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Cómo la Guerra Siria ha cambiado la cara de la escena nocturna de Beirut

Líbano abraza una vida nocturna más casual mientras una guerra cercana y una prohibición de viaje impacta a los clubes más lujosos del país.
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Este artículo se publicó originalmente en THUMP EUA.

Foto superior cortesía de Skybar

Beirut es una ciudad fiestera, lo cual resulta raro para muchos occidentales. Casi cada publicación de "lifestyle" sobre la capital del Líbano tiene una variación de viejos refranes, como la aparentemente extraña yuxtaposición de "libertinaje sin sentido y terror absoluto", recientemente publicada en el New York Times; o el titular del Telegraph que lee: "La guerra está a millones de kilómetros cuando los libaneses comienzan a festejar". VICE también se ha unido a la diversión, reportando sobre "bares que ofrecen borracheras potenciadas con coca por la calle del cuartel general del Hezbolá".

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Los últimos 40 años han sido turbulentos para el Líbano: la guerra civil que duró 15 años terminó en 1990, los 29 años de ocupación por el gobierno sirio terminaron en 2005 y una serie de bombardeos, incluyendo el que mató al ex primer ministro, Rafic Hariri, además de los conflictos y la inquietud generalizada, han plagado a este país desde entonces. Sin embargo, a lo largo de todos estos eventos, la vida nocturna del país se mantuvo sólida –y aún se mantiene, a pesar de los ya cinco años de guerra en pleno fragor en la vecina Siria.

Pero, según dicen los dueños de clubes y otras personas interesadas, recientes acontecimientos en la política regional han hecho que la industria de la vida nocturna local fluctúe. Debido a una restricción sobre viajes impuesta por el gobierno saudí, los árabes del Golfo y otros derrochadores se vuelven más y más escasos en la escena fiestera. Sin la entrada de efectivo que éstos traían habitualmente, la ciudad se ha alejado del estilo de vida extremadamente caro de los clubes con servicios VIP de botellas como en la era de los 2000 con Paris Hilton y bares de shisha estilo oriental. En su lugar, han ido adoptando un estilo más casual, menos caro, más orientado hacia la vibra callejera que atrae a los turistas occidentales –quienes preferirían pasar sus noches de jueves parados en la calle escuchando hip hop árabe en lugar de pavonearse vestido de Versace en la azotea de un club.

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Desde que comenzó el conflicto sirio hasta el inicio de la Primavera Árabe, han llegado más de un millón de refugiados, más bombardeos, y, como demuestra cada vez más la evidencia, agentes de ISIS al Líbano. Esto ha dado paso a una guerra indirecta, la más reciente en la complicada historia del Líbano, entre Arabia Saudita y el Hezbolá (el partido político y militar basado en el Líbano catalogado por los Estados Unidos como organización terrorista), respaldado por Irán, por el involucramiento de estos últimos en Siria para apoyar a Bashar al Assad. El gobierno saudí, que conviene con la secta ultraconservadora Wahhaby, del Islam Sunni, se opone al papel minoritario del Hezbolá Shia en el gobierno libanés. Como resultado, impusieron esta primavera, junto con muchos otros países del Golfo con la misma línea ideológica, una prohibición a sus ciudadanos de viajar al Líbano.

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MusicHall de Beirut. Foto cortesía de MusicHall

Algunos lugares han cerrado por completo. Al comienzo de la guerra siria, La Place de l'Étoile, en el centro de Beirut, destruida durante la guerra y ahora reconstruida en un no muy auténtico estilo neo-Italianizante, fue uno de los lugares más concurridos en la ciudad para que los turistas khaleejis (el término arábigo para gente de la región del Golfo Pérsico) se adaptaran al clima templado y a las bellezas cubiertas en ropa de diseñadores, mientras fumaban su shisha sabor melón. Ahora, el área está escalofriantemente muerta; la mayoría de los restaurantes y bares fueron clausurados incluso antes de que el gobierno cerrara el área el verano pasado para disuadir a los protestantes furiosos por la crisis de basura actual (los vertederos de la ciudad rebosan y la basura se ha estado apilando en lugares no oficiales de la ciudad desde el verano pasado, desatando protestas violentas e inquietudes sobre la salud pública).

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Falamanki, un restaurante libanés y lounge de shisha en la calle Monnot de Beirut, también ha experimentado una caída drástica en el número de khaleejis que visitan el lugar. "Hace unos años recibíamos entre 50 y 60 personas del Golfo todos los días", me dijo un empleado que se negó a dar su nombre. "Ahora solo vienen dos o tres por semana. Creo que es por la Guerra Siria y los choques políticos entre el Líbano y Arabia Saudita". (La solicitud de réplica a la oficina central de Falamanki no fue respondida). Aun así, dice, no todo es malo: "los sirios que han venido al Líbano aportan algo a nuestro negocio".

Muchos de los clubes más populares también están sufriendo. Skybar Beirut, quien dice haber sido nombrado el mejor club nocturno del mundo en el año 2009, fue por años un símbolo del espíritu bacanal de Beirut. Tenías que tener una wasta, es decir, una conexión especial o una palanca, para poder ser admitido en un lugar. Una vez que entras, puedes emborracharte en el bar con vista a las grúas de contenedores del puerto de Beirut por unos $100 dólares. Pero luego de un incendio el pasado mayo, Skybar todavía no ha reabierto sus puertas. Malek Tambourgi, el gerente de mercadeo del club, niega el problema diciendo que el bar abrirá en una nueva locación el próximo verano (la fecha exacta, dice conspirativamente, es "la información mejor guardada de la ciudad"). El retraso de dos años ha sido parte del proceso natural de reubicarse, dice.

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Skybar original de Beirut. Foto cortesía del club

Michel Elefteriades, el decano de la vida nocturna, escultor, acusado de adorar al diablo y pseudofilósofo, es un poco más directo. "la guerra siria ha impactado la economía libanesa", me dijo cuando lo conocí en su guarida draculesca en el ático sobre su club ubicado en el centro de Beirut, MusicHall, un lugar repleto de muebles tapizados en terciopelo rojo, candelabros góticos de hierro y su colección de armas de fuego antiguas. "Tenemos clientes libaneses que hacen menos dinero porque los khaleejis no están llegando y porque la guerra ha interrumpido el negocio de importación y exportación, así que no están yendo tanto de fiesta".

"No sufrimos porque somos los líderes del mercado", dice. "Acostumbrábamos rechazar a 4000 (personas) cada fin de semana; ahora solo rechazamos a 1000. Aquellos que están al filo, han perdido clientes. Los que llenaban media capacidad ahora no tienen a nadie. Solo los más fuertes sobreviven una crisis".

Otros se adaptan a lo que ahora es normal. Ricky Dakouny, fundador y CEO de la compañía planificadora de eventos Tarte aux Poires y DJ de tech house, dice que su negocio ha sido impactado por un descenso en las personas adineradas, especialmente familias, que vienen de los estados del Golfo a hacer eventos en el Líbano. "Hemos sido directamente afectados por la prohibición", dice Dakouny. "Tuvimos dos cancelaciones de eventos grandes al comienzo del año de parejas que querían venir y casarse aquí –sus familias tuvieron problemas con que el Líbano fuera el lugar de la celebración".

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Sin embargo, para los eventos públicos de Tarte Aux Poires, como una fiesta de lanzamiento para empresas como Pepe Jeans, o una fiesta para la embajada española en Beirut, "la restricción no ha significado mucho", dice Dakouny. "El público cool que conoce el mercado libanés y la escena de baile de aquí no está asustado; siguen viniendo".

La experiencia de Dakouny con los eventos públicos de Tarte Aux Poires es similar a las observaciones hechas por muchos otros miembros de la comunidad de la vida nocturna: tal vez hayan menos khaleejis visitando Beirut, pero, en general, los bares aún son suficientemente concurridos por libaneses, residentes extranjeros, y un número creciente de turistas, como para notar una gran diferencia.

Como resultado, dueños de bares y planificadores de eventos están personalizando sus ofertas para poder ajustarse a los gustos de este mercado. "[Tarte aux Poires] no sabe cómo satisfacer el gusto estereotípico del mercado del Golfo, el lujo inalcanzable. El lujo que proponemos es más realista, más europeo… Por ejemplo, yo solo uso el color dorado de una manera original y moderna.

La moda hacia la vida nocturna más casual y menos costosa es evidente en la explosión de la escena callejera de Mar Mikhael (así como aquellas en otros barrios o suburbios de Beirut). Hace cuatro años, había uno o dos bares entre tiendas de reparación de refrigeradores y proveedores de cocinas al por mayor. Ahora, los juerguistas rebosan de los bares a las aceras todas las noches de la semana. En varias cuadras, cada fachada de una tienda es un bar; entre ellas hay tiendas que venden cervezas y cigarros a aquellos que quieren ser parte de la escena sin pagar por cócteles con sobreprecio.

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Bashir Wardini, socio de Floyd the Dog, uno de los bares en medio de la aglomeración, dice que Mar Mikhael no ha sido afectado por la prohibición; de hecho, el negocio ha crecido desde el año pasado. "La vida nocturna en el Líbano ha evolucionado de manera que no necesita a los khaleejis para sobrevivir" dice. "Mira el centro –en algún punto se llenó de tantos khaleejis que los libaneses dejaron de ir".

El alza en turistas de occidente ciertamente no ha afectado la industria nocturna de Beirut; como tampoco lo ha hecho la entrada de los jóvenes modernos de Siria, para quienes estar atrapados en Beirut resulta ser lo mejor dentro de una serie de terribles opciones. Pero al final del día, dice Elefteriades, la vida nocturna libanesa es a prueba de política. Mientras haya una lucha en el país, cree Elefteriades, los libaneses se apoyarán en bares y clubes para suavizar los efectos negativos.

"En zonas de guerra, siempre tienes gente que quiere seguir viviendo, que quiere seguir comiendo, teniendo sexo y bebiendo" dice. "Tal vez moriremos durante la guerra, así que vivamos y disfrutemos mientras podamos. Los libaneses son muy fuertes, superan las catástrofes rápidamente"

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