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Música

Encuentros con Diomedes

Recopilamos algunas de las anécdotas más curiosas de personas que compartieron momentos de su vida con El Cacique.
DS
ilustración de Dani Senior

De no haber sido por aquel paro cardiorespiratorio que un 22 de diciembre del 2013 se llevó del plano terrenal al "Cacique de la junta" mientras se encontraba descansando en su cama, muy seguramente hoy 26 de mayo del 2017 estaríamos celebrando la llegada triunfal a su sexta década de existencia con una parranda que probablemente hubiese durado una semana. Quizás más.

Justo para la fecha en la que conmemoraríamos un año más de vida del "Papá de los pollitos", quisimos reunir algunas de las historias de personas del común que tuvieron la posibilidad de vivir junto a él al menos un par de minutos bien fuera en la caja de un supermercado o en algún concierto, en una avioneta o en una caravana en medio de una gira; por cosas del azar o por cuestiones de trabajo. En fin, una selección ínfima de las miles de historias y anécdotas que se pueden contar sobre el Diomedes Díaz que durante sus 56 años de vida pasó de anónimo guajiro a ídolo patrio. Un maestro de maestros, cronista de lo cotidiano, versista del amor y el desamor. Un hombre humilde y generoso que no pensó nunca en acumular riqueza y por la misma razón repartía la plata de la misma manera en la que le llegaba.

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A él, hoy, una patria entera lo recuerda mientras entona sus himnos a grito herido y sus seres más allegados aprovecharán esta oportunidad para recordar estas y muchas más anécdotas vividas al lado del rey vallenato.

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Monosóniko Champetúo

Era 1994, uno de los años más la " verga" en mi vida (que siempre ha sido la verga), pero este año fue muy especial en todos los aspectos, el ambiente de fiesta en la casa de la selección venía desde finales de 1993, con las eliminatorias rumbo al mundial USA, allí mismo se metió diciembre con su ventolera. Estábamos a una semana o menos de iniciar USA 94 y la canción "Yo Soy Mundial" ya era un hit nacional a solo pocos días de su lanzamiento. Era un domingo soleado al norte de Barranquilla y yo trabajaba como empacador de compras en SAO de la 93. Era un adolescente y vivía de las propinas de los " turcoquilleros". Aquella mañana por entre los vitrales de la carrera Olaya Herrera, vi a un sujeto que salía de la antigua peluquería Zafra, era El Cacique que estaba acompañado por 2 escoltas. Desde el interior de la súper tienda podía verlo perfectamente a una calle de distancia, ya que los cristales de piso a techo estaban exageradamente limpios. Sin perderlo de vista seguí empacando la compra de alguien y ¡ZAZ!, El man entró. Era más alto y flaco de lo que imaginaba, lucía una camisa de listas rojas y blancas, un jean negro entubado, un reloj dorado y una tremenda bamba de oro con una medalla de la Virgen del Carmen que encandilaba todo a su paso. El Cacique brillaba y no era precisamente por el sol o los cristales. La tienda estaba vacía, nadie se acercó a él como era habitual, cogió unas cuantas cosas de las estanterías y cuando identifique la caja donde iba a pagar, me fui a empacarle su compra. Me paré derechito como un alambrito, cogí unos bóxer, unas latas de Coca-Cola, un enjuague bucal, un paquete de maní salados y sin mostrar asombro por el ídolo, le aplique, creo, el más decoroso nudo que un empacador había hecho jamás a una bolsa, recuerdo que era como un lazo de regalo medio flojo para que no tuviera dificultad en abrirlo.

Cuando pago la cuenta, cogí la bolsa con mis dos manos y se la entregué mirándolo a los ojos, con la firmeza de un soldadito de plomo "Cacique", le dije; él sonrió y allí mismo vislumbré el mítico diamante en el diente; entonces, con su mano izquierda me sacudió la cabeza y con la derecha sacó un billete y me dijo: "Gracias sobrino". Se fue y en el ambiente quedó un olor a sepelio de Guajiro, pura María Farina (Agua de Colonia Jean-Marie Farina de Roger Gallet). Cuando vi, me había dejado la generosa suma de un Rafaél Núñez de los Morados, un billete de 5.000 pesos, que para la época era un buena liga para un pelao'. Generalmente uno se hacía 1.000 pesos y eso llevándole el domicilio a la casa a la gente.

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Álvaro Lacera 'El Diomedazo' (El mejor imitador de Diomedes en Colombia)

Él antes de morir dijo que había muchos imitadores que lo ridiculizaban como Camilo Cifuentes y en las entrevistas decía que había buenos imitadores, pero que uno de verdad lo hacía como él tal cual, era yo, 'El Diomedazo', porque lo imito con el léxico, con todas sus cosas. Yo estoy representando al Diomedes de las últimas dos décadas. Tanto así, que un día en los últimos conciertos que dio en el Club Los Trupillos de Santa Marta, un 6 de enero, da la casualidad que yo me puse una camisa roja con un pantalón negro después de que él había grabado el video de "El Pajuate" donde salía con una pinta muy similar que yo me puse en alusión a él, pero sin ninguna intención. El concierto estaba full y Diomedes no había llegado todavía entonces cuando yo entré por otra puerta con mis gafas y mi pinta, la gente comenzó a correr detrás de mí y la Policía tuvo que taparme pensando que era Diomedes. Incluso cuando llegué a la tarima me dijeron "Diomedes ¿qué te pasó que te ves más joven? y hasta la mujer de Nelson Wilches -que era el empresario del evento-, empezó a decir: "Escondan a ese loco que la gente va a creer que Diomedes ya está aquí". Y tal cual me hicieron esconder. Cuando Diomedes llegó me subió a la tarima y dijo "acá tengo a la sombra" y de una todo el mundo empezó a tomar fotos. Otra vez con Diomedes estábamos en una parranda en Ciénaga, Magdalena con el difunto Héctor Zuleta cuando estaba vivo, con Fabio Zuleta e Iván que estaba niñito. Resulta que cuando yo llegué a esa parranda él llega y dice: "Bueno señoras y señores, les dejo a la sombra mía. Cante usted pa' oirme yo" jajaja. Otra anécdota es que al final de su vida se le olvidaban las canciones y entonces como no se acordaba, la cogía con los coristas y decía: "estos hijueputas no se quieren ganar la plata. ¡Gánense la plata, canten!", jaja, ese era el Diomedes que conocimos, un hombre honesto, noble, de buen corazón con el que tuve la oportunidad de compartir más de una vez. Gracias a él mi vida cambió totalmente porque me ha ido muy bien en la parte económica con los eventos.

Rémi Lajtman

La primera vez que lo vi fue en el año 1980 en un pueblito del Cesar llamado Becerril, en pleno Festival de la Paletilla. Fui con mi familia adoptiva que era de este pueblo (soy francés de nacimiento) y según ellos era la primera vez que iba un extranjero a ese pueblo. Yo no podía decir que era francés porque aparentemente era muy peligroso. El caso es que me llevaron a la caseta a ver a 'El Cacique' que en la época tenía sonando el álbum Los Profesionales que grabó junto a Colacho Mendoza. Esa noche lo escuché en medio de butacas de madera y potes viejos y oxidados de avena quaker donde te servían el hielo que acompañaba el whisky, cuando de un momento a otro empezó una pelea donde lanzaban todo el mobiliario por el aire y yo feliz, porque me recordaba mis noches punkeras en el club Gibus de París. Nos terminamos metiendo debajo de una mesa hasta que se calmara esa lluvia de muebles y botellas. Hasta ahí fue esa noche. Luego, en el año '84 vi a Diomedes en una caseta donde tocó hasta el cansancio, y de tanto tocar Colacho ya estaba mamado y Diomedes le tira un verso que decía: "Y si Colacho se pone bravo, que se tome un Sal de Frutas". Luego hizo un llamado a Raúl 'El Chiche' Martínez que se subió a la tarima para acompañarlo y luego un tercero, que no recuerdo el nombre. El caso es que eso duró hasta el amanecer, fue una noche mágica y en medio de todo eso 'El Cacique', que era mi mayor ídolo en el momento, de un momento a otro me tiró versos y tuve la fortuna de grabarlos. Es mi tesoro más preciado escucharlo dedicándome frases.

Antonio José De León 'Toño Cacique'

Yo fui durante más de diez años el jefe de prensa de Diomedes Díaz y hoy en día soy el community manager de las cuentas verificadas del Cacique y manejo la página www.diomedesdiaz.co. Él tenía detalles muy curiosos. Una vez íbamos en su camioneta por carretera y en frente había un carro KIA, cuando llega y le pregunta a su chofer de confianza Álvaro Daza: "Oye Varo, y ese carro que está adelante ¿qué marca es?", a lo que le contesta "Ese es un KIA maestro". Al rato vuelve y le pregunta el Cacique: "Varo, ¿cuánto costaba ese carro?" a lo que Álvaro le contesta que por ahí unos $30 o $35 millones. Y bueno, pasó otro rato y Diomedes le vuelve a preguntar "Varo y este carro en el que vamos ¿qué marca es?", a lo que Alvarito ya acostumbrado a la jococidad del patrón le responde que es una camioneta Toyota Prado Land Cruiser de las finas. En eso insiste Diomedes en joder a su chofer y le pregunta que cuánto costaba esa camioneta y 'Varo', que ya se las olía, le responde que esa camioneta debía costar unos $180, $200 millones, a lo que el Cacique remata diciéndole, en medio de la pista y aún detrás del KIA, "¡Entonces por qué no te pasas esa verga de carro si este es más caro!". Era un personaje de unas salidas increíbles y con una agilidad impresionante.

Otra vez llegaba El Cacique de la Junta a Santa Marta proveniente de Bogotá, días antes había llegado de una gira por Europa. Teníamos una presentación en la capital del Magdalena, exactamente en la sede vacacional Los Trupillos e ibamos en una caravana como de seis camionetas. En una iba Rafaél Santos, en otra Luis Ángel y Diomedes De Jesús, en otro vehículo un equipo de seguridad que nos destinó el Batallón José María Córdoba encabezado por los sargentos Jorge Mercado y Luis Ramón Ovalle Mejía, y en la Toyota Prado nos encontrábamos nosotros: Álvaro Daza, José Zequeda, Diego Martínez, El Tigre, El papá de los pollitos y yo, tú sabes que él siempre estaba rodeado de gente… Cuando llegamos a Los Trupillos en la entrada quienes permitían el acceso eran los de la Policía Militar que abrían y cerraban una reja grande de hierro. En el momento en el que se acercó la caravana del Cacique estos por error solo permitieron que pasara la Toyota de Diomedes y le cerraron a los demás que venían atrás. Obviamente al enterarse el papá de los pollitos de lo sucedido mandó a detener el carro, bajó el vidrio y les dijó los de la PM que quedaron perplejos con su presencia: "Primero que todo buenas noches, mis respetos para ustedes desde el general hasta los mensajeros. Hágame un favor: así como ustedes tienen su ejército, yo también tengo el mío, así que me respetan por favor y dejan pasar a todos mis soldados. Muchas gracias", y ahí mismo abrieron la reja y yo dije, "no joda", Diomedes definitivamente es el papá. No había un retén militar donde él no llegara y repartiera medio millón o un millón de pesos para que lo repartieran entre todos. Es más, cuando ya era popular eso en la fuerza pública, apenas veían la camioneta que llegaba y lo veían, todo el mundo salía corriendo. No era una persona apegada a la plata.

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Llegar a él no era fácil, tenía un anillo de seguridad muy cerrado, tanto así que en una ocasión el entonces Presidente Pastrana fue a inaugurar un Festival y después de eso fue a visitar a Diomedes y él no lo quiso atender. Le dijeron :"Cacique que el Presidente quiere saludarlo" y él dijo, "no, no yo estoy ocupado, yo tengo que ir a ver un ganado a la finca y a mí no va a venir a quitarme tiempo , que respete por favor". Obviamente al Presidente le dijeron que el Cacique no estaba.

Y la ñapa: Cuando tenía una hembrita de esas modelitos, las llevaba a la finca y estando allá ellas le decían: "Papi y ¿qué tan grande es esta finca?", tú sabes que las mujeres son curiosas, entonces Diomedes las paraba en todo el patio y les decía "mira pa' allá, donde se te pierda la vista y ya no puedas ver más, hasta ahí llega mi finca". Imagínate, les decía así pa' deslumbrarlas.

Joaco Guillen ex - manager del Cacique y su amigo de confianza

*Estas historias aparecieron originalmente en www.diomedesdiaz.co y cuentan con la aprobación de su administrador.

Cuando Diomedes Díaz se enamoraba era bastante intenso y detallista. De una les componía canciones, que era casi su manera de conquistar las mujeres. Él tenía una novia que estudiaba en Bogotá y estaba muy enamorado, Muchas veces me llamaba y me decía: "Compadre mañana ven por mi que me voy ver con la hembra de Bogotá. Compré los pasajes en Intercontinental, que esos aviones corren más que los de Avianca".

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Viajaba en el vuelo de la mañana y se venía en el de la tarde que llegaba a las 6:00 p.m. Patricia Acosta y mi esposa que son comadres vivían a una cuadra y yo no podía llegar a ninguna de las dos casas sin mi compadre Diomedes porque se daban cuenta, así que me tocaba esperar en el aeropuerto todo el día con un estrés y rezando que no fueran a cancelar el vuelo, porque nos pillaba Patricia. Cuando Diomedes llegaba me decía: "Compadre ni unas donas le pude traer porque nos pillan". Esos son los recuerdos de mi compadre Diomedes.

Otra vez teníamos presentación en Medellín el sábado y en el Bagre, Antioquia el domingo. El vuelo comercial salía el domingo a las 12 del día para el Bagre y yo mande el grupo adelante mientras levantaba al Cacique pero él me dijo: "Compadre nos vamos más tarde. Tengo mucho sueño contrate una "cometa" (así le decía él a las avionetas pequeñas) y nos vamos a las cuatro de la tarde".

Bueno yo la contraté y salimos el Cocha Molina, Diomedes y yo y cuando íbamos en pleno vuelo nos agarró una tempestad que estamos vivos era porque Dios así lo quiso. El piloto que había sido piloto de Pablo Escobar tenía mucha experiencia pero hubo un momento que nos abrazamos los tres para morir abrazados, duramos como 20 minutos en medio de esa tempestad. Cuando salimos de eso. El capitán, debió ser por los nervios, se pasó del aeropuerto. Yo miré por la ventanilla, vi la pista y le dije al capitán que esa no era la pista, él se dio cuenta y le hizo un viraje a la avioneta que nos tiró de un lado al otro y le gritó Diomedes con la inteligencia que lo caracteriza: "Capi, esa es la ñapa", jajaja. Yo le dije: "compadre Diomedes eso nos pasa por estar saliendo tarde". Dijo el Cocha Molina: "Yo creo que en avión ya no morimos". Eso fue feo sudamos a chorro.

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Eduardo Brito

Yo trabajé con Olímpica Stereo once años hasta el 30 de diciembre del 2016. Una de mis anécdotas favoritas con Diomedes fue la última vez que lo entrevisté, fue un 6 de enero, ese día yo tenía un especial de Diomedes porque ese puente él iba a tocar en la ciudad de Santa Marta. Llegó un amigo, Nelson Wilches, y me tocó la ventana y me dijo "viene el Cacique", yo no le creía, y cuando lo veo él se había metido en la emisora a las 6:10 a.m. Cuando entró Diomedes, se ha tirado culo de pedo en la cabina, ¡Pra! y llamó al hermano de su esposa, de la última, y el fulano llegó y echó Maria Farina y ese pedo quedó perfumado. Arrancó el especial y el estudio daba hacia la calle, yo no sé de dónde salió tanta gente. Esa vez hablamos del accidente que había tenido recientemente cuando una vaca se le atravesó en la vía, le pregunté si ya con hijos dedicados a la música no le gustaría tener una hija cantan y me dijo: "Bueno, la verdad es que hay una de esas muchachas que ya está grande y otras que bueno, habrá que esperar que les salgan las tetas pa' ver qué es lo que van a hacer con sus vidas". Todo el mundo soltó la risa.

Alberto Salcedo Ramos

*Este texto fue extraído de la crónica La Eterna Parranda de Diomedes Díaz.

Conocí a Diomedes Díaz en vísperas de la Semana Santa de 1979, cuando yo estaba próximo a cumplir los dieciséis años y él estaba próximo a cumplir los veintidós. Sucedió en San Estanislao, el caluroso pueblo del norte de Bolívar en el cual me criaron mis abuelos maternos. El conjunto había sido contratado para actuar en una caseta llamada Los Jumbitos. Aunque la presentación comenzaría a las diez de la noche, Diomedes y su tropa, encabezada por el acordeonero 'Colacho' Mendoza, arribaron en autobús a las cuatro de la tarde. Luego se dirigieron a la posada de Adela Rivera, la única del pueblo, donde al parecer algunos de ellos durmieron una siesta. Al caer las primeras sombras de la noche los visitantes jugaron fútbol, pasearon por las calles del centro. Yo era uno de los muchísimos provincianos que aquella tarde de sábado seguían paso a paso el itinerario de los músicos: la aparición del autobús por el Callejón del Comercio, el desembarque, el partido de fútbol vespertino, la caminata por el parque principal, la instalación del sistema de sonido. En aquel momento la fama de Diomedes comenzaba a ensancharse. Su discografía de entonces ya tenía títulos notables, como Consuelo, Frente a mí y El alma en un acordeón. De ahí el revuelo que produjo su llegada a San Estanislao.

Diomedes entró a la caseta escoltado por un tropel de admiradores. Puntual, sobrio. Mientras avanzaba por la calle de honor que le abrían los fanáticos que ya estaban dentro, iba dejando en la atmósfera una estela de perfume. Me llamó la atención el hecho de que rechazara las copas de ron y whisky que espontáneamente le ofrecía el público. Incluso se negó a recibir una cerveza helada que, según pensé entonces, le hubiera servido para mitigar el bochorno de aquella noche veraniega.

—Los cantantes no consumimos bebidas frías —se excusó—. Si me pongo ronco se nos daña el baile, primo.

Acto seguido extrajo del bolsillo de la camisa un mendrugo de panela. Se lo llevó a la boca y empezó a masticarlo ahí mismo, delante de todos nosotros. Luego se dirigió hacia una zona contigua a la tarima para reunirse con los integrantes del conjunto. Su moderación no encajaba en el estereotipo de borracho propio del músico vallenato. Pero lo que me pareció más extraño fue lo que vino a continuación: cada vez que terminaba una tanda de canto, tomaba consomé de pollo y volvía a comer panela. A veces se aislaba en uno de los rincones de la caseta para gesticular como si estuviera actuando frente a un auditorio imaginario. Se ponía las manos abiertas en el pecho, daba un par de pasos laterales.

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Donde quiera que esté, feliz cumpleaños Cacique.