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'La serie se llamará 'JJ': Disney tenía los derechos de Popeye': una charla con Popeye

Esta semana nos sentamos a charlar con el hombre que pasó de ser mano derecha de Pablo Escobar a víctima de atracadores motorizados.
Foto por Julián Gallo.

Luego de pasar 23 años en la carcel, los últimos 12 en confinamiento solitario, Popeye se ha convertido en uno de los tipos más sobrexpuestos de Colombia. "Popeye arrepentido", su canal de Youtube, tiene más de 200.000 suscriptores, una entrevista que le hicieron, más de millón y medio de clics; Netflix está trabajando en una serie sobre su vida; lo que sea que tenga que ver con su vida sale en las noticias. Esta semana nos sentamos a charlar con el testigo de todo y el sospechoso de siempre, John Jairo Velasquez, alias Popeye.

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VICE: Popeye, usted volvió a estar en las noticias la semana pasada, pero esta vez como víctima de un atraco callejero, ¿siente que los bandidos de hoy en día no respetan nada? Popeye: Lo que pasa es que antes la ciudad era mucho más pequeña. Hoy en día es mucho más grande y hay más bandidos. Todavía quedan algunos bandidos de élite: gente seria, gente con códigos de honor, gente que no va a asaltar a la señora, gente que no va por una cartera. Pero la ciudad ha cambiado y ahora hay mucho bandido de esos que andan en la motico que no tienen ninguna ética, nada. Salen es solamente a robar.

A mí me atracaron pero eso no es nada. Aquí están atracando a todo el mundo. El otro día mataron a un ciudadano japonés; el otro día, a una señora embarazada. Mi atraco salió en noticias porque yo estuve conversando con Gustavo Rugeles, de Las dos orillas, y le conté que me habían atracado el otro día. Y la noticia ya le dio la vuelta al mundo. Antes Popeye era el jefe de las caletas, el jefe de la Oficina de Envigado, el jefe de la mafia, el jefe de todo. Ahorita se dieron cuenta que yo no estoy con la delincuencia porque me asaltó la delincuencia.

Antes de ser bandido, usted probó suerte en las fuerzas armadas, ¿esa trayectoria es común en el bajo mundo?
Mire, yo soy un hombre de armas. Traté de buscar la legalidad: estuve en la marina, de ahí viene mi apodo; después estuve en la Escuela de Oficiales de la Policía Nacional, que es una gran escuela, toda una universidad policial, allí no aguanté. Me retiré porque un superior me dijo que yo era un gran cadete y que, cuando me graduara, seguro algún mafioso me iba regalar un carro. Eso me desmotivó.

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Gente que haya estado en la fuerza pública y ahora esté la criminalidad hay muchísima. Orlando Henao, 'el hombre del overol', hombre fuerte del Cartel del norte del Valle, fue policía. Victor Patiño Fómeque, el gran narcotráficante, también fue policía. Y así hay muchos.

¿Por qué? Porque hay gente que ama las armas y para los que aman las armas está la institucionalidad. Y si no puede estar uno en la institucionalidad pues entonces se va a buscarlas en la mafia.

Usted dice a menudo que es "la memoria histórica del cartél de Medellín" y ha colaborado con la justicia en muchos procesos, pero El Espectador publicó la semana pasada una investigación que pone en duda su versión y la versión oficial del atentado del avión de Avianca y sugiere que fue un accidente por una falla técnica, ¿le preocupa que esto afecte su crediblidad?
Mire, eso es solamente la investigación de un periodista y ellos pueden decir lo que quieran. Yo no participé en la bomba del avión de Avianca pero yo lo vi desde el interior del Cartel de Medellín y varios testigos lo han corroborado, como Hernando Gomez, alias Rasguño, quien ha testificado en contra de la justicia colombiana desde Estados Unidos. La bomba la subió al avión Carlos Castaño con ayuda del DAS.

La Fiscalía no le para bolas a estas investigaciones. Estos son sofismas de distracción, quién sabe que interés estará defendiendo este periodista. Esto no tiene ningún peso probatorio. Si mi credibilidad como testigo se afecta por esto, yo no tengo ningún problema. A mí la Corte Suprema de Justicia ya me ha dado credibilidad en dos casos: el del Palacio de justicia y en el de la muerte del doctor Luis Carlos Galán. A mí no me preocupa nada la investigación del periódico El Espectador.

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Con su libertad también llegó toda la presión de ser una figura pública: la gente lo graba en la calle, los medios comentan sus andanzas, etcétera, ¿ha llegado a extrañar la soledad de la cárcel?
Pues la soledad del calabozo me gusta, pero la libertad es muy hermosa. Hay que luchar porque esto es una guerra y a mí no me prepararon para la libertad. El cerebro estaba acostumbrado a las tres columnas del calabozo. Ahorita se está ajustando a la ciudad, estoy luchando. Yo soy acelerado, voy a tener mucho más cuidado. No me puedo dejar provocar.

Yo me estoy resocializando pero nadie me ayuda: yo no puedo abrir una cuenta en un banco, yo no me puedo afiliar a salud, yo no puedo ni siquiera tener seguro de mi automóvil. En ninguna parte me aceptan e inclusive he tenido que trastearme de algunos lugares. Entonces sí, yo extraño mi soledad, pero tengo que acostumbrar mi cerebro a la selva de cemento.

En sus épocas de bandido, ¿usted y sus demás compañeros consumían del producto del cartel?
Jamás, estaba prohibido. El patrón sí fumaba marihuana y no había problema con eso. Pero lo otro nunca. El que metía era Carlos Lehder.

¿Ha visto las series que se han hecho sobre Escobar?
No, porque yo estoy escribiendo y no quiero contaminarme.

Y ahora que Netflix está a punto de estrenar una sobre su vida…
Así es. Se llama JJ, porque Disney tenía los derechos del nombre Popeye. Yo no estoy colaborando directamente pero ellos están basándose en mi libro Sobreviviendo a Pablo Escobar.

¿Usted siente que luego del éxito de las series sobre Escobar, le llegó la hora a Popeye?
Pues ahí vamos siguiendo los pasos. Pero siempre con toda la admiración y respeto para el patrón. Ahora con Netflix le voy a llegar a más de 80 millones de personas en el mundo, estoy trabajando en un proyecto con Hollywood y ahí vamos, arrastrando la maleta.