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El alfabeto (ilustrado) del narco mexicano

B de "buchón"

Éste es uno de 29 testimonios que he recogido entre gente metida en la Guerra contra el Narco.

Éste es uno de 29 testimonios que he recogido entre gente metida en la Guerra contra el Narco. Los nombres y locaciones específicas han sido omitidas por seguridad. Lo he acompañado de un dibujo y de mi definición sobre alguna de las 29 palabras que he escuchado mentar a esta gente. Aquí les dejo la palabra de esta semana: Buchón.

I. “Ahí estaba mi compadre con su chofer, cargando un marro y tumbando una de las paredes de su cantón. Nomás por pinche loco, dizque se le había ocurrido una remodelación. Le hablaron al radio para avisarle que un morro cumplía años, un morrillo que había ascendido en la organización, ¿Por qué no se descuelga para echarse unas cervezas? La fiesta era en uno de los yonques del bato que le había marcado. Me preguntó si íbamos. Compadre, ¿cómo nos vamos a presentar así todos mugrosos? Pero al güey le valía madre, así que fierro: nos fuimos a la fiesta en un carrillo todo madreado, un Neon viejito que tenía arrumbado en su cantón. Vi a un chingo de raza bajándose de camionetas con vidrios polarizados y vestida que de Armani, Versace, Ferragamo y demás marquillas pedorras. Adentro vi unas rucas bien buenas, en minifalda y tacones de diseñador, bailando enfrente del conjunto que tocaba. El bato de la fiesta (bien perfumadillo) cayó a saludar a mi compadre, le dejó un veinticuatro de cerveza y nos mandó traer unos botes de basura para que los usáramos de taburetes. Botes de basura. Mi compadre se ondeó bien cabrón. Vete al carro a traerte aquello, le dijo a su chofer, no les vamos a gorrear a estos hijos de su puta madre ni verga. Lo tomé del brazo: No la vaya a cagar, Compadre, ni haga un zafarrancho. El chófer le bajó un maletín con cien mil dólares que cargaba siempre "por si acaso". Entonces jaló a una de las rucas de la fiesta, que nos barrió con la mirada y le dijo Mucho gusto. Mira, Hija de la Chingada, quiero que vayas a comprarme unas cervezas; Cómo cree, yo quiero bailar con mis amigas; Qué bailar ni qué la verga, usted se va a ir por las cervezas. Entonces el muy cabrón abrió el maletín enfrente de ella. La ruca peló los ojos nomás lo vio sacar dos billetes de 200 dólares. Ahí sí la ruca empezó a mover la cola: Ay, Señor, lo que usted quiera. Hasta piojito le quería hacer la vieja cabrona. Cuando regresó con las Tecate y los cigarros arrimó a sus compas que se le habían amontonado por mitoteras. Al rato ya teníamos a todas las rucas y hasta al conjunto alrededor. Un pinche desmadre que traíamos, que Ji ji jí, que Je je jé. El cumpleañero y sus compas al principio se sacaron de onda mirando toda la acción. Se abrieron de volada. Mi compadre mandó traer perico y nos quedamos hasta la mañana. Los músicos estaban bien madreados: Hágannos el paro, ya estuvo. Pero pues cuál "paro", cuál "ya estuvo", Ni pedo culeros: ustedes le tienen que seguir. De las tres personas que llegamos a esa fiesta en el Neon, yo soy el único que sigue vivo.”

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II. Buchón es el epíteto con el que la jerga culichi menta a los sierreños que se hacen ricos de la noche a la mañana sembrando, empacando y traficando mota. La palabra ha cruzado las fronteras de su definición original: hoy alude a la ostentación chillona de las riquezas más burdas producto del narco mexicano. En la cultura popular se le asocia a una riqueza “sin clase”, cuando es precisamente lo contrario: manifiesto de una o más clases excluidas de los frutos de la economía legitimada por el Estado. La estridencia buchona es producto de la violencia sistémica de la economía global y no pretende, como se cree, ser una suerte de manifiesto estético del narco. El traficante de Badiraguato, por poner un ejemplo, encuentra en la estridencia buchona una forma de manifestarse ante la simulación que es la economía global, una suerte de ente ajeno a los tráficos ilegales que, por el contrario, constituyen buena parte del mercado. Los 90 mil cadáveres derivados de la actual Guerra contra el Narco en México no son los únicos. La sociedad mexicana está muerta en el fraude que sostiene, en frágil equilibrio, lo que queda de las instituciones política, policiaca, eclesiástica y familiar. Un México que reclama estrepitosamente tener visibilidad se revela en el imaginario buchón; en éste hay dinero, mujeres y una nueva masculinidad que, ante la inminente muerte de quienes lo protagonizan, deriva en narcoficción. El descubrimiento de narcofosas revela que la realidad social mexicana está constituida más bien por cuerpos que reclaman ser vistos y desenterrados.

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Anteriormente:

A de "alterado"

www.juanreyna.blogspot.com

@jcreyna

Ilustración por Gabriel Escalante

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