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La joven que venció al machismo para crear la selección de fútbol femenino de Afganistán

La excapitana de la selección afgana nos contó cómo pasó de ser apedreada y llamada prostituta a convertirse en un ejemplo para las niñas de todo el mundo.

Foto: Margareth Sánchez. Secretaría de Cultura de Bogotá.

Los primeros equipos de fútbol femenino en Colombia se empezaron a formar en los ochenta. En Afganistán, ese proceso apenas arrancó a finales de la década pasada. Las mujeres afganas se veían relegadas a las labores de hogar y el ambiente de guerra no dejaba muchas opciones.

Hoy, sin embargo, Afganistán tiene consolidada una selección nacional y empiezan a tomar fuerza los 17 clubes femeninos que han aparecido desde hace pocos años. Esa gesta no habría sido posible sin Khalida Popal.

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Khalida empezó a jugar fútbol desde niña. Le enseñó su madre. Pero tenían que hacerlo a escondidas porque era mal visto. Tenían que jugar en ropa incómoda, en lugares alejados, y aún así tuvieron que soportar que hombres las espiaran, les quemaran sus implementos, les tiraran piedras y les dijeran prostitutas.

Eso no la derrumbó. Al contrario, la empoderó y le enseñó un camino que todavía recorre. Khalida, que etimológicamente quiere decir "eterna", entendió que no se trataba solo del fútbol sino de sus derechos como mujer. Desde 2004, con apenas 16 años, se dio cuenta de que no podía esperar a que nadie peleara por ella. Decidió que sería ella quien debía tomar la lanza. Viajó por todo el país recorriendo colegios y hablando con niñas sobre sus derechos. Tuvo que hacerlo con pausa, sin exponerse demasiado, a veces casi en secreto. Las amenazas de muerte contra ella y su familia se volvieron frecuentes, pero no la detuvieron.

Su primer gran logro como activista llegó en 2007, cuando convenció al presidente de la Federación Afgana de Fútbol de crear una selección femenina. "Ponernos esa camiseta roja nos empoderó. Nos mostró que teníamos que seguir", recuerda Khalida. Su primer partido oficial, contra Pakistán, lo ganaron. Pero ni siquiera la camiseta y la cinta de capitana del equipo le dieron seguridad. Los mensajes de rechazo y las amenazas no pararon, y en 2011 tuvo que asilarse en Dinamarca.

Una lesión en la rodilla la retiró temprano del fútbol profesional. Ahora viaja por todo el mundo promoviendo Girl Power, una ONG que creó para evitar que otras mujeres tengan que seguir sufriendo lo mismo que ella. Hablé con Khalida en Bogotá, durante la Cumbre Mundial de Alcaldes. Viste jean y tenis, tiene piel oscura, ojos grandes y pelo largo muy negro. Habla fuerte y se entusiasma y sonríe en medio de cada frase.

Esto me dijo.

Entendiste desde joven muchas cosas sobre igualdad de género que otras mujeres en tu país quizás no han podido ver. ¿Qué crees que te hace diferente a ellas? Creo que fue por crecer en una familia bien educada. La forma en que nos trataban igual a mi hermano y a mí. Eso me hizo entender mis derechos y lo que realmente significaba ser una mujer. Cuando salí a la sociedad, vi que era totalmente distinto y había algo que estaba mal. Me di cuenta de que era necesario que alguien peleara por esos derechos. Por supuesto, no era solo yo, pero sentí un llamado a trabajar por los derechos de las otras mujeres y enseñarles lo que yo entendía. Normalmente la gente espera que alguien más pelee en su nombre. ¿Qué se siente ser justamente la persona que lidera y pelea por los derechos de otros? Yo veía que en nuestra sociedad faltaban líderes y ejemplos a seguir. Eso me hizo querer ser ese modelo a seguir y tratar de que otras personas se metieran en la pelea que yo estaba dando. Yo odio que alguien más pelee por mis derechos. Me gusta conseguir lo mío y pelear por lo mío y mis derechos. Siempre pienso para mí y le digo a los demás que no esperen a que alguien luche por sus derechos. Hay que ser activo e insistente porque si no te puedes morir esperando. Usé mis oportunidades, las mismas que otras mujeres no tuvieron, para emprender esa lucha y contagiarlas. Afganistán es un país difícil en términos de igualdad de género. También por la guerra. ¿Cómo venciste el miedo a ser líder en un país peligroso para las mujeres? Afganistán es un país dominado por hombres. Y hay una guerra por poder. Eso lleva a que los hombres teman perder el poder frente a una mujer. La mayoría de la población ni siquiera cree que las mujeres tengan poder. Ser una mujer, ser una líder y ser joven fue realmente difícil. La gente no me ponía mucho cuidado. Hubo momentos muy difíciles: la gente trataba de apartarme, me gritaban, me insultaban y me amenazaban. Pero rendirme no era una opción si quería seguir mi camino. ¿Cómo se convirtió el acto de patear un balón en una lucha política mucho más grande? Yo era muy joven y solo quería divertirme. Quería pasar tiempo con mis amigos y no llegar temprano a la casa, como cualquier adolescente. Pero una vez estaba jugando fútbol y unos hombres nos enfrentaron, nos detuvieron y nos estallaron el balón. No estábamos haciendo nada malo y ellos nos quitaron el derecho a jugar. Ahí me di cuenta de que iba a hacer todo por recuperar ese derecho. Al principio las trataban mal, les decían prostitutas por jugar fútbol, las amenazan. ¿No era eso demasiado para una niña tan joven? Creía mucho en mi objetivo. Sabía que podía ayudar a otras mujeres, darles una vida distinta. Cuando algo vale la pena, no tienes por qué arrepentirte. Enfrenté muchos problemas y perdí muchas cosas en mi vida pero no cambiaría nada de lo que hice. De todas formas tuviste que escapar a Dinamarca. En una entrevista dijiste que te tocó escoger entre tu familia y tu vida. ¿Cómo fue esa decisión? Fue muy doloroso tener que dejar mi país y el equipo en el que jugaba. Ni siquiera pude despedirme de mi familia y mis amigos. Pero quería seguir viva y salvar mi voz, porque sabía que esta voz iba a salvar muchas más vidas. Me imagino que muchas mujeres se han unido a tu causa. Pero quiero saber cómo ha sido la actitud de los hombres del país. En mi camino algunos hombres me han ayudado: mi hermano, mi papá, el presidente de la Federación Afgana de Fútbol. Desafortunadamente en Afganistán hay muy pocos hombres así. Eso por supuesto ha cambiado y sigue cambiando. Al principio todos nos insultaban, nadie creía en nuestro poder. Ahora algunos nos hacen barra en los partidos. La selección femenina tiene una página de Facebook y cada vez hay más seguidores hombres. ¿Sientes que, además de ser ejemplo para las niñas, también lo eres para los niños? Lo creo y lo veo. Recibo muchos mensajes y correos de niños apoyándome y diciéndome que soy una inspiración para ellos. Eso me da energía para continuar. Entiendo que participaste en la creación del uniforme del equipo. ¿Por qué era importante? Me gustaba que nos viéramos profesionales y hermosas. Pero también había un asunto cultural alrededor del uso del hiyab y, aunque no me gusta, creo que todavía es muy pronto para dar esa gran pelea. Solo quería que las chicas del equipo se sintieran cómodas. Hicimos dos versiones del uniforme: una con hiyab y otra sin él. Dependía de lo que las chicas quisieran usar. Estás dejando un gran legado en tu país. Pero, ahora te la pasas viajando a otros países con situaciones distintas, ¿en qué enfocas tu mensaje, más allá de contar tu historia? Ayer vi a los jóvenes colombianos marchando. Les pregunté por qué y me dijeron que por la paz. Y si hay algo que promuevo en todos los países es que los jóvenes sean los que peleen para tener un país bonito, un país mejor. Y también me la paso diciéndole a las niñas que crean en su poder. Que nunca se dejen decir que tienen menos derechos que los hombres porque no es así. Ni en Afganistán ni en Colombia ni en ninguna parte.