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Sexo con Baranda Pons

Así me fue en un curso de masturbación femenina

'Ahora pienso que es más empoderador susurrar “tócame el bulbo clitoridiano y encuéntrame las raíces"'.
Montaje: Pablo David G. | VICE Colombia

Un curso de masturbación femenina en donde yo vivo cuesta 25 euros, casi 90 mil pesos. Da igual si se es mujer o se es hombre, si viene acompañado o viene sola. Todos están sentados en círculo y la única pendeja que tiene una libreta para tomar notas soy yo. El hombre que da el taller nos recibe con un molde que tiene una vagina con ano, una forma que se me hace extraña esta vez, porque no tiene ni pelos ni poros ni fluidos, ni mucho menos siente algo en su interior mientras el profesor le mete los dedos y se dedica a decir: "estos son los labios menores, estos los mayores y este es el pubis".

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“Lo interesante es que hoy vamos a ver muchas formas de conseguir el placer en la mujer. Estamos muy equivocados si pensamos que todas las veces hay que tocar igual”. Eso ya suena un poco mejor, pero vuelvo a ver esa vulva maniquí y una vez más siento que mi dinero está en el lugar equivocado.

Pienso que abrirse de piernas a quien no te conoce para que vea cómo llegas directo al orgasmo es un acto de valentía

Luego, el hombre habla del punto G, algo que ya no me gusta tanto, porque desde que se inventaron ese maldito punto, todas las mujeres salimos a buscarlos sin mapa en un rally sin sentido. La verdad es que el punto G que este profesor defiende tiene que ver con el punto de máximo placer en la mujer, y según él, está dentro de nosotras. Mi atención disminuye. Prefiero que llegue la modelo de carne y hueso que supuestamente va a venir a hacer la demostración.

Mis deseos fueron órdenes. Dentro de nuestro círculo entra una mujer gorda y muy linda que se abre de piernas para que veamos cómo se masturba a una mujer de verdad.

En ese momento las cuatro amiguitas que vinieron con la idea de hacer algo distinto se miran con una risita cómplice, pero no apartan el ojo del agujero de la modelo. Los dos hombres de mi izquierda respiran y cruzan las piernas. Yo estoy en el centro, esperando que la modelo me descubra algo que valga la pena escribir en mi columna.

Pienso que abrirse de piernas a quien no te conoce para que vea cómo llegas directo al orgasmo es un acto de valentía. Una cosa es que vean tu cara al llegar al nirvana sexual, como ya hicieron alguna vez un grupo de lectoras que empiezan a leer un libro al mismo tiempo que las masturban. Unas pueden resistir y otras no tanto, y todas llegan al orgasmo delante de las cámaras. Pero a esta mujer no se le ve la cara, se le ve todo su coño abierto en una dinámica clase que se llama Masaje Genital Femenino.

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La mujer, que entró sonriendo, empieza a cambiar de cara en cuanto el profesor pone sus manos delicadas sobre ella. Hay que acariciar el pubis, dice mientras ella se contrae sin limitaciones. La mujer tiene más de 8000 terminaciones nerviosas en el clítoris, y el clítoris no es ese capuchón que siempre tocamos todos y todas. El clítoris es como una avenida que se ramifica con cuatro brazos que abrazan toda la anatomía genital de la mujer. Así que el masaje genital es una caricia por todo ese circuito de placer. Y de esa forma nos descubre los bulbos del clítoris y las raíces.

Para las amiguitas esto es nuevo y abren la boca al saber que las mujeres tenemos bulbos en el clítoris. Pero en seguida los van a ver, porque el profesor empieza a tocarlos y a hincharlos. Supongo que se ponen duros, como los testículos en los hombres. La modelo se mueve más fuerte porque parece que la enloquece que le toquen el bulbo.

En ese momento pienso que sería más empoderador susurrar “tócame el bulbo clitoridiano y encuéntrame las raíces".

Lo cierto es que las raíces de nuestro clítoris en reposo pueden llegar hasta los muslos y cambian de posición al ser estimuladas. Los bulbos pueden llegar a triplicar su tamaño de acuerdo con la excitación. Solo un cuarto del tamaño del clítoris es visible, así que hay que ir a buscar los tres cuartos que nos faltan.

El clítoris es como una avenida que se ramifica con cuatro brazos que abrazan toda la anatomía genital de la mujer.

Yo apunto todo en mi libreta mientras la modelo llega al orgasmo y grita delante de todos. ¿Qué carajos es lo que apunta esta?, se preguntan las amigas mientras me miran extrañadas.

Cuando la modelo se abotona el vestido, el profesor, con una sonrisa nos dice:

¿Alguien quiere probar?

Baranda Pons, por más que tiene mucha confianza en sí misma, no fue capaz de aceptar el ofrecimiento de orgasmo en público. Mis raíces y mis bulbos son para mí o para José Miel, y con ellos jugamos y nos excitamos de 8000 formas maravillosas.