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Fotografías verbales

Cuero de burro

Matar los burros de La Guajira para vender su piel a los chinos es el perjuicio más grande que ha tenido el pueblo wayuu, según uno de sus líderes.

Foto por Juan Miguel Álvarez.

Nadie me supo decir el origen del rumor. Lo más probable es que nadie lo sepa. Pero voló con los alisios que soplan el desierto de La Guajira. Y luego fue la carnicería: los restos de un burro despellejado sobre la estepa parda, abandonados a la suerte de los gallinazos. Los restos de siete burros despellejados, amontonados a la entrada de una ranchería.

No hace mucho, unos dos años atrás, se regó el cuento de que los chinos querían cuero de burro, que lo compraban a 150 o 200 dólares. Que en China lo convertían en carteras, bolsos, billeteras. El desierto de La Guajira sufría un largo periodo de sequía y los indígenas wayuu aguantaban sed y hambre. Lo normal era que intercambiaran los chivos por comida y agua, o los vendieran. Pero los burros eran intocables, eran su fuerza de trabajo, su vehículo de carga, su medio de transporte. Hasta que alguien, en algún momento, mató el primero, lo desolló, vendió la piel y recibió los 400.000 pesos. Habrá pensado que cogía el sol con las manos o que él y su familia tendría comida, al menos, para el siguiente mes

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Vinieron las lluvias, menguó la sequía y los wayuu pudieron regar sus cultivos y mojarse los labios. Los burros parecían a salvo. Pero el dólar se disparó y la tasa de cambio se elevó en un 30 %. Los 200 dólares se convirtieron en 600.000 pesos, en 700.000. Y volvió la carnicería.

Pasé horas, largas horas, en el desierto de La Guajira y no vi un sólo burro. Vi la fauna más tierna: pavos de paso clasista, cerdos retozando en un abrevadero, iguanas despavoridas, chivos temerosos, vacas en los huesos y algún táparo en retiro. "¿Ya no hay burros?", pregunté. Javier Iguarán, un líder wayuu graduado en Derecho, me contestó: "Sí hay, pero menos que antes".

Son muy pocos los wayuu del desierto que tienen cuenta bancaria, carro propio y billetes en los bolsillos. En vez de eso, atesoran animales de corral y ganado. Caballos, vacas, burros y mulas son de mayor valor y quien más cabezas posea es más rico y respetado. El animal que más cultivan es el chivo. Una familia promedio puede llegar a pastorear rebaños de cien cabezas. Bill Weaver, un agente de cooperación internacional asentado en La Guajira, alguna vez me dijo que él sentía que los wayuu recibían con más gratitud algo dado para los animales que algo dado para ellos.

"¿Y qué van a hacer para dejar de matar los burros?", le pregunté a Javier. Se tomó unos segundos para responder. "Es un dilema que tenemos ahora", dijo. "Matarlos para vender el cuero es el perjuicio más grande que ha tenido nuestro pueblo. Y si la situación sigue así, el burro va a desaparecer en La Guajira".

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