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Off The Record

El top 5 de los que se dieron garra censurando en 2016

OPINIÓN | No mataron a ningún periodista en Colombia, pero sí hubo algunos que amordazaron a la prensa. Una columna de la Fundación para la Libertad de Prensa.
Imagen: Daniel Senior | VICE Colombia

'Off the record' es el espacio quincenal de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) en VICE Colombia. Vea todos los contenidos aquí.

Aunque suene feo, podemos aplaudir que en 2016 no mataron a ningún periodista por hacer su trabajo. No por ello, que es un avance, la cosa para los periodistas ha mejorado: la Fundación para la Libertad de Prensa registró 216 agresiones contra la prensa durante el año. Esto es un 30% más de incidentes que en 2015. El informe anual de la FLIP cuenta algunos detalles de esos casos y nos ayuda a entender por qué hacer periodismo en Colombia es tan jodido.

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Muchos pusieron su granito de arena, pero hubo algunos que se dieron garra. Ese esfuerzo y dedicación invertidos en censurar a otros es suficiente para hacerlos dignos de este top tan reñido. Para los fans de Mauricio Lizcano, lamento decirles que el asuntico con Pirry no clasificará en este top por haber ocurrido en el 2017. De pronto lo tendremos en cuenta para la próxima premiación.

Los Cantinflas del secuestro

Uno de los casos más graves fue el secuestro de los periodistas Salud Hernández-Mora, Diego D'Pablos, Carlos Melo, William del Carmen Mora y Diego Velosa en mayo, en Norte de Santander.

La actuación del Gobierno y del ELN en varios momentos con este caso fue ridícula. El ELN y el Gobierno se demoraron más de una semana en confirmar que Melo, D'Pablos y Hernández-Mora estaban en poder de la Guerrilla. Antes de eso, era fácil pensar que el destino de los periodistas estaba en manos de Cantinflas o de los Tres Chiflados. Pasaron cosas tan tontas como que el presidente salió con casco y chaleco (Juanma, en serio, ¿para qué hiciste eso?) a decir que tenía unas fuentes que quizás le habían dicho que tal vez Salud Hernández no estaba secuestrada sino haciendo reportería. O incluso Roberto Pombo, quien salió a dar declaraciones en radio que parecían más dirigidas a apagar el incendio del Gobierno que a cualquier otra cosa.

La dictadura del bisturí

El auge de cirugías plásticas es conocido por algunos seudo expertos como la dictadura del bisturí. Como en toda buena dictadura, los cirujanos plásticos callan a sus críticos y se imponen a través del silencio.

En 2016, la FLIP registró que 10 cirujanos plásticos escribieron a medios de comunicación o periodistas para pedir que se aplicara el "derecho al olvido" (concepto que no existe) a unos artículos sobre irregularidades en su trabajo. Las cartas, densas e intimidantes, se referían a la ley de protección de datos personales, que no aplica para temas periodísticos.

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Gorditos como yo siempre hemos estado tentados de evadir tantas horas de gimnasio con una liposucción. Es nuestro derecho. Como también lo es saber si podemos morir.
¡No más censura del bisturí!

Toma tu aguacatazo

Parece que los militares y la policía se sintieron mal porque en 2015 dejaron de ser los principales agresores de la prensa. Los verdes, para repuntar, se volvieron a dar garra en el 2016. Durante el año, 25 agresiones contra la prensa fueron cometidas por la Fuerza Pública. Algunos recordarán el 4 de agosto, cuando unos policías golpearon al camarógrafo Víctor Ballestas, que estaba cubriendo la ciclovía nocturna de Bogotá. ¿Qué pasaba por la cabeza de estos tipos cuando hicieron esto? Después de denunciar a los policías, Ballestas y su colega, David Romero, recibieron amenazas. Por otro lado, según lo cuenta el informe de la FLIP, hay varias regiones donde los militares tienen prácticamente monopolizadas las emisoras locales. Solo se escucha lo que ellos pongan.

Vida y obra: Álvaro Uribe

El Meryl Streep de la censura. Álvaro Uribe ha dedicado años de insultos y señalamientos a cualquier persona que haga una crítica de él. Entre sus hits gordos podemos encontrar el escándalo del DAS y los pronunciamientos en contra de Hollman Morris, Daniel Coronell y Gonzalo Guillén, entre otros. Este año, Uribe, quien le lleva años de ventaja a Trump en este tema, nos recordó que su talento de censura sigue vigente.

En marzo Uribe nos deleitó con sus señalamientos a Yohir Ackerman y a Daniel Coronell. Al primero lo tildó de "desteñido militante del ELN" y al segundo lo acusó de tener vínculos con el narcotraficante Pastor Perafán y de recibir millonarios contratos durante el gobierno de Juan Manuel Santos.

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Nuestros héroes son humanos. Uribe también. Algunos de sus fans tuvimos la decepción de verlo rectificar en julio por las afirmaciones hechas contra Hollman Morris y Canal Capital en 2014, a quienes el expresidente señaló de tener vínculos con el terrorismo y ser aliados de la FARC. Peor aun, y muy triste para sus seguidores, Uribe recibió un regaño de la Corte Suprema en diciembre: le dijeronque el lenguaje que él suele usar puede ser visto como una invitación o una autorización para la violencia.

El Presidente Periodista

Parece que Juan Manuel Santos no está conforme con el Nobel de Paz. Todo indica que, al igual que Winston Churchil, Santos quiere tener un segundo premio Nobel: el de Literatura. Es por esto que vimos su dedicación y astucia a la hora de juzgar qué es mal o buen periodismo. En febrero, Santos dijo que lo sucedido con el escándalo sexual desatado por el video que reveló el equipo de Vicky Dávila sobre el Viceministro del Interior, Carlos Ferro, era "mal periodismo". Esto se vio un poco raro, pues pocas horas después, Dávila renunció a la FM. En noviembre, en Noruega, Santos criticó a una periodista por hacer una pregunta con relación a las acusaciones del uribismo de que el premio Nobel había sido comprado.

Dejando de lado el pasado periodista de Santos que, como contó la Silla Vacía, tampoco es que fuera la locura, hay que preguntarse si lo que hizo el Presidente es algo digno de un buen gobierno. No lo es. Al igual que con las declaraciones de Uribe, este tipo de frases lo que hacen es meter miedo, hacer que los medios y periodistas no se sientan cómodos con su trabajo y que, en muchos casos prefieran callarse. Un Presidente no puede darse el lujo de decir estas cosas.

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Menciones especiales

Los tinterillos: La dictadura del bisturí tuvo un aliado muy importante: las firmas de abogados. Parece que ahora se volvió negocio ofrecer servicios legales que consisten en ayudar a borrar artículos de Internet. Uno de los que se ha dedicado a este emprendimiento es el afamado y sensual Abelardo De la Espriella. Este señor, además, denunció al periodista Jonathan Bock por escribir una columna de opinión criticando la forma en que De la Espriella ofrece ese servicio.

La Impunidad: En 2016 se cumplió el aniversario 30 del asesinato de Guillermo Cano. Lamentablemente, el caso sigue en la impunidad. Y hay una perla: hace 16 años, la CIDH concluyó que el Estado colombiano se hizo el pendejo a la hora de encontrar y castigar a los responsables por ese magnicidio. No obstante, el proceso en la CIDH se embolató. Si esto pasa con uno de los mayores exponentes del periodismo colombiano, ¿qué pueden esperar los demás? En 153 casos de asesinatos de periodistas entre 1977 y 2016, la justicia colombiana solo ha condenado a cuatro autores intelectuales y a 27 autores materiales. Setenta y tres casos están prescritos, lo que quiere decir que ya no se puede hacer nada frente a ellos.

La autocensura: La respuesta de muchos periodistas frente a este ambiente tan feo es autocensurarse. ¿Para qué me pongo a hablar de esto si me van a matar? ¿Para qué voy a patear la lonchera? Es comprensible, pero hay que buscar alternativas. Periodistas, audiencia y académicos pueden ayudar a acabar con el silencio. Ya hay una iniciativa andando, se llama la Liga Contra el Silencio. Se trata de ayudar a esas personas que, por una u otra razón, no pueden hablar de los problemas que ven día a día. Péguele una mirada, puede que le guste.

* Asesor de la Fundación para la Libertad de Prensa-FLIP @EmmanuelVP

** Esta es una columna de Opinión y no compromete la visión editorial de VICE Colombia.