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Cultură

Los atracos más extraños (y chistosos) que pudimos averiguar

Los robos callejeros en Bogotá son traumáticos, agresivos, irritantes. Aquí van los ocho más absurdos que nos han contado.
Foto por Christina Gómez

Un atraco en Bogotá no solo es un fantasma común que nos hace voltear la cabeza cuando caminamos por una cuadra oscura (a veces, incluso, iluminada a luz solar plena), sino también un problema de política que casi siempre está en el ojo de la opinión pública. Casi 13 mil robos se presentaron solamente en el primer semestre de 2014, según El Sistema de Información Estadístico Delincuencial Contravensional y Operativo (SIEDCO), publicado en la página de la Cámara de Comercio de Bogotá.

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Entre anécdotas, recolección de testimonios en las oficinas de VICE y una mirada en Facebook, estos fueron los más absurdos que pudimos averiguar.

1. Un día soleado de Bogotá paseaba en un bus y decidí leer mi libro con la ventana abierta. El trancón de la 15 estaba tenaz y yo me despreocupé tratando de bloquear al rapero que se acababa de montar. Estaba en la mitad de la primera frase cuando mi libro desapareció. Miré por la ventana y vi a un tipo de cachucha azul corriendo con él en sus manos. Yo no era la única sorprendida. Mi compañero, un cachaco viejito, me miraba con ojos desorbitados y el rapero aprovechó mi tragedia para ganarse un par de monedas adicionales: "a la niña de atrás le robaron el libro. Hasta dónde hemos llegado, hey". Yo todavía no había terminado de entender qué estaba pasando cuando vi la misma cachucha mirando por las ventanas de los buses hasta que me identificó. "Niña, muchas gracias, mire aquí le devuelvo su libro. Es que no me sirve porque está en inglés. Pero muchas gracias, igualmente. Que tenga un buen día", dijo. Se fue caminando mientras yo miraba el libro y el cucho a mi lado me dijo "cuidado que eso puede tener escopolamina". Aterrorizada y confundida guardé, el libro en mi maleta y cerré la ventana.

Christina Gómez

2. Estaba caminando a mi casa oyendo música. Un señor se me acercó y me dijo que si tenía un minuto. Muy ingenuamente me quité los audífonos y le pregunté que qué había pasado. Me contó que a su hijo lo habían secuestrado hace unos días y que no se sabía nada de él. Me miró a los ojos y me dijo que él sabía que yo había sido uno de los responsables. Yo le decía al tipo que nada que ver, que no era yo y empecé a caminar como para escaparme. El tipo me puso el brazo en los hombros, me señalaba a gente y a carros diciendo que todos me estaban vigilado y me dijo que nos sentáramos a hablar. Nos sentamos en una banquita. El tipo me dijo que yo parecía tener buenas intenciones y que me veía decente, entonces que le diera mi celular y mi billetera para verificar mi identidad. Me dijo que en diez minutos volvía para devolverme mis cosas, saber era inocente o para arrestarme si era culpable. Me quedé sentado y no fue sino hasta 15 minutos después que me di cuenta de que me habían robado de la manera más absurda que existe.

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Pablo Rozo

3. Mi bicicleta es mi todo. Es mi bebé y mi posesión más preciada. Por eso cuando vi a un tipo caminando por la calle, cargando una papaya gigante que me dijo que mi bicicleta tenía un daño muy grave y que me iba a accidentar, casi entro en colapso. Me bajé a mirar la cadena, el manubrio, miré las llantas para asegurarme de que no estuvieran pinchadas. Mientras tanto, el tipo miraba y decía "no, ahí no", hasta que finalmente me pidió que le tuviera la papaya para que él me pudiera mostrar el daño. Empezó por agacharse y tocar diferentes partes de la bicicleta hasta que lo vi alzar la pierna, acomodarse en mi asiento y salir pedaleando con un sentido de propiedad que me dio celos. Pues el que perdió fue él porque yo me quedé con su papaya. Estaba deli.

Sebastián Olarte

4. Estaba en un centro comercial y, caminando, sentí que mi cartera la estaban halando. Me volteé pero no vi a nadie. Busqué mi billetera pero no estaba. Inmediatamente llamé al banco a pedir que me la cancelaran y el señor que me estaba atendiendo me dijo que mi tarjeta se estaba utilizando en un cajero Davivienda. Me fui corriendo y vi a una señora sacando plata. Entré al cajero y le dije que abriera la cartera. Me decía que no, que eso era de ella, pero yo estaba segura de que ella tenía mi billetera. Le quité la cartera a la fuerza y evidentemente ahí estaba mi billetera. Empecé a gritar que esa señora me estaba tratando de robar y llegó todo el mundo a tratar de ayudarme mientras la señora lloraba. Cuando la cogió la policía, me contaron que a ella la estaba buscando hasta el Interpol.

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Ana Restrepo

5. Estaba caminado en el Parque del Virrey llegando a mi casa, y sentí que me cayó algo en la cabeza, como un líquido denso. Dos señoras que estaban detrás de mí me dijeron que me había cagado un pájaro y yo, entre el asco y el desespero, porque lo sentía por todas partes, dejé que me ayudaran a limpiarme. Sacaron de su maleta papel higiénico para ayudarme y yo pensé '¿quien putas carga papel higiénico en la maleta?', pero me dejé llevar por su amabilidad. Como estaba cerca de mi casa, fui a bañarme. En la ducha me di cuenta de que lo que tenía en el pelo olía como a… Galleta. Cuando salí, miré mi maleta y no tenía ni mi billetera ni mi celular.

María Jimena Herrera

6. Se me acercó un tipo en una bicicleta súper fina y con todo su vestuario de ciclista serio. Me pidió la hora, entonces saqué mi celular y le dije la hora. Se vio sorprendido por el celular que tenía y me preguntó que cuánto pesaba. "Ni idea" le contesté. Me miró como si estuviera loco y él sacó su propio celular, que era mejor, incluso, que el mío. Me dijo que pesaba tantas onzas, etc. Me dijo que él practicaba un deporte especial cuyo objetivo era balancear objetos mientras montaba en bicicleta. Sacó unas fotocopias y me mostró el deporte, diciendo que sí era serio, entonces yo, como un imbécil, le creí. Me dijo que si le prestaba mi celular para mostrarme el truco porque no lo podía hacer solamente con el suyo. Yo le dije que bueno. Cogió mi celular en una mano y con el de él en la otra y salió montando su bicicleta en perfecto balance sin tocar en el manubrio. Fue hasta que dio la vuelta en la esquina que me di cuenta que nunca iba a volver y que me habían atracado de la manera más estúpida posible.

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Este es un cuento contado por tres personas diferentes dentro de la oficina de VICE Colombia.

7. Era mi primera semana en Vice, estaba haciendo reportería en la carrera 8 va con 20. Como vil güeva sacaba el celular en todas partes y mi maleta roja muy llamativa con las banderas de todo el mundo tuvo que haber cautivado la atención de alguna rata. Tranquilamente, fui a coger un bus y sentí que alguien me estaba manoseando la maleta. (Hay que aclarar que dos semanas antes había comprado mi sexto iPhone. Los otros cinco ya me los habían robado, por lo que puedo decir que definitivamente esta no es mi marca). De una se me vino a la cabeza, "me van a robar el celular". Cuando me volteé, pillé a una señora, de esas que uno no sabe cuántos años tiene, y la vi metiendo sus manos en el bolsillo de mi Jansport. Sin pensarlo, me le lancé encima. La señora, de mi tamaño, no muy alta, en vista de mi reacción, no tuvo de otra que hacerme la famosa llave de judo y morderme el hombro derecho. Caí en el piso, sobre mi codo, y veo con tristeza y dolor como ella corre con mi sexto celular.

Camila Tovar

8. A un bus se subió un man a vender bolitas rojas de goma de las que rebotan. Yo decidí comprarla y el vendedor recogió la plata. Después volvió a la parte de adelante del bus y les dijo a los pasajeros que los que habían comprado la bolita la levantaran. Y todos los que la tenían la levantaron sin saber lo que iba a pasar. ¡Fue ahí cuando el vendedor sacó una pistola y atracó a los que no le habían comprado la bolita! Yo miraba al de al lado, que no la había comprado, y no sabía qué hacer. Si se la daba, pues me atracaban a mí, lo cual no era lo ideal. Ahí me di cuenta de que la bolita roja fue la mejor inversión que he hecho en mi vida.

Daniel Martínez

*** Algunos nombres fueron cambiados por petición de las fuentes.

¿Algo así le ha pasado a usted? Cuéntenos su historia.

En colaboración con Christina Gómez.