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El Editorial VICE

¿Qué carajos pasa con algunas agencias de publicidad?

OPINIÓN // Dos casos en apenas quince días nos hacen preguntarnos si se trata de episodios aislados o más bien de actitudes sistemáticas.

Bastaron apenas quince días para que dos de las agencias más prestigiosas de Colombia terminaran en el ojo del huracán, recibiendo la máxima presión de las redes sociales. Algo raro, pues a muchas agencias de publicidad eso casi nunca les pasa. Y como casi nunca les pasa, por ahora no sabemos si se trata de pequeños contratiempos o de prácticas generalizadas.

Explico.

El primer episodio presuntamente involucra a la prestigiosa Leo Burnett, en donde, como Oriana Castro le contó en primicia a VICE Colombia, habría un "machismo imperante" que habría terminado por convertirla en una víctima de acoso sexual. O sea, víctima de un presunto delito. Y aunque el acusado tenga nombre propio, Oriana insiste en que esto no es cuestión de un solo colega: "La cosa se puso tan irrespetuosa que en las fiestas de la agencia incluso algunos directores creativos me agarraban el culo. Si me defendía, se reían en mi cara". De ahí en adelante habría venido lo demás: los manoseos no consentidos, los insultos disfrazados de chistes, la exposición pública de fotografías.

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Hay quienes dicen que esto del acoso sexual en las agencias de publicidad, en particular la versión de Oriana Castro, es una exageración. Relativizan. Dicen que la historia tiene matices y que no sucedió como ella cuenta. Pues bienvenidos a hablar. Si hay algo difícil en este mundo de las agencias es obtener una declaración: no solo de sus directores, sino incluso de sus empleados más jóvenes.

Y justo esto, la opacidad de los actos, es para nosotros en la redacción de VICE lo más notable del segundo episodio. Hace pocos días, la prestigiosa Sancho se coló en los medios por cuenta de una encuesta de opinión que una empresa vinculada con la agencia, llamada Paddington Panamá, hizo en 2014 por encargo de Odebrecht. El marco: la campaña presidencial de Juan Manuel Santos. El monto: un millón de dólares.

Las preguntas siguen abiertas. Como sostuvo 'El Tiempo' en un artículo publicado el pasado miércoles, los investigadores estarán curiosos de saber "por qué cobraron un millón de dólares por una encuesta que en Colombia vale máximo 120.000". Por ahí derecho, también podrían pedir explicaciones por los 865 millones de pesos que, según el Consejo Nacional Electoral, habrían entrado a la campaña de Santos. Todo en medio de un supuesto contrato con la polémica y corrupta Odebrecht, firmado por medio de Paddington Panamá.

La agencia se defiende escuetamente. Por medio de un comunicado admitió hace unos días que Paddington Panamá sí hizo una negociación con Odebrecht; que Paddington está vinculada con Sancho, y que la información ya está en la Fiscalía. Pero no explicó para qué hizo la negociación, cosa de suma importancia.

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Sumemos a esto que la compañía no ha querido dar mucho la cara. Sus directivos han respondido de forma hermética. Los de Leo Burnett, igual. Es difícil llegarles, es difícil hablarles. Y así los asuntos sean públicos (Odebrecht lo es, el acoso sexual en cualquier caso obviamente también lo es), la discusión es a puerta cerrada. Y se entiende que muchos de ellos quieran dejar en las manos exclusivas de la justicia los nombres de algunos acusados. No podríamos nosotros pedir que pasen al banquillo de la opinión pública personas que por lo pronto son inocentes. Pero harto camino hay entre no querer el linchamiento público de alguien y el ocultamiento de una actitud sistemática al interior de una corporación. Esto último, hasta ahora, no ha sido demostrado por nadie.

Preocupa que los medios y, por ende, la sociedad no tengan una sola referencia de lo que realmente sucede al interior de algunas agencias. Las noticias nos llegan por las puntas, como en una época, guardadas las proporciones, ocurrió con la Iglesia Católica y la pederastia: un escandalito aquí y otro allá, pero nada de fondo. La función de la prensa no puede ser —insisto— dedicarse a joderle la vida a alguien o sobreexponer un caso para tirarlo como carnada a una audiencia hambrienta. Pero su deber sí es hacer denuncias relevantes e indagar cuando estas se convierten en un problema generalizado, pero oculto.

Ante eso las agencias de publicidad involucradas en los escándalos de las últimas semanas no pueden voltear la cara y pretender que nada ocurre.

El silencio (tan paradójico en una industria dedicada a publicitar cosas) también es una estrategia, y esta hasta ahora parece funcionar. En el país de los escándalos, otros escándalos siempre se ocupan de que uno olvide eso. Pero, al mismo tiempo, esta lógica va en detrimento de la información, de la verdad, de lo que la sociedad merece conocer. ¿Qué más pasa en algunas agencias de publicidad? ¿Serán estos dos casos aislados o, más bien, apenas la punta de un iceberg? Tanto silencio incómodo nos va a mamar.

* Este es un espacio de opinión. No compromete la visión de VICE Media Inc.