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Música

Así se vive un festival de música en Ecuador

La cuarta edición del festival Carpazo demostró que la escena independiente ecuatoriana es cada vez más fuerte.

Hace 5 años, en una cancha de fútbol de tierra junto a la calle, se celebró la primera edición de El Carpazo. En esa época nadie en Ecuador estaba acostumbrado a pagar por la entrada a un festival, pero el pasado 11 de junio, eso pareció haber quedado mitificado en otro tiempo. En un country club cerca de Quito, las carpas de circo que identifican a este festival se alzaron después de que el terremoto obligara un cambio de fecha. Tras cuatro ediciones –una más exitosa que la otra–, este festival ha llegado a ser tan sólido como para marcar un antes y un después en nuestra escena, y sobre todo, contribuir a que sonemos coherentes al llamarla así. Es un fruto del cambio en la mentalidad del público y de las bandas, logrado por el compromiso de un montón de fans que ahora valoran a sus grupos y los sienten como el soundtrack de sus vidas.

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En su cuarta edición, El Carpazo recibió quince bandas bajo dos carpas gigantes de circo que pintaban al público de colores cada que se filtraba el sol entre sus lonas. Desde Chile, llegaron Vectores y Astro. Cuarteto de Nos vino para representar a Uruguay, y Onda Vaga para hacer lo propio por Argentina. No obstante, la presa del caldo estaba en los once titulares ecuatorianos, una selecta escuadra de lo mejor de la vieja y nueva escuela de Quito, Guayaquil y Cuenca. Guardarraya y Rocola Bacalao estaban en la vanguardia del cartel, demostrando, con sus casi dos décadas de carrera, que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Jazz the Roots, 3vol, La Máquina Camaleón, Mamá Soy Demente, Jodamassa y Sexores conformaban algo así como el medio campo; tendrán menos años, pero suenan con la misma fuerza. Finalmente, Paola Navarrete, Les Petit Bâtards y Radio Invasor, los más emergentes del line-up, cerraban la retaguardia con furia.

El Carpazo se está convirtiendo en una tendencia que jala cada vez más adolescentes para hacerlos sentir cool por estar ahí escuchando música independiente local y no estar escuchando reggeatón en otro lado. A este paso, tras despertar a una audiencia tan ansiosa de alimentar los sonidos de sus bandas locales, hay muchas esperanzas de que El Carpazo llegue a igualar en pocos años la magnitud del Estéreo Picnic. Para los que estuvimos ahí ese día, se siente el orgullo por ver que lo local se está fortaleciendo lo suficiente como para que las carpas comiencen a atraer a lo más grande de la música alternativa en el mundo. Así lo vivimos.

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