Este artículo fue publicado originalmente en ¡PACIFISTA!, nuestra plataforma para la generación de paz."No es fácil ser uribista", me dice Sahand Abassi, un paisa de dieciocho años que hoy se despertó antes de las 5:30 de la mañana (Uribe style), para decorar el puesto del Centro Democrático en una feria de juventudes políticas en la Universidad Pontificia Bolivariana, una de las caritas en Medellín.
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Abassi, de cuyo nombre hablaremos más adelante, es el jefe de debate de las juventudes del partido en Medellín y ha sido tan amable de invitarme a este evento para ver con mis propios ojos cómo hacen política.Hace quince años, una revista Semana que alguien había empujado bajo la puerta de la casa de mis papás me advertía que: "Uribe sube como la espuma". Pero, a diferencia de la espuma, el exgobernador de Antioquia y expresidente de la República nunca bajó. Y hoy, tantos años después, yo paso el bochorno del mediodía paisa en una carpa blanca y veo cómo los uribistas del mañana preparan a los uribistas del pasado mañana.Abassi se unió formalmente al partido durante lo que llama "la Resistencia Civil de 2016". En mayo de ese año, el expresidente usó la expresión para llamar a sus simpatizantes a oponerse a los acuerdos de paz entre el gobierno y las Farc. Y Abassi no fue el único en hacerlo.El Centro Democrático es uno de los pocos partidos que entendió que esta feria en la que me encuentro se llama Partidos Políticos y Jóvenes en el Siglo XXI. A los voluntarios de Cambio Radical ya se les notan las entradas, y los del Partido Liberal parecen asesores castigados del algún concejal de Medellín. Creo que el Partido Conservador trajo a una modelo. Y los partidos de izquierda, la Alianza Social Indígena (ASI) y la Unión Patriótica (UP), trajeron a gente que se unió al partido en las resistencias sociales de otras generaciones.
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Los uribistas, en cambio, sí son jóvenes de verdad.
A principios de los años ochenta, Álvaro Uribe Vélez, concejal de Medellín, rompió las filas de su partido, el Liberal, y creó una disidencia llamada Sector Democrático. Más de treinta años y varias disidencias después, un muchacho de apellido Abassi, "mitad paisa, mitad del medio oriente" (aunque prefiere no revelar de qué país porque se trata de uno "con un gobierno bastante prochavista"), se acomoda sobre el hombro derecho su poncho del Centro Democrático y me explica los cinco pilares de la doctrina uribista:
—¿Y esto de la 'cohesión social' qué significa? —pregunta escéptico Daniel, un joven que estudia Periodismo en la Universidad de Antioquia, la misma en que hace décadas estudió Álvaro Uribe. Lanzó la pregunta al grupo de jóvenes que rodean el stand.Por un momento la incertidumbre se apodera de las juventudes del Centro Democrático. Durante horas habían estado hablándoles a los curiosos acerca del presidente Uribe y su doctrina de los cinco pilares. Pero hasta ahora no habían sido interpelados.Abassi, como el jefe de debate que es, toma la palabra:—Cohesión social es ese sentido de pertenencia a la Nación que existe en todas sociedades.Daniel responde:—Entonces, si a mí no me gusta cantar el himno, ni el patriotismo en general, ¿me quedo afuera de esa cohesión?1. Confianza Inversionista
2. Cohesión Social
3. Diálogo Popular
4. Estado Austero
5. Seguridad Democrática
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—Pues eso depende —contesta Abassi y mira a sus compañeros en busca de un salvavidas que nunca llega—. Hay gente como Jaime Bayly que ni siquiera nació en Colombia y se siente muy colombiana y otros como (Fernando) Vallejo que son de acá, pero no hacen sino renegar… Eso depende.—¿Y la Seguridad Democrática? —pregunta de nuevo el estudiante-periodista.—Es el derecho fundamental que tenemos los ciudadanos a sentirnos tranquilos, protegidos por la Fuerza Pública cuando salimos a la calle —responde Abassi, volviendo así a su zona de confort.—¿Pero ustedes sí se sienten tranquilos cuando salen a la calle —contraataca Daniel— y la encuentran llena de policía? Porque yo cuando veo eso pienso: 'Uy, ¿cómo así?, ¿qué está pasando aquí?'.—Esa es la desconfianza en la Fuerza Pública que la izquierda ha fomentado desde hace años. Pero la verdadera seguridad se da cuando la gente cree en la Fuerza Pública y coopera con ella —replica otra vez Sahand en la misma ciudad en que, cuando él tenía apenas tres años, desaparecieron noventa y cinco personas de una sola comuna durante la Operación Orión del Ejército Colombiano.
Sahand Abbasi durante una manifestación a favor de la resistencia civil en 2016. Foto: CortesíaQue las juventudes del Centro Democrático mantengan la línea del partido al pie de la letra no es casualidad. Terminada la feria de partidos, Andrés Usuga, abogado y excandidato a la Contraloría de Medellín en 2016, polemista en varios programas de opinión y teniente de corbeta de la Armada Nacional, pasa a saludar a los muchachos en una cafetería de la universidad.Los muchachos responden con un caluroso saludo para "el profe", se agrupan en torno a él y se toman una foto para las redes sociales. "Político que se respete se va tomando una foto a dónde llegué", le dice el confianzudo de Sahand a Usuga.
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Tomada la foto, el profe pone su portafolio de camuflado azul sobre la mesa, el membrete con su apellido y rango siempre visibles, y, de la misma manera en que los jugadores de basquetbol rodean a su entrenador durante un tiempo muerto, los muchachos se van acomodando alrededor de él.Luego de una felicitación por las diez horas que ha durado la jornada proselitista, Usuga procede a apretar algunas tuercas:—¿Quién aquí puede decirme por qué en Colombia no hay guerra sino amenaza terrorista interna? —pregunta.Abassi es el único que levanta la mano, pero no recibe la palabra. Usuga pasa a la siguiente pregunta:—¿Cuál de ustedes puede pararse aquí y explicarme qué fue el proceso 8.000?Y pasa exactamente la misma vaina.—Muchachos, hay que estudiar doctrina uribista —continúa el teniente—. Hay que estudiar al presidente, leer sus escritos. La izquierda podrá ser muchas cosas, ¡pero esos hijueputicas comen libro!—No solo eso —continúa Usuga— también hay que estudiar la historia del país. Ustedes el 8.000 tienen que poder cantarlo completico, tienen que tener a Antioquía en la cabeza. Y es ya, no es después cuando se gradúen. Porque el día de mañana a cualquiera de ustedes le puede tocar el turno: ¿O quién acá no tiene aspiraciones políticas?Todos guardan silencio, ni un parpadeo. De tanto monólogo, el aire de esta cafetería universitaria ha comenzado a sentirse cada vez más severo.—Si uno se unió al partido es porque tiene aspiraciones políticas —retoma el teniente-profe—. Y ustedes cada vez están llegando más jóvenes. Vean al pelado ese del Polo que llegó a la asamblea (se refiere a Luis Eduardo Peláez, diputado de la Asamblea de Antioquia). ¡Claro que esta mañana le pegué a ese tipo una enjabonada en una emisora!
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Después de oír toda esa conversación entre los jóvenes y su profesor, algo me queda claro: Uribe podrá ser muchas cosas, pero posee algo que le falta a la mayoría de los políticos en Colombia: sustancia.Tras ver todo este escenario parece claro que, más de tres décadas después, el sueño de ese concejal disidente de Medellín se ha hecho realidad: sus ideas han tomado vida propia y ya cuentan con una plataforma para viajar de cafetería en cafetería."Muchachos, hay que estudiar doctrina uribista. Hay que estudiar al presidente, leer sus escritos. La izquierda podrá ser muchas cosas, ¡pero esos hijueputicas comen libro!".
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A las juventudes uribistas las une algo más que ese libreto derechista que los escuderos del expresidente han venido posicionando desde hace más de una década. A los jóvenes que conocí ese viernes en Medellín los une un no sé qué, algo que va más allá de cualquier doctrina política.A mi lado, Santiago, un estudiante de la facultad de Derecho que se unió al partido hace un mes, se lamenta por no haber traído su poncho del Centro Democrático.—¿Cuál es primer recuerdo que usted tiene de Uribe? —le pregunto a Santiago, quien para el momento en que Uribe fue elegido por primera vez presidente tenía cuatro años.—Uy yo estaba en un pueblo de Córdoba, no me acuerdo cuál, pero el caso es que había una feria —me cuenta Santiago, que es rubio y va a la universidad vestido como oficinista en día de sport—. De pronto llega Uribe montado sobre un caballo grande de paso fino. Yo ya había escuchado a mis papás decir que él era el presidente, pero ¡wash!, esa imagen fue muy imponente. Nunca me imaginé que así fuera a ver un presidente.
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Isabel, también rubia, tiene diecinueve años y es la secretaria de juventudes del Centro Democrático para las universidades de Medellín. Me explica por qué tiene puesta la camiseta del Centro Democrático: "Mi familia es ganadera y además tiene una empresa transportadora. A mi papá lo secuestraron tres veces y hoy en día vive escondido fuera del país. Si lo liberaron fue gracias Uribe. Así que yo puedo decir que soy militante del Centro Democrático por ideología y por sentimiento".Solo en Medellín, las juventudes del Centro Democrático cuentan con más de cien estudiantes universitarios y 150 voluntarios que se pasean entre unas veinte universidades y centros de educación superior. Su trabajo de proselitismo político los ha llevado a construir una base de datos de más de 750 personas a quienes podrán buscar, por ejemplo, cuando unas elecciones se avecinen. Son, digamos, votos potenciales.Además, juzgando al menos por su presencia en redes sociales, es difícil encontrar una comunidad con tantos adscritos. En su página de Facebook, el grupo Juventudes Centro-Democrático – Comunidad Oficial cuenta con más de 15.000 seguidores, un número decididamente superior al de las Juventudes Cambio Radical (242 seguidores), las Juventudes Polo Democrático (106 seguidores) o las Juventudes Conservadoras de Colombia 2017 (1.716 seguidores). Y algo parecido sucede en Twitter, donde las diferencias también se cuentan por miles a favor de los uribistas.
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—Es que a uno la membresía del partido se la dan de una vez con la cuota inicial para la motosierra—me decía Isabel, quien prefiere responder con un toque de ironía a la caricatura guerrerista del uribista.Algo que une, eso sí, a los jóvenes del Centro Democrático es que niegan rotundamente que el suyo sea un partido de derecha. Presentan como evidencia el nombre del mismo y el hecho de que, luego de un cambio en los estatutos que se dio el pasado mayo, sus miembros están en libertad de decir que "respetan, pero no comparten la diversidad sexual".De pronto llega Uribe montado sobre un caballo grande de paso fino. Yo ya había escuchado a mis papás decir que él era el presidente, pero ¡wash!, esa imagen fue muy imponente.
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Según Mosquera, solo en Medellín las juventudes del Centro Democrático hacen presencia en veinte universidades y cuentan con una base de datos de 700 personas. También tienen filiales en las nueve subregiones de Antioquia y se alistan a elegir, de nuevo por votación popular, a sus coordinadores municipales.La apuesta de jóvenes ambiciosos y capaces como Abassi y Mosquera, supongo, es convertirse en esa mítica figura capaz de heredar el capital electoral que mueve Álvaro Uribe o, en su defecto, asesorarlo.Tanto Abassi como Mosquera sostienen que, a pesar de la silueta de su logo, el Centro Democrático es mucho más que una plataforma para hacer culto a las ideas y la personalidad de Álvaro Uribe. Sin embargo, cuando hablan, Centro Democrático y uribismo son para ellos expresiones intercambiables.Pero, ¿qué pasaría si nadie lograra llenar el enorme vacío que tendrá el uribismo el día falte Uribe? ¿Quedarán Mosquera, Abassi, Isabel, Santiago y los demás miembros de las juventudes del Centro Democrático reducidos a ser los jóvenes que alguna vez dijeron: "Voto por el que diga Uribe"?Y a propósito de esto último, del famoso eslogan de los que le harán ciegamente caso a Uribe en las elecciones de 2018, le pregunto a Mosquera: "¿Ustedes de verdad piensan eso?"."Eso no es tan así. Lo que pasa es que el presidente nos escucha a nosotros, en los eventos él se nos acerca y nos pregunta: 'Muchachos, ¿ustedes cómo ven el partido, qué prefieren: lista abierta o lista cerrada?'", responde Mosquera, que puede imitar bastante bien a Álvaro Uribe. Y remata: "Así es él con todo. O sea, uno sí vota por el que diga Uribe, pero es que Uribe dice el que uno escoja".Puede que los críticos los tilden de ingenuos al hacer caso a lo que diga el expresidente y a expresarlo de una manera tan abierta. Para estos jóvenes, sin embargo, es quizá la mejor manera de construir colectividad. No es zalamería, para ellos es disciplina electoral.
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