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'Metal Gear Solid 3', te amo con todo el corazón

MGS 3 es una crítica al patriotismo. Se trata del dolor en los huesos y de cómo el cuerpo de un gran hombre puede romperse y herirse con aparente facilidad. Estoy con este hombre corpulento, esta máquina militar, y soy yo el que tiene que sacar las...

Imagen vía Flickr, usuario Bludgeoner86.

Llevo casi nueve años escribiendo sobre videojuegos y nunca he podido escribir algo satisfactorio sobre mi juego favorito. Se ha vuelto como mi propio Moby Dick: lo persigo de vez en cuando, atrapo un poco de carne, el mar apesta a sangre caliente y luego vuelgo a intentarlo.

Metal Gear Solid 3 (MGS3) se trata de cazar. Y de comer. En este juego estás tendido en el pasto con tu cuchillo listo mientras ves y escuchas a las briznas verdes aplanándose a lo lejos, una señal de que alguien se aproxima. No puedes dejar que te encuentren. Debes quedarte quieto por mucho tiempo hasta que escuches las pisadas de tu enemigo cada vez más lejos. También tienes que pensar en qué comer y proteger tu brazo de la serpiente que está cerca de ti.

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Se trata del dolor en los huesos y de cómo el cuerpo de un gran hombre puede romperse y herirse con aparente facilidad. De cómo tengo que curarlo con astringente y entablillarlo. Estoy con este hombre corpulento, esta máquina militar, y soy yo el que tiene que sacar las balas y suturar las heridas.

MGS3 es sobre un hombre que extraña a su madre.

Es un videojuego japonés que trata sobre la Guerra Fría entre EU y Rusia, y sobre el miedo a la proliferación nuclear. Tu misión es ir a matar a tu adorada mentora, una agente de la élite militar que deserta inesperadamente y sin explicación alguna se une a la Unión Soviética. Tienes que hacerlo, es una orden, y si no lo haces puede estallar la Tercera Guerra Mundial.

Al final del prólogo del juego, nuestro héroe, Snake (también conocido como Naked Snake y luego como Gran Jefe), un agente de la CIA perseguido por todo el mundo, yace herido y desconcertado a la orilla de un río mientras que una nube en forma de hongo se alcanza a ver en el cielo. Tenemos la misión de cuidarlo. Sentimos la sacudida de fuego infernal parpadeando en sus ojos y en su piel. Sentimos el calor de la capacidad maligna que tiene el hombre para lastimar a su prójimo y también sentimos compasión por el joven fornido y lastimado que está bajo nuestro cuidado. Rogamos poder mantenerlo a salvo a través de esta odisea, no porque es un héroe, sino porque es frágil.

Le digo esto a todos: Es el único juego de guerra en el que la habilidad no se determina por la gran cantidad de personas que matas, sino por la cantidad de personas que decidas no matar. ¿Quieres ser un chingón? Juégalo con la pistola tranquilizante, una Mk22 "Hush Puppy".

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Metal Gear Solid 3 es una crítica al patriotismo, sobre la manipulación siniestra que subyace en la mayoría de las misiones que se anuncian como nobles ante el público. Es el saludo que hiere, el apretón de manos que no quieres responder, la tumba que cavaste para ti mismo.

El tráiler de

Metal Gear Solid 3

que mostraron en la

E3

2003.

No fue hasta que lo jugué por primera vez, después del atentado del 11 de septiembre, que me di cuenta que las armas nucleares no simplemente desaparecen. Que sus barras y sus refrigerantes fétidos se quedan impregnados para siempre en las entrañas del planeta como si fueran células dañinas. El temor a las bombas nucleares nos deja helados, nos deja conteniendo la respiración, expectantes y preocupados por nuestros países.

En el juego sale un desafortunado cosmonauta ruso caminando en círculos, inmolado por sus propios recuerdos, con el traje espacial aún puesto, haciendo una cuenta regresiva para un despegue que no va a ocurrir. La pelea con ese jefe es muy pesada.

MGS3 tiene ranitas secretas. Si le disparas a todas las ranas del juego obtienes un traje especial. Por alguna extraña razón, en medio de esta tierra salvaje súper peligrosa en Rusia, hay unas ranitas que se mecen hacia delante y hacia atrás. Y hacen un sonido fuerte. Al fin y al cabo son juguetes. Recuerda: los videojuegos son juguetes. MGS3 también hizo un acuerdo con Ape Escape de Sony y lanzaron un mini juego opcional en el que tienes que atrapar monitos de caricatura. “¡Te tengo!”, alardea Snake. “¡Eres mío!”.

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MGS3 es un juego ridículamente largo, desalentador y absurdo. Tiene secuencias cinemáticas interminables y el diálogo es malo. Hablan sin parar sobre la película Godzilla (que no tiene nada que ver), sobre un microfilm que contiene los registros de la fortuna secreta de las naciones, de tanques bípedos que lanzan misiles nucleares. Basura nerd de ciencia ficción. También tiene humor sexista pésimo, se burla de James Bond y Austin Powers de manera indiscriminada. No podría recomendarlo. No podría decirte que lo juegues hasta acabarlo.

Lo que quiero decir es que creo que no serías capaz de apreciarlo, al menos no por completo.

Al igual que toda la obra de Hideo Kojima, es un juego que trata sobre videojuegos. Es un acto ambicioso y rebelde que te aleja del “diseño de niveles” con bases militares y las estructuras moleculares utilizados en los dos juegos anteriores y te acerca a ti, jugador empedernido, a la naturaleza. En la época en la que se anunció MGS3, nunca antes se había visto que la forma de andar de un personaje se adaptara a un terreno irregular, que zigzagueara como si fuera una serpiente sobre colinas y zanjas en lugar de caminar a lo largo de una superficie geométrica. La tecnología es lo que impresiona: la marcha incesante, los gráficos del pasto. Fue una idea innovadora de Kojima que también tenía el fin de ser un mensaje sobre cómo el clima y el ambiente moldean las metas.

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Tienes que arrastrarte a través de pastizales, a través de troncos, de pantanos llenos de gaviales indios (¿en Rusia?) y de hongos peligrosos. Y tienes que cuidarte de los sapos brillantes y venenosos. Siempre tienes que revisar tu índice de camuflaje —un porcentaje que cambia dependiendo de lo que traes puesto, en qué medio te encuentres y de la pintura del rostro—. Si lo haces bien, puede haber un soldado merodeando en el pasto a unos metros de ti y no te va a poder ver aunque estés frente a él.

También tienes que cazar para comer, porque tu país te ha abandonado. Todo lo que cazas echa a perder si guardas tu partida, apagas la consola y decides regresar después. El paso del tiempo sí te afecta.

Si mueres no te sale la pantalla de “Game Over”, en lugar de eso te sale un mensaje que dice “Time Paradox”.

La mejor parte del juego es cuando subes lentamente una escalera larga y hay música de fondo.

El ascenso por la escalera.

En realidad, nada tiene sentido. Sólo asegúrate de conseguir la Gorra de cocodrilo y el Camuflaje de excremento. Son muy graciosos. En este juego que trata sobre patriotismo y sobre cómo el clima cambia tus objetivos, vas a escuchar juegos de palabras que tienen que ver con películas y bromas extrañas sobre baños.

De hecho, ya no sé qué más decir sobre el sentido del “humor” de Kojima. MGS tiene una broma estúpida sobre gays y en Peace Walker, la secuela para PlayStation, puedes tener sexo con una niña de 16 años en una caja de cartón. En Ground Zeroes (que acaba de salir), puedes encontrar una bomba en la vagina del mismo personaje. No voy a tratar de resolver esta disonancia cognitiva —mi amor por Metal Gear Solid y mi odio por esta mierda— con la clásica excusa que se utiliza en occidente de decir que los japoneses son “diferentes”. No sé qué decir.

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La verdad es que me encanta responder esta clase de preguntas pero, cuando se trata de Metal Gear Solid, no sé qué decir. No lo comprendo. Aún así, MSG3 sigue siendo el único juego bélico en el que puedo apuntar a la perfección, mover la mira del arma a la perfección (hasta rápido si es necesario) y disparar con silenciador mi dardo tranquilizador para derribar a mi enemigo.

Muy pocas veces se me olvida que traigo un arma de verdad, la que provoca que salga un chorro de líquido rojo llamado sangre de los cuerpos de soldados extranjeros. Un disparo que me hace entrar en pánico y volver a cargar. Es decir, volver a cargar toda la partida hasta donde la guardé para regresar el tiempo. Quiero jugar sin tener que matar.

No hay un juego que conozca tanto como MGS3. Siempre lloro al final. Amo a este hombre triste, sombrío y musculoso llamado “Snake”. En serio, lo amo. Tal vez porque tengo la misión de cuidarlo. O tal vez porque no tiene respuestas para el “amor” y la “patria”, igual que yo.

MGS3 es un videojuego perfecto. Perfecto. Tiene buen ritmo, buena trama, la técnica es perfecta. Va más allá…

Ok, tal vez no es perfecto. Pero para mí lo es.

Deberías jugarlo. Deberías ver si eres capaz de aguantarlo, de aguantar un juego que no se trata de matar. Debería ver si sientes el peso de la historia sobre tus hombros (da escalofríos) cuando hablan sobre la Guerra Fría. Esta clase de videojuegos pueden ayudarte a entender lo que significa la guerra. La nobleza que yace en disminuir la intensidad de la guerra, de ser invisible. Y ese instinto enfermo que late dentro de la bestia del patriotismo.

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Hay un enfrentamiento con un jefe en especial, en un campo muy amplio, donde tu enemigo es un anciano de cien años. Ha estado guardando toda su energía para esta batalla. ¿Podrás encontrar la mira reluciente de su rifle entre la jungla? ¿Podrás rastrear su calor con sus huellas? ¿Podrás acercarte a hurtadillas detrás de él y susurrarle “Quieto” cerca de su frágil y arrugado oído?

La batalla con The End.

¿Puedes? ¿Puedes hacer esto en vez de sólo derrotar al jefe? ¿Eres capaz? ¿Qué se siente?

Oh vamos. No puedo hacer una "crítica de juego" sobre MGS3. No tengo nada más qué decirte. Aquí termina.

Bueno, ¿y si te digo que es muy divertido? Que puedes poner tus dedos esqueléticos sobre el control y con eso adquirir el dominio del silencio. Depende de ti si quieres pensar en Lyndon Johnson y Nikita Khrushchev cuando jales esos gatillos virtuales. Piensa en los muros que separan “Oriente y Occidente”.

Apunta y dispara. Cumple tu misión en silencio, un perfecto silencio. Tranquilo, aquí está mamá.

“Soy el mejor”, murmullo cuando apunto a la perfección.

Nunca lo olvides: aún hay bombas nucleares latentes en las profundidades del planeta, como instintos malignos. Mi juego favorito está hecho en Japón, está repleto de bromas estúpidas y periodos demasiado prolongados de diálogos que dan pena.

Sólo juégalo. Los juegos de guerra son tu idioma. Puedes hacerlo, ¿cierto? No te muevas. No hagas ruido. Sólo apunta y cree. ¡Dispara!

Fallaste. Mierda. Mal hecho. Frío.

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