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El Editorial VICE

Presidente Santos, ¡renuncie!

OPINIÓN // No estamos pidiendo un exabrupto. Estamos pidiendo a gritos que Colombia, finalmente, se atreva a transformarse.

Un mes ha tenido que pasar para que Juan Manuel Santos responda en público a las graves acusaciones sobre la financiación irregular de su campaña. El secreto a voces –ni tan secreto ya: la Fiscalía hoy le respira en la nuca al presidente– de que unos afiches de su campaña habrían sido pagados por la corrupta Odebrecht acaba de generar en la Casa de Nariño una versión renovada del "a mis espaldas" de Ernesto Samper. "Me acabo de enterar", dijo Santos sin ningún sentido de la vergüenza propia.

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Que no se haya dado cuenta es un carretazo. Ya lo dijeron Juan Esteban Lewin y Juanita León hace unos días en La Silla Vacía: una multinacional contratista del Estado no dona plata para que el candidato no se entere. La financiación de la política en el mundo se hace para, digamos, sacarle todo el provecho posible al muñeco. Y buen provecho le sacaron a Santos, pues ahí está nuestra flamante Ruta del Sol que lo prueba. Entonces, por favor, que no nos crea tan ingenuos.

Daniel Coronell, por su parte, nos recordaba en su columna dominical de Semana del pasado 19 de marzo que en 1996, desde su tribuna en El Tiempo, el mismísimo Santos le pidió la renuncia a Samper. Escribía: "Sea leal con su patria que lo colmó de honores y con su estirpe de tan noble espíritu: retírese con grandeza y recibirá el reconocimiento de los colombianos y de la historia".

Muy bonito.

Pues esta es nuestra historia. Los colombianos nos hemos acostumbrado no solo a que los funcionarios se atornillen a sus puestos, sino también a que siempre salgan a defenderse, como si nos creyeran estúpidos, con baratas frases de cajón. "Aquí estoy y aquí me quedo", decía sin sonrojo Samper en pleno proceso 8.000. "Convocaré el respeto de la democracia en Colombia", tenía a bien decir Gustavo Petro precisamente cuando una institución democrática lo había despojado del cargo de alcalde de Bogotá. "No me le arrodillé a Yidis", repetía Álvaro Uribe cuando era presidente y el escándalo de la Yidispolítica estaba en su punto alto. Parafraseemos a nuestro Nobel: nuestra estirpe de noble espíritu seguirá eternamente así si no le ponemos freno. Si no le ponemos freno ya.

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Una renuncia presidencial podría empoderarnos para dejar de una vez por todas nuestra adolescencia política

Lo esperable de una ciudadanía seria es que les exija cosas a sus gobernantes. Que les exija responsabilidad y, sobre todo, respeto. Lo esperable, entonces, es que la presión ciudadana logre sacarlos de sus cargos cuando sobrepasan la raya de lo moralmente admisible. Para nosotros en la redacción de VICE, Juan Manuel Santos está pisando ese hielo delgado.

Sé de antemano que en este momento una renuncia presidencial generaría una crisis institucional prolongada en el tiempo. Y sé también que los colombianos deberíamos estarle agradecidos a Juan Manuel Santos por lograr con el conflicto armado lo que sus predecesores no pudieron. Así, pedir la renuncia de Santos puede sonar a exabrupto. ¿Pero lo es realmente?

¿No sería en parte saludable? ¿No estaría bien que un presidente diera un paso al costado cuando es acusado de hechos tan graves? ¿No es eso lo que esperamos en su momento de Samper, de Uribe, del exalcalde Petro? ¿Le estamos perdonando a Santos lo hondamente malo por lo hondamente bueno? ¿Qué precedente político nos dejaría todo esto?

Por ahora, nos deja marcados a los miembros de una nueva generación con un nuevo capítulo triste de la sinvergüencería del poder. Los millennials que no recuerdan el elefante de Samper ahora sí tendrán algo para recordar y lamentar: que el elefante de la corrupción y la impunidad sigue vivo, también en el siglo XXI.

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Creo que la renuncia de Santos (exigida por la ciudadanía) podría empoderarnos mucho más, podría ser, en conjunto con la dejación de armas de las Farc, un momento histórico, la oportunidad de pasar la página y dejar atrás nuestra adolescencia política. Una adolescencia ya rancia que no nos deja evolucionar hacia algo más serio y que nos hunde en nuestra incapacidad de aceptar el cambio y de librarnos de nuestros fantasmas.

Presidente, renuncie. La historia lo sabrá honrar.

* Este es un espacio de opinión. No representa la visión de Vice Media Inc.


Lea todas las entregas del Editorial de VICE:

19 de marzo:¡Vayan ya a ver la película de Víctor Gaviria!

12 de marzo:¿Qué carajos pasa con las agencias de publicidad?

6 de marzo:Los colombianos no aprendimos nada del caso Colmenares

26 de febrero: [Nuestro odio a los policías nos terminará estallando en la cara](http://26 de febrero: https://www.vice.com/es_co/article/nuestro-odio-a-los-policias-nos-terminara-estallando-en-la-cara)

20 de febrero: Se van los toros, queda nuestra boba indignación

13 de febrero: Malas noticias, millennials: la corrupción también es asunto suyo