¿Cómo ser tropical sin caer en el cliché de ser tropical?

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Frescómics

¿Cómo ser tropical sin caer en el cliché de ser tropical?

Me parece importante resaltar cómo un artista puede ser respetuoso con una tradición que admira y genuinamente comparte, sin caer en un fundamentalismo.

Sentarse a hablar con Tutuk Muntu es hacer un largo recorrido por historias de comunidades ancestrales, de ritos milenarios, de escapes culturales y migraciones de resistencia urbana. Tutuk Muntu ha pasado largas temporadas al interior de comunidades nativas de la Sierra Nevada y Ecuador, entre otros. Él sabe adentrarse a las especificidad de esas comunidades, a sus expresiones culturales.

Muntu siempre tiene una historia que contar. Y siempre tiene un comentario acerca del entrenamiento de jaguares selváticos, las propiedades medicinales de alguna variedad del tabaco, las condiciones hipnóticas de las serpientes, o las redes de comunicación "Wi-Fi" subterráneas que acaecen en el reino vegetal.

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Tutuk fue el que me enseñó que los habitantes de la Sierra que usan el gorro blanco no son los Kogui, sino los Arhuacos, y que ese gorro tiene un agujero circular en su centro para dejar entrar la luz del sol; y así saber, cuando el sol se encuentre exactamente encima de su cabeza y el rayo entre por el círculo calentando, que es tiempo de descansar.

Para esta reseña elegí a Tutuk no sólo porque es un gran artista gráfico, sino porque me di cuenta de que todas las reseñas anteriores de esta columna se han enfocado en artistas urbanos, que tratan temas urbanos o que tienen características urbanas. Pensé que sería una buena idea trazar el perfil de un artista que, si bien se encuentra anclado, por razones estratégicas, cerca del entorno de la ciudad (Barranquilla, Santa Marta, Medellín, Cartagena, Bogotá), tiene su núcleo de inspiración y circulación en el mundo de interacción con las fuerzas de la naturaleza.

Sin embargo, con esto no quiero plantear —ni siquiera remotamente—que se trata de un artista "pachamamero", "hippie Old School" o "activista pop del Yagé", conceptos bastante trillados y digeridos culturalmente hasta el cansancio. Más bien, quisiera presentarlo como alguien que piensa las tensiones entre lo "No-urbano" desde lo urbano, y las expresiones de "lo urbano" desde lo No-urbano.

Como ejemplo de este trabalenguas puede analizarse la textura tan particular de su gráfica: un tándem fusionado entre la onda mega vectorial computarizada vía Wacom/Adobe, y la onda orgánica, hecha con pinceles, plumillas y acrílicos.

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Particularmente esto es notorio en obras como la encantadora serie de faunas locales del Caribe, en las que el gavilán Carri-Carri, la Morrocoya, el mono aullador o el bonito se llenan de acentos que parecen rozar de cerca con las estéticas del graffiti y el street artde esténcil, plantillas y aerosoles.

Igualmente notable es la serie de juglares folclóricos y cantaoras de la región: retratos de Andrés Landero, Alejo Durán o Nelda Piña, realizados juntando lo manual y lo digital. Tutuk deja que artistas añejos se vean frescos, novedosos.

Otro aspecto técnico es que en estas piezas, además, se puede ver una combinación de trazos supersupuestos de color estridente sobre fondos neutros, y viceversa. Un truco artístico muy hábil que permite emplear con amplitud la exhuberancia del color Caribe, pero sin caer en la orgía cromática kitsch del carnaval de Barranquilla (que por supuesto también tiene su encanto).

Todas estas series me parecen muy sólidas, pero considero que mi serie favorita es la de los juegos tradicionales Wayuu, en donde, a través de espléndidas ilustraciones, Tutuk Muntu narra un poco de una tradición, que uno creería marginal u olvidada, a través de unas imágenes llenas de vida, y vigencia. Incluso si las comparamos con la estética mainstream del mundo Candy Crush, las imágenes de los juegos wayuu son seductoras y atrapan la imaginación.

Entre ellas se encuentran las ilustraciones del Onojirrawa (juego de la lucha) del Choocho (Juego del trompo) del Solua (Juego del hilo) y del Junaya (Lanzamiento de honda), ilustraciones digitales con una sobria paleta de color que simultáneamente recuerdan el ligero desfase del proceso manual del grabado en linóleo.

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Para concluir, me parece importante resaltar cómo un artista puede ser respetuoso con una tradición que admira y genuinamente comparte, sin caer en un fundamentalismovintage, un purismo de las formas, o un refrito de valores ancestrales inamovibles, y, por el contrario, dinamiza la estética ancestral y la aterriza de forma renovada en nuestro mundo de gifs animados, inteligentófonos con 35% de batería restante y videos de 6 segundos.