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El millonario tailandés que mató a un policía con su Ferrari

Uno de los herederos del imperio Red Bull está a la espera de juicio después de, supuestamente, tomarse unos tragos, meterse unos pericazos, chocar su Ferrari contra un policía, dejarlo ahí muerto y huir a la mansión familiar.

A tope con su Red Bull.

Uno de los herederos del imperio Red Bull está a la espera de juicio después de, supuestamente, tomarse unos tragos, meterse unos pericazos, chocar su Ferrari contra un policía, dejarlo ahí muerto y huir a la mansión familiar. Todo esto pasó en Bangkok. Después de tres aplazamientos, el fiscal prometió presentar finalmente su acusación el próximo 19 de junio.

Si hablas con cualquier tailandés te dirá que este güey, de 28 años, no pisará la cárcel y si lo hace será por poco tiempo. Su familia posee la cuarta mayor fortuna del país y la 205 del planeta, según Forbes. Y eso pesa. Si hubiera atropellado a tres niños muertos de hambre se habría librado de este problema. Su cagada fue que le dio a un policía. La riqueza familiar proviene del abuelo, el inventor del Red Bull. Sí, amigos, el Red Bull es tailandés y al primero a quien le dio alas fue a Chaleo Yoovidhya, hijo de una familia pobre de inmigrantes chinos que, harto de criar patos y vender fruta en el norte de Tailandia, se marchó a buscar suerte a la capital. Empezó como conductor de autobús y luego como vendedor en una farmacéutica, donde en los años 70 se le ocurrió la idea que cambió su vida. Y la nuestra. Había una bebida energética de la empresa que se vendía como rosquillas entre los camioneros, así que Chaleo decidió hacer la suya propia e intentarlo por su cuenta. Mezcló un montón de químicos excitantes, como la efedrina que sigue siendo legal en Tailandia, le dio ese sabor irresistible que todos conocemos y lo llamó Krating Daeng. Daeng es “rojo” en tailandés. Y Krating significa gaur, un animal parecido al bisonte que puede superar los dos metros de alto y los tres de largo. A principios de los ochenta, el austriaco Dietrich Mateschitz se aficionó a la bebida para quitarse el jet-lag en las visitas que realizaba a Bangkok como representante de una marca de dentífricos. Dietrich le propuso a Chaleo ampliar horizontes y en 1984 crearon una sociedad a partes iguales. El resto es historia. Chaleo también lo es porque murió el año pasado, meses antes de que su nieto (e hijo de Chaleo Jr., el nuevo jefe del negocio), se llevara a un policía por delante. El incauto heredero se llama Vorayuth, aunque sus amigos le dicen “boss”. Vamos, el puto jefe al volante de su Ferrari. Marca que, por cierto, comercializa en Tailandia la empresa de papá. Es a él a quien le toca ahora sacar a su hijo de este pedo. Los análisis hechos después del accidente revelaron que Vorayuth había consumido cocaína y superaba por poco el nivel permitido de alcohol. Por poco, quizá porque las pruebas se hicieron después de que pasara muchas horas atrincherado en casa con un ejército de policías rodeando el lugar. Para dar con la mansión sólo bastó con seguir el rastro de gasolina que había dejado su coche. Tocaron el timbre, salió la sirvienta y les dijo algo como que “el señorito no se encuentra en casa en este momento”. Pero no aplicó. Tampoco aplicó cuando el chófer de la familia se prestó a echarse el pedo encima. Al infeliz le cayó una multa por falso testimonio, aunque suponemos que paga el amo. Vorayuth terminó confesando. Había un montón de testigos y cámaras que lo grabaron surcando las calles a 170 km/h, 90 por encima del límite. Sí, en Tailandia es legar ir a 80 por la ciudad. Según su versión, el policía, un hombre de 47 años que iba en moto, se cruzó en su camino de repente. Pero los informes indican que la moto iba delante, porque el “boss” la arreó por detrás. También negó haber superado el límite de velocidad, aunque la víctima salió volando a 200 metros de distancia. Su abogado añadió que tampoco había bebido antes, sino después del accidente. Suponemos que los pericazos también se los metería al llegar a casa, claro, para recuperarse del susto. Y es aquí cuando aparece el padre con la chequera: 500.000 bahts (unos 13.000 euros) para la fianza del niño y tres millones de bahts (otros 77.500 euros) para que los hermanos de la víctima renunciaran a presentar una demanda civil. El funeral también corrió por su cuenta. De lo que no han podido librarse todavía es de los cargos criminales. Conducción temeraria con causa de muerte y huída del lugar del accidente. La noticia fue muy grande como para poder taparla. Y llueve sobre mojado. Hace tres años la hija de una aristocrática familia tailandesa chocó con su Honda Civic contra una furgoneta y mató a nueve personas. Nueve. Pues nada, la condenaron a siete años, sin licencia y listo. Total, tenía 16 cuando ocurrió el accidente y ya iba sin licencia. Todo el país siguió aquel caso y eso no evitó que la chica se saliera con la suya, así que lo mismo puede ocurrir con el heredero de Red Bull. De momento, el fiscal está esperando a que la policía se decida a presentar o no el cargo por superar el límite de alcohol. Si lo hace, a Vorayuth podrían caerle diez años. Pero, si se elimina el alcohol de la ecuación, la pena máxima es de dos años. De la cocaína no se ha vuelto a hablar. De lo que sí se ha vuelto a hablar es del gran acontecimiento que la empresa familiar tiene previsto para 2015: el primer Gran Premio de Fórmula Uno de Bangkok. Tras varios años de negociaciones y convenientemente estimulado por Red Bull, Bernie Ecclestone accedió a montar aquí una carrera. Aunque desde esta temporada ya hay controles antidoping en la F1. El Red Bull tailandés se vende en botella y en lata. Cuesta mucho menos que el importado de Europa, es más dulce, sin burbujas y pone bastante más. Tiene el doble de taurina y más del doble de cafeina y de vitamina B3. A diferencia del europeo, no contiene vitaminas B6 ni B12, pero sí B5.