Recordando las protestas en el Reino Unido

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Recordando las protestas en el Reino Unido

Feliz cumpleaños, anarquía.

Hace un año, en Gran Bretaña estalló el amotinamiento más terrible que sus residentes hayan vivido. Cuatro días de violencia intensa, saqueos, y caos, tomaron por sorpresa a la policía y los políticos tuvieron que interrumpir sus costosas vacaciones para regresar a casa a lidiar con el problema. La violencia comenzó el 4 de agosto luego de que la policía matara a Mark Duggan de 29 años, quien viajaba en taxi por Tottenham en el norte de Londres. Los oficiales aseguraron que Duggan parecía una amenaza, pero después se dijo que aunque Duggan tenía un arma, esta nunca fue apuntada contra la policía y estaba guardada en un calcetín que Duggan usaba como funda. Eventualmente, los reportes balísticos de la Comisión Independiente de Quejas contra la Policía confirmaron que la bala encontrada en un radio de policía provenía de una pistola emitida por la policía.

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La familia de Duggan no estaba consciente de ello cuando decidieron marchar en protesta hacia la estación de policía de Tottenham dos días después. Los directivos se rehusaron a recibir a la multitud y a dar las respuestas que la comunidad les estaba exigiendo, y cuando comenzaron los rumores de que un oficial de policía que monitoreaba la protesta había atacado a una jovencita, los manifestantes se encabronaron. Los enfrentamientos que siguieron fuera la chispa que viajó por todo el Reino Unido. Manifestantes que habían sufrido agravios hacía tiempo, saqueadores y piromaniacos oportunistas adelantaron el tiro olímpico un año y usaron los disturbios para planear su propia ruta de la antorcha del anarquismo.

Yo llegué a la escena unas horas después de que la protesta por Duggan se violentara para descubrir que la policía había bloqueado la vía rápida de Tottenham, la cual estaba iluminada por un camión de dos pisos en llamas. Logré sortear las filas policiacas y encontrar a los locales enfurecidos más adelante, quienes se enfrentaban contra la policía antidisturbios. En ese momento, traer una cámara costosa conmigo me pareció una mala idea; había escuchado rumores de que otros fotógrafos ya habían sido atacados, así que pasé gran parte del tiempo sólo viendo a la multitud.

He cubierto esta clase de disturbios y amotinamientos en todo Europa y el Reino Unido, pero esto era diferente. El hecho de que hubiera nacido de un sentimiento de duelo y de forma tan espontanea, y que se trata de gente sin experiencia alguna en amotinamientos, hizo que todo fuera demasiado impredecible. Y por supuesto también estaba la severidad del asunto, algo que una generación de británicos prácticamente desconocía, acostumbrados a estar siempre encabronados y deprimidos pero siempre apáticos.

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Conforme pasaba el tiempo, la policía seguía ganando terreno sobre los manifestantes pero estos continuaban incendiando edificios. Las tiendas fueron saqueadas, en parte para llevarse cosas a casa, en parte para buscar armas con las cuales atacar a la policía. Hubo un momento en el que vi como unos chicos abrían una camioneta y salían corriendo con palas y picos contra la policía. También vi como saqueaban una oficina postal y los Robin Hoods de la era moderna repartían dulces y chocolates. La multitud se había vuelto temeraria y en ocasiones ingenua: olvidaron cubrirse los rostros cuando un helicóptero de la policía llegó para tomar la foto de todos. Alrededor de las 4am la policía logró dispersar a la multitud, pero recuerdo que uno de los manifestantes me dijo: “Después de esta noche, es cuestión de esperar. Sigue Hackney”.

Al siguiente día, la policía fue sorprendida con una pequeña epidemia de saqueos en Enfield y Wood Green. Ellos, como muchos otros, asumieron que lo que había sucedido en Tottenham había sido un incidente local, así que nunca anticiparon que los amotinamientos se extenderían. Pero vaya que si se esparcieron. El lunes, todo mundo hablaba en Twitter sobre reunirse en Hackney.

Después de correr por el este de Londres un rato, encontré a una multitud en la calle Mare. Por alguna razón, la policía decidió detener y catear a dos güeyes negros sin razón alguna, lo que sólo resaltó los prejuicios raciales que llevan décadas generado roces entres las autoridades y las minorías, y los cuales contribuyeron a los disturbios en Tottenham. La policía no encontró nada, pero sus acciones habían alebrestado a la multitud, y cuando agarraron a otro chico para catearlo, alguien les arrojó un loseta.

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La policía tomó sus cascos antimotines pero quedaron rodeados y sin acceso a sus vehículos, los cuales fueron destruidos. Las tiendas fueron saqueadas, los autos fueron incendiados, y en un punto secuestraron un camión que rápidamente fue recuperado por la unidad canina de la policía.

Unas horas después de estos enfrentamientos, la violencia en Hackney fue contenida, pero ya se había extendido a otros lugares; primero llegó a Lewisham, y luego a Clapham y Ealing, e incluso a otros ciudades del Reino Unido. Alex Miller, el editor de VICE, el camarógrafo Hugo Donkin y yo seguimos los problemas. Nos reunimos con unos turcos, dueños de tiendas en Dalston, quienes se habían unido para proteger sus pertenencias y estaban ahuyentaban a las pandillas de alborotadores con tacos de billar, y fuimos a Camden, donde tuvimos que abrirnos paso entre una multitud de 200 personas, algunos armados con hachas.

Mientras que el amotinamiento en Tottenham había sido el resultado directo de un enojo sincero, en Hackney y otros lugares del Reino Unido, fue cuestión de oportunismo. Esto jugó a favor del gobierno y comenzaron a hablar de un "Broken Britain" en lugar de investigar la muerte de Duggan o lidiar con algunos de los problemas sociales que agravaron los disturbios.

El saldo fue de cinco personas muertas, 272 millones de dólares en daños a propiedad, y 3,100 arrestados. Después del aniversario, muchos se preguntan si veremos algo parecido este verano. Al parecer una cuarta parte de los jóvenes opinan que sí. Pero yo no estoy tan seguro; muchos de los manifestantes terminaron en prisión, algunos de ellos con sentencias muy largas por crímenes muy pequeños, y esa clase de consecuencias suelen ahuyentar a la gente.

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Claro que sería difícil argumentar que la vida para los jóvenes de la clase trabajadora en las zonas urbanas es mejor de lo que era hace 12 meses. Y la policía no ha resuelto por completo el caso de Duggan. Supongo que tendremos que esperar para descubrir si en unos años éste verano es recordado por sus edificios en llamas o por su gloria olímpica. ¿Quién sabe, quizá ambas? Después de todo un disco es como una loseta, ¿o no?

Sigue a Henry en Twitter: @Henry_Langston

Ve la película que hicimos sobre los amotinamientos en Hackney, aquí.