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Opinion

Nunca creí que fuera a salir de la tusa del plebiscito (que fue doble)

OPINIÓN | Un año ha pasado y al Señor Cizaña se le está acabando el caballito de guerra.
Cortesía: Diego López.

Hace un año desperté temprano: salía en viaje internacional y tenía un sinsabor horrible. Doble. El dos de octubre me habían roto el corazón en una plaza pública frente a muchas personas: me habían jodido el viaje que había planeado, me habían dicho, a mí y también a una buena parte de la sociedad, que no.

Ese lunes no podía creer nada de lo que pasaba alrededor. Ni a la sociedad, ni a mi vida personal.

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Yo sabía que no iba a haber un cambio radical de un día para otro. Sabía que, de haber ganado el "Sí", no saldrían los pajaritos, no brillaría el arcoíris, no brotarían los ríos, no se despejaría el cielo mientras mirábamos todo este panorama nuevo agarrados de la mano los unos de los otros, un nuevo día…

Eso habría sido lindo, claro, pero lo que pasó fue todo lo contrario: las cosas siguieron iguales, solo que con un sabor a derrota inmenso, peor, creo yo, que una final de fútbol perdida, peor que cuando Mockus no quedó de presidente. Que cosa difícil. Más difícil la sorpresa que se llevaron los partidarios del "NO" cuando se enteraron que habían ganado con mentiras y artimañas, que le habían dicho a los pensionados que su pensión ahora iba a ser el sueldo de los guerrilleros, que a las personas con vivienda de interés social las iban a desalojar para darles sus casa a los de las Farc, o que la cartilla de igualdad de género iba a homosexualizar nuestros pequeños.

Todo esto parece la letra de un pésimo bolero de Charlie Zaa, pero la cosa sí fue de esa manera: hace un año el país que dijo "No" se quedó sin argumentos: la trampa les había salido tan bien que no sabían qué hacer con la victoria. Hace un año yo estaba en Panamá, y la gente de allá me preguntaba cosas como esta: "¿es que acaso a la gente allá le gusta la guerra?". "Pero no entendí, ¿la idea era que la guerrilla siguiera?". Y yo estaba a punto de negar mi nacionalidad: no quería sentir más esa especie de pena ajena.

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Yo seguía sin entender el porqué del "No", y solo podía remitirme a las noticias que llegaban desde Colombia, en las que el Señor Cizaña y sus secuaces simplemente se contradecían en cualquier cosa que dijeran. Yo pensé que, en últimas, esto era consecuencia de un acto de soberbia del Gobierno de Juan Manuel Santos que, queriendo hacerse del apoyo de la mayoría, no vio un visible huracán que atacaba por la Costa Caribe y hacia abajo.

Durante la tusa nunca pude entender cómo en Bojayá, una población víctima visible y directa del conflicto, votó el 96% por el "Sí", pero al resto del país le valía mierda que la gente no sufriera más el flagelo de la guerrilla, pero sí le preocupaba mucho que, por una posverdad, los niños se le mariconearan en los jardines infantiles.

Qué país difícil es este.


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Y fue peor más tarde, cuando mi viaje estaba adelantado y llegué a México. Esas semanas en el mundo pasaban más y más cosas, entre esas la del Nobel, a lo que mis amigos me preguntaban "¿oye, Colombia siempre es así?", y yo solo respondía que "sí" , y pensaba en ver cómo buscaba trabajo para quedarme allá en México y no volver nunca más, porque el despecho era terrible, deseaba haber nacido en un país menos resentido y más inteligente, deseaba vivir en un país donde me dijeran que "sí".

Ya pasó un año y lo de la paz dejó de estar en nuestras manos. Tal vez nunca lo estuvo: las Farc ahora tienen un partido y disidencia, vino el papa Francisco y dejó a más de uno mamando, porque casi que firmó exclusividad con la paloma.

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Va un año y el Señor Cizaña se va quedando sin caballito de guerra; el Hospital Militar no está recibiendo heridos; a muchos se les acabó la excusa de ser malos, porque ya no hay cómo comparar la maldad con aquella que pasaba allá en el monte; me ha tocado salir a regiones del país a darme cuenta de que no estoy haciendo un culo y que sí hay gente que todos los días cambia el país y sus comunidades; ha pasado un año en el que espero poder aportar desde lo que sé hacer; un año que ya huele a natilla y pólvora, un año que es el preámbulo a unas elecciones.

Esperemos que, en el marco de la negociación con el ELN, al futuro presidente no le dé por hacer plebiscitos y esas cosas, sino que imponga su voluntad por encima de la del pueblo; también, que el próximo o próxima presidente no mande al suelo todo lo que se ha logrado y que para los años que vienen las generaciones crezcan sin ese fantasma llamado "guerrilla" que alguna vez representó a un pueblo, pero se perdió en un mar de tráfico y violencia y que a nosotros, simples espectadores de lo que pasa, nos dé por salir de nuestras búrbujas ideológicas y sociales y decidamos también salir y hacer campaña a las calles, como lo hicieron nuestros victoriosos hermanos del "NO".


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* Pd. Esta es una columna de opinión, por tanto, no representa la postura de VICE Media Inc.