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Cultură

Los gitanos rumanos que se hicieron caníbales por necesidad

En los campos de concentración, el pueblo de Romeo Tiberiade tuvo que comerse a sus hijos.

Si aún no lo has visto, en el vídeo de arriba aparece un anciano rumano hablando sobre gitanos en campos de concentración nazis que, acuciados por el hambre, tuvieron que cortarles las extremidades a sus hijos para comérselas. Por si esto no fuese suficiente, el cineasta novel Romeo Tiberiade ha reunido 25 horas de testimonios deprimentes para un documental en el que trabaja sobre la deportación de los gitanos de Rumanía a Transnistria durante el Holocausto. Romeo, que también ejerce como consejero de la comunidad gitana en la región de Dolji, en Rumanía, y es asimismo gitano, empezó a grabar este documental en 2008 con la intención de mostrar que los judíos no fueron los únicos que sufrieron cuando los alemanes perdieron la razón hace menos de cien años. Los nazis también odiaban a los gitanos.

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El documental todavía no está terminado. Tiberiade quiere cubrir todas las regiones rumanas en las que queden supervivientes antes de dar por terminada su película. Mientras tanto accedió a contarme algunas cosas sobre el proyecto y sobre los devoradores, a su pesar, de niños.

VICE: ¿Cuál es la razón de que hagas este documental?
Romeo Tiberiade: Para mí es importante hacer un documental que pueda usarse como archivo histórico de estos acontecimientos, para que no se olviden o queden como simples leyendas urbanas. Los supervivientes gitanos ya son muy viejos y pronto no quedará ninguno para poder contarlo. Yo no sabía nada del Holocausto de mi pueblo hasta que mis abuelos me contaron que ellos, y mis padres, estuvieron en campos de concentración. Me provocó un gran dolor.

Subtítulo: “Me llamo Romeo Tiberiade y soy un gitano de Craiova”. Cuéntanos la historia de tus abuelos.
Ion Antonescu, el líder militar de Rumania en aquellos tiempos, ordenó que sólo se podían llevar a los gitanos nómadas, a quienes el régimen consideraba un fracaso. Al final, sin embargo, acabaron deportando a todos los gitanos. De acuerdo con los Archivos Nacionales, a mis abuelos se los llevaron el 13 de septiembre de 1942. Mi abuela tenía entonces 23 años y mi madre diez meses. Una vez en Transnistria separaron a mi familia. A mi abuelo lo llevaron a un campo diferente, pero logró escapar y llegar al campo donde estaba mi abuela. Vivieron allí en condiciones terribles, sin asistencia médica, hasta 1944.

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¿Ni siquiera asistencia primaria?
Si enfermaban, los prisioneros se trataban ellos mismos con medicinas alternativas elaboradas con restos por las mujeres más ancianas del campo. Mucha gente murió a causa del tifus. Nunca sacaban los cadáveres del campo, simplemente los dejaban ahí pudriéndose; así, los otros terminaban por contagiarse también. Con el tiempo cavaron un gran hoyo a unos metros del campo. Las milicias, a las que mi pueblo llamaba “Ciolovec”, arrojaban ahí a los enfermos para que muriesen más rápido.

Subtítulo: “Lo peor era que cuando se moría un bebé lo cocinaban y se lo comían por el hambre que pasaban”. ¿Recibían agua y comida?
Al principio sí, agua y una ración de 500 gramos de polenta al día. Pero eso, sólo los que trabajaban. En los campos, más de 8 horas al día. La ración, por supuesto, no era suficiente para las familias más grandes. Algunos escapaban por la noche para robar en los pueblos o en los campos cercanos y así poder alimentar a sus hijos, pero lo más cercano estaba a 12 kilómetros, así que tenían que correr durante toda la noche para poder estar de vuelta por la mañana y empezar a trabajar. Al cabo de unos meses dejaron de recibir la ración y entonces se desató el horror.

¿Dónde dormían?
Donde podían. Muchos dormían en hoyos excavados en medio del campo, al lado de las vallas de alambres de espinos. Usaban trozos de cartón o de piel que encontraban mientras trabajaban para poder cubrirse durante la noche. Sobrevivieron dos años viviendo como trogloditas. Aunque los cartones y las pieles los protegían un poco de la lluvia, el suelo estaba mojado así que vivían en puro barro. La mayoría estaban separados por clanes, pero algunos estaban simplemente solos. Con el tiempo, muchos iban pasando de un campo a otro..

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Subtítulo: “Cuando alguien enfermaba lo dejaban ahí tirado ocho días. Si no mejoraba, al noveno día lo echaban al hoyo”. ¿Estaban separados de los judíos?
No siempre, aunque a los judíos los trataban aún peor. Ni siquiera se les permitía trabajar para ganarse sus raciones de comida. Al cabo de un tiempo empezaron a hacer lo mismo con los gitanos. Se morían de hambre, así que empezaron a comerse los unos a los otros. Tenían que cortarles las extremidades a algunos niños para que el resto no se muriese de hambre. Cuando me enteré de esto me puse fatal y no pude dejar de llorar.

¿Tuvieron que comerse a sus propios hijos?
He grabado a cuatro o cinco testimonios que cuentan eso. Uno de los gitanos del clan Argintari me lo contó: cuando uno de sus hijos murió, tuvo que cortarle las nalgas y los muslos para alimentar al resto de sus hijos. Otros me contaron que simplemente no tenían más opción que matar a sus propios hijos para alimentarse.

Subtítulo: “Después de que comiesen los perros, a nosotros también nos obligaban a comer”.

¿Los supervivientes recibieron alguna compensación por parte del gobierno rumano?
Unos pocos recibieron una ayuda de cuatro o seis mil euros. El resto recibió unas palmaditas en la espalda. La ley dice que una persona puede recibir el estatus de Victima de Deportación si consigue el testimonio de otros dos supervivientes ante notario o si demanda al Estado. Los ancianos de setenta años no tienen tiempo ni dinero para eso. El sistema funciona sólo en algunas regiones de Rumania. Hace unos años, un gitano afortunado obtuvo estatus de Víctima de Deportación escribiéndole una carta al presidente, pero eso fue en plena época de campaña política.

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¿Los gitanos de tu región recibieron algo?
Puesto que no existe constancia de su deportación no han recibido una mierda. No es que la compensación sea gran cosa, 40 euros al mes hasta que te mueres. Constantemente acuden a mí para que les ayude. He intentado llevarlos ante la gente que controla los ingresos fijos administrados por el Estado en nuestra región, pero se limitaron a decir que los demandasen. Aunque fue el Estado rumano el que les hizo eso, ni siquiera quieren asumir parcialmente lo que hicieron y otorgarles una pequeña ayuda financiera. La discriminación siempre ha sido un gran problema en Rumanía.

¿Qué fue lo más difícil de hacer en este documental?
El principal problema fue viajar por el país con un equipo de rodaje con mi pequeño salario. Además, algunas personas dudaban si contarme cosas o no, puesto que los estaba “obligando” a hurgar en un pasado terrible y a revivir momentos espantosos. La mayoría, sin embargo, ha estado dispuesta a ayudarme y a recuperar sus derechos. La principal ventaja ha sido que yo hablo su idioma, el romaní, el lenguaje de su corazón. ¿Tienes ganas de viajar a Rumanía? Vamos allá.

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