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ART.hunter

Puerto Gaitán acude al arte para recuperar lo que el petróleo le quitó

Acompañé a Sinfonía Trópico al Meta para observar desde el arte un proyecto que se resiste a los impactos del proyecto minero-energético en los llanos.

Si uno se propone vivir una experiencia de arte y medioambiente in situ, con toda las emociones contradictorias que con fuerza circulan en Colombia por estos días por cuenta del proceso de paz , nada mejor que irse de expedición con Sinfonía Trópico.

Sinfonía Trópico nace desde la ciencia y deriva en arte para llegarle a la gente. Charlotte Streck, directora, ha trabajado por más de 20 años en temas ambientales. Ella sabe que las investigaciones tienden a transformarse en informes. De hecho, todos sabemos que el lenguaje académico es especializado y su circulación está destinada a unos pocos. Y que, seguramente, no incluyen a la gente que vive en el lugar de los hechos.

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Los destinos de Sinfonía Trópico siempre han sido aquellas zonas donde el "desarrollo económico" ha llegado como un tsunami, una ola que arrastra con ella la cultura como se conoció, la naturaleza, los valores tradicionales y muchas veces, si no todas, el arraigo de aquellos a los que esas tierras vieron crecer, sean estos humanos o no.

Su misión es crear, así sea durante un breve lapso de tiempo, así sea muy adentro de uno mismo, vínculos de apropiación cultural y reconocimiento del valor del medio ambiente. Construir identidad en conexión con la naturaleza, saberla parte esencial de la comunidad. Entre notas de colores y texturas visuales, sonidos de sabores tropicales, performances, happenings y poesía, avanza Sinfonía Trópico con mucho arte y entusiasmo. Ya estuvieron en Urabá, nos invitaron a Puerto Gaitán, y de ahí continuarán con el Amazonas para terminar en los Andes colombianos, en el páramo.

El pasado 25 de marzo acepté una invitación de este grupo a Puerto Gaitán, Meta, uno de los muchos municipios cuya vida ha sido transformada y trastocada por cuenta de los proyectos minero-energéticos del gobierno de Juan Manuel Santos. Allí, como en buena parte de los llanos, la búsqueda de rentas petroleras ha transformado las relaciones del llanero con su entorno, comprometiendo profundamente el desarrollo sostenible de la Orinoquía.

Se trataba del Concierto de Sinfonía Trópico en el "Ranchor". La entrada era libre. No sólo hubo música y una puesta en escena de erizarle la piel a uno, sino que, un poco más allá de la tarima, también se podía entrar a una video-instalación de la artista Elizabeth Gallón. Era un espacio delimitado por telas blancas, soporte para la proyección que se veía desde afuera con aire de misterio. Le daban ganas a uno de entrar. Al hacerlo, uno podía sentarse y meterse de cabeza y corazón en las voces y las miradas profundas de la gente de Puerto Gaitán. Narraban las memorias vivas de los llanos, memorias que además se reflejaban en objetos dispuestos en el espacio, cuidadosamente escogidos por la artista.

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Durante la jornada, vivimos momentos que alternaban música llanera, lírica, danza y teatro, poesía. Sonidos ambientales hacían de la puesta en escena algo muy contemporáneo y a la vez muy local. Nils Ostendorf, alemán, compositor y director del concierto, había estado días antes recolectando con su grabadora sonidos propios del Llano. También muchos ensayos previos con músicos locales fueron necesarios. El vestuario y la escenografía, a cargo de Matthias Strauss, se combinaban con un juego de luces que cargaba la obra de dramatismo y acompañaba cada poema. Juan Pablo Castro, quién estaba tras la consola de luces, había escrito buena parte de esos textos. Coloreaba las palabras con luz. La dirección artística de Christoph Schletz había logrado encausar todas esas manifestaciones en un solo espectáculo que fluía de manera extremadamente conmovedora.

"Desde el piedemonte y por la llanura vienen todos como potros desbocaos
Mucha riqueza en el Llano, harto de dónde agarrar,
y esos potros desbocaos,
Agarrando de todo y sin mirar.
Y nosotros esperando, con sombrero ancho, descalzos y arremangaos,
Viendo cielo, llanura… y esos potros desbocaos
Potros que no crecieron en el Llano, que vienen ya grandes,
Y nadie que guíe la manada
Vaqueros, cabresteros, culateros,
¿Por qué vienen esos potros desbocaos?
Tal vez petróleo, tal vez madera, tal vez caucho o también maíz.
¿Vendrán con cal al morichal?
Que no se sequen nuestros caños, que no nos dejen solo la rojiza tierra,
Que no se lleven los cantos de los grillos, y los loros, de las mirlas, y paujiles.
Que nos dejen el chinchorro pa poder soñar.
-"Desbocaos", texto de Juan Pablo Castro, recitado en el espectáculo de cierre.

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Al fondo, imágenes en video se entremezclaban con las experiencias de días anteriores en manos de los artistas audiovisuales Lillevan y Zaji Chalem. Eran escenas que evocaban el estar ahí, ser ahí, habitar ahí. Incluso algunas eran recordadas con cariño por buena parte del público. Me había sentado en la mitad de la platea y a mi alrededor, escuchaba varios niños emocionados murmurando entre ellos: "Mira, es el tablón del loro, mírame, ahí estuve yo".

Los artistas del colectivo Atempo habían, efectivamente, hecho una acción días atrás con la participación de esos niños emocionados que se habían sentado a mi lado. Y no sólo con ellos, al parecer. Yo apenas presenciaba cómo la gente se reconocía y se conectaba con el espectáculo de cierre, sintiéndolo como propio.

Los días anteriores al cierre tuvieron que haber dejado una huella. Uno sabe que el impacto real de este tipo de iniciativas no es inmediato, sino que se asemeja más a una semilla… Una semilla para corazones humanos, que puede o no germinar, pero que en su esencia tiene toda la potencia necesaria para hacerlo.

El homenaje al loro orejiamarillo, especie que se encuentra en peligro por la pérdida de su hábitat (la Palma de Cera), fue la acción que vivió ese niño emocionado. Con hojas, palos y semillas, niños y jóvenes de Puerto Gaitán con la dirección y acompañamiento del Colectivo Atempo mandaron río abajo un tablón con el retrato del loro, a manera de ofrenda. Y no sólo eso hicieron los artistas del Colectivo Atempo: También dirigieron la elaboración de un mural a la (bio)diversidad.

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Más de uno se llevó un "pedacito de conciencia" a casa. Siempre queda algo resonando cuando a uno le tocan fibras sensibles. Del concierto de cierre, la interpretación de Santiago Botero. La voz de Carolina Riaño, que todavía resuena en mi mente. "No mates a ese animal porque matas la escritura, la pintura, los poemas y el amor" , cantaba… Pero también recuerdo bien la frase última del poeta, campesino de la zona, que cerró el espectáculo con un texto suyo. La traigo para que, a manera de cierre de este texto, regale con la misma generosidad al lector de estas líneas ese "pedacito de conciencia" tan especial y tan necesario. Porque al parecer, el fin de algo trae un nuevo comienzo, y este hombre, tras sembrada reflexión, la riega con palabras de esperanza:

"Que la paz sea en Colombia,
y que reine la naturaleza."
- Don Lelio

Para conocer más de Sinfonía Trópico, revisa su página web.