Morir sin saber un origen: la realidad de miles de adoptados colombianos

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Morir sin saber un origen: la realidad de miles de adoptados colombianos

Una historia de niños huérfanos que fueron adoptados en aparentes circunstancias sospechosas. Jóvenes que me dijeron que fue imposible rastrear su origen biológico. Una diáspora internacional masiva de menores de edad. Crónica.

En 1996, cuando tenía seis años de edad, a eso de las seis de la tarde, me sentaba a ver televisión con los niños de la guardería donde me cuidaban. A diario esperábamos a que terminara el "en tus manos colocamos este día que ya pasó…", esa famosa frase que repetía ––repite, a diario–– el padre Diego Jaramillo, del Minuto de Dios, para luego, con los otros niños, cantar al unísono el jingle de "los niños buscan su hogar".

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Cuando cambiaron ese, también coreamos "yo quiero que a mí me quieran", el estribillo con el que comúnmente los tímidos eran ridiculizados en los colegios de Colombia. En ese entonces, mientras la burla inocente se reproducía una y otra vez, Sofía Andersson*, en Suiza, intentaba suicidarse; Paulo Santafé*, en Holanda, se sumía en crisis psicóticas después de consumir hongos, cocaína (o lo que se le pasara por el frente); Hugo Ordóñez, en Estados Unidos, sentía asco hacia la mujer con problemas psiquiátricos que lo había adoptado, y Victoria Vengoechea, en Colombia, lidiaba con sus fantasmas tomando pastillas antidepresivas.

Todas estas personas que aquí menciono salieron en el comercial a lo largo de las décadas de 1970 y 1980: el Estado colombiano, por obra de la Ley de Infancia y Adolescencia, estaba obligado a exhibir sus rostros como parte de una restitución de derechos que arrancaba por ahí. Eran ellos.

Esta historia que aquí escribo es sobre eso: niños huérfanos que fueron adoptados en aparentes circunstancias sospechosas; jóvenes que me dijeron que fue imposible rastrear su origen biológico; una diáspora internacional masiva de menores de edad que fueron a familias de allá en una época determinada; funcionarios que me aseguraron que algunos testigos de la época eran personas a las que les pagaban para que fungieran como tal en orden de agilizar la adopción de los niños.

Me interesé por todas estas historias el día en el que un amigo me contó que había descubierto a unas primas que tenía en Estados Unidos luego de realizarse pruebas de ADN a través de una página web que cuenta con una base de datos gigantesca. Sus primas eran niñas adoptadas provenientes de Colombia.

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La idea de que una persona adoptada busque su propia historia no es romántica: ellas dos, por ejemplo, necesitaban encontrar respuestas sobre su pasado. Y con ellas, después, cuando me puse a indagar, y corrieron la voz de que yo estaba investigando para escribir este artículo, empezaron, uno a uno, a llegarme los casos. Perdí la cuenta a los setenta.

Aunque las historias varíen, coinciden en lo fundamental: o hay falta de información o hay adulteración de los registros. Si uno fue adoptado por esos años (desde 1970 hasta finales de 1990), resulta un tiro al aire saber qué pasó: a unos les dicen que un incendio quemó todos los datos, a otros que no, que ahí están. A medida que llegaban los correos iba acrecentándose el número de quienes sospechaban haber sido desaparecidos, robados o traficados en Colombia.

Luego me sorprendí más: algunos adoptados no existen legalmente; el método más fácil para etiquetar a los niños en abandono y dados en adopción entre el setenta y el noventa fue inventarles un apellido por año. Si usted nacía en 1981 era González, si lo hizo en 1985, Rodríguez. Una de las casas de adopción, incluso, admitió públicamente haber creado ese sistema con el fin de borrar las identidades de los adoptados.

Todos esos niños crecieron a la espera de una respuesta hasta que cumplieron 20 años ––la edad en la que se vence la reserva interpuesta en los expedientes de adopción–– y ahí apretaron el gatillo. Se devolvieron a Colombia con la esperanza de cerrar vacíos emocionales, encontrar el principio de su historia, hallar la llave que, pensaron, tendrían metida en el bolsillo los funcionarios del ICBF o al menos una de las ocho instituciones autorizadas para desarrollar el programa de adopción (Iapas), responsables del proceso que los llevó a vivir en el exterior**.

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Pero no.

***

Sofía Andersson, Suecia. Año de nacimiento: 1978.

Cuando era niña soñaba que viajaba a Colombia, que conocía a mis padres biológicos y que nos reconectábamos. Soñaba para olvidar los maltratos psicológicos que por mi color de piel recibía en el colegio. Esos maltratos me habían causado depresión infantil e intentos de suicido. Soñaba también para olvidar que me había convertido en "la chica invisible" desde que mis padres adoptivos habían tenido a mi hermana, su hija biológica.

Al cumplir diez años, mi sueño pareció hacerse realidad: una amiga de mis padres adoptivos visitó Colombia y se dirigió a la Fundación para la Asistencia de la Niñez Abandonada (FANA), la institución donde fui adoptada. Esperé ansiosa durante semanas hasta que la mujer volvió. "Me dijeron que destruyeron tus datos porque no podían mantener la información de todos los niños", dijo. Y me entregó una carta de FANA que lo confirmaba.

En 1989, Sofía Andersson recibió esta carta de FANA, institución encargada de su proceso de adopción, en la que se le comunicaba que sus archivos habían sido destruidos y que por lo tanto no podían darle información acerca de su origen biológico.

Intenté reunirme con mi familia biológica muchísimas veces entre mi adolescencia y mis veinte años. Hay un programa de televisión aquí en Suecia llamado Spårlöst försvunnen (Desaparecidos sin rastro): ellos ayudan a los adoptados a regresar a sus países de origen y a reunirse con sus familias, pero no pudieron hacer nada por mí.

Era ya 2011 cuando me uní al grupo de Facebook Adopted from Colombia! (AFC). El grupo tenía demasiados miembros que habían realizado la búsqueda de sus familiares y los habían encontrado. Me volví a inspirar, así que intenté de nuevo. Pero fui a la Agencia de Adopciones de Suecia y no tuve éxito. Fui durante mucho tiempo a diferentes instituciones en Suecia hasta que me dijeron que era mejor contactar a FANA. Les escribí por tres meses hasta que respondieron. No tenían información.

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Decidí ir a una compañía llamada Colombia Tu País (CTP), en Colombia. En marzo 18 de 2012, sólo un mes después de que CTP empezó la búsqueda, me dieron la noticia de que habían encontrado a mi familia.

O bueno, partes de ella.

Esta es la verdad:

Cuando llegué a Colombia en septiembre de 2011 a buscar mi información de nacimiento, FANA me dijo que el nombre de la madre biológica que aparecía en mi Registro Civil no era el verdadero. Ahora yo sé que lo que me dijeron era mentira: sí era el nombre verdadero de mi madre biológica. FANA les dijo a mis padres adoptivos que había habido algún tipo de accidente cuando nací y que primero estuve con una familia en Colombia: luego negaron haberlo hecho cuando les pregunté en persona. FANA les dijo a mis padres adoptivos que mi madre biológica estaba muy joven y que no pudo criarme: mi mamá tenía 35 años, dos hijas, una casa, un trabajo, un esposo y estaba dispuesta a cuidar a otro bebé. FANA me dijo que no tenían información: mintieron. Tenían toda la información necesaria para que yo encontrara a mi familia. Y no me la dieron nunca. Sólo en 2011 la persona de Colombia Tu País la reclamó. A ella sí se la dieron.

Mis documentos de adopción fueron firmados por Manuel J. González Casasbuenas, uno de los notarios que yo creía que estaría preso, pero que, acabo de descubrir, se convirtió en una eminencia en Colombia y murió sin pagar… Mis hermanas recuerdan el día en que mi mamá regresó llorando diciéndoles que su hija había sido robada.

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Qué quiero: - ¡Me quitaron mi identidad y a mi familia y los quiero de vuelta! No he encontrado a mi padre. Mi mamá murió antes de que la pudiera conocer. Mi corazón lo necesita, pero no sé cómo lograrlo.

- También quiero que FANA tome responsabilidad por sus acciones.

Paulo Santafé, Holanda.

Año de nacimiento: 1978.

No previne el momento en que me iba a romper. Primero fue la rebeldía inexplicable, luego el rock, el alcohol y las drogas: marihuana, cocaína, hongos, XTC… Ya ni recuerdo bien. Entonces llegó la psicosis. Pero… hey, tenía 19 años, pensé que era un mal de amores. Resulta que en realidad siempre tuve un vacío que se destapó sin control. Mi cuerpo ansiaba a Colombia más que a cualquier mujer.

En 2001, tras años de psicosis y tratamientos con el psiquiatra, viajé a Colombia con el único objetivo de hallar mis raíces. Supe que había valido la pena cuando al llegar a Bogotá tuve la revelación: ¡estaba en un continente lleno de personas como yo! Con la piel trigueña, con los ojos color café… Fue mi "vuelta de tuerca". Un viaje realmente sanador, que me dio la paz al tener la experiencia de saber de dónde soy. Pude empezar a buscar a mi mamá para decirle que estoy bien. Que no tengo rencores. Pude entender que una madre nunca puede olvidar a un niño al que dio a luz. Incluso tuve la oportunidad de ir a buscar mis raíces a La Casa de la Madre y el Niño, el lugar donde me dieron en adopción. Pero allá no tenían información.

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En 2007 regresé a Colombia. Y para mi sorpresa esta vez sí había información… No sé si es porque fue la segunda visita, pero Inés Elvira Cuéllar de Fajardo, en La Casa de la Madre y El Niño, me entregó la "tarjeta amarilla" o tarjeta kárdex, que incluía los nombres de mi madre.

Con la información del kárdex que recibí contacté a Gyna Hernández de Colombia Tu País (CTP), quien por más de seis meses buscó a mi mamá: visitó registradurías auxiliares, juzgados de menores y entrevistó a decenas de personas en Cundinamarca.

La encontró. O eso pensaron. Eso pensé yo.

Coincidía el número de cédula y había dado en adopción a su hijo. Creí por fin que sí había sido deseado. No tardé en llevarla a Holanda. Quería que conociera el lugar donde crecí…

Qué hongos ni qué nada, siempre me hizo falta reconocerme en alguien, sentir que no estaba solo en el mundo.

Pero el sentimiento de reconocimiento, sobre todo en los adoptados, desconoce la inconformidad.

En 2015 encontré a mi padre gracias a la ayuda de CTP. Sin embargo, él no fue tan abierto como mi mamá. Ni tan optimista. Y tal fue nuestro destino que la ciencia le dio la razón: la prueba de ADN resultó negativa.

¿Y entonces? Imagínate contar el secreto de tu vida y que se rompa tu ilusión frente a tus ojos. Eso le pasó a mi mamá, que no le había contado a nadie que había tenido un hijo y lo había dado en adopción. Imagínate tener a tu madre por tres años, la que esperaste toda tu vida, vivir con ella, y que luego todo se destruya en un segundo. Eso me pasó a mí, porque Carolina Rosas*, con el mismo número de cédula de la Carolina Rosas que apareció en mi kárdex, no era mi mamá.

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Pensé que lo mío era extraordinario. Tal vez me cambiaron en el hospital… No sé. Pero a otros adoptados, como Christopher Jiménez*, de Estados Unidos, les pasó lo mismo.

***

La ley 5 de 1975 (derogada por el decreto 2737 de 1989) preservaba el anonimato de las madres biológicas para respetar su decisión de "renuncia". Cosa que explicaba, de acuerdo con las Iapas, y el mismo ICBF, que los registros estén sin nombres o con nombres falsos. O que simplemente no existan (o parezca que no existen).

—¿Vienen muchos adultos adoptados a preguntar por sus orígenes? —le pregunto a Elia Ana Lovera, vocal de la Junta Directiva y Directora de los Proyectos de Donaciones de la Fundación Casa de la Madre y El Niño, una de las ocho casas de adopción o Iapas.

—No —me responde—. En realidad ellos están muy contentos con sus vidas. Esto no es un cuento de Hollywood, donde los niños crecen y buscan a sus familias de origen y son felices. Eso sólo pasa en Disney.

En Facebook, por su parte, existe un archivo de mínimo 1.300 casos: la cantidad de miembros de uno de los tantos grupos en los que los adoptados de Colombia cuentan sus historias y denuncian al ICBF y a las casas de adopción. Unas serían más taquilleras que otras: como las de decenas de registros de nacimiento supuestamente falsos y presuntamente legalizados por el abogado Roberto Vásquez Morales y los entonces notarios Luciano Moreno Uribe, Darío Caicedo Trujillo y Manuel José González Casasbuenas.

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Recuerden ese último apellido: "Casasbuenas".

En 1986 se publicaron una serie de denuncias periodísticas en las que se ponía sobre la mesa la posibilidad de que las falsificaciones en documentos públicos facilitaron la salida de al menos 800 niños colombianos a países extranjeros entregados a adoptantes que pagaban sumas exorbitantes (entre 10.000 y 20.000 dólares de entonces) a abogados afiliados a entidades como la Casa de la Madre y el Niño y FANA. Un escándalo de tráfico que al parecer inició en 1980 y al cual no le encontré fin.

Denuncia de tráfico de niños a través de la adopción publicada por El Tiempo, en noviembre de 1986.

—¿Qué incluye el expediente que ustedes tienen? —le pregunté a la directora de FANA, Elena Martínez, con referencia a la carpeta individual de cada uno de los niños que ingresan a la institución para ser dados en adopción.

—La información de la familia biológica, de la estadía del niño en FANA y de los padres adoptivos.

—¿Y esto sucede igual con todos los expedientes?

—Depende del año.

—¿Por qué?

—Porque, en general, ahora todo tiene más información. Antes no había tanta.

Debido a esa falta de información, una leyenda ha cogido fuerza entre los adoptados: ellos creen que existe un archivo secreto, donde están todos los datos de sus adopciones desde los sesenta.

Desde hace años, la mayoría de los adoptados tenía conocimiento sobre denuncias a jueces, notarios, enfermeras y abogados implicados en tráfico infantil, creyendo que habían sido enjuiciados. Soñaban con enfrentar a uno de los abogados o jueces implicados en la supuesta legalización falsa de sus registros. Desconocían, a pesar de tener las pruebas, que las investigaciones fueron cerradas por vencimiento del plazo legal para su realización, como está consignado en un artículo de El Tiempo publicado en noviembre de 1986 , y que, por ejemplo, "Casasbuenas" se convirtió en autor referencia en derecho procesal y notarial del país, fue secretario de Economía de la Gobernación de Cundinamarca e incluso fue catedrático de prestigiosas universidades.

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La leyenda del archivo secreto que sueñan los adoptados y que contendría toda su información está basada en un fundamento real. De acuerdo con Eduardo Franco, subdirector de Adopciones del ICBF, y autoridad central en la materia, "toda la información relacionada con los motivos de ingreso del niño a los servicios de protección del ICBF, así como la intervención psicosocial (…) y los documentos de su adopción, se convierten en un solo expediente custodiado por el ICBF. Inicialmente, las instituciones autorizadas (Iapas) tienen su propio archivo. No obstante, a finales de 2012, el ICBF inició un proceso de centralización de esos documentos en sus archivos generales".

Cuando fui a la Notaría Cuarta de Bogotá, donde yacen en libros decenas de registros civiles de adoptados provenientes de La Casa de La Madre y El Niño, el auxiliar de Registro Civil respondió, entre otros, que "un mismo funcionario se prestaba para ser testigo", cuando, según me expuso, entonces se necesitaban dos que fueran allegados a los padres biológicos a la hora de registrar a un niño.

"El notario les daba a borrachines de la localidad para el asunto de su licor y a cambio ellos hacían las anotaciones respectivas (o firmas)", me explicó el funcionario. "Si los registros contaban con la firma del notario estaban más que regulados. En los setenta hubo muchos adoptados de La Casa de la Madre y el Niño".

Nadie me supo explicar por qué a algunos adoptados les dijeron en la Casa de la Madre y el Niño que no tenían información sobre su adopción en su primera visita y que en la siguiente les hubieran entregado la que se conoce como la "tarjeta amarilla", una tarjeta kárdex (utilizadas para el control de entradas y salidas de material o productos en una compañía), que incluye los nombres de los padres biológicos.

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"La Casa tiene las tarjetas amarillas donde realmente está el nombre de la madre biológica, pero en algunas ocasiones lo borraron intencionalmente", me dijo Gyna Paola Hernández, directora de Colombia Tu País (CTP), entidad privada que realiza búsquedas de las familias biológicas de personas adoptadas. "Borraron la identidad de los niños (…). Y los niños, que ya son grandulones y tienen hijos, lo único que tienen claro es que fueron adoptados. Porque hay casos cuando verificamos que el número de cédula que proporcionan las casas de adopción corresponde a otra mamá. Esto no es un caso fortuito. A ellos (a la Casa de la Madre y el Niño y FANA), por ejemplo, no les gusta que yo vaya. Les mandan a decir o les dicen a los adoptados que no busquen, que son irrespetuosos y no tienen consideración con la vida de su mamá. Y si ellos dicen que no hay archivo, ¿tú que haces? Les robaron la posibilidad. ¿Qué pasó? Deben ser completamente abiertos y mostrarles todo lo que hay. De pronto fueron adopciones ilegales".

***

Don Alí Hugo, Estados Unidos.

Año de nacimiento: 1973.

Supe desde niño que me sería casi imposible encontrar respuestas. Mi mamá adoptiva no escuchó mis preguntas ni me cuidó, porque no hubiera podido cuidar bien ni a un perro ni a un gato… Mucho menos adoptar a un niño: sufría de depresiones y tomaba medicamentos desde antes de adoptarme… Mi papá adoptivo era un hombre con diabetes muy avanzada, que no podía moverse cuando yo apenas tenía cinco años. ¿Cuáles fueron las causas, el criterio, para que Inés Elvira Cuéllar de Fajardo, la funcionaria de la Casa de la Madre y el Niño y el personal que la asistió determinaran que ellos eran "aptos"?

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Crecí sabiendo que aquí en EE. UU. los adoptados son minoría. No somos iguales ni para nuestras propias familias.

Llegué a Colombia tras ser mayor de edad para descubrir que es tan común como el café asumir que un niño adoptado nunca regresará a preguntar. ¿Por qué lo haría? "¿Cómo es posible que un niño exija cuando tuvo la oportunidad de tener una familia con mejores posibilidades en el exterior? Ya quisieran muchos colombianos al menos tener un pasaporte americano o europeo…", algo así me dijo Inés Elvira cuando llegué a buscar respuestas a la Casa de la Madre y el Niño.

Yo me pregunto: "¿Qué es una familia con mejores posibilidades?". Ninguno de los adoptados que conozco es rico. ¿Por qué llevarías a un hijo a vivir este tipo de vida? Hay familias pobres que son más felices en Colombia. ¿Te irías de tu país? ¿Dejarías tu cultura, tu familia, para ser una minoría en Estados Unidos?

Finalmente obtuve información a mi manera.

Tras sobornar a un funcionario de un Juzgado Civil de Menores, y trabajando con conocidos del entonces DAS en Colombia, supe que mi mamá se llamaba Gloria Olga Parra. Entonces, al publicar en un grupo de Facebook el nombre de mi madre… ¡Resultó que una de mis amigas de Facebook era mi hermana! (todo demostrado a través de pruebas de ADN).

Tiempo después, buscando entre más de 500.000 perfiles de Facebook, encontré a otro hermano en Estados Unidos y a dos medios hermanos adoptados en Francia. ¡Resultó que incluso teníamos amigos en común! Es difícil de creer. Pero estaban allí, a dos grados de distancia, todo el tiempo.

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Gloria Olga Parra, madre biológica de Don Alí Hugo.

Muchos me preguntan que porqué sigo buscando. Bueno, aquí en Estados Unidos tenemos una asociación para perros de raza pura. Y tenía dos perros cuando era niño. Sabía más sobre la historia familiar y médica de esos perros yendo hacia atrás treinta años y cinco generaciones de perros. Pero de algún modo, según la Casa de la Madre y el Niño, no puedo conocer mi propia historia. Cuando tomas un animal del seno de su madre es cruel. Pero cuando lo haces con un bebé está bien porque le das una mejor vida. Las casas de adopción nunca se aseguraron de esto en mi caso y en los de muchos adoptados. No tenemos una "mejor vida". Y lo peor es que no tenemos información.

Pero, ¿sabes qué? Busco porque simplemente es mi derecho.

***

En 2013 se cambió la norma para que los extranjeros no sean la primera opción cuando un niño es dado en adopción, con excepción de que el niño en cuestión sea de difícil adoptabilidad; es decir, que tenga alguna necesidad médica, que pertenezca a un grupo de hermanos, o sea mayor de siete años. De acuerdo con Elena Martínez, directora de FANA, la restricción se dio porque "había una larga demanda en solicitudes. Así se logró evitar que existieran familias extranjeras llenas de esperanzas, porque el programa no daba abasto para tanta solicitud". Otra cosa contó el programa periodístico Séptimo Día, que denunció cómo se daban cientos de niños en adopción sin seguimientos hasta 2013 (justo cuando cambió la ley), impidiéndoles vivir con sus familias biológicas.

Actualmente, según Lorena Vargas, de la fundación Casa de la Madre y el Niño, en los procesos de adopción hay seguimiento psicosocial de dos años y las carpetas de un niño tienen más información que una de hace veinte años. No respondió sobre por qué las personas que nacieron hace más de esos veinte años no reciben información.

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"El Programa de Adopción de Colombia ha sido reconocido internacionalmente como un programa riguroso que brinda toda la seguridad jurídica a quienes participan en él. Incluso el país fue invitado a participar en la realización de la Guía de Buenas Prácticas en trámites de adopción nacional e internacional por el Comité de La Haya a la luz de la normatividad vigente", me dijo Eduardo Franco, Subdirector de Adopciones del ICBF.

En los últimos seis años, según el ICBF (enero de 2010 a octubre de 2015), fueron entregados en adopción 10.392 niños, niñas y adolescentes colombianos. De ellos, 4.449 se fueron con familias colombianas y 5.943 con familias extranjeras.

Hoy hay una larga lista de familias de Estados Unidos y Europa aprobadas para adoptar, que fueron seleccionadas antes del 15 de julio de 2013, cuando se dio la restricción, y que pueden recibir a sus niños de condiciones ordinarias (no de difícil adoptabilidad). Por otro lado, hay más de 5.600 niños de difícil adoptabilidad esperando a que el Estado resuelva su situación legal. Hay más de 300 solicitudes realizadas por adoptados adultos para la búsqueda de orígenes, activas en la Subdirección de Adopciones del ICBF.

"La vida de un niño que no tiene familia es una vida de suicidio", me dijo Lorena Vargas.

"El derecho fundamental de todo ser humano es saber de dónde proviene", me dijo Gyna, de Colombia Tu País (CTP). "He conocido decenas de adultos que morirán sin saber de dónde provienen pero también a madres que dieron a sus hijos en adopción porque no fueron tratadas con amor", agregó, refiriéndose a que estas madres biológicas, con muchas limitaciones económicas y psicológicas, presuntamente llegaban a recibir ayuda a las casas de adopción y no se les brindó la asesoría adecuada cuando tenían dudas sobre dar en adopción o no.

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"Y ––finalizó Gyna––la Casa de la Madre y el Niño o FANA nunca te lo van a reconocer. Hay que ser preciso en que no todas las cosas en el pasado se hicieron bien".

***

Este es el último testimonio que reproduzco. En él se representa la situación actual de los adoptados.

Victoria Vengoechea, Colombia.

Año de nacimiento: 1977.

Tuve mi primer intento de suicidio a los ocho años. A la fecha van tres.

El mismo día en que mi madre biológica me dejó en la Fundación Casa de la Madre y el Niño, mis padres adoptivos de Barranquilla fueron notificados que "tenían una niña", sin que se diera la espera de tres meses a que mi mamá biológica o alguien de mi familia me recogiera. Supongo que fue porque mi familia adoptiva era muy adinerada y mi padre adoptivo era conocido del expresidente Michelsen, que entonces tenía conexiones familiares muy estrechas con esta institución.

Mis padres adoptivos me recogieron el 16 de enero de 1978. El 25, menos de dos semanas después, tuve cinco paros respiratorios.

Casi muero. Los médicos llamaron a 'La Casa' en Bogotá y ellos respondieron que no sabían nada de los antecedentes de mis padres biológicos. Pero los centros de adopción deben hacer seguimiento. Bueno, en mi caso sólo llamaron en marzo de ese año a decir que mis papás no habían cancelado la mitad restante del dinero de trámites de adopción y que si no lo cancelaban me recogerían. Desde entonces nunca más llamaron.

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Mis papás debieron pagar al menos tres millones de pesos en 1978 por mi adopción.

Soy insulinodependiente desde los 12 años. Tengo diabetes tipo 1 (puede ser que sea genética o emocional, porque mi mamá adoptiva me ha sometido a un trato traumático hasta hoy). Hasta ahora he tenido tres abortos, no asimilo folatos, tengo hipotiroidismo, depresión, problemas de coagulación y endometriosis. ¿No te parece justo que ahora que estoy pensando en tener un bebé conozca la información de mis padres biológicos? Hasta me hice regresión… Pero estoy bloqueada.

Libro de Victoria Vegoechea en "La Casa de la Madre y el Niño".

Ahora bien, sobre mi búsqueda:

"Nada", fue la única respuesta que recibí cuando fui a la Casa de la Madre y el Niño justo cuando venció la reserva en mi expediente de adopción. Decidí entonces inscribirme como voluntaria allí con el objetivo de ingresar a su archivo cuando tuviera la oportunidad. ¡Y la encontré! En un momento de descuido de la secretaria busqué en mi archivo y ahí estaba mi kárdex, que no me dieron aunque insistí: Nilsa Quesada, ese era el nombre de mi mamá biológica.

Pero a pesar de que conocí a todas las Nilsas Quesadas que estaban registradas vivas en Colombia, no la encontré. A partir de entonces, se ha dado una guerra de ir y venir, con derechos de petición para que por fin me dieran mi información (aunque por derecho la merezco apenas se vence la reserva). Sin embargo, nada me ha permitido encontrar mis raíces.

En enero de este año, en respuesta a un derecho de petición, el personal de la Casa de la Madre y el Niño me solicitó que asistiera a sus instalaciones para darme respuesta sobre mi solicitud. Me mostraron los documentos de un A-Z que incluían información solicitada a mis padres biológicos en el momento de mi adopción. No tuvieron que contactar al ICBF para abrir mi reserva… Esto fue lo que conversamos:

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— Ahí dice que mi mamá biológica me trajo a "La Casa" el 18 de enero de 1978 y que mis papás adoptivos me recogieron el 19, pero mi mamá adoptiva supo que "tenía" una niña el 14 de enero y me recogió el 16. Las fechas de ingreso y salida no coinciden —dije.

—¿Qué abogado aparece? —preguntó Inés Elvira Cuéllar de Fajardo, de Restablecimientos de raíces de la Casa de la Madre y el Niño.

—Luis Cuéllar López.

—Sí, él era de aquí.

Intervino Lorena Vargas, la representante legal de "La Casa":

—Pero él era abogado adscrito a la Casa, no de la Casa. ¿Cómo la entregan a ella? —Preguntó a Inés, quien ya trabajaba en la institución cuando yo nací.

—En esa época la ley no permitía que se diera ninguna información. Se dejaba por diez años y luego se eliminaba. La ley cambió sino hasta el 89…

—Hasta el 86 —aclaró Lorena.

—Seguramente quedó error… —dijo Inés— porque humanos somos.

De acuerdo con mis documentos, nací el 31 de diciembre de 1977, ocho años antes de que cambiara la ley.

—Les dijeron a mis papás adoptivos, Bárbara, la entonces directora de la Casa de la Madre y el Niño, que mis padres biológicos eran muchachos de la Universidad Javeriana. Que eran muy jóvenes y no podrían hacerse cargo de mí. ¿Por qué esa información no aparece en mi expediente?

—Porque no se guardaba —respondió Inés.

—Antes teníamos tres pabellones —intervino de nuevo Lorena—. Uno de clase alta, uno de clase media y uno de clase baja. Sobre la niña de clase alta la única que sabía que estaba acá era la mamá. La metíamos en su pabellón y sabíamos que era de clase alta. Les decíamos a los adoptantes: "Esa niña es hija de la gente más divinamente de la sociedad colombiana". Y la ley no exigía que quedara en un papel. Si les decían eso a los papás adoptantes tiene que ser que sí eran niños bien. Pero la mamá biológica no quería que nadie supiera. Tú claramente provienes de una familia bien. Porque déjame decirte que no tienes rasgos de india, o de negra… —concluyó.

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—Bueno, ¿por qué el secretario segundo de juzgado y el notario cuarto que aparecen en mis registros de nacimiento son de las personas involucradas en adopciones ilegales? —le pregunté a Lorena.

—No tengo idea.

—¿Mi adopción fue ilegal?

—Si tu adopción fue hecha a través del ICBF, la Casa de la Madre y el Niño y un juzgado, no fue ilegal.

***

La conclusión de Victoria tras su visita a La Casa de la Madre y el Niño en enero de este año es que le dijeron que en dos semanas, junto con un funcionario del ICBF, "según la ley", abrirían sus expedientes y le mostrarían sus archivos. "Contigo vamos a empezar de ceros y vamos a investigar qué sucedió con el abogado, con los jueces y con la evaluación a tus padres, porque estás en tu derecho. Y claro que vamos a investigar y te insto a invitar a todos los adoptados a que lo hagan, pero vamos a coordinar para que un funcionario del ICBF venga", le dijo Lorena Vargas a Victoria de acuerdo con lo que me contó.

Le respondió lo que nadie de la Casa de la Madre y el Niño, ni Lorena misma, me respondió a mí como periodista. Pero por correo, y en menos de un párrafo, Elizabeth González Barriga, Trabajadora Social Especializada de la Subdirección de Adopciones del ICBF, le dijo a Victoria que ese tipo de procedimiento no estaba contemplado y que ya había recibido toda la información que había.

***

La suma de los dos principales grupos de adoptados colombianos en Facebook es de 2.500 personas, sin contar los grupos individuales de adoptados de la Casa de la Madre y el Niño o FANA. Al no recibir respuestas claras vía correo electrónico, cada adoptado debe presentar un derecho de petición. Este fue el caso de Victoria, que sólo pudo recibir una respuesta del ICBF gracias a ello. Si el derecho de petición no responde a las necesidades del afectado se tornará en una tutela. Lo que, justamente, está preparando Victoria.

Pero este es un inconveniente para los adoptados que no hablan español o no tienen un apoderado o representante en el país. Más para quienes no tienen recursos para venir. La siguiente opción es realizar una acción de grupo y de ahí una demanda internacional. Victoria está trabajando junto con Ángeles Rogles, la madre adoptiva de un colombiano en Estados Unidos, para brindar la información necesaria a los adoptados. Están recabando todas las pruebas para realizar una demanda internacional con la esperanza de que reciban, finalmente, la información que por derecho siempre debieron tener.

Al visitar la Notaría Cuarta de Bogotá en busca de pruebas decidí escoger una de las tantas copias autenticadas de registros civiles que me habían compartido los adoptados para verificar cómo lucían los originales en los libros de archivo. Al llegar al final del libro 67, correspondiente a los registros hasta el 7 de noviembre de 1973, empezaron a aparecer decenas de registros de niños provenientes de la Casa de la Madre y el Niño seguidos. Entonces recordé que me dijeron que los funcionarios de esta casa de adopción iban pocas veces al mes a renovar varios registros junto con un funcionario del ICBF. Hasta ahí, todo normal. En el libro 68 empieza una nueva historia de registros civiles ordinarios, pero correspondientes a diciembre en 1973.

"¿No registraron niños en 1973 desde el 7 de noviembre hasta principios de diciembre?", le pregunté al funcionario de la Notaría Cuarta de Bogotá. "Si no hay es que no".

Registro Civil de Margaret Pinzón, tomado en 2012 y ausente en los registros de ese año en la Notaría Cuarta de Bogotá.

"Ahhh", respondí, mientras miraba la imagen de la fotografía que había tomado de uno de los registros civiles. Era el de Margaret Pinzón*, una de las adoptadas, que en 2012 vino a Colombia y tras ver su registro civil en esa misma notaría sacó una fotocopia autenticada. El registro indica que fue registrada el 20 de noviembre de 1973, justo en el periodo de tiempo del que no hay registros actualmente.

¿Qué sucedió entre 2012 y 2015 para que desapareciera este documento? ¿Pueden existir más registros de adoptados en la misma situación que desaparecieron? Sólo lo sabremos si las autoridades y las casas de adopción responden claramente sin dar rodeos.

Más de 2.500 personas, las que pude contar, esperan por una respuesta y acciones claras. ***

A Diana Isabel la encuentras en Twitter como @dianacandonga

* Nombre modificado a petición del(a) entrevistado(a).

** En este momento en Colombia hay ocho (8) IAPAS: cinco (5) En Bogotá: Fundación Los Pisingos, Fundación FANA, Fundación CRAN, Asociación Ayúdame, Fundación Casa de la Madre y el Niño. En Medellín: Corp. Casa María y el Niño, Fundación Casita de Nicolás. En Cali: Centro Chiquitines.