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La nube negra que nos une

Pacatos e inseguros

Este Día sin Carro llénese de rabia en contra del arribismo colombiano, que no acepta una opción distinta y ecológica a la de comprar un automóvil, mostrarlo a los demás y sentirse poderoso.

Hoy no he salido mucho de mi casa. Tal vez sólo lo suficiente para sentirme medianamente furioso y convencerme de escribir esta columna. Sé que en estos tiempos de redes sociales y transmisiones en vivo desde cualquier parte del planeta eso de estar indignado ya no sirve de nada: la indignación es un sentimiento ya bastante explotado por esos que nos venden el otro sentimiento peligroso y amañado: la libertad.

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Por eso no voy a jugar el juego de la indignación sino más bien el de la rabia, ese que todavía es un poquito menos atrapable y menos discursivo y está, todavía, auque tal vez como un espejismo, en mis manos. Ayer mi amiga Paola me mandó desde Ciudad de México un video de unos campesinos protestando en la mitad de una plaza. No sé qué plaza es, no sé por qué protestan y no sé cuáles sean sus intereses. Sé que no tienen ropa y lo único que les cubre la verga y la cuca es una foto del presidente mexicano. Bailan, no con indignación sino con rabia; llevan ahí, en esa plaza, un mes entero. Últimamente todas las protestas de todas partes me parecen mejores que las de aquí, pero por ahí dicen que el pasto siempre es más verde del otro lado y seguramente eso se deba a que soy un pacato y un inseguro.

Así como siento que son la mayoría de personas en esta ciudad, asustados con todo, asustados con los taxis porque están manejados por "guaches"; asustados con el SITP porque dizque ahora resulta que se estrellan o porque son muy difíciles de entender; asustados con Transmilenio porque roban, de las calles porque roban, de los pobres porque roban, de los negros porque roban, de la carrera trece porque roban, de las viejas lobas porque roban, de las noches oscuras porque roban; de las jeringas, de los perros, de los que se rapan la cabeza y de los de pelo largo también. Asustados con el cambio e incapaces de mirar al pasado con ojos críticos y darnos cuenta de que esto nunca ha sido y nunca será una villa francesa.

Hoy, día del Día sin Carro nos siento más pacatos y más inseguros que nunca, viendo las filas de taxis vacíos, las filas de buses vacíos y los comentarios en Facebook de seres atormentados que, aun con la sobreoferta de servicios de transporte, no pudieron llegar temprano a su trabajo. Otros arguyen que este experimento sólo sirve para darle más plata a los de los buses, pero les parece normal que los concesionarios de carros extranjeros estén llenándose los bolsillos cada año con más y más billetes de nosotros, los pacatos e inseguros, a costa de vivir en una ciudad más y más contaminada, más y más segregada y más y más arribista. Un día me lo dijo un taxista: aquí a la gente lo que menos le importa es aguantarse el trancón, con tal de llegar al barrio en un carro medianamente nuevo. Arribistas de revista Motor, inseguros y pacatos de ciudad importada.

Eso es lo que somos y eso es lo que nos merecemos de aquí en adelante: gobernantes que hagan calles para los 1'492.000 carros que hay en la ciudad (cifra que me recuerda un año macabro) y que se olviden de los otros millones de ciudadanos "de a pie". Alcaldías que privilegien las camionetas de vidrios polarizados que se parquean donde quieren, sólo porque tienen los medios para ser aún más inseguros y pacatos que nosotros. Es más, se me ocurre que el próximo alcalde no sea ni Peñalosa ni Clara López ni Pardo; se me ocurre que sea el gerente de la General Motors, ese si debe ser un GERENTE de verdad para una ciudad que lo que necesita son calles que la atraviesen y separen barrios de pacatos e inseguros; a ver si con esas avenidas nos tranquilizamos un poquito y podemos llegar a nuestras oficinas sin que nadie nos hable o nos haga una mueca.

Lo que nos merecemos es eso por cobardes. Por no haber sido capaces de quitarnos de encima ese complejito de clase que tanto nos llena de orgullo.