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Música

Desenfreno total: Baile, rumba y diversidad en el Día Fiesta del Festival Centro

Cumbia, guaracha, calypso, música electrónica. El día Fiesta del Festival Centro fue tremendo reventón.

El 16 de enero fue un día caliente, no sólo por el intenso sol que brilló sobre la capital, sino porque en el centro de Bogotá, se celebró el Día Fiesta del Festival Centro. Un farra que empezó desde las cuatro de la tarde y presentó cinco propuestas totalmentes atípicas, muy distintas entre sí pero unidas por el sabor. Durante toda la jornada, en ese sagrado recinto de baile y gozadera en el que se han convertido las instalaciones de la Fundación Gilberto Alzáte, se vibró con la oscura tropicalia fúnebre de La MiniTK del Miedo, el hermoso sonido caribeño de Elkin Robinson, el desenfreno cumbiero de La Furia con Lujuria, el descontrol de La Chiva Gantiva, y el bailable y único sonido del maestro del acordeón Aníbal Velásquez.

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Así fue como vivimos este viaje de sonidos, ritmos y bailes.

La MiniTK del Miedo. Fotografo: Omar Rueda. Cortesía de Festival Centro 201

La jornada comenzó con una rumba fúnebre, musicalizada por la cumbia gótica que propone La MiniTK del Miedo, un profano trío nacido en las sombras de Bogotá en 2012, que combina sonidos electrónicos oscuros y pesados con el sabor de la cumbia, la champeta, el merengue y otros sonidos prendidos de la tropicalia colombiana. La puesta en escena de La MiniTK del Miedo es un frenético performance lleno de baile, sensualidad y teatralidad. Cuando se subió la cortina del auditorio, entre una nube de humo aparecieron encapuchados estos tres muñecos vudú que lentamente iban siendo poseídos por los demonios del baile. «¡Qué pasa Bogotá, demuestren que están vivos!», decía el vocalista mientras meneaba las caderas para animar al público que poco a poco se fue poniendo de pie para unirse a la ceremonia y moverse al son de esta cumbia de los condenados, cuyas letras hablan de temas relacionados con la muerte y lo sobrenatural y que combinan con tópicos que evocan la fiesta. La lúgubre y a la vez colorida música era complementada con los hipnóticos bailes de Lina Tono quien hacía una mezcla entre danza contemporánea y los bailes tradicionales del Caribe colombiano. Sin duda, lo más curioso de este extravagante show fue el cover gótico de “Another Night” de Proyecto Uno que resume perfectamente el mantra de la banda: “Muerte y Sabrosura”.

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Elkin Robinson. Fotografo: Omar Rueda. Cortesía de Festival Centro 2016

La oscura pachanga de los muertos fue replazada por el sabroso ambiente caribeño que Elkin Robinson le dio a la calurosa tarde. Este músico delgado venido de la isla de Providencia, tocó con un gorrito verde y una camisa blanca, salió acompañado de cinco músicos de la isla quienes hacían los coros y tocaban instrumentos de percusión propios de allá, entre los que se destacan el tub, una tina de aluminio que tiene un palo y una cuerda que suena como un bajo, y el jawbone, literalmente una quijada de caballo con semillas en su interior que se toca como una guacharaca y que cuando se golpea produce un sonido como el de una maraca, algo que a uno lo hace vibrar. Elkin Robinson es un tipo buena onda y muy tranquilo que transmite mucha calma con sus temas cantados en creole, que exploran el calypso, el reggae, el mento y la jumping polka, sonidos típicos de esa mágica isla. De alguna forma mística, con su música Elkin te transporta a la playa para hacerte sentir la brisa del mar. Este músico que se dio a conocer en 2014 con su EP Come´round, producido junto a Richard Blair de Sidestepper, convocó a un variado público entre el que curiosamente había muchos miembros sub 50 que en un principio parecían tímidos. Sólo unas cinco personas estaban bailando, pero al final todo el recinto terminó echando paso en los pasillos del auditorio. Durante su presentación, Elkin recalcó la importancia de que se siga enseñando la lengua creole en los colegios de Providencia, criticó el fallo de La Haya e hizo un llamado a conseguir la paz a través del amor. La linda, dulce y cálida presentación terminó muy prendida cuando el grupo tocó uno de los himnos clásicos de Caribe “Feeling Hot Hot Hot” de The Merrymen.

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La Furia Con Lujuria Sonidera. Fotografo: Omar Rueda. Cortesía de Festival Centro 2016

Elkin Robinson dejó a la gente recargada de buena energía y con ganas de intensificar la rumba. Por fortuna, desde Oaxaca, la sagrada tierra del mezcal en México, llegó la Furia Con Lujuria Sonidera para llevar la fiesta a un nuevo nivel de locura. Este grupo de electro cumbia comenzó su presentación en el Muelle de la FUGA, con una muestra de virtuosismo entre el pequeño, rechoncho y estúpidamente talentoso bajista y el serio pero prendido trompetista quienes tenían hipnotizados al público que los miraba sentados en el piso. Pero, apenas llegaron los DJs comenzó la cumbia espacial. «Acérquense que nosotros mordemos, pero mordemos rico», dijo el bajista que también era el frontman, y ahí comenzó un baile alucinógeno, descontrolando y muy animado. Desde el 2010 esta insólita banda ha hecho sus experimentos donde unen los sonidos de la cumbia con house, drum n' bass y básicamente con cualquier cosa que se les ocurra a estos dementes, quienes salieron a tocar con ropa típica de su región: unos trajes negros bordados con coloridos diseños indígenas y con mucho ánimo fiestero. La trompeta y el bajo creaban un ambiente como de fiesta patronal que combinados con el sonido de las máquinas formaban un aura como de un rave en un pueblo perdido en el desierto. A lo largo del show, los mexicanos tocaron sus versiones cumbieras de “Safe And Sound” de The Capital Cities, “Atrévete” de Calle 13 y “Da Funk” de Daft Punk. Tremendo reventón.

La Chiva Gantiva. Fotografo: Omar Rueda. Cortesía de Festival Centro 2016

Pero la cosa estaba por ponerse más intensa. Cada vez llegaba más gente al recinto y en el aire había un aura eléctrica, una energía que anunciaba la frenética presentación de la Chiva Gantiva. Este grupo radicado en Bruselas, compuesto por tres colombianos que se unieron para explorar con ritmos afrocaribeños, como el mapalé, y unirlos con el funk, el jazz y el rock, logra una explosión que satura todos tus sentidos. Esta es una súper banda compuesta por músicos muy virtuosos —donde se destaca el saxofonista vietnamita por su caricaturesca apariencia— que te revienta el cerebro con su energética y descontrolada forma de tocar. Sobre todo Rafael Espinel, el líder de la banda que no paraba de saltar, gritar, bailar, correr y cuando coje el tambor parece un demonio. Desde 2012, esta banda ha estado girando por todo Europa y Estados Unidos con su intenso sonido y este año tiene planeado tomarse Latinoamérica con su demoledor sonido. Algunas de sus canciones tenían un venenoso ritmo afrocaribeño hecho por los tambores de Rafael y Natalia Gantiva —la carismática percusionista de la banda que hizo delirar al público—, de fondo, el resto de la Chiva tocaba rock con mucha potencia. A veces, incluso los temas tomaban un matiz estilo hardcore con un aire a Rage Against The Machine. Al final uno terminaba súper agotado con esa mezcla de sonidos y colores tan agresiva, pero a la vez genial y energética.

Anivál Velásquez. Fotografo: Omar Rueda. Cortesía de Festival Centro 2016

El Día Fiesta del Festival Centro fue aumentando su intensidad con cada presentación. Cada una de las propuestas hizo bailar a la gente de distintas formas y creó una serie de ambientes muy distintos, que fueron desde la oscuridad hasta el descontrol pasando por la calma y la experimentación, pero faltaba la cereza del pastel. Y ya que el sábado también comenzó todo el ritual del Carnaval de Barranquilla, los bogotanos tuvimos el privilegio de recibir a un personaje que durante más de 50 años ha prendido los bailes en La Arenosa. Aníbal Velásquez, un hombre que con su estilo único y veloz revolucionó el acordeón cuando se inventó la guaracha, y en esta ocasión llegó acompañado de los Locos Del Swing, su orquesta y cinco acordeones con los que puso a vibrar el teatro que estaba lleno. El maestro tiene 78 años, lleva bigote y usa sombreros de vaquero, y a pesar de estar ahogado por la altura y afrontar problemas de sonido durante toda la presentación, se mandó un conciertazo. Clásicos como “Turco Perro”, “Carruseles” y “Guaracha España” pusieron a bailar pegadito a más de uno. El maestro constantemente hacía chistes y decía cosas como: «No entiendo por qué si aquí hay tantas mujeres bonitas los hombres no cogen su pareja y se ponen a bailar», o «con un público así puedo tocar 20 días seguidos. Pero si me pagan». Aníbal, también tocó el piano y su hermano Cheo Velásquez lo acompañó cantando varios temas. Entre el público habían cachacos viejos, jóvenes alternativos y hasta niños que no paraban de moverse al son de este patrimonio viviente que demostró su increíble dominio del acordeón. La mejor forma de terminar un día de calor, sudor, baile y rumba. Gracias maestro por traer "la diversión que hacía falta en mi país".