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Consejos de un hombre que estudió durante 55 años y tiene 30 diplomas

Su mensaje para los jóvenes: no se rindan demasiado pronto.
Photo courtesy of Michael Nicholson

Foto cortesía de Michael Nicholson

Michael Nicholson es un hombre de 75 años al que le encanta estudiar. Hasta la fecha cuenta con una licenciatura, dos títulos técnicos, 23 maestrías, tres especializaciones y un doctorado. Estudió durante 55 años seguidos y tiene 30 diplomas en total. Estos son sus consejos para los jóvenes.

Me levanto a las 4:00 a.m. y camino un poco más de tres kilómetros. Eso no quiere decir que todos se tengan que levantar a esa hora, pero sí es necesario tener una rutina. Si se quedan dormidos y no van a las clases de la mañana, luego estarán apurados, tratando de ponerse al día.

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Cuando estudié en el seminario, teníamos que usar camisa, corbata y traje. Ya no es así. La verdad, me da vergüenza ver lo que sucede en las universidades hoy en día. Todos se ven desarreglados. No saben cómo vestirse. Cuando voy a clase, me pongo pantalones khaki y una camisa informal. No me pondría camiseta, ni jeans, ni mucho menos shorts o sandalias, como acostumbran las muchachas. Hace cincuenta o sesenta años las chicas usaban zapatos, medias, faldas y vestidos. Se arreglaban el pelo.

Hoy en día todo el mundo entra con comida a los salones. La gente llega con su almuerzo y sus botellas de refresco o agua. Todo un banquete, además de las computadoras. Parece que la pasan bien. Normalmente me siento en la última fila y veo lo que hacen los estudiantes en sus computadores. Entiendo bien por qué se frustran los profesores. Mientras ellos dan clase y reparten material, los estudiantes están sumergidos en la computadora, en mil otras cosas que no tienen nada que ver con la materia. En mi época uno no se atrevía a molestar. Hoy, todo se vale.


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Estudié durante 55 años seguidos. Me gustaba hacerlo y obtuve títulos, así que en ese sentido fue productivo. Me acostumbré a la academia y quise continuar ahí todo el tiempo que fuera posible. Entre más aprendía, más quería saber. Me encantaría estar en clase ahora mismo. Pero hace un par de años me pidieron que parara. Rl doctor me dijo: "Estás envejeciendo". Supongo que tengo que aceptar eso.

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No estaba seguro de qué quería hacer con mi vida cuando me inscribí a mi primer curso universitario, pero tenía ideas generales de lo que quería saber. Fui al Detroit Bible College, y cada año el director de la universidad daba un discurso frente a los estudiantes que se llamaba "No renuncien demasiado pronto". Quería que todos nos graduáramos. Ese también es mi mensaje para los jóvenes: no se rindan demasiado pronto.

Realmente no importa lo que estudien, pero ojalá estudiaran algo que de verdad les interese. De otra forma, es probable que se rindan en el camino. En últimas, lo importante es conseguir el diploma. Después pueden hacer un posgrado o empezar una carrera que no tenga nada que ver con lo que escogieron inicialmente. Como mi esposa: ella estudió pedagogía y fue profesora por un tiempo, pero en los últimos 37 años ha trabajado en procesamiento de datos.

Conocí a mi esposa en el Bible College. Después me fui tres años a Dallas, a un seminario, y ella se quedó estudiando en Detroit. Nos escribimos cartas, y de vez en cuando nos llamamos. Nos casamos entre mi tercer y cuarto año.

Michael Nicholson y su esposa Sharon. Foto cortesía de Michael Nicholson.

El seminario fue mi programa favorito. Ahí fue donde realmente aprendí a ser un estudiante. Estaba lejos de casa, solo, y tenía que hacer algo que valiera la pena para poder regresar a mi hogar con la frente en alto. Eso significaba que no podía dejar mis tareas para la noche anterior. Si tenía que escribir un ensayo final, tenía que empezar con tres semanas de anticipación. Eso me convirtió en un buen alumno.

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No me llevaba mucho con mi compañero de habitación. Era muy expresivo, emotivo, y yo siempre he sido una persona callada. Él, en cambio, siempre tenía algo qué decir. Pero la verdad es que también me enseñó muchas cosas buenas. Llegó al seminario dos años antes que yo, así que me regaló algunos de sus libros y me prestó algunas tareas viejas. No peleen con sus compañeros de cuarto si no les agradan; probablemente tienen algo que enseñarles.

Es increíble todo lo que se puede aprender cuando uno permanece en silencio. La mayoría de gente siempre quiere hablar. Si uno escucha a las personas, realmente ponen atención. Luego uno les hace preguntas. No intento contarle a la gente todo lo que sé, porque, de todas formas, a menudo los otros saben más que yo.

Uno puede aprender más rápido de otros estudiantes cuando está en un salón de clase; puede acceder a su perspectiva sobre las cosas. Averigüen de dónde son, cuál es su historia y qué le pueden aportar a la clase. Así el profesor también puede hablar de sus experiencias, en vez de simplemente mostrar sus notas en la computadora.

Después de todo, esa es la idea de la universidad. Sí, conseguir un trabajo, pero también ampliar los horizontes, expandir la visión de mundo. Uno aprende lo que está pasando en el planeta. ¿Cómo se originó la Tierra? ¿A dónde nos dirigimos? ¿Cómo se relacionan las personas aquí?

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También hay que escuchar a los profesores. Es su clase, así que no intenten desafiarlos. Pero si están en desacuerdo con algo, háganlo saber. Por ejemplo, para poder graduarme de justicia criminal —mi diploma número treinta— tuve que escribir un proyecto final que debía tener mínimo 75 páginas. En mi investigación encontré información sobre un hombre que se volvió devoto de Jesucristo en la cárcel. Este hombre, creo, es el responsable de la muerte de Kennedy. Lo he visitado a la cárcel dos veces en los últimos años y tengo 27 cartas escritas por él.

Tuve varias discusiones sobre esto con el supervisor de mi proyecto. Hablábamos del asesinato de Kennedy y yo decía: "Para mí, esto pasó así". Si uno simplemente dice: "Estás mal, no sabes de lo que estás hablando", las cosas no salen bien. Siempre tenía cómo respaldar mi visión: "Esta es mi perspectiva, y aquí está la evidencia". Así al menos uno lo puede debatir.


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Concluí mi trabajo con una presentación de mi perspectiva sobre lo que pasó con Kennedy, y de cómo su asesino encontró a Cristo en la cárcel. Mi supervisor lo firmó. Él fue uno de los cuatro doctores que también lo firmaron, incluso cuando no compartían mi visión. Lo logré porque mi caso fue convincente, fue un caso con el que no pudieron estar en desacuerdo. De modo que así es como lidié con los profesores.

No estoy endeudado. Empecé a repartir el periódico de Detroit a los 11 años, y mantuve esa ruta por 11 años más, durante mi tiempo en la universidad. Así sobreviví los primeros cuatro años: repartiendo periódicos los siete días de la semana. Claro, en ese momento la universidad no costaba todo lo que cuesta hoy en día. Pero matricularme nunca ha sido un problema. He trabajado como profesor varias veces, y me dediqué a poner multas de estacionamiento por 11 años. Todo el tiempo que estuve trabajando, también estudié.

Sé que la deuda promedio de un estudiante en Estados Unidos es de 30,000 dólares tras cuatro años de universidad. ¿Vale la pena? No lo sé. Le temo a las deudas. No me gusta deberle nada a nadie, porque esa persona adquiere el poder sobre uno. Pero no sé qué más puedan hacer ustedes, porque ya no se consiguen los trabajos de antes. Trabajé en una fábrica durante un par de veranos, pero ya no existe ese tipo de empleos. El verano que trabajé en Chrysler, simplemente entré y dije que quería trabajar. Pero eran los sesenta. Si uno ahora quisiera esos empleos, tendría que irse a China o algo así.

Seguiría yendo a la universidad si mi condición física me lo permitiera. Así que ese es mi consejo: sigan estudiando. Sigan estudiando por todo el tiempo que puedan.

Como se lo relató a Emma Collins. Síguela en Twitter.