva, subyugar a la naturaleza, destrozar caminos, transformar el entorno, criar ganado y plantar riquezas”. Marabá celebró su centenario, pero no quedó claro en qué siglo estamos.

Lee:

La muerte de Zé Claudio y María

Y ve:

Toxic: Amazon