Fotos de los 70 que muestran a una mujer descubriendo su sexualidad
Todas las fotografías por Meryl Meisler

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Fotos de los 70 que muestran a una mujer descubriendo su sexualidad

Jugando a disfrazarse y haciéndose fotos en casa de sus padres, Meryl Meisler aprendió a salir del armario y a entrar en sí misma.

Durante las décadas de 1950 y 1960, Meryl Meisler tuvo la clásica adolescencia de una joven el seno de una familia media de Long Island: actividades con las girl Scouts, clases de ballet y claqué y baile de promoción. Pero pese a que sentía un gran amor por su familia y sus amistades, Meisler sentía que no encajaba del todo. Pronto tuvo claro que no quería acabar siendo una buena esposa, profesora, enfermera o secretaria, prácticamente las únicas opciones de futuro que tenían las jóvenes en aquella época.

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Cuando alcanzó la mayoría de edad, Meisler descubrió su sexualidad como lesbiana y su identidad como artista. “Llevo la fotografía en los genes”, dijo. Su abuelo paterno, Murray Meisler, su tío Al y su padre, Jack, habían dedicado sus vidas al arte.

Autorretrato, El juramento de una Girl Scout, North Massapequa, NY, enero de 1975 ©Meryl Meisler

A Meisler le dieron su primera cámara cuando iba a segundo de primaria, pero no se puso en serio con la fotografía hasta mediados de los 70, cuando se matriculó en un máster de Arte en la Universidad de Wisconsin.

Autorretrato, La bailarina, North Massapequa, NY, junio de 1975 ©Meryl Meisler

Meisler volvía a casa de sus padres durante las vacaciones, donde comenzó a hacerse una serie de autorretratos que exploraban su pasado, presente y futuro. Pese a que por aquel entonces todavía no había oído hablar de Cindy Sherman, su instinto se asemejaba mucho al de ella. Con su lente, Meisler buscaba examinar la construcción del género femenino, desde sus rituales a sus poses y sus personificaciones.

Autorretrato, Lavavajillas humeante, North Massapequa, NY, 1973 ©Meryl Meisler

Una selección de sus fotografías aparece en in Purgatory & Paradise: SASSY 70s Suburbia & The City (editado por Bizarre), mientras que otras han salido a la luz con motivo de la publicación de su próximo libro. En este artículo, Meisler nos habla de aquel periodo de autodescubrimiento y aprendizaje de su vida y nos muestra el autorretrato de una joven preparada para desplegar sus alas y echar a volar.

Autorretrato, Afeitándome, North Massapequa, NY, 1973 ©Meryl Meisler

VICE: ¿Puedes hablarnos de cómo era la vida de una adolescente en Long Island durante los años 50 y 60?
Meryl Meisler: Yo soy de Massapequa. La gente la llamaba “Matzo Pizza” porque allí vivían un montón de familias judías e italianas. También había irlandeses, alemanes, griegos y creo que incluso una familia china y otra cubana. Era y sigue siendo una ciudad muy marginal.

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Allí todo el mundo era estadounidense de primera o segunda generación. Muchos de los padres eran del Bronx, de Brooklyn y de Queens y compraron sus casas por menos de 15.000 dólares (12.200 euros) con la ley de ayudas a los soldados. Todo estaba arrancando y muchas de las tierras de cultivo se empezaban a convertir rápidamente en promociones de viviendas.

Foto sin título, North Massapequa, NY, Acción de gracias de 1976 ©Meryl Meisler

A mis padres, Sunny y Jack Meisler, les encantaba el estilo de vida de las afueras y se esforzaron porque mis hermanos y yo tuviéramos todo lo que ellos no habían podido tener, porque ambos procedían de familias muy pobres. Yo iba a clases de piano, ballet, claqué, twirling… ¡De todo menos arte! También participé activamente en las Brownies y las Girl Scouts, donde llegué a ser cadete.

Era todo muy provinciano. Tuve mucha suerte de que mis padres decidieran ir a vivir a la ciudad. Mi padre tenía una imprenta y a mi madre le apasionaba el teatro. Solíamos ir a ver obras a Broadway, y creo que eso queda reflejado en mi obra, porque es muy teatral.

Autorretrato, Espejo de mi habitación de la infancia, North Massapequa, NY, febrero de 1976 ©Meryl Meisler

¿En qué momento empezaste a darte cuenta de que no encajabas demasiado y de que no querías pasar tu vida de adulta en las afueras?
Si te refieres a lo de ser gay, sí, entonces ya sentía algo. Pero también tuve citas, fui a bailes de promoción, tuve novios y disfruté mucho. Yo sabía que era distinta, pero no era capaz de decir por qué.

Mis hermanos y yo fuimos la primera generación de la familia que disfrutó del lujo de poder ir a la universidad. Yo entré en una del estado de Buffalo. No me había planteado qué quería hacer. El primer día nos dieron una batería de preguntas para orientarnos y a mí me salió que podría probar suerte con el arte. Probé una clase y me encantó. La profesora me preguntó si me había planteado estudiar esa carrera y me dio un vuelco el corazón.

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Autorretrato, Girl Scout poniéndose pintalabios, North Massapequa, NY, enero de 1975 ©Meryl Meisler

Llamé corriendo a mis padres y les dije que quería estudiar arte, y ellos accedieron, con la condición de que también estudiara Magisterio para guardarme las espaldas. Me encantó y acabé siendo la primera de mi promoción.

Resulta que Cindy Sherman también fue a la universidad en Buffalo. Estudió arte y se graduó un año o dos después que yo. Curiosamente, también era de Long Island, pero yo nunca tomé clases de fotografía allí.

Autorretrato, Una estrella fugaz, North Massapequa, NY, enero de 1975 ©Meryl Meisler

¿Cómo te iniciaste en la fotografía?
La fotografía siempre ha sido parte de mi vida. Siempre que veía a mi abuelo paterno, llevaba consigo una cámara y un medidor de luz. Mi padre tenía un ojo tremendo para la fotografía y usaba una Rolleicord. Él marcó mucho mi estilo. Solía fotografiar a amigos, familiares u ocasiones especiales, y lo hacía muy bien.

Cuando estaba en el último año de carrera, mi novio de Buffalo me dejó. Me dijo que no era una artista de verdad. ¿Y qué hice yo? Me fui al Museo de Arte Moderno a ver una muestra de Diane Arbus. Fue como una declaración de intenciones: “Soy artista. Y punto”.

Mientras estudiaba el máster, decidí tomar clases de fotografía porque quería aprender a usar una cámara de verdad. Me compré una Minolta SRT-101. Fui leyendo las instrucciones en el avión de camino a la universidad y recuerdo que se atascó y pensé que la había roto.

Autorretrato, Bailando con mi hermano Mitch, North Massapequa, NY, enero de 1975 ©Meryl Meisler

En cuanto llegué a casa, empecé a hacer fotos de mí y de mis amigos. En mi próximo libro muestro los primeros carretes de 35 mm que hice. Descubrí una de las fotos en la que salgo fumando junto al lavavajillas. No estoy segura de si ese fue el primer o el segundo carrete, pero había hecho un autorretrato.

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La fotografía me sorprendió. Nunca llegué a revelarla. En ella salía solo con un vestido de estar por casa de mi madre y recuerdo que le cogí el tabaco pese a que no fumaba. En ese momento me estaba preguntando, “¿Soy una futura ama de casa?”. Fue un momento muy íntimo.

Autorretrato, Azafata de Playmate, NY, NY, diciembre de 1978 ©Meryl Meisler

¿De qué modo te ayudaron los autorretratos a explorar ese periodo de transición tan decisivo en tu vida?
Quería retratar la vida que conocía, la vida que había visto y vivido durante tantos años. Llegaba a casa de la universidad y me ponía a rebuscar en armarios y el desván, donde guardábamos la ropa para ocasiones especiales. Las fotos hablan de la vida entre la infancia y la madurez, un periodo en que me preguntaba quién era yo y qué quería llegar a ser.

Autorretrato, Bailando claqué con mi madre, North Massapequa, NY, enero de 1975 ©Meryl Meisler

El teatro también tuvo una influencia importante en mí. Encendía todas las luces de casa, como si fuera un escenario, una luz muy directa y cruda. Las cortinas de casa eran el telón y el resto de objetos de la casa constituían el fondo. La casa era como otro miembro de la familia porque es el lugar en el que viví desde los dos años.

Cuando empecé a hacer esas fotos tenía casi 22 años y casi estaba diciendo a gritos, “¡Venga, sal del armario de una vez!” [Risas]. Finalmente pasó, pero la mayoría de esas fotos fueron tomadas entremedias. Había empezado a preguntarme si me veía en aquel lugar en el futuro porque no me imaginaba cómo iba a poder encajar.

Autorretrato, Pasándolo bien con Leslie después de llevar a Mitch al baile de pormoción, Huntington, NY, junio de 1976 ©Meryl Meisler

Echando la vista atrás, ¿ves algo en estas fotos de lo que no eras consciente cuando las hiciste?
Veo un acto de valentía extrema. Incluso me atreví a revelarlas. Me sorprende ver lo resuelta que era.

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Hablando de valentía, ¿podrías comentarme algo sobre la foto de Lynda Benglis y de cómo te inspiró a crear uno de tus autorretratos más radicales?
Había un póster de una exposición de Lynda Benglis colgado en el vestíbulo del departamento de arte de la Universidad de Wisconsin. ¡Ahí estaba ella, desnuda y llevando un dildo enorme!

No sabía de dónde había sacado la inspiración para esa foto hasta que tuvimos esta conversación. Para mí, la cámara era mi herramienta de poder. Hice la foto más de una vez. Una de ellas le pedí ayuda a un chico con el que estaba saliendo y otra a la que pudo haber sido mi futura novia [Risas]. ¡Mi hermano seguro que no fue!

Autorretrato, Mesa de comedor, North Massapequa, NY, enero de 1975 ©Meryl Meisler

Cuando Steven Kasher se planteó montarme una exposición en 2016, estuvo mirando mis reproducciones ¡y escogió esa! Pensé que tenía que ponerle un título y la llamé “Fotograma de película sin título”, en referencia a Cindy Sherman.

Es una foto muy atrevida. Mostrarla ya dejaba a muchos sorprendidos. Soy muy crítica respecto a qué se considera fotografía. No basta con que sea solo llamativa o todo composición, iluminación o historia. Ha de tener un poco de todo eso. Yo miré esa foto y dije: “Lo tiene todo”.

También hubo un momento en que pensé: Si no lo hago ahora, ¿cuándo? Y ¿sabes qué? A mí me parece una imagen perfecta.

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Este artículo apareció originalmente en VICE US.