El homenaje a lo efímero de José González

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El homenaje a lo efímero de José González

El proyecto fotográfico Todos Somos Buenos pasa de lo estático al movimiento en una nueva serie web de 21 episodios. Un viaje americano al revés, de Nueva York a Bogotá, para descubrir la bondad que se esconde tras las historias de los desconocidos.

Exposición callejera de Todos Somos Buenos en el centro de Medellín, en el marco del Festival Itinerante de Artes Audiovisuales Colombianas (Fidaac). Fotografía por José Alejandro González.

"Siempre he dependido de la bondad de los desconocidos"
_–Tennessee Williams,_ Un tranvía llamado Deseo

Si hay algo que ha fascinado a la humanidad desde la aparición de la fotografía es el valor del instante. Lo efímero, lo que pasa inasible entre el cúmulo de información cotidiana, es un bien preciado que logramos domesticar al crear dispositivos de memoria que nos permitieran fijar una realidad escurridiza. Actualizando la frase del calígrafo y pintor chino Shitao, la fotografía nos permite salvar las cosas del caos en que se encuentran.

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De esa obsesión es heredero José Alejandro González, el fotógrafo colombiano que viajó desde Nueva York hasta Bogotá, en barcos, buses y trenes, recorriendo cerca de 17.000 kilómetros intentando fijar la bondad de los desconocidos. De José Alejandro ya conocíamos su proyecto de retratos de cientos de personajes que encontró en su recorrido, pero ahora el fotógrafo rompe la estática de los rostros para traerlos a la vida en formato video en la nueva serie web Todos somos buenos.

José Alejandro es un flâneur contemporáneo, ese animal citadino que Baudelaire describiera como un botánico de aceras, que se instala en el corazón de la multitud, "en medio de lo fugitivo y lo infinito" –diría el francés–, y que extrae de ella fragmentos brillantes para hacer de la masa su familia y celebrar la vida.

Eso es precisamente Todos somos buenos, una festival de la vida, "un homenaje al momento", como diría González. "Creo que estoy intentando validar el universo en el que llegué a vivir, mirar a los otros es una manera de aceptar la existencia de todo, algo que poco a poco se me ha convertido en una fuente de respuestas".

El viaje comienza en Nueva York, donde fue a parar José Alejandro luego de un momento crítico en que perdió su empleo en Colombia, a su novia y su papá fue diagnosticado con Alzheimer. Este último revés lo había puesto ya, y durante siete años, en la labor de grabar la vida de Lorenzo González para intentar salvar del olvido ineludible algunos fragmentos de su padre.

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Pero es en el invierno de 2013 que González comienza su búsqueda por la bondad humana. Movido por la necesidad de encontrar algún pedazo de paz mental, según me cuenta, comienza a retratar desconocidos en las calles de Nueva York.

Su lente no está dirigido hacia las vidas glamurosas, pero sí hacia el brillo que se esconde tras la celebridad callejera, el habitante de la calle, la transeúnte que sonríe, el músico que espanta con su instrumento las adversidades. Lo que le interesa a González es el encuentro fugaz con los otros que a veces parece tan lejanos, pero en los que tal vez podamos encontrar un nos-otros contenido.

"En ellos veo valores y formas de vivir que me inspiran y motivan en este camino, escucho sus conversaciones, sus quejas, sus motivaciones ante la vida, la forma de asumir sus realidades", me cuenta José Alejandro. "Me gusta ver cómo la gente es capaz de sonreír, de enojarse, de seguir adelante, todo esto es parte de un homenaje colectivo en el cual creo incluirme".

El primer webisodio de Todos somos buenos nos abre la vida de Oswaldo Gómez, la Reina de Queens, abogado de la Universidad de Antioquia y maestro en filosofía y letras que se pasea por las calles del barrio chino vestido como una reina de corazones. Un personaje colorido, callejero y cotidiano, que pone su felicidad en hacer reír a los otros y cuya filosofía es "vivir el día a plenitud".

A Oswaldo lo conoció en Manhattan, una mañana en que derivaba por la ciudad, sin plan alguno. "Iba con el equipo listo pero sin saber que se iba a grabar el primer capítulo de una serie. Aún no sabía nada de para dónde iba todo esto", me cuenta José Alejandro. "Entonces me dediqué a caminar hasta que apareció de la nada Oswaldo, primero lo vi, luego escuché su acento, tardamos menos de cinco minutos en conectar y comenzamos un día largo en el cual lo acompañé en su performance".

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Ese día terminó a la media noche en las calles de Queens. José Alejandro se despidió de Oswaldo y tras el encuentro nunca más supo de él. "Nunca más me contesto el teléfono, ese día desapareció para mí, aunque esa noche también conocí a Alvaro, un colombiano de 62 años que se convirtió en mi mejor amigo. Durante seis meses grabé su cotidianidad en las calles neoyorquinas. Él me abrió las puertas de toda la ciudad".

Y a partir de allí comenzó su aventura de vidas sucesivas, que resultaron en su trabajo fotográfico y en los 21 episodios que lanzará semanalmente. "Todos los personajes que me encontré hacen parte de lo que yo llamo magia del momento, son lugares comunes en los cuales me encuentro con mi cámara y comienza la inmersión", me cuenta.

Un mapa continental formado por fragmentos de vidas salvados del caos por el lente de González, y puesta en la web –ese otro remolino virtual– como una piedrita brillante a la memoria de los desconocidos. Quizá para recordarnos que todos estamos un poco a la deriva, que aún somos animales gregarios cuya fuerza y precariedad radica en nuestra necesidad de juntarnos alrededor de una pequeña canica azul que cae libremente hacia el vacío.

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Si se quedaron antojados de lo que viene, les regalamos en exclusiva el segundo episodio de Todos somos buenos.

Para seguirle la pista a Todos somos buenos entra a su sitio web. ¡Ah! Y no sea mala papa y tenga la bondad de seguirlos en Facebook / Twitter / Instagram / Youtube.