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Todo lo que tiene que saber sobre las cartillas de género del Ministerio

Desde un cómic belga hasta la petición de renuncia a la ministra de Educación.

La imagen es de de la página de Facebook "Crearé mi propia página con juegos de azar y mujerzuelas - sin censura 3.0".

Para todo el despelote que se ha armado esta semana (y que no para) se necesitaron más bien pocos ingredientes. Una mentira: el cómic homoerótico belga que algún malintencionado hizo pasar por un documento pedagógico del Ministerio de Educación. Un mandato de la Corte Constitucional: acabar con la discriminación en los colegios. Una verdad que causó escozor: las cartillas, ahora sí reales, para orientar a profesores sobre asuntos de género que trascienden la ley divina. Y Gina Parody: una ministra de Educación impopular. Una ministra de Educación lesbiana. Meta todo eso en una licuadora, como pasó durante la última semana, y el resultado es la gigante demostración de que una buena parte de la sociedad colombiana sigue siendo conservadora. Y que otra buena parte, que se junta con la anterior, está confundida y desinformada.

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Miremos los comentarios en redes sociales, la información en los medios y la marcha de ayer, en rechazo a la intención del Ministerio de Educación de promover una guía para revisar que los manuales de convivencia de los colegios no fueran discriminatorios, dejaron claro que la discusión se ha basado en malentendidos, ha caído en ligerezas y en muchos casos ha terminado en peleas desinformadas de parte y parte.

Acá, en VICE Colombia, les explicamos de qué se trata todo este asunto y por qué debe importarnos.

Desde la semana pasada empezó a circular por redes sociales un rumor que decía que en los colegios públicos del país se estaba repartiendo una cartilla con imágenes homosexuales explícitas. La información dio pie para que muchos padres de familia se alarmaran y empezaran a gritar a los cuatro vientos que Gina Parody estaba orquestando un plan macabro para volver homosexuales a los hijos de todos. La cartilla, sin embargo, resultó siendo falsa: era un cómic belga llamado "En la cama con David y Jonathan" y nada tenía que ver con la educación colombiana. Pero ya les comentaremos qué opinan los creadores de este cómic, a quienes entrevistaremos en los próximos días.

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Hasta ahí todo muy claro. Un clásico episodio de mentira que se vuelve verdad a punta de repetirla en mil ocasiones (pero que, igual, sigue siendo mentira).

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Luego llegó la cartilla verdadera. En la página web del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) apareció colgado un documento llamado "Ambientes escolares libres de discriminación. Orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas en la escuela". Nuevamente, muchos dijeron que esa era una estrategia para "adoctrinar a sus hijos", que la cartilla pretendía imponer la forma en que hay que enseñar en los colegios, que se había pagado una millonada a una ONG pro gay para introducir la "ideología de género" en los currículos académicos.

Ahí hay verdades, verdades a medias, confusiones y mentiras.

Lo primero: sí existe la cartilla. Fue realizada en el marco de un convenio de 2015 entre Unicef, UNFPA, el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas y el Ministerio de Educación. Sin embargo, como explicó el Ministerio, el documento que apareció en las páginas de las Naciones Unidas es un borrador abierto a modificaciones. Y, según aclaró esta mañana el presidente Santos, "se publicó sin autorización". Para su elaboración fueron consultados varios colectivos o instituciones: la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional, Colombia Diversa, la Red de Mujeres Diversas, Parces y la Secretaría de Educación de Bogotá.

Orlando Castañeda, senador del Centro Democrático, denunció que el Ministerio pagó 1.500 millones de pesos para elaborar esas cartillas, pero esa afirmación es confusa. La cifra sale de un convenio marco que se hizo con el PNUD, UNFPA, Unicef y Colombia Diversa. Mejor dicho, el convenio marco tiene otros ejes y objetivos que están en desarrollo y que trascienden la cartilla.

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Ahora, ¿qué es lo que lleva adentro el súper polémico documento? El primer punto, y de donde se desprende todo el resto de la cartilla, pretende explicar por qué es importante conocer y respetar las orientaciones sexuales y las identidades de género no hegemónicas. La respuesta, muy a grandes rasgos, es sencilla: porque así los niños, niñas y adolescentes pueden vivir sin miedo a su sexualidad y el desarrollo de su personalidad.

Luego explican conceptos como sexo, género, orientación sexual, identidad de género y expresión de género. ¿Para qué? Para que los comités de convivencia escolar estén informados a la hora de pensar cómo construir los manuales de los colegios.

¿Es necesario enseñar en los colegios conceptos como género y orientación sexual?, ¿es esa una forma de imponer a los niños la "ideología de género" que tanto han mencionado estos días?, ¿existe realmente esa "ideología de género"?, ¿es posible que un niño heterosexual vuelva homosexual por aprender que existen otras opciones?

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A principios de la semana pasada, el procurador Alejandro Ordóñez armó revuelo cuando dijo que "estamos ante el diseño de un instrumento institucional que pretende adoctrinar a nuestra niñez en la ideología de género" y agregó que se estaba poniendo en riesgo "el derecho que tenemos los padres de familia a escoger la educación de nuestros hijos". Sobre esa misma línea, el senador Álvaro Uribe dijo que "decir que no se nace mujer u hombre sino que eso lo define 'la sociedad' es un abuso a los menores, un irrespeto a la naturaleza y a la familia".

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Lo que han tratado de dejar claro el Ministerio y las organizaciones defensoras de derechos LGTBI es que enseñar no significa imponer sino ampliar la información para que se entienda y se respete la diferencia. En una columna de La Silla Vacía, Julieta Lemaitre explica que esa "ideología de género", un concepto popularizado hace años por la Iglesia Católica, es entendida por quienes usan el término, según explica la profesora Julieta Lemaitre en su última entrada en La Silla Vacía, como cualquier posición que no acoja la idea de que la identidad sexual y los roles de género son eternos, ligados a los genitales, inmutables y solo dos.

Ni la cartilla ni los activistas ni nadie hasta ahora ha dicho que quiere convertir a los hijos de otra persona en homosexuales o transexuales. Los esfuerzos van más por el lado de la necesidad de que los niños y jóvenes aprendan que, independiente de sus creencias, hay otras posibilidades que otros niños y jóvenes quieren manifestar libremente, sin que los irrespeten o los juzguen.

La cartilla incluye decenas de preguntas y contrapreguntas puestas allí para abrir una discusión sobre la forma en la que se abordan todos estos temas en los colegios y, por lo que allí se lee, no buscan obligar a los profesores a imponer cosas a los niños: pretenden, más bien, fomentar la reflexión alrededor de escenarios cotidianos donde podría haber discriminación.

Un ejemplo: "¿se han identificado, en el establecimiento educativo, situaciones de violencia o acoso escolar relacionadas con las orientaciones sexuales o identidades de género no hegemónicas?". Si la respuesta es sí, la cartilla abre nuevas preguntas: "¿cómo fue abordada la situación?, ¿de qué manera se trabajó para garantizar el derecho a la educación, en un ambiente sano, a las personas violentadas o acosadas?, ¿el abordaje incluyó acciones de formación y sensibilización para evitar la ocurrencia de nuevas situaciones?".

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Si la respuesta es no, más preguntas: "¿es posible que estas situaciones estén ocurriendo en el establecimiento y sean invisibles para el comité de convivencia escolar o para los docentes?, ¿estarán normalizados la violencia y el acoso hacia personas con orientación sexual e identidades de género no hegemónicas y por eso no se identifican?".

¿Y por qué ahora les dio por reformular los manuales de convivencia?

Hay un precedente grande: el caso de Sergio Urrego, el joven que se suicidó a raíz del acoso y la discriminación sistemática de la que fue víctima en el colegio. En la sentencia T-478 de 2015, la Corte Constitucional dijo que el colegio sí había discriminado a Sergio por su orientación sexual. Sobre los manuales de convivencia explicó que "la facultad que tienen los establecimientos educativos para definir el Manual de Convivencia encuentra sus bases y sus límites en la Constitución, especialmente en la defensa por la pluralidad y el respeto a la diversidad" y que "no resulta válido que los colegios pretendan intervenir a través de sus manuales y posteriormente con procedimientos y sanciones, en la libre escogencia a que tienen derecho los estudiantes de inclinarse por la orientación sexual o la identidad de género de su preferencia".

Clarito.

La Corte le ordenó al Ministerio de Educación hacer "una revisión extensiva e integral de todos los Manuales de Convivencia en el país para determinar que los mismos sean respetuosos de la orientación sexual y la identidad de género de los estudiantes y para que incorporen nuevas formas y alternativas para incentivar y fortalecer la convivencia escolar y el ejercicio de los derechos humanos, sexuales y reproductivos de los estudiantes". De ahí sale la idea de la cartilla orientadora.

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Pero, contrario a lo que se ha dicho de un lado y otro, ni el Ministerio ni la Corte pueden diseñar directamente la redacción de los manuales.

El viceministro de Educación Preescolar, Básica y Media, Víctor Saavedra, explicó en una rueda de prensa que "la revisión de los manuales de convivencia se hace en el marco del comité de convivencia escolar de cada colegio, revisando si está cumpliendo o no el colegio con la Ley y la Constitución". Esto quiere decir que los colegios y sus comités de convivencia tienen autonomía de diseñar los manuales como mejor consideren de acuerdo a su visión, sea la que sea. Pero, si hay denuncias de que los manuales discriminan, las Secretarías Departamentales de Educación están encargadas de hacer la revisión.

La Corte, en sentencias anteriores a la de Sergio Urrego, había dado luces sobre hasta dónde puede un colegio intervenir y sancionar la conducta de un estudiante. Todo con el fin de proteger la intimidad de juicios externos y discriminación. La Corte habló de tres escenarios en los que se enmarca la potestad de los colegios para limitar y sancionar comportamientos de sus estudiantes:

El educativo, que tiene que ver directamente con las actividades académicas, puede ser controlado con rigor por los directivos si ven que se entorpece el proceso formativo. Otro, el de actividades de proyección institucional, como los encuentros por fuera del colegio, donde las instituciones todavía pueden imponer sanciones si se degrada la imagen del colegio. Y un tercer escenario, estrictamente privado, donde las conductas no interfieren con la actividad académica, que "no pueden ser objeto de ninguna clase de sanciones disciplinarias por la sencilla razón de que hacen parte del desarrollo privado y autónomo del individuo". En ese tercer escenario entra la orientación sexual.

No está de más aclarar que el blindaje que da la Corte no es solo para personas con orientaciones sexuales distintas, sino para cualquier tipo de discriminación: raza, religión, discapacidad, orientación política, etc.

En una carta enviada a Gina Parody, la senadora liberal Viviane Morales dijo que "el capítulo de las cartillas es una arbitrariedad con que el Ministerio de Educación pretende imponer la ideología de género como política pública en nuestros colegios y en la formación de nuestros niños, niñas y adolescentes". Los colegios, sin embargo, no están obligados a incluir el contenido de las cartillas en sus manuales de convivencia. ¿Deberían considerarlo? La Corte sentó un precedente que explica exhaustivamente cuáles son los peligros de no frenar la discriminación.

Sergio Urrego fue un ejemplo.


*Aclaración: después de escribir esta nota, el presidente Santos salió a decir que no autorizaría las cartillas.