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Sexo

Fui a un curso de orgasmos para averiguar qué nos queda por aprender sobre el clítoris

Según la gente detrás de la "Meditación Orgásmica", el no contacto visual y una mano con guantes de látex y lubricante son las claves para el clímax.

Si soy totalmente honesta, la clase de educación sexual de mi colegio femenino fue terrible y desacertada. Me acuerdo que nuestra profesora de biología decía que, cuando un hombre (y sólo un hombre) llegaba al clímax, se le llamaba "llegar al orgasmo". Tal como se esperaría de una introducción así de críptica frente al sexo, las experiencias formativas tuvieron más que ver con dos botellas de vino y un tipo al que había insultado 30 minutos mientras me echaba dedo en una cabina telefónica.

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Hablar de sexo y de intimidad sexual es algo que la gente hace en Alemania, Escandinavia, y posiblemente en la costa oeste de Estados Unidos, pero no en Inglaterra… ni en Colombia.

Pero bueno, hay que olvidarse de eso. Durante las pascuas opté por inscribirme en la sesión introductoria de Meditación Orgásmica: una importación gringa que intenta ayudarle a la gente a lograr intimidad y a conectarse, el uno con el otro, por medio de una cantidad específica de masajes al clítoris. La sesión ––que dura todo el día––, se dicta en un estudio al oriente de Londres y es dirigida por Rachel Tayeb, quien ha estado meditando orgásmicamente por una década.

Ella pasa una hora contándole a sus clientes ––que pagan 147 libras [casi $650.000 pesos colombianos] por el curso–– sobre su historia personal. Ella sufrió de anorexia y tres doctores diferentes le dijeron que nunca podría llegar al orgasmo. Pero un tipo llamado Kapil, de India, le contó a la audiencia de unas 60 personas sobre su incontrolable adicción a la pornografía. Los ponentes dicen que la MO les cambió la vida. Los que me acompañaban quedaron ensimismados. Creo que fue en ese momento que un tipo en mi fila empezó a llorar.

Pero retrocedamos un poco. La Meditación Orgásmica, nos dijeron, es una práctica que involucra la caricia del clítoris, ya sea por un hombre o una mujer ––muy concentrados en la tarea–– en sesiones de 15 minutos. No se permite el contacto visual y quien acaricie debe usar guantes, manteniendo la concentración en los genitales mientras se hacen preguntas cuyas respuestas sean 'sí' o 'no', como: "¿te gustaría que la caricia fuera más suave?" No hay conversación, no hay penetración, y sólo se puede referir a las vaginas como "cucas". Después de 15 minutos, el cronómetro se detiene y la sesión se acaba. Luego, el 'acariciador' presiona las palmas de sus manos contra la vulva de la mujer para reducir la inflamación en sus genitales.

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Después de las explicaciones, se pasa un micrófono por la habitación y todos tienen que decir su nombre y lo que están sintiendo. Esto sucede varias veces durante el día, en donde la gente dice que se siente curiosa, emocionada, inquieta o excitada. Muchos dicen que se sienten como "en casa".

Y después empieza la demostración. El acto principal del día. No pude llevar un fotógrafo, pero este es un ejemplo de cómo se ve, con estas imágenes que OneTaste ––la compañía detrás de la meditación orgásmica–– envió.

Un hombre y una mujer pasan al frente de la clase. Ella se ubica en una cama en frente de las sillas, sin ropa interior bajo su vestido. Pone sus pies en la mesa con las rodillas apartadas y el hombre se pone sus guantes de vinilo, se lubrica los dedos y empieza a acariciar suavemente su clítoris. En 15 segundos ella parece estar llegando salvajemente al orgasmo. La presión del salón baja y la audiencia queda cautivada. El tipo junto a mi, con quien acababa de tener una linda conversación, empezó a hacer sonidos guturales. La gente en la habitación expresó lo que sentían: cosquilleo en sus pies, un clítoris pesado, presión en las pantorrillas. Alguien dijo algo sobre el periné.

Hablé con Dette, una consultora de MO, encantadoramente alegre, y ex experta informática mexicana, quien dijo que le tomó tres meses asimilarlo completamente; pero luego su vida cambió. Primero un amigo se lo recomendó. "Cuando me mencionó la palabra 'clítoris', me dio rasquiña. Quería que parara de decirlo. Estaba viviendo en mi cerebro, no en mi cuerpo", dijo ella.

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"Al comienzo sentía latidos y sensaciones que nunca antes había tenido. Mis amigos científicos pensaban que necesitaba ir a un hospital", me contó. Escéptica e insegura, ella fue de todas formas y luego de su experiencia aceptó la MO, asegurando que después de eso todo mejoró, desde su vida sexual hasta sus relaciones familiares.

Al final del día la gente decía que esto se sentía como el primer capítulo del resto de sus vidas, y que por fin están accediendo a partes de ellos mismos que pensaban que estaban bloqueadas por siempre. Decían que se sentían parte de una nueva comunidad. Me sentía fuera de lugar y yo seguía seca como nunca, pero bueno. Algunas cosas que habíamos visto se sentían como algo que ya sabrías si hubieras salido o te hubieras metido con alguien comprometido al trabajo con el clítoris.

Pero de todas formas, esto me mostró que el orgasmo es posible fuera del viejo escenario de 'sexo heterosexual con la persona que amas'. Las personas en la audiencia creen que hay mucho más allá afuera – no sólo para sus vidas sexuales, pero en otras partes de sus existencias en el día a día. Si la MO ayuda a la gente a conectarse con otros y les enseña a venirse como toca, entonces no puedo discutir con eso.

Para más sobre orgasmos y la MO, mira este clip de un reciente episodio VICELAND, BALLS DEEP: