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Cinco diciembres en los que la guerra no paró

Recordamos cinco fines de año en que la guerra no paró. Cinco momentos que motivan a pensar en el valor de una Navidad en paz.

Este artículo hace parte de ¡PACIFISTA! nuestra plataforma para la generación de paz.

La guerra en Colombia no ha respetado nada. Se han saltado las convenciones internacionales, los pactos de palabra, las cadenas de mando, han manchado el luto con sangre, han roto antirrécords —el secuestro más largo, el conflicto armado más largo—, han usado niños, han tendido trampas, han matado inocentes y han premiado culpables. Una máquina de ese tamaño, que ha hecho mal sin mirar a quién, no se fija en fechas.

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Recordamos cinco diciembres donde la guerra no paró. Cinco momentos que motivan a pensar en el valor de una Navidad en paz, de un país en paz.

Atentado al DAS

El terror del narcotráfico llegaba a su tope en 1989. Desde la masacre en La Rochela, en enero, el año había estado marcado por la violencia que ejercían los carteles, sus sicarios, sus odios y sus alianzas. Diciembre empezaba lleno de miedo: el 27 de noviembre, sobre el cielo de Soacha, Cundinamarca, una bomba ordenada por el Cartel de Medellín explotó en un vuelo de Avianca y mató a 110 personas.

Apenas nueve días más tarde, el 6 de diciembre, pasadas las siete de la mañana, un bus con 500 kilos de dinamita explotó al lado de la sede del DAS en Paloquemao, en Bogotá. El responsable fue la misma organización narcoterrorista que ordenó volar el avión y otra larga lista de crímenes. El saldo fue de más de 60 muertos y 600 heridos. La intención del atentado era matar al general Miguel Maza Márquez, que había culpado a las autodefensas del Magdalena Medio y al Cartel de Medellín de la ola de violencia que vivía el país. Maza Márquez salió ileso del atentado que, en cambio, sí destrozó fachadas y mutiló cuerpos en tres kilómetros a la redonda.

Toma de Patascoy

En el límite entre Nariño y Putumayo, a más de 4 mil metros de altura, está el cerro de Patascoy. A la madrugada del 21 de diciembre de 1997, un bombazo despertó a los soldados que descansaban en la base militar donde funcionaba la Estación de Comunicaciones del Ejército en el cerro. Era el inicio de un rápido y violento ataque por parte de un comando de unos 300 guerrilleros de las Farc.

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En una conversación interceptada, el Mono Jojoy dijo que el ataque no había durado ni 15 minutos. El ataque, aunque fugaz, bastó para matar a 22 soldados y secuestrar otros 18. De ellos, 16 fueron liberados en el corto plazo. Los dos restantes corrieron con suertes desafortunadas. Pablo Emilio Moncayo estuvo casi 13 años en poder de las Farc y Libio José Martínez, como si fuera posible, corrió con peor suerte: nunca conoció a su hijo, que nació durante el secuestro, y fue asesinado en 2011, casi 14 años después del ataque en Patascoy.

Operación Casa Verde

La Operación Casa Verde no fue precisamente un atentado, pero es recordada por muchos como la puerta de entrada a la sangrienta década de los noventa. La tregua que el gobierno de Belisario Betancurt y las Farc habían firmado en La Uribe, Meta, en 1984, había durado relativamente en buenos términos por tres años. Entre el 87 y el 88, una nueva arremetida de las Farc, empujada por el inicio del exterminio de miembros de la Unión Patriótica, marcaría un cambio en las acciones del Estado.

En 1990 el panorama cambiaría totalmente. César Gaviria, desde que era ministro en la presidencia de Virgilio Barco, había propuesto atacar Casa Verde, el campamento madre de la guerrilla. En agosto Gaviria llegó a la Presidencia y el 9 de diciembre, el mismo día en que los colombianos decidían quiénes integrarían la Asamblea Nacional Constituyente, empezó el asalto a Casa Verde, donde se encontraban varios miembros de la cúpula de las Farc: Manuel Marulanda, Raúl Reyes, Timoleón Jiménez y Alfonso Cano.

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Casa Verde no era solo la casa de techo verde que se había hecho famosa por recibir las reuniones con el Gobierno: era toda una zona llena de campamentos guerrilleros. A las ocho de la mañana, en una operación que empezó con más de mil militares y recibió mucho más apoyo durante los días siguientes, el Ejército empezó a bombardear. Los cuatro jefes que estaban en la zona lograron escapar, pero los combates duraron varios días más. Murieron 19 soldados y alrededor de 50 guerrilleros, y desde ese día las Farc emprendieron una venganza bélica que cobró vidas en atentados y ataques por todo el país. Lo poco que quedaba de la tregua en La Uribe se diluyó y la guerra se recrudeció durante toda la década.

Masacre de El Nilo

La región de Caloto, en Cauca, es territorio ancestral de la comunidad paez. Los indígenas, sin embargo, no son los únicos interesados: varios ganaderos han reclamado derechos sobre las tierras. A principios de diciembre de 1991, los paeces habían denunciado amenazas después de que se negaran a negociar sus predios. El 15 de diciembre, el exconstituyente indígena Lorenzo Muelas, en una reunión con altos mandos del Gobierno, advirtió que los enfrentamientos con los terratenientes iban a terminar en tragedia.

La premonición no había sido lanzada al aire porque sí. Los ganaderos dueños de la finca El Nilo habían decidido tomar justicia por sus manos y, al día siguiente de la advertencia de Muelas, masacraron a veinte miembros de la comunidad nasa. Los asesinos, en una primera versión, fueron vistos con prendas militares, pero en una segunda versión de los hechos se dijo que eran civiles encapuchados. Varios miembros de la Policía fueron investigados por los hechos y el Consejo de Estado condenó a la Nación por la masacre. El 17 de diciembre el pueblo amaneció de luto pero no en silencio: cientos de indígenas salieron a marchar en señal de protesta.

Masacre en Santo Domingo

Desde el 12 de diciembre de 1998 el Ejército y las Farc se enfrentaban en Santo Domingo, un caserío de Tame, un municipio de Arauca ferozmente golpeado por la guerra. El 13 de diciembre llegó apoyo de la Fuerza Aérea: el combate era fuerte y ya habían matado 8 soldados. En medio del enfrentamiento, que pasaba sobre la cabeza de civiles, una explosión partió todo en dos: 17 civiles murieron, seis de ellos niños.

El penoso saldo de muertes dio pie a una batalla jurídica. Dos argumentos se enfrentaban para decidir quién había sido el culpable de la muerte de los civiles: unos decían que la explosión había sido causada por un carro bomba de la guerrilla que se activó "accidentalmente" y otros decían que fue por una bomba lanzada por un helicóptero de la Fuerza Aérea. Alias Grannobles, de las Farc, y dos pilotos de la FAC fueron condenados por ese hecho. La Corte Interamericana de Derechos Humanos también condenó al Estado colombiano.