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Furia travesti

Las enseñanzas que los Globos de Oro le dejaron al movimiento trans

De ahora en adelante, las voy a aplicar a mi activismo cotidiano.

Las actrices de Hollywood se pusieron de acuerdo para que sus derechos se volvieran el centro de la discusión este año en la entrega número setenta y cinco de los Globos de Oro. Diferentes estrellas se pusieron de acuerdo para irse de negro con el fin de posicionar su campaña #TimesUp (el tiempo se ha acabado).

Ellas buscaban pronunciarse en contra del acoso sexual y la desigualdad de género en la industria del cine. Días antes, anunciaron la apertura de un fondo de 16 millones de dólares que tendrá como objetivo ayudar a financiar la representación legal de víctimas de acoso sexual, con el fin de lograr un cambio más estructural a largo plazo.

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Sin duda, fue un evento inspirador. Hay muchas críticas sobre el feminismo de las celebridades ricas porque se dice que este se adapta a las condiciones más injustas del capitalismo o que, en vez de cambiarlo, se adapta a un sistema perverso basado en el dinero y la fama; también se ha dicho que es una forma en la cual el capitalismo se apropia de los discursos y que, al volverlos tan pop, los vuelve productos comercializables.

Y bueno, sí. Todo eso es cierto. Pero mirando las cosas en sus justas proporciones, lo que pasó este año en los Globos de Oro es más bueno que malo. Por ello, tomé algunas notas para aplicar este año a mi activismo. Además, a muchas nos encanta todo ese glamour y regiedad de la alfombra roja (sí, es un estereotipo pensar que “a todas”. Pero ajá).

Ser más como Natalie Portman en los lugares de trabajo

Cuando Natalie Portman (divina ella, con un vestido súper escotado y el pelo recogido) anunció los nominados para mejor director dijo —de forma seria, contundente y sin reírse—: “Y estos son los nominados, todos hombres”. De esta, forma hizo notar lo injusto que resulta que sólo hayan hombres nominados en esta categoría. Además, lo hizo sin pedir excusas y sin diplomacias. La amiga se fue a la yugular, pero de forma elegante y directa.

En nuestro caso, tenemos que empezar a reclamar —sin pedir excusas por nuestra justa y razonable queja— por qué en los espacios laborales sólo hay personas cisgénero (personas que no son trans) contratadas. Es hora de decirles a las personas cis que el tiempo de la transfobia ha terminado. Hay que señalarles a las organizaciones LGBT, que en sus fachadas hacen parecer a las financiadoras y a la sociedad civil que son súper trans, que es injusto que no tengan personas trans con poder de decisión en sus oficinas: que se acabó el tiempo y que venimos por lo que nos pertenece.

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Ser más como Lauren Dern y menos como Renata Klein en nuestras familias trans

Lauren Dern interpretó el papel de Renata Klein en la serie de HBO Big Little Lies. La serie trata del abuso contra las mujeres y los niños en los estratos altos en Estados Unidos. En la serie, la hija de Renata está siendo abusada en el colegio, pero se niega a delatar a su agresor porque su mamá es una mujer agresiva que grita constantemente y la atemoriza.

Lauren —muy actuanta, con una melena rubia espectacular y un vestido que le dejaba los brazos descubiertos— recibió el premio a mejor actriz de reparto y en su discurso hizo un llamado para generar culturas en donde no se normalice el silencio: “podemos enseñarles a nuestros hijos el hecho de que hablar, sin temor a las represalias, es la nueva estrella del norte de nuestra cultura”.

El debate sobre mujeres agresivas es políticamente sensible, porque históricamente se ha generado un estereotipo sobre las mujeres como histéricas e irracionales. Gran parte del feminismo de los años setenta se encargó de reapropiarse de esa narrativa y de decirles a las mujeres que estaba bien sentir rabia y no estar siempre sonrientes. Sin embargo, no se puede desconocer que las mujeres también pueden ser violentas y agresivas y que eso tampoco está bien.

En las comunidades trans, que muchas veces se convierten en las familias de las personas trans que han sido expulsadas de formas directas o indirectas de sus familias y grupos de amigos, es muy frecuente encontrar ambientes hostiles, en donde el bullying, las humillaciones y los maltratos están a la orden del día. Una de las cosas que deberíamos proponernos este año es cuestionar esas nuevas familias trans, que por el hecho de ser trans no son menos violentas. ¿Qué sentido tiene dejar unas dinámicas familiares de mierda para meterse en unas nuevas, también abusivas y violentas?

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Las mujeres trans violentas también existen. Cuando me reúno con mis amigas trans los chistes que nos hacemos entre nosotras son tan pesados que muchas veces termino emocionalmente agotada. El humor se convierte en la forma de justificar el abuso y las burlas. Y las risas, a su turno, son la forma de fingir que no nos importa. Aunque, en el fondo, cada palabra hiriente de esa amiga que tanto queremos nos mata un poquito por dentro. Esas niñas heridas por la sociedad sienten temor de hablar de sus miedos y heridas porque saben que demostrar debilidad es dar pie para que las cojan de parche en el grupo.

La violencia psicológica está normalizada, inclusive en las reuniones de activistas trans (ya dejemos la doble moral, mis amores). Muchas veces, la forma de no enfrentar este problema es mediante la infantilización y justificación de las victimarias: pobrecita, ella es así porque le ha tocado muy duro. Y no, nada justifica la violencia. Ni siquiera haber sido víctima.

Conformar nuevas familias es una oportunidad para relacionarse con el entorno de una forma distinta. Deberíamos ser intolerantes con la violencia que ejercemos entre nosotras, porque estamos perdiendo la oportunidad de tener espacios de sanación en los que podamos ser vulnerables. Si los amigos son la familia que uno escoge, no escojamos mal. El tiempo se ha acabado. es hora de volvernos absolutamente intolerantes con la violencia dentro de nuestras familias trans y de generar ambientes donde se pueda hablar sobre la violencia que enfrentamos.

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Problematizar la relación entre la violencia de género y la clase social

Hay muchas críticas con respecto a la campaña que se hizo en la alfombra roja, porque es percibida como una campaña de mujeres ricas y privilegiadas. No obstante, esa posición no tiene en cuenta la importancia de que las mujeres, donde sea que estén (mujeres en un reinado en Perú que hablan de feminicidios o mujeres de Hollywood que se atreven a contar sus historias de violencia sexual), hablen en sus entornos sobre las desigualdades e injusticias que enfrentan. No es justo desvirtuar el coraje y la valentía que requiere hablar de violencia de género por el hecho de que sean ricas y famosas.

Eso es particularmente relevante en Colombia donde, como lo explicó Isabel Cristina Jaramillo en una entrevista para Semana, “el último estudio de demografía y salud decía que los hombres de estrato seis en Colombia son los que más creen que si una mujer les es infiel ellos pueden golpearla”. Claro, es evidente que hay mujeres con más privilegios que otros. Pero la clase social y el género son categorías más complejas que requieren de análisis menos simplistas.

La misma discusión puede darse con respecto a las realidades de las personas trans. Por supuesto que la baja expectativa de edad de las personas trans, que según la Corte Interamericana de Derechos Humanos es de treinta y cinco años en la región, es el resultado de círculos de exclusión, pobreza y violencia. Es decir, las menos privilegiadas y las más excluidas y marginalizadas son las que entran en esa estadística. Pero eso no quiere decir que la transfobia y el sexismo no afecte también, aunque de formas diferentes, a las personas trans con más privilegios.

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Reese Whiterspoon, la de Legalmente rubia, nos enseñó que la representación sí importa

Reese —siempre espectacular con ese pelo rubio y lacio, y con un vestido divino con un doblez en el pecho— estaba mamada de que las películas reprodujeran estereotipos de género. Creía que el hecho de que los productores y guionistas fueran en su mayoría hombres afectaba el contenido de las películas en cuestiones de género. Por eso, decidió volverse productora y cambiar la forma en la cual se contaban las historias de las mujeres. Junto con Nicole Kidman, David E. Kelley, entre otros, produjo Big Little Lies y nos demostró no sólo que las personas que cuentan las historias y deciden cómo contarlas afectan el producto final, sino que es posible hacerlo de forma impecable: la serie se llevó el premio a la mejor serie limitada.

Actualmente, se cuentan varias historias sobre las personas trans en todos los medios de comunicación, películas y telenovelas. Sin embargo, no hay personas trans decidiendo cómo se cuentan esas historias. ¿Cuántas personas trans hay en las salas de redacción o en los equipos de guionistas y productores que deciden cómo contar las vidas de las personas trans? Probablemente ninguna. Es hora de que nosotros contemos nuestras propias historias y de que tengamos incidencia real, y remunerada, en la forma en la cual se cuentan. El tiempo de la exotización pesarosa de las personas trans también ha terminado.

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El lugar de los aliados: romper la lógica de las lealtades y ceder espacio, como lo hizo Seth Meyers

Seth Meyers, un reconocido comediante, fue el encargado de ser el anfitrión del show. En su monologo, abordó con humor y solidaridad la ansiedad que sienten los hombres ahora que las mujeres en la sala están empoderadas. Meyers hizo referencia a las acusaciones de violencia sexual en contra de Harvey Weinstein y Kevin Spacey, y cedió espacio para que personas de otras identidades (es decir, que no fueran hombres blancos y heterosexuales) hicieran chistes sobre las injusticias y desigualdades en Hollywood.

La lealtad entre hombres es lo que muchas veces permite las condiciones que hacen que la violencia contra las mujeres sea posible. Por ejemplo, que uno no debería sapear a un amigo que tuvo sexo con una vieja que no podía consentir porque eso sería traicionar la amistad y la lealtad. Por eso es tan importante que Seth no tuviera pelos en la lengua para hacerlos responsables públicamente por sus acciones.


Mire el documental:


Ojalá los movimientos feministas y LGBT siguieran su ejemplo y se cuestionaran, de forma seria, sus privilegios por el hecho de ser personas cis. Un buen comienzo sería cuestionarse por qué casi todos sus paneles académicos que dicen ser sobre los derechos de las personas LGBT no incluyen a personas trans: ¿por qué se sigue hablando de nosotras sin nosotras?

Los activistas cis del movimiento LGBT tienen el poder de condicionar su participación al hecho de que se incluyan a las personas trans dentro de las discusiones. Pero no lo hacen y se hacen los pendejos. ¡Qué belleza de aliados!

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También sucede que hay compañeras trans que son violentas con compañeros trans, y en una especie de lealtad entre mujeres trans toleramos sus comportamientos abusivos. Es hora de ceder espacio, de bajarle a los egos y de entender con empatía que la representación es una necesidad apenas lógica para poder defender nuestros intereses. Es hora de que cuestionen sus privilegios como personas cis: el tiempo del activismo LGBT “sólo cis” también ha acabado.

Y, obvia… ¡O P R A H!

Oprah —sencillita, con sus gafas regias y gigantes, un vestido con brillanticos con cuello de bandeja y unos aretes largos y brillantes— se lució con un discurso que nos puso la piel de gallina a todas. Al recibir el premio Cecil B. De Mille habló de la importancia que tenía para las niñas que estaban viendo la premiación el hecho de verla a ella, la primera mujer negra en recibir ese premio.

Dijo que hablar sobre la verdad propia era “la herramienta más poderosa que todos tenemos”. Agregó que “durante mucho tiempo a las mujeres no se les ha escuchado, ni tampoco creído cuando se atrevían a hablar sobre sus verdades del poder de esos hombres (hombres poderosos). Pero su tiempo se ha acabado.”

Las personas trans siempre estamos en lugares donde no podemos tomar decisiones ni tenemos el suficiente poder como para poder hablar sobre nuestras verdades. A muchas nos ha tocado comer calladas por miedo a perder nuestros trabajos o a que se tomen represalias en nuestras carreras profesionales. Cuestionar la transfobia y los privilegios de las personas trans muchas veces significa pelear con la comida. Tal vez no siempre podamos hablar de las violencias que enfrentamos, pero las que podemos hacerlo, porque hemos tenido más privilegios, deberíamos, por solidaridad con otras a las que les toca más duro, empezar a desenmascarar a nuestros Harveys Weinsteins y nuestros Kevin Spaceys. Tal vez, el efecto dominó sea igual de impresionante al que ocurrió en Hollywood este año.

*Nota: Parece que, gracias a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, este año lo epezaremos entrando por la alfombra roja

Costa Rica le solicitó una opinión a la Corte sobre ciertos asuntos de su Código Civil relacionados con los derechos de las parejas del mismo sexo y las personas trans. De acuerdo a La Nación, la Corte ya tendría una respuesta y ya habría notificado a Costa Rica de la misma. La Corte habría dicho que el Estado tenía el deber de “reconocer y garantizar todos los derechos que se deriven de un vínculo familiar entre personas del mismo sexo (incluido el matrimonio)".

Asimismo, habría dicho que los Estados tienen la obligación de garantizar que las personas trans que quieran cambiar su nombre y sexo en los documentos de identidad, puedan hacerlo de acuerdo a la forma en la que estas se auto-perciben (es decir, sin necesidad de requisitos como certificaciones médicas y/o psicológicas). Para la Corte, el mejor procedimiento para hacerlo es uno notarial o administrativo que sea expedito, y en su preferencia gratuito, y no debe requerir acreditación de operaciones quirúrgicas y/o hormonales. Dicha opinión es de acatamiento obligatorio para los veintitres países que conforman el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Para la Corte, el tiempo de la transfobia y la homofobia legal en la región también ha terminado.