FYI.

This story is over 5 years old.

El Editorial VICE

'Transfílicos' o 'transfóbicos': defendamos el derecho a hablar

OPINIÓN | Algo muy positivo deja el debate que desató la reciente columna de Carolina Sanín en VICE: los colombianos (¡qué alivio!) estamos aprendiendo a discutir.
Foto: Tomada de Instagram - @biffandi

El pasado 30 de junio, la escritora Carolina Sanín publicó en VICE Colombia su habitual columna mensual, titulada en esta ocasión 'El mundo sin mujeres'. El texto no es fácil de resumir. Mucho menos cuando ha producido tantas respuestas de la comunidad trans y de buena parte del activismo feminista más visible de Colombia. Sanín dice –palabras más, palabras menos– que el video de un hombre embarazado (un hombre transexual) que muestra orgulloso el cambio en su cuerpo le produce una preocupación: la de un mundo en que las mujeres ya no son necesarias, ni siquiera para cargar un feto en sus vientres. Ella teme que esto pueda conducir incluso a un "catastrófico estado deseado desde hace mucho tiempo": a un mundo feliz sin ellas.

Publicidad

Sanín escribe:

"Yo defiendo la equidad entre todas las personas, defiendo los derechos de los homosexuales, incluido el de adoptar hijos, defiendo el derecho a transformar el propio cuerpo y reformular la identidad propia. Defiendo, también, el derecho del hombre del video a gestar y parir un hijo, si el feto no se ve afectado por las hormonas que su padre y madre toma para, según él mismo, parecer un hombre. No obstante mi defensa, me parece complicada la imagen. No la celebro; sobre todo, porque no es verdad. Si el hombre que se presenta como hombre está gestando a un hijo, puede estarlo porque es una mujer, no un hombre; porque, como él dice, contradiciéndose, no transformó su cuerpo. Sin embargo, se presenta como un hombre que puede concebir y dar a luz; como un hombre que —así como manda la regla gramatical del género en nuestra lengua— contiene a la mujer, y por tanto es mayor que una mujer".


Vea más columna de Carolina Sanín en VICE:


Después de publicada la columna, bastaron pocos minutos para las reacciones. Pero esta vez había algo distinto en ellas. No se trataba en todos los casos del previsible intercambio de insultos y acusaciones, tan típico de las redes sociales. La controversia fue más estructurada, más sopesada, y en los buzones de entrada de nuestros correos y del Messenger de Facebook abundaron las réplicas. Hubo opiniones de apoyo o de rechazo, pero opiniones en todo caso interesantes por diversas y vigorosas, o al menos valiosas por la evidente y muchas veces enfática voluntad de interlocución y deliberación que traían consigo.

Publicidad

Podría pensarse que esto que decimos es normal. Pero no es así. En Colombia opinar no siempre es un ejercicio argumentativo, ni el producto de una reflexión, y tampoco conduce todas las veces a un debate. En demasiadas ocasiones, la opinión es un instrumento para manipular, un vehículo para imponer intereses particulares y una fachada para hacer política. Y cuando se opina de verdad, el autor puede convertirse en un objeto vulnerable al daño físico, psicológico o moral.

En Colombia opinar no siempre es un ejercicio argumentativo, ni el producto de una reflexión, y tampoco conduce todas las veces a un debate

Nuestra reflexión es que este debate en torno a la columna de Sanín es una muestra de un progreso posible, y de que hay que defender el derecho a hablar. A hablar de las calumnias del senador Álvaro Uribe o de la corrupción de Odebrecht, pero también de cosas que muchas veces no solemos poner en cuestión. Aquí mismo, en las oficinas de VICE Colombia, a la opinión de Sanín hubo respuestas de colegas que dijeron, aún teniendo una postura liberal frente al tema trans (la identidad sexual, la de género, su diferenciación, etcétera), que no sabían muy bien qué pensar. Quedaron, decían, sin postura. Y solo eso ya luce como un aporte.

Lo que escribió Sanín no es, como se ha dicho, retrógrado, ni un manojo de pseudoargumentos diseñados para hacerse de la verdad por medio de trampas. Es más, nos atrevemos a decir que en Colombia nunca antes habíamos escuchado un punto de vista como el suyo. Y la misma altura alcanzaron las respuestas. No nos referimos solo a la conversación que en VICE publicamos entre nuestra columnista de asuntos trans Mati González Gil, el activista trans Nikki Dupuis y la académica feminista Andrea Parra, sino también a lo que escribió en El Espectador Catalina Ruiz Navarro.

Publicidad

Una idea o un debate valen la pena cuando revuelven mentes, cuando ponen a prueba creencias, cuando desafían lo correcto: cuando cuestionan lo que debe pensarse. Como alguien lo puso en estos días de manera elocuente, a veces son necesarios los gritos que dicen "esto va muy rápido, estamos aceptando todo, pensemos un segundo".

Por supuesto, no podemos generalizar. Discutir termina mal en Colombia todavía en demasiadas ocasiones (y en cierto nivel, lamentablemente, también en esta oportunidad Sanín fue objeto de insultos y humillaciones). Y esto es así no solo por nuestra historia de violencia, sino también por nuestra tendencia a precisamente evitar el debate y agredir, propulsada por las frustraciones en que muchos vivimos y por la lógica agitadora de las redes sociales.

Pero la controversia sobre el hombre embarazado muestra que habitamos no necesariamente (no siempre) la nación retrógrada y goda que muchos imaginamos y condenamos. Sino que somos, también, un país sofisticado. Uno en que se puede y vale la pena debatir.

Y vale la pena porque la confrontación de puntos de vista nos obliga a pensar, algo nada fácil, ni normal.

* Este es un espacio de opinión. No representa la visión de Vice Media Inc.


Lea todas las entregas del Editorial de VICE: