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elecciones 2018

Las elecciones al Congreso son más importantes de lo que usted piensa

No entendemos por qué a nadie le interesan si son fundamentales para los próximos cuatro años.
Montaje: Sebastián Comba | VICE Colombia.

Tal vez no haya mejor forma de arrancar con luces la última semana antes de las elecciones al Congreso, que leerse entera esta entrevista que le hizo la periodista Laura Ardila, de La Silla Vacía, al senador en retiro Roberto Gerlein, del Partido Conservador, quien estuvo atornillado en el Congreso desde 1978 hasta este año.

Por todas las cosas que dice allí Gerlein, es determinante sin duda la actividad que desarrolla el Congreso en Colombia. Y lo es también tener una cosa clara: ¿quiero que las cosas cambien? ¿Quiero que sigan como vienen?

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Por eso —y porque sabemos que las elecciones de Congreso son aburridas y complejas— les tenemos una guía para orientar el voto hacia sus verdaderos intereses.

Cómo votar

Las elecciones a Congreso no son tan atractivas como sus pares a la Presidencia. Varias razones acompañan este planteamiento: los candidatos son muchísimos. Solo algunos pocos están presentes en el imaginario nacional (Jorge Enrique Robledo, Rodrigo Lara, Germán Navas Talero, Antanas Mockus). Y para empeorar la cosa, no hay fotos de ellos en los tarjetones, sino números sueltos por ahí: el 1, el 110… De esos tenemos que escoger apenas un senador y un representante a la Cámara. Punto. Uno y uno, a pesar de que los candidatos sean cientos.

¿Difícil, no? Pues, sí. Pero tranquilo, le aclaramos.

1. Hay dos cámaras en el Congreso: el Senado y la Cámara de Representantes.

Por un miembro del Senado (digamos la candidata Angélica Lozano, de la Alianza Verde) puede votar cualquier persona del país. El Senado, se supone, está hecho para velar por los intereses nacionales. Por eso por Rodrigo Lara, #1 de Cambio Radical, pueden votar tanto en la Costa Atlántica como en Nariño y en cualquier otra parte de Colombia. Habrá este lunes que viene 102 senadores para ocupar el mismo número de asientos, descontando las adicionales que les den al partido de la Farc.

La Cámara de Representantes, por su parte, es un cuerpo colegiado que busca representar a los territorios. María José Pizarro, de la lista Decentes, busca un asiento en el Congreso por Bogotá. Si uno vota por ella (tarjetón de Cámara, movimiento decentes, #101) excluye la posibilidad de votar por algún representante de las comunidades afro o indígenas. En la Cámara, salvo algunas variaciones eventuales, deberá haber 166 representantes después del 11 de marzo.

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Así que la cosa es así, como para que haya orden. Hay dos tarjetones: uno para Senado y otro para Cámara. En ambos uno marca el movimiento o partido por el que quiera votar y luego, si están los números, marca el que represente al candidato de preferencia. Si no están los números, la lista es cerrada y el partido decide quién va primero. La conclusión final es: descubra si la lista es abierta o cerrada y, con base en eso, escoja previamente a un maldito candidato o partido para votar a conciencia.

2. La mayoría de listas serán abiertas. Es un riesgo que se han tomado los partidos. Un ejemplo: hace cuatro años, usted no necesitaba saber cuál era el candidato del Centro Democrático de su preferencia. Simplemente votaba por el partido y el sistema asignaba asientos según el número de votos que el partido consiguió, en el orden que el partido eligiera: Álvaro Uribe primero, etcétera.

Esta vez, usted tendrá que escoger. Sigamos con el Centro Democrático: ¿Álvaro Uribe o María Fernanda Cabal? ¿Paloma Valencia o Jose Obdulio Gaviria? Y así. Una lista cerrada es más fácil de manejar por cuestiones de entendimiento ciudadano, y también le da libertad al partido. Sin embargo, la lista abierta es algo mucho más representativo del clamor popular real.

No se confunda, entonces, con todos los números que le aparecen.

Llegue. Con. Un. Maldito. Candidato. Escogido. Previamente.

¿Por qué son tan importantes estas votaciones?

Digamos que hay un nivel teórico y uno práctico.

El Congreso es el foro democrático por excelencia: es allí donde se reúne una pluralidad de voces y pareceres que representan los deseos de un país. No solamente nacionales, sino, en su Cámara de Representantes, de cuestiones locales. Pero hay más: los congresistas hacen las leyes, pero también las niegan, realizan control político, eligen funcionarios. Por eso hay senadores combativos, como Jorge Enrique Robledo, del Polo Democrático o Claudia López, de la Alianza Verde, y otros propositivos, como Rodrigo Lara, de Cambio Radical. Todo vale. Y es importante que todo valga.

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Sin embargo, es tan impresionante el nivel de gestión que tienen los congresistas como el desinterés que existe a la hora de elegirlos.

Si a usted le cansa la cháchara teórica, hay una cuestión de importancia práctica ineludible. Después del 11 de marzo, tal y como se lo dice Germán Vargas Lleras a Vicky Dávila en esta entrevista, se reconfigura el mapa político. Es decir: lo que está en juego es también un visto bueno (o malo) para el futuro presidente de Colombia.

Si usted es de los que piensa que lo fundamental es la elección a presidente, debe entender la importancia de este paso previo. “Por ejemplo, si los candidatos —dice Rudolf Hommes en su última columna de El Tiempo— de los partidos que apoyan a Sergio Fajardo no logran una votación importante, esa candidatura podría sufrir un golpe fuerte, pues habrá demostrado que no puede transformar su popularidad en votos para sus seguidores y no tiene respaldo político para gobernar”. Un presidente es muy distinto con Congreso a favor y con Congreso en contra. Y más simbólicamente: si Gustavo Petro se queda sin los Decentes en las cámaras, le va a ser muy duro aspirar a subir en las encuestas y en las votaciones de mitad de año.

¿Ve? Haga la tarea.

Y no solo eso: es en el Congreso donde tiene vuelo el tema de la “mermelada”, que tanto da de qué hablar a los ciudadanos cuando los congresistas ya están elegidos: cupos de dinero que el Gobierno les da para hacer las obras que prometieron en sus regiones. ¿A quién elegimos, entonces? Ese es el maní.

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Si usted quiere que las cosas sigan así, vote por los mismos caciques o los hijos de los caciques que han estado allá todo el tiempo.

¿Por quién hay que votar?

El voto es una mezcla extraña de confianza, pasión, interés, ignorancia y pudor. Pero es fundamental. De acuerdo con el profesor Felipe Botero, director de Congreso Visible, “cuando (los ciudadanos) dicen que los congresistas son unos sinvergüenzas, en el fondo lo que están diciendo es que quisieran unos congresistas mejores, que hicieran un trabajo que no los beneficiara solamente a ellos mismos, sus familias o sus amigos. Eso está en manos de los ciudadanos con el voto”.

Es extraño que cada que hay elecciones en Colombia expertos tengan que repetir la obviedad de que todo depende de nosotros. Pero no queda de otra.

Y lo peor es que la gente está cansada. De acuerdo con un informe escrito por Ricardo González Duque en El Espectador, en la mayoría de las encuestas la imagen desfavorable del Congreso está en el 80%, apareciendo en un top de desprestigio a la misma altura de las Farc, el Eln o Nicolás Maduro. Es una paradoja: ¿por qué, entonces, no elegimos carne fresca, gente honesta?

De acuerdo al mismo informe, son cuatro las cosas que según un grupo de expertos —y de ciudadanos del común— hay que sanear para que vuelva la credibilidad: "no robarse los recursos públicos, 'untarse de pueblo', tener menos pero mejores congresistas, arriesgarse a hacer reformas profundas y bajarse el salario".

Salvo el último punto, que es discutible y depende, todo puede hacerse eligiendo a la gente correcta: no a los hijos de caciques políticos o a los atornillados de siempre, sino a personas con propuestas serias, de largo plazo, que tengan una hoja de vida intachable en la esfera pública. Tal vez incluso ellos sí se merezcan ese tipo de sueldos. Y esos candidatos sobran. Pero están ahí, escondidos debajo de las promesas de campaña y las giras políticas de los de siempre. Si quiere al menos vaya descartando a algunos con este mapa interactivo de La Silla Vacía. Empiece por el partido de sus amores, o incluso por el de su candidato a la Presidencia, y vaya escogiendo y descartando a conciencia.

El voto es un poder. Ocho días son suficientes para usarlo bien.