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Cultură

Hombres Solos: un documental sobre pobreza, borracheras y olvido

Francisco Schmitt cuenta la historia de cuatro hombres solitarios que, entre oficios informales con los que ganan 5 mil pesos diarios, sobrellevan sus vidas a punta de guarapo. El documental se estrena este 2 de septiembre.
Elías en la qüsquería.

Elías tiene más o menos 60 años. La piel quemada, arrugada. Un mazo y un cuchillo que lleva metidos en lo que separa al jean de la cintura. Al lomo. Elías se dedica a limpiar pescado: los abre con su cuchillo, les saca las tripas, y los deja listos para que otro los venda. Gana poco. Antes del mediodía se devuelve al sitio donde vive: una güisquería en la mitad de un potrero abandonado en Honda, Tolima, a orillas del río Magdalena. Ahí vive solo, en arriendo, en una habitación con una cama, una cuerda para colgar ropa y una mesa de noche. En la güisquería duerme, porque es barato. Pero en la güisquería vive para tomar guarapo. Para tomar todo el día y sin ninguna restricción horaria. En esa rutina Elías pasa los días: sin plata, borracho.

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Él es uno de los cuatro protagonistas de Hombres Solos, el primer documental de Francisco Schmitt García, un egresado de Comunicación Social de la Javeriana que vivió en Honda desde los 10 años y que, desde entonces, desarrolló una conexión con ese pedazo de tierra, con la gente que lo habita y con el río Magdalena. "Honda era un lugar clave en el país. De ahí salía todo. El camino de mula comenzaba en Bogotá, hasta Honda, y en Honda te embarcabas por el río Magdalena para irte a la costa, o incluso a Norteamérica y Europa", me dijo Francisco cuando nos encontramos para hablar de su primer largometraje.


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Sin embargo, el territorio por el que alguna vez todo el mundo tuvo que pasar hoy cae en el olvido y en la ruina. Según Francisco, la culpa la tiene La Ruta del Sol, una carretera que quitó a Honda del camino que lleva a la Costa o a Medellín. La culpa, dijo, también la tiene la naturaleza: los cambios en el río, en la cantidad de pescado que trae. Y la culpa la tienen los métodos de pesca ilegales, con dinamita, que son populares en la parte alta del río —hacia Barrancabermeja— y que afectan la pesca por el resto del río. Francisco quería hablar del abandono y la decadencia del territorio, y en el camino encontró que el olvido estaba en la cara y la vida de Elías, "Chicote", "Barranca" y "Gorila", sus cuatro hombres solos.

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Las manos de Elías.

El proyecto empezó como un trabajo etnográfico en el que Francisco conoció a un grupo de pescadores, todos hombres, ninguno con familia. Un día uno de ellos lo invitó a tomarse unos whiskys —así le dicen al guarapo— y lo llevó hasta una güisquería, un lugar donde la jarra de guarapo costaba 2 mil pesos y la canecada —del tamaño de un balde de pintura— 7 mil. La llegada a la güisquería dio paso a un cortometraje, que lleva el mismo nombre, y que tiempo después se convirtió en un proyecto más grande, fruto de la cercanía que Francisco desarrolló con sus cuatro personajes y que fue construyendo a punta de guarapo y borracheras.

"Yo no estaba todo el tiempo con la cámara, había momentos en que salía con ellos a tomarme mis guarapos. Para hacer la película tuve que tomar mucho guarapo", me contó Francisco, quien no se ahorra ningún detalle y describe cada una de sus ideas con el tono de quien está haciendo una denuncia. "Si eres un pescador, y te ganas 5 mil pesos al día, con eso tienes que desayunar, almorzar, comer y emborracharte, y a veces decides hacer sólo una cosa: emborracharte".

Según el documento "Estrategia Nacional de Respuesta Integral al Consumo de Alcohol en Colombia", publicado en 2013 por el Ministerio de Salud y la Universidad Nacional, 7 millones de personas en el país, es decir el 35% de la población, son consumidoras de alcohol. De esos 7 millones, 2,4 millones de personas tienen un consumo de riesgo o perjudicial de alcohol, que, en el continente americano, es el factor principal para la carga de morbilidad, y el tercer factor de riesgo de muerte prematura y discapacidad en el mundo. El mismo estudio asegura que, en el país, el consumo de alcohol es mayor en hombres que en mujeres: entre los consumidores cuatro de cada diez hombres tienen un consumo riesgoso o perjudicial de alcohol en comparación a las dos de cada diez mujeres en la misma situación.

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"Chicote" y su atarraya.

En Hombres Solos sólo en un par de escenas aparecen mujeres, brevemente, en medio de la güisquería. Francisco me cuenta que las mujeres que habitan esos espacios son, en su mayoría, prostitutas, con quien sus protagonistas pueden estar por 7 mil o 10 mil pesos. El panorama lo conquistan hombres tambaleantes, que cocinan borrachos, que van a trabajar ebrios después de haber estado tomando guarapo desde las 5:30 de la mañana o que sostienen conversaciones repetitivas y sin sentido. En una de las escenas está "Chicote", el único pescador de los cuatro, de pie en la mitad de la güisquería. Sostiene su atarraya mezclando la habilidad de quien pesca a diario y la torpeza de estar embriagado de guarapo. Su público son otros dos hombres, que entre risas ven cómo "Chicote" explica cómo se coge la atarraya, cómo se para a la orilla del río y cómo lanza la atarraya. Lo explica dos veces y los hombres se ríen. Lo explica una tercera vez y ya nadie pone atención. "Chicote" sigue explicando y lo que venía siendo gracioso se vuelve casi insoportable de ver. La escena se corta pero el espectador sabe que la escena real continúa repitiéndose.

"Todo era muy volátil, porque tú tienes secuencias armadas que quieres grabar con ellos, pero si el tipo se emborrachó perdiste el año y tocó cambiar. Había momentos, por supuesto, en que no estaban tan borrachos, pero se aguantaban muchísimo", me aseguró Francisco.

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Sus borracheras tienen momentos de gracia y ligereza, pero Hombres Solos es, ante todo, un retrato de melancolía y tragedia. La cámara de Francisco, a veces rústica —y, por tanto, a veces brutalmente honesta— muestra la soledad de unos hombres que sólo encontraron la compañía en el trago, y cuyo único propósito en la vida es conseguir plata para poder seguir tomando. Los cuatro son personas que viven en la inmediatez y a las que la vejez dejó en la rutina de "vivir del diario", sin más pretensiones. Y aunque la primera impresión es que el suyo es un problema de plata, una escena deja bien claro que ese no es el caso: Elías, quien habla en la mitad de su cuarto, cuenta que una vez se ganó el chance, "como un millón de pesos", dice, y todo se le fue en una semana: se gastaba 100 mil al día, lo robaron. "Me volví una loca", termina diciendo entre risas.

"Barranca" cocinando.

"Es gente que, de alguna manera, vive en medio de la resignación y la rabonada. Yo creo que ellos toman de esa manera sabiendo, tal vez inconscientemente, que es una forma de acabar con sus vidas. Así ya se han ido la vida de dos de ellos", me dijo Francisco refiriéndose a "Chicote" y a Elías, con el que confiesa tenía mayor empatía y que un mes después de su muerte encontró enterrado como un N.N. "Nadie lo extrañó", terminó diciendo.

Cuando le pregunté a Francisco por qué creía que sus hombres habían terminado solos y llevando ese ritmo de vida, me confesó que no tenía ni idea: tal vez la globalización, la tecnificación de las cosas que los vuelve inútiles, una economía en decadencia, la falta de educación, el abandono del estado, un entorno familiar pobre y ausente.

"O tal vez simplemente son muy cascarrabias y no les interesa nada, más que ellos mismos. Además es difícil encontrar quien se aguante a un huevón de estos borracho a toda hora".