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Salud

Diez preguntas que siempre quisiste hacerle a una persona con trastorno bipolar

"Lo peor es cuando te dicen que puedes salir de la depresión como si fuera una cuestión de pura fuerza de voluntad".
Rachid Moutiq. Foto: Simon Roel

Este artículo apareció originalmente en VICE Dinamarca.

Rachid Moutiq tiene veintinueve años, un diploma en periodismo, y un trastorno bipolar. Cerca de 40.000 daneses y cuatro millones de británicos tienen un diagnóstico como este o similar, pero como suele suceder con los casos de salud mental, hay mucho estigma rodeando el tema.

Moutiq y yo fuimos juntos al colegio, y a él le iba supremamente bien. Siempre lo consideré un genio; era de las personas más inteligentes y prometedoras que conocía. Pero, hasta ahora, la vida para él no ha sido lo que todos esperábamos; al ser bipolar, ha sido difícil para Moutiq mantener un trabajo tradicional.

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Hace poco se mudó de Copenhague de vuelta al campo, para estar cerca de su familia. Hablé con Moutiq para entender cómo el trastorno ha afectado su vida.

VICE: ¿Cómo fue cuando te diagnosticaron?
Rachid Moutiq: Supe hace como un año, y fue todo un alivio al comienzo. Me habían hecho muchos malos diagnósticos antes, así que me sentí muy bien al saber qué me pasaba. Pero esa emoción se me pasó cuando me di cuenta de lo serio que era el diagnóstico. Cuando eres bipolar sientes que estás en un péndulo en el que un extremo es muy crítico y torpe, y el otro está lleno de confianza y autoestima. Me había convencido a mí mismo de que siempre tenía que sentirme bien, confiado y con energía, y fue difícil enfrentar la idea de que mi trastorno maniaco es tan peligroso como la depresión. Para estar sano, tengo que encontrar un equilibrio, pero ese estado de equilibrio no me sale naturalmente, y pensar en eso me aburre un poco.

¿Cómo se siente la manía?
En mis primeros días de manía y frenesí, soy la mejor versión de mí mismo. Hago todo más rápido y no me canso o me pongo triste. No puedo dormir, pero tampoco me dan ganas de hacerlo. Es como vivir en una película: no tienes que pensar; simplemente haces, y todo es increíble. Hablas mucho y te cuesta esperar a que la gente responda. Eres un súper humano, eres gracioso, eres el centro de atención y te encanta. Si alguien no te da toda su atención, tampoco te lo tomas personal, pero piensas que esa persona se lo está perdiendo. Supongo que, de muchas formas, es como meter cocaína.

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Foto por Roseann Sabla

¿Entonces por qué la manía es tan mala como la depresión?
Por dos razones principales. La primera es que si estás frenético por mucho tiempo, te termina pasando lo mismo que si metes perico por varios días seguidos. Te vuelves paranoico y te sales de control. Después de un episodio maniaco, mi cerebro se apaga y llega la depresión. La segunda, es que haces cosas que no harías normalmente. Tomas decisiones sobre tu vida, tu plata y tus relaciones en medio segundo. Decisiones que pueden arruinar tu vida.

Una vez aposté 2.400 dólares y el banco cerró mi cuenta. La hipersexualidad también es un síntoma; he tenido sexo frenético en espacios públicos con personas cuyos nombres ni siquiera sé. Puede arruinar tus relaciones, tus amistades y tu carrera. No es raro que las personas renuncien a sus trabajos cuando están en este estado porque no quieren estar atados a nada. Pero luego se arrepienten cuando el episodio termina.

¿Cómo afecta la bipolaridad a tu vida diaria?
Este diagnóstico afecta todo. Muchas veces no puedo dormir; una vez estuve despierto por dos días y medio y cuando por fin pude dormir, lo hice por veinte horas seguidas. Uno pierde el control del cuerpo. Cuando estoy en estado maniaco tengo que acordarme de comer, y cuando como tengo que acordarme de parar.

Cuando estoy depresivo, todo lo interpreto completamente diferente. Simplemente levantarme e ir al trabajo es todo un reto. Los reflejos no son muy buenos, así que es muy difícil manejar un carro. He padecido de depresiones tan severas que me ha costado incluso partir una rebanada de pan. Cuando te sientes así, ni siquiera tienes la energía para bañarte; ni siquiera crees que merezcas estar limpio.

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¿Cómo afecta la bipolaridad a tus relaciones con otras personas?
Es difícil ser cercano a la gente porque no puedes dar lo que se espera que des en estos intercambios sociales. Cuando estoy deprimido, siento que la gente está gastando su amor en mí; el solo hecho de verse con alguien en la calle y saludarlo puede ser muy difícil. Y eso si logras salir a la calle. Cuando estás deprimido no importa qué tanto quieran tus amigos que vayas a la fiesta; no vas a poder salir de la casa por mucho que lo intentes. Estás lidiando con muy poca energía y mucha ansiedad.

¿Cómo es tener una cita en este estado?
Cuando estás en estado maniaco o depresivo, tu pareja se puede tomar esto personal, y puede sentir que hizo algo malo. La inconsistencia de tu estado de ánimo puede ponerlos nerviosos. La gente me ha dicho, "nunca sé qué esperar de ti", lo cual tiene sentido; yo tampoco sé qué esperar de mí mismo. Es entendible que las personas cercanas a ti se frustren, se molesten o se pongan tristes cuando empiezas a aislarte del mundo, pero también significa que te empiezas a volver más solitario, lo cual te hace sentir peor.

¿Y cómo ha afectado la enfermedad a tu carrera?
No tengo un botón de prendido y apagado, así que no puedo regular cuánta energía uso. Mucha gente bipolar es extremadamente creativa y habilidosa, pero solo pueden trabajar con un flujo creativo constante que no termina a las seis de la tarde. Pero si no aprendes a manejar ese flujo, te terminas quemando. Un espacio de trabajo tradicional espera que seas consistente, que te levantes a la misma hora todos los días, y que puedas con la misma cantidad de trabajo siempre. No creo que la gente tenga que hacer eso todos los días —no hay que tener un trastorno mental para creer eso— pero con trastorno bipolar se vuelve aún más difícil. Nunca podré tener un trabajo en el que se espera que tenga la misma productividad siempre, pero sí me veo en un futuro con un trabajo decente, aunque va a ser difícil.

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Rachid y una colega en una locación durante la filmación de un documental en 2014. Foto: Gabriel Lorenzo Pagcaliwagan

¿Temes que tus hijos puedan tener trastorno bipolar?
Claro, por supuesto. Puede ser hereditario, así que he pensado mucho sobre la idea de traer, o no, niños al mundo. He sentido muchas veces que la vida no vale la pena. Nacer no es una decisión que uno toma, así que siempre me he preguntado si puedo justificar darle vida a una persona que podría un día resentir su existencia, tal como yo lo he hecho.

¿Cuáles son los peores prejuicios con los que tienes que lidiar?
La gente suele ser comprensiva, en general. Pero lo peor es cuando te dicen que puedes salir de la depresión como si fuera una cuestión de pura fuerza de voluntad. Creo que todas las personas con depresión han internalizado esto de alguna manera. Aunque he vivido con esto durante muchos años, todavía me pregunto a veces si mi depresión es solo un caso de pereza mía.

Y esto pasa también mucho en los medios. Uno escucha a "expertos" hablar de cómo vivían con depresión, pero un día empezaron a hacer ejercicio y a leer citas motivacionales y ya todo funcionó. Si eso resolvió todo, entonces estas personas no sufrían de depresión. Otro prejuicio muy específico que la gente tiene frente a las personas con trastorno bipolar es que no se puede confiar en nosotros; que somos mentirosos manipuladores. Cuando eres bipolar, definitivamente no eres cien por ciento confiable, pero no es la misma cosa.

¿Puedes curarte del trastorno bipolar?
Es una enfermedad crónica, así que no pasará. Es una de las lecciones más importantes que tengo que aprender: nunca va a parar, no se va a ir. Si crees que se te pasó y empiezas a ignorar los síntomas, corres el riesgo de caer en una depresión profunda o en una manía severa. Me sigue atormentando la idea de que la vida es insoportable, pero voy mejorando. Soy optimista, pero la parte más cruel de ser bipolar es que puedes ir por el camino correcto, pero un solo error te puede mandar devuelta al comienzo. En ese sentido es como una adicción al alcohol o las drogas.