Hablamos con Daniel Mendoza, el 'traidor de clase' del Club el Nogal

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COLOMBIA

Hablamos con Daniel Mendoza, el 'traidor de clase' del Club el Nogal

Nos sentamos con el abogado que, por sus venenosas sátiras y denuncias, afirma ser el nuevo enemigo de las élites cachacas.

Daniel Emilio Mendoza es la controvertida oveja negra de la élite cachaca. Desde que decidió comenzar a escribir sobre las aguas negras de la elegantísima clase política y empresarial que dirige el Club el Nogal, del cual era socio hasta hace unas semanas, se ha echado encima a todos los "señores bien" con los que antes compartía gimnasio.

Su primera novela, El Diablo es Dios, publicada por Planeta en 2013, no cayó nada bien en esos mismos círculos. Según él, las tres ediciones han generado el rechazo de los millonarios, los grupos neonazis y las iglesias cristianas por, como dice el prólogo, "su caricaturización escatológica de Hitler, de Franco y de Mussolini, por su lenguaje explícito, sus escenas de sexo grupal, su visión apocalíptica de una sociedad caótica y la filosofía de vida de los personajes, que son drogadictos, hipersexuales, pornógrafos, sociópatas y criminales que se pasean entre los pasillos del Senado, los Clubes Sociales y las oscuras calles del Barrio Santa Fe".

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La novela es apenas una pequeña muestra de una serie de artículos de opinión en KienyKe y Las2Orillas en los que Mendoza se le mete al rancho a "la descendencia de los fachos" y los "sociópatas de extrema derecha" del país. Recientemente, sus textos le generaron problemas con el diario El Tiempo: según él, lo presionaron para dar de baja un artículo de su blog en la plataforma sobre Rafael Uribe Noguera y la presunta muda complicidad de los poderosos con la pedofilia en las élites colombianas. Sus irónicas representaciones del senador Gerlein siendo penetrado en cuatro, del exprocurador Ordóñez comiéndose a su monaguillo, y de personajes como el exsenador conservador Pablo Victoria (de quien denuncia los vínculos con el neonazismo y presuntos negocios turbios de finca raíz), lo pusieron en problemas con la Junta Directiva del Club El Nogal.

En su más reciente libro editado por la Editorial 5-31, El Club el Nogal amordaza al escritor, documenta ese proceso y abre más de una pregunta con respecto a la censura, los secretos de la clase alta y las roscas silenciosas de nuestras aristocracias tropicales. Hablamos con este abogado y escritor sobre las consecuencias de abrir la boca sin tapujos en una élite mojigata y las aparentes corrupciones que se fraguan a puerta cerrada en el mundo de los clubes sociales.

VICE: En pocas palabras, ¿por qué se le vinieron encima las directivas del Club el Nogal?
Daniel Mendoza: Yo soy socio de El Nogal… Bueno, fui socio de El Nogal, porque ya me echaron por los artículos que escribí en El Tiempo. Primero me suspendieron cinco años y luego me decretaron la destitución como socio. ¿Por qué me echan? La primera de las sanciones, que fue por cinco años, fue supuestamente por tres hechos: porque yo había hecho unos artículos en contra de Pablo Victoria, que es miembro de la Junta, donde yo le recordaba sus investigaciones por parapolítica, sus vínculos con el neonazismo, cómo sus libros los leían los neonazis, cómo hacía conferencias y ellos se paraban y elevaban la mano, cómo era un ideólogo del neonazismo en Colombia… eso es algo que todo el mundo sabe: la forma como ha atacado a las negritudes y a la comunidad LGBTI —les ha dicho machorros, sodomitas—. Y yo soy un demócrata liberal, creo en la igualdad y la tolerancia. Entonces escribí un artículo sobre él en Las2Orillas que se llama "Pablo, si eres neonazi, sal del clóset". Y eso llegó a la junta directiva, entonces él llegó a atacarme.

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Pero, además, escribí una novela que se llama El Diablo es Dios. Es una novela que habla sobre un abogado penalista que es rumbero y drogo. El otro personaje es un indigente que monta una iglesia en el barrio Santa Fe que para tener el favor de Dios tiene que tener sexo grupal. En últimas, lo que hacía era trasladar el rito de la precosecha griega al barrio Santa Fe. En Grecia todos se reunían antes de la recolección, para que los frutos fueran saludables y para que se fertilizara la tierra, pues hacían unas orgías las verracas. En todos los pueblos griegos sacaban a Apolo y traían a Dionisio. Entonces lo que hice fue traer eso a Bogotá. Quedó una novela bien valorada por la crítica, ya vamos en la tercera edición.

Pero hubo un combo en el club del Opus Dei —Pablo Victoria y toda esa gente— que empezó a rayarse. Y se rayaron también con mis escritos: yo hice un texto sobre el senador Gerlein, sobre su homofobia, que fue muy leído, algo de periodismo gonzo, donde yo digo que Gerlein tiene que ser gay. Pa' ser un tipo tan homofóbico tiene que ser gay, y lo demuestro en el artículo. Y al final digo que tengo el derecho de imaginarme al senador Gerlein postrado como lo hacen los árabes, con un negro atrás y mejor dicho… Es el derecho constitucional que yo tengo a imaginar. Legalmente no pudieron hacerme nada. Pero el Club y las élites empezaron la cacería de brujas conmigo.

¿Qué es lo que tanto le incomoda a esas élites de sus libros y columnas?
Yo empecé a denunciar hechos de corrupción dentro del Club. Hechos que involucraban miembros de la junta directiva. Por ejemplo, lo que dije sobre un exsuperintendente, que fue al Club siendo superintendente. La Superintendencia de Industria y Comercio vigila las empresas. El Club, una empresa que él vigilaba, le dio un carnet a él para que entrara, para que gastara en el Club y la empresa le pagara los consumos. Y, además, se hizo miembro de la Junta Directiva. Es un acto grotesco que eso pase, que ellos lo sepan y no se diga nada. Es algo grotesco que en el Club haya una persona a la que alaban los neonazis y no se diga nada. Es un acto grotesco que salga alguien en una asamblea y diga que hubo un desfalco de diez millones de dólares en una obra de un spa —probado, además— y que no pase nada. Es un acto grotesco que un socio que había denunciado al Club por cinco mil millones de pesos, después se haga nombrar miembro de la Junta Directiva y se haga nombrar parte del Comité de Seguridad —que es el que maneja la demanda que él metió—. Son cochinadas feas que yo denuncié.

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¿Qué hicieron? El Club me llamó para una conciliación. Me dijeron que la conciliación era sencillita: "Daniel, usted deje de joder, usted quédese callado, no joda más, no escriba más y nosotros no le abrimos proceso y no lo echamos". Lo tengo grabado además. Y me lo mandaron a decir, no me lo dijeron de frente: "Si usted no se queda callado lo sacamos por sus artículos". Yo me senté allá y les dije: "¿Saben qué? Lo que me están haciendo es un hostigamiento. Es una de las formas más aberrantes de hostigamiento que existen. Es un hostigamiento claro y manifiesto. Y no concilio. Y, si quieren, échenme". Y claro, me echaron.

¿Cree que por ser socio del Club y parte de esa clase le tocó las fibras de manera más dura a los miembros?
Yo nací en la clase alta, yo soy hijo de la clase alta, yo tuve chofer, finca, empleadas del servicio. Sí, soy hijo de la clase alta. Pero es que esa clase alta es una gonorrea. ¿Por qué la élite —y no digo que todos sean así, pero sí un gran sector— actúa de esa forma en Colombia? Yo me puse a ver, estructurando más o menos la formación como criminólogo y como sociólogo que tengo (aunque no tengo el grado, pero sí he leído Foucault, Bourdieu, etc.). Me preguntaba eso y me di cuenta de que era porque no tenían límites. Un rico colombiano es un tipo que, por hacer plata, puede hacer lo que sea. De pronto no traquetea porque se les hace algo cochino, pero si les dan una tula de plata pa' lavar ahí sí le ponen oficio. ¿Que se metan unas bolsas de coca y se vayan de mulas? No, eso se lo dejan a los raspachines. Pero si un rico colombiano tiene que acabar con una reserva natural, la acaba. Y si tiene que matar pajaritos para hacer billete y construir, los mata. Y si tiene que torcer a medio mundo, lo tuerce. Vea Odebrecht. ¿Por qué los ricos colombianos son tan pobres de espíritu y de ética?

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Creo que es porque hay mucha sociopatía en la clase alta colombiana. Obviamente cuando yo empiezo a poner en la luz pública y a dar a conocer esa sociopatía de la clase alta colombiana, pues la sociopatía se defiende. Un sociópata no quiere que lo cojan, no quiere que lo expongan y mata o esconde o tapa. Y lo que hizo el Club fue echarme. No quería que yo expusiera eso. Pero yo tengo un compromiso ético conmigo mismo, así mi papá sea socio del Club, así mi hermano sea socio del Club. Los ricos no tienen límites. ¿Por qué no los tienen? Porque son criados con unos simbolismos nocivos. Unos simbolismos que crían sociópatas. Cuando usted de niño se sienta en la mesa todos los días y su empleada de servicio, la mujer que lo cuida, que lo baña y que le da cariño no se sienta en la mesa, usted la empieza a ver es como un animal. Cuando los hijos del chofer van a la finca y no los dejan meterse a la piscina con los hijos de los dueños, les están diciendo: "Ellos son animales".

¿Eso qué hace? Que todos los límites a los ricos se les corran. Como a Rafael Uribe Noguera. No digo que todos los ricos sean pedófilos, pero sí hay un porcentaje muy grande de pedofilia en la clase alta. Tiene que haberlo: el perfil criminal lo dice. Precisamente porque no tienen límites. Pero es que el sociópata no solamente es pedófilo. El sociópata es ladrón, es estafador, hace fraudes procesales. Y todas esas son actitudes de la clase alta colombiana.

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¿Se ha encontrado de frente con las directivas, Pablo Victoria o alguna de las otras personalidades políticas a las que denuncia en sus libros o columnas? ¿Qué le han dicho?
Me los encontraba en el Club hasta que me echaron. No me decían nada. Me miraban como un culo y ya. A esas personas que yo he denunciado en el Club son: Pedram Fanian, quien tuvo actitudes que son para mí, por lo menos, indecorosas con unos contratos de seguridad; Jairo Rubio, que hizo unos fraudes en su nombramiento en la junta, fraudes verificados ya por un juez —Rubio es este superintendente del que hablaba antes—; Jairo Iván Ramírez, que es el que se hizo nombrar en la Junta Directiva después de haber demandado al Club por cinco mil millones. Una vez denuncio esas cosas, el contrasimbolismo de esa clase alta decide echarme. Eso es lo que siempre hacen: echar, tapar. La clase empresarial nunca piensa que está haciendo cosas malas, el sociópata piensa que los demás son malos, que el periodista que escribe es el malo y no él. Un sociópata no se arrepiente, entonces quiere siempre tapar. Y por eso es que la libertad de prensa está tan vulnerada. Este proceso de El Nogal, que en laboratorio es algo minúsculo, muestra cómo se agrede esa libertad de prensa.

Daniel Emilio Mendoza.

¿Pero usted cree que hay límites en esa libertad de expresión? ¿Hay alguna frontera entre la denuncia, la sátira y el insulto?
Pues es difícil. De ahí se agarró El Nogal. La primera sanción fue apenas por denunciar, por mis artículos en El Tiempo contra miembros del Club por sus actuaciones irregulares. Creo que eso fue solo un atentado contra mi libertad periodística y censura de mi libertad de opinión. Lo que pasó luego fue porque abrí una cuenta de Twitter, @eldiabloesdios. La abro porque Planeta, la editorial, me dijo que debía tener redes. Y el Twitter se me hizo chévere. Pero entonces los socios del Club El Nogal, en su imaginario colectivo, tuvieron derecho a imaginarse lo que quisieron respecto a lo que dice alguien en su metáfora o en su estructura metafórica literaria. Yo, digamos, me inventé un personaje: el Procurador. Y Pablito, que era el novio del Procurador. Por ejemplo, escribí en un tuit que el Procurador no tenía erecciones, que al Procurador no se le para. Y cuando se le para sodomiza a Pablito y "canta Victoria". Entonces dijeron que yo estaba me estaba refiriendo a Pablo Victoria. Que se imaginen lo que quieran.

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Un escritor no tiene que responder por eso. Yo no estoy diciendo que a Pablo Victoria se lo come el Procurador. Ni lo digo, ni lo afirmo. Yo no digo que Victoria sea el novio del Procurador. Yo digo que el Procurador tiene una erección, sodomiza a Pablito y canta victoria. Nunca dije su nombre. Que el imaginario colectivo se imagine lo que quiera, es mi derecho como literato. Si no, desde Shakespeare y Cervantes, todos tienen que terminar encanados porque todos han utilizado la sátira, si es que ellos quieren creer que es sátira. Pero yo ni siquiera tengo que explicar si es sátira o no. Si esos quieren creer que es sátira, listo. Yo estoy en mi derecho constitucional de hacerla pero no tengo por qué explicarla.

Si ellos quieren creer que Pablito, que se acuesta con el Procurador en mi libro, es Victoria, pues no es ningún insulto. No debería sentirse ni siquiera insultado, porque hoy en día ser gay no es ninguna enfermedad ni nada. Es como si dijera que a Pablo Victoria le gusta el pollo. Pues no hay ningún insulto ahí. Si se siente agredido es porque es un homofóbico. Una homofobia que también es promovida por el Club.

Además de las sanciones de suspensión del club, ¿ha recibido amenazas u otro tipo de represalias por lo que denuncia del exsenador Victoria o los socios del club?
Amenazas no he recibido. Aunque yo me estoy metiendo con gente dura del Club. Yo le he manifestado a ellos mi preocupación por mi seguridad. Por ejemplo, después de la publicación de este libro "El Club el Nogal amordaza al escritor" y después de la publicación de los artículos, también los de Uribe Noguera, llamaron a la editorial a preguntar mi teléfono y mi dirección. Dizque porque había una entidad pública que lo necesitaba. Pero yo nunca metí nada en una entidad pública ni nada. Eso ya lo puse en conocimiento de la FLIP (Fundación para la Libertad de Prensa) y ahorita se está evaluando.

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¿En algún momento de su proceso de escritura pensó en echarse para atrás?
Yo soy de los que opina que hay una gente que nace para morirse y otra gente que nace para que los maten. Y si yo soy de los segundos, pues, en últimas, yo creo que la única forma de existir es sin miedo. Uno sí siente miedo. Pero no hablar, no expresarse, es peor. Si me matan por defender lo que yo creo, si me matan por defender la razón de mi vida, creo que valió la pena. Si me matan por una maricada, como que me le comí la vieja a un tipo, pues qué culada. ¿Pero por escribir?

Después de lo de El Nogal, ¿qué fue lo que pasó con su columna en El Tiempo?
Me echaron, me sacaron del blog por un artículo que escribí. En redes se armó el mierdero. Eso fue hace diez días: me querían obligar a bajar el artículo de Uribe Noguera. Me presionaron y yo no quería bajarlo, entonces les dije: "Bájenlo ustedes". El de las pirañas, que se llama "Uribe Noguera y sus amigos pedófilos". Mi otro artículo ahí, el primero, fue el más leído del año con seiscientas mil visitas. El Tiempo estaba muy contento, con el primer artículo hubo aplausos, perfecto todo. Con todo y eso, llegaron unas cartas, pero nada más. Todos felices. Pero no me montaban a las redes sociales. Le dije a Marcela que por qué no me lo publicaban en redes sociales y me dijo que El Tiempo se reservaba el derecho de subir a sus redes lo que quisiera. Yo dije: "Bueno, igual soy el más leído, qué importa".

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Antes había escrito uno sobre el Cabo de la Vela, todo muy tranquilo, uno sobre Julio Correal, todo bien, muy bonito. Pero los artículos con veneno, con sustancia, nada, no me los promocionaban. Luego vino el segundo artículo. Superaba el millón de visitas, se viralizó mucho más que el primero. Veinte días y esa vaina no paraba. Se empezó a hacer un movimiento: porque hay unos hijueputas pedófilos multimillonarios que violan niños. A los veinticinco días, me escriben de El Tiempo y me dice Marcela Han: "Usted tiene que bajar ese artículo ya, y si no lo baja en una hora, queda advertido: le terminamos el blog". Llegaron y me lo bajaron ellos. Y yo le dije que se me hacía que eso era censura.

"Es que usted hace unas afirmaciones y acusaciones sin sustento", me respondió. ¿Sin sustento? Yo soy criminólogo y es un blog de criminología. Y un criminólogo plantea hipótesis en un proceso, no afirmo nada, son solo ecuaciones criminológicas frente a un proceso. En un proceso nada es verdad, todo es hipotético. Si el objeto de estudio es hipotético, el análisis de una crónica roja jurídica es necesariamente hipotético.

Daniel, para terminar, denos un consejo suyo para esas élites empresariales colombianas
¡Ojalá se humanicen! ¡Ojalá la clase alta haga una labor profiláctica! Si la clase alta entiende que es sociópata puede empezar un proceso de rehabilitación. Y que no críen a sus hijos así. Los cuchos ya están pichos, ya no van a cambiar. Pero si a los hijos los crían con amor y generosidad, esto va a dejar de pasar.

Para los miembros de Junta Directiva que tomaron la decisión de sacarme de ahí, que reconozcan en esta decisión un acto de agresión a la libertad de expresión, pero además un acto sociópata, un acto de encubrimiento de una actuación sociópata. Y es un acto simbólico tremendo: alguien que denuncia la corrupción en el Club, sale echado.

Esas élites son las que alimentan frases como que "la justicia es solo para los de ruana". Entonces acá la gente de clase media y clase baja siente que no tiene derechos. Porque cada vez que los van a ejercer, los opacan contrasimbólicamente. Y es lo que no me dejé hacer. ¿Me van a echar? Listo, échenme. Pero saco mi libro, denuncio esto, escribo artículos.

Y una frase final: clase alta colombiana, siente a la empleada de servicio en la mesa a comer con sus hijos.

Y, por pura curiosidad, ¿por qué decidió posar en bola en la portada de su libro?
Me dijo el editor y me gustó. Esa portada representa lo que soy yo frente a ese Club. Un tipo así, como ese que veo en la portada, no les debe gustar mucho. Pero en la sociedad tipos como yo deben tener cabida en todo lado. Creo que la única forma para que la élite colombiana deje su sociopatía es reconocer sus errores y actitudes y simbolismos que la permean y que la hacen voraz. Como yo no soy de los que se levanta a las ocho a la empresa, y se compra sus Ferragamos y se va a Europa, pues que un man como yo les diga eso les duele. Lo malo no es la plata, lo malo es sentir que con la plata pueden acabar con el mundo.