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Música

Una noche en Kit Kat, el más notorio club sexual de techno en Berlín

“El techno es rico y el sexo es rico, ¿por qué no juntarlos?”

En Berlín, la ciudad fiestera más decadente de Europa, el techno y el sexo van de la mano. John Lucas de THUMP penetró las profundidades del club Kit Kat, el sitio más notorio para parchar en la capital alemana, para investigar.

"¿Te apetece un grupo de cuatro?" Jess me mira lascivamente. Estamos sentados cerca de la piscina de afuera que forma parte del famoso club berlinés Kit Kat, con la novia de Jess, Tia, y su amiga Sylwia, quien vino a pasar el fin de semana desde Warsaw. Jess ha vivido en Los Ángeles y, aparentemente impresionada por el "sensual" acento británico, está dispuesta a llevar las cosas al siguiente nivel, al estilo Kit Kat. Tia; sin embargo, es menos entusiasta y el propuesto ménage a quatre no se materializa. Pero si hubiera pasado a mitad de la pista de baile nadie hubiera parpadeado. Mientras en el Reino Unido un beso descarado y una buena dedeada es lo más que uno podría esperar ver en un club nocturno, en la capital alemana, "pobres pero sensuales" berlineses celebran su amor por el house y el techno con imprevistos actos sexuales.

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El club Kit Kat fue inaugurado en 1994 por Simon Thaur, un director austriaco de cine porno, y Kristen Kruger, su pareja, cuando Berghain apenas era un simple guiño en los ojos de su propietarios y Sven Marquardt aún estaba en trusas.

Dave es un expatriado británico que ha estado viviendo en Berlín desde finales de los noventas. Parado atrás del bar vestido de Doc Martins posando una pequeña bolsa PVC, recoge su rubio cabello de su cara, dispuesto a mostrar las virtudes de darle duro en público al house.

"Vengo cada semana," comenta, limpiando el sudor de su frente. "Los pájaros vienen de todo el mundo, y están dispuestos a todo. Difícilmente pasa una semana sin que me drenen las bolas en el cuarto obscuro."

El club Kit Kat, opuesto a Tresor en Brückenstraße, es engañosamente grande y abarca varios cuartos. Está la pista principal, una segunda, ligeramente más pequeña con un columpio de bondage y escaleras ocultas hacía un bar más abajo al cual ingresas por turbios túneles obscuros. También hay un vestíbulo donde algunos se sientan a conversar y fumar. Se conecta con la alberca donde hombres y mujeres desnudas se sientan sin preocupación en los genitales de otros para sentir el goa trance.

La decoración es algo hippie con reminiscencias de los raves de los 90s, con graffitis neon y una tipografía acida. La gente es más variada que en cualquier otro club europeo en el que haya estado. Para comenzar, la edad claramente no es barrera para sacudirte en la pista de baile. Veo a una pareja en sus 60s bailando "Yeke Yeke (Hardfloor Mix)" de Mori Kante, él completamente desnudo, ella coquetamente quitándose la playera que utiliza como vestido. Pero también hay asistentes más jóvenes. Ya que el verano ha sido muy cálido la mayoría de los hombres están en calzoncillos de piel o PVC, mientras las chicas visten ropa interior, o permanecen en topless, sus pechos adornados con piercings en los pezones. Los tatuajes son rigurosos, por supuesto.

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Como en todas las fiestas que tienen sexo en su menu, las cosas comienzan antes de que la gente se conozca de forma más vigorosa. Hay una pequeña área en la entrada para cambiarse donde la gente se deshace de su vestimenta de civil. Incluso aquí el estado de animo está sexualmente cargado, con significativas miradas y sostenidos contactos visuales entre los berlineses desvistiéndose. Una vez dentro, los invitados se pasean por el área del bar, bebiendo y platicando.

"Hay mucho talento aquí esta noche," observa Dave, arrojando hacia atrás su cabello con una mano temblorosa. "No tienes que ser miembro para poder entrar, pero definitivamente tengo un miembro en el que quiero entrar, si sabes a lo que me refiero."

De hecho. Y dado que Berlín es el destino más icónico en Europa para ir de club, después de Ibiza, ¿Qué piensa él sobre la música de aquí?

"¿Música?" Luce momentaneamente aturdido. "Todo es una mierda que va boom-boom-boom, ¿o no? Una inhalada y difícilmente me doy cuenta de lo que están poniendo, para ser honestos."

Camino hacía la penumbra y me dirijo al bar de abajo. En la obscuridad me encuentro a Manfred. Él es famoso en el club por pasar entre seis y ocho horas por noche masturbándose furiosamente en el hueco de la escalera mientras la gente lo empuja para pasar, sedientos por su próximo vodka. Le pregunto por qué pasa tanto tiempo auto complaciendose.

"Ves cuerpos aquí, pero qué cuerpos," comenta, sin aliento, con su mano bombeando su masculinidad ferozmente. "¿Los ves, todos estos cuerpos?"

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Claro, pero es un club sexual, ¿Por qué no hablarle a alguien? Podrías tener suerte.

Manfred gira su cabeza, moviéndose a través de su engordado miembro y su rápida y agitada mano.

"No tengo tiempo," dice.

Quizá con su particular prolijidad, Manfred disfrutaría una fiesta al otro lado del pueblo, la acogedoramente nombrada "Saturday Night Fuck" en Insomnia en Alt Templehof. Aquí bizarras películas porno animadas son proyectadas en la pista de baile: una mujer llevando una gigantesca erección alien hacia su boca; dos mujeres alienigenas follando a una extraña criatura humanoide hasta que explota, él eyaculando fuego volcánico. Todo estos es ignorado por los asistentes en una enorme cama doble al centro de la pista de baile, que parecen más interesados en lamerse y chuparse entre ellos que en ver películas.

De Berghain al club Kit Kat, e incluso en algunas obscuras esquinas de Tresor, los felices clubbers berlineses parecen más que felices de disfrutar el techno teniendo sexo en público mientras lo escuchan. De vuelta en Kit Kat me topo con Sandra, una drag queen con cabello rosa de Hamburgo que viene de una reciente sesión de sexo con Freida, su novio no monógamo y otra drag queen y le pregunto por qué.

"Así son las cosas," dice Sandra. "En Berlín decimos que el techno es bueno y parchar es bueno, así que ¿por qué no practicarlos juntos?"

¿Por qué no de hecho? Y mientras a luz del sol ilumina las obscuras esquinas de la alberca y los clubbers se ponen de camino a casa, observo a una pareja gay, sus calzoncillos de piel hasta las rodillas, follando románticamente cerca del bar con algo de techno. Hay algo alentador en la escena y en saber que en Berlín, la ciudad más decadente de Europa, una fuerte dedicación al sexo en los club nocturnos aún perdura.

Todos los nombres, excepto el de Simon y Sven, han sido cambiados.

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