Viajé en LSD en plena depresión
Ilustración por NISEIKO | VICE México

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Lisérgicos

Viajé en LSD en plena depresión

Me rodeó una inmensa soledad que de inmediato reconocí y en la que vi representado uno de mis mayores y más silenciosos miedos.

Imagínate un viaje en el que lo mejor fue haber perdido la maleta. De entrada no suena bien, pero créanme que se sintió genial, porque el viaje era en ácido y en el equipaje llevaba solo angustias y miedos.

El viaje en LSD es una experiencia maravillosa si estamos dispuestos a vivir una aventura, una expedición emocional de incomparable e inenarrable belleza que puede resultar abrumadora. Por esto, llevar serias preocupaciones con nosotros, sentirnos deprimidos o profundamente angustiados puede no ser una buena idea (recomendación que hacemos en el Manual para Viajeros en LSD). Viajar en ácido cargando el peso del malestar puede entorpecernos el disfrute y transformarlo todo en una completa pesadilla.

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Pero a veces las cosas pueden tornarse particularmente interesantes. No hay nada predecible en la experiencia psicodélica, solo consejos y advertencias basadas en pruebas privadas a baja escala y en las experiencias que los asiduos usuarios del ácido creemos conveniente compartir para invocar un buen paseo.

Con el ánimo un poco lastimado ignoré la propia advertencia de no viajar si no estaba en condiciones óptimas para las exigencias de la expedición. Me embarqué en una arriesgada aventura con amplias probabilidades de terminar mal, buscando en este lo que busca uno en un viaje ordinario: escapar. Como nunca he tenido un mal viaje, la amenaza de uno se me hacía lejana, sin embargo este podía ser el primero, dada mi carga anímica.

Decidí seguir, confiando en la idea de que los efectos del viaje no serían mayores. Esto se debía a que en el momento de esta experiencia era un usuario regular de un antidepresivo, específicamente de un inhibidor de la recaptación de la serotonina, tipología de fármaco que al interactuar con el LSD disminuye marcadamente los efectos de este último. (#DatoLisérgico: Si tomas regularmente antidepresivos tricíclicos o litio, recuerda que éstos potencian de modo significativo los efectos del LSD.)

El viaje, para mí, resultó ser sorpresivamente turbulento y transformador

No mencioné a mis compañeros el malestar que traía en mi bagaje para no cargarlos con nada y para evitar que me sugirieran postergarlo. Yo quería probar nuevamente con el turismo lisérgico.

Después, quizá debido a que la concentración de LSD en el cartón que comí era mucho mayor a cualquier cosa que hubiese tomado antes, los efectos llegaron con una fuerza mucho mayor a la esperada.

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El viaje empezó cuando sobre nosotros se dibujó una fina capa azul brillante que entendía como el espacio que en el universo ocupa nuestra energía, más allá de nuestro cuerpo físico. Había logrado distraerme por completo con este fantástico espectáculo que danzaba frente a mí. Poco a poco, los abrumadores acordes de Phillip Glass nos fueron guiando hacia un trance más instrospectivo. Noté que no era el único que iba cediendo a la invitación y cada uno buscó el sitio apropiado para lo que venía.

Me acosté en el suelo mirando hacia el techo, que parecía una gran proyección de fractales hechos por infinitos triángulos en constante movimiento. Daba igual cerrar los ojos o dejarlos abiertos. Era imposible no verlos. De un momento a otro los fractales fueron desapareciendo y fui sintiéndome rodeado de una inmensa soledad que de inmediato reconocí y en la que vi representado uno de mis mayores y más silenciosos miedos. Una gran tristeza me impregnó por completo y con ella el temor de que mi viaje terminara en un desastre. Algunos malos recuerdos y una sensación de vulnerabilidad me acompañaron de forma intensa, pero breve.

Con los ojos aún cerrados y muy sumido en lo que estaba viviendo, lejos de la noción de mi entorno, de pronto fui invadido por una oceánica sensación de lejanía y vacío tan inquietante como encantadora en la que llegué a sentirme despojado de todo, hasta del tiempo, y al mismo tiempo completo. Ya nada sobraba ni faltaba y la sensación de paz tocaba todo. No había angustias, ni temores, ni tristeza. Nada más paz y esa completud; en la entera soledad, pero sin miedo. La desaparición de todo, incluyendo el peso de la tristeza y los miedos. Ese alivio me hizo reír y llorar, todo junto, al mismo tiempo.

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La reputación del LSD y otras drogas alucinógenas ha sido minada casi desde de su aparición, cuando su uso empezó a estimular nuevas corrientes de pensamiento que desconocían y retaban las estructuras sociales establecidas. Mientras se lucha por desestigmatizar estas sustancias, se realizan estudios para utilizarlas con fines terapéuticos y ofrecer alivio a pacientes con depresión. El ácido lisérgico se encuentra en la clasificación de drogas sin fines farmacológicos, de alta toxicidad y nivel de adicción, lo cual ha mermado las oportunidades de estudiar a mayor profundidad sus propiedades y riesgos.

Aún así, algunas investigaciones apuntan a una dosis única lo suficientemente fuerte como para modificar la percepción y producir experiencias transformadoras. Otras, en cambio, parecen inclinarse hacia la terapia con microdosis. En pruebas realizadas en pacientes con enfermedades terminales, la dosis única de LSD ha mostrado resultados promisorios al lograr que los pacientes venzan el miedo incapacitante que les produce la amenaza de su muerte, inhibiéndolos de vivir su presente. Por su parte, las investigaciones con dosis lo suficientemente bajas que no alteren nuestra conducta y percepción —las microdosis— podrían ofrecer una solución más lenta que la dosis única, pero también estable, en el manejo de estos pacientes.

El diseño de un protocolo de tratamiento más exacto con base en el LSD sigue siendo una meta por cumplir para los investigadores abocados en obtener el mayor provecho de esta sustancia. De momento, mientras esperamos que el ácido lisérgico sea reivindicado e investigado más rigurosamente, la opción para su disfrute y aprovechamiento parece ser su uso discriminado sujeto a la experiencia de quienes efectúan sus investigaciones domésticas o de laboratorio y comparten sus experiencias esperando contribuir con orientaciones y sugerencias para viajes más placenteros apegados a la sensatez, y sin poner en riesgo nuestro bienestar.

Lisérgicos es autor del Manual para viajeros en LSD, el cual puedes encontrar aquí.

@lisergicos