Amariconada, travesti y de favela: los cuerpos rebeldes de 'Bixa Travesty'
Fotograma del documental 'Bixa Travesty' | Cortesía FICCI

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Amariconada, travesti y de favela: los cuerpos rebeldes de 'Bixa Travesty'

Hablamos con Claudia Priscilla, la directora del documental sobre la performer trans brasilera Linn da Quebrada, que aterrizó este fin de semana en el Festival de Cine de Cartagena.

Una terrorista de género. Una performer. Ni actor ni actriz: atroz. Marica, trans, negra y periférica. Marica-travesti. Así habla de sí misma Linn da Quebrada, la que lame con ganas las filosas garras de su guante metálico apenas pisa el escenario, la que quebró la costilla de Adán, la bicha loca, la que dice que el culo es su centro de gravedad, el eje desde el cual se desordena todo intento de una identidad normada, compacta y homogénea. Porque el suyo es un cuerpo indócil, ruidoso. Un cuerpo que no para de hacerse y deshacerse, de descomponer las reglas a punta de caderas, nalgas y micrófonos.

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… Ella es diva de caño, su cuerpo es una ocupación,
es favela, garaje, alcantarillado y, para tu disgusto,
está siempre en deconstrucción…

Linn da Quebrada, MC Linn, es la portentosa protagonista de Bixa Travesty (Marica travesti), el más reciente documental de los directores brasileros Kiko Goifman y Claudia Priscilla. Alternando entre sus impetuosos shows en vivo, escenas de su vida íntima tamizadas de autorreflexión política sobre sí misma y una serie de dramatizados en radio en los que ironiza sobre el machismo, el racismo o la transfobia con Jup do Bairro —su cándida mejor amiga y compañera de batallas—, el documental va ensamblando un retrato autobiográfico, musical y rebelde de una de las performers trans más poderosas de Brasil.

… Marica travesti, solo una teta,
el pelo arrastrando en el suelo
y en la mano, sangrando, un corazón…

Con una mirada excéntrica, “amariconada”, estridente y muy irónica, Bixa Travesty despliega a través de Linn y la construcción performática de su vida las complejas capas desde las cuales los cuerpos diversos trastornan y se resisten a acomodarse a los discursos hegemónicos sobre el cuerpo, la sexualidad y la diferencia. Linn misma lo dice: su cuerpo es un territorio que ella como arqueóloga hurga, a veces agrieta, surca, interviene, incluso en los momentos de mayor vulnerabilidad. Todo desde una vida como espectáculo canalizada por el funk carioca, un género nacido en lo profundo de las favelas de Río de Janeiro, cuyas rimas ametralladoras, directas y sugerentes Linn subvierte a favor de sus luchas.

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El rodaje duró unos cuatro meses, Linn participó como guionista y la película debutó en el Festival Internacional de Cine de Berlín, donde recibió el Teddy Award a mejor largometraje documental. Este fin de semana, la película hizo su segunda parada en el Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI). Allí nos sentamos con Claudia Priscilla, la directora, para hablar sobre cuerpos insumisos, exclusiones y resistencias contra las normas de género desde el cine documental.

"Brasil es el país que más mata travestis y personas trans en el mundo (…). Por eso reconocíamos la importancia de hacer una que película fuera como ha sido Linn en Sao Paulo: potente, política y radical"

VICE: Uno de los retos del cine documental es el trabajo de que haya una comodidad íntima entre los directores, la cámara y el protagonista. ¿Cómo fue el proceso para llegar a conocer a Linn y a construir esa intimidad con ella?
Claudia Priscilla: Bixa Travesty no es un film sobre Linn da Quebrada sino un film con Linn da Quebrada. La intimidad se construyó desde el momento en que Kiko [codirector] y yo llamamos a Linn para que fuera guionista con nosotros. Queríamos trastocar la asimetría tradicional del cine documental: un director que mira y dirige desde arriba a unos personajes que están abajo, que no tienen poder sobre cómo se va a registrar su propia historia. Acá los tres teníamos el mismo poder de decisión en la narración y desde ahí comenzamos a construir una relación más simétrica con ella.

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Además, como la vida misma de Linn está construida como un performance, como una obra de arte radical, queríamos que eso nutriera la realización misma del guion y del documental. La propia narrativa de Linn es una obra de arte. Las canciones, por ejemplo, no son un mero adorno, sino que van iluminando y narrando aspectos fundamentales de su propia vida. Y también buscamos que Linn pudiera decidir cómo quería que se presentara, cómo narrar su propia vida en forma audiovisual. A partir de eso se empieza a construir una relación creativa, íntima, que fue creciendo durante la película.

Claudia Priscilla, directora de 'Bixa Travesty' | Foto: Felipe Sánchez

Muchas personas siguen sintiendo incomodidad cuando les ponen de frente cuerpos y discursos como el de Linn, que dislocan mitos como que la sexualidad debe ocultarse en lo privado, no hablarse, no mostrarse en el espacio público. ¿Cómo ha sido recibida una marica-travesti como Linn en Brasil?
Brasil es el país que más mata travestis y personas trans en el mundo. Estas personas viven en los márgenes de la sociedad, son cuerpos invisibles. Por eso reconocíamos la importancia de hacer una que película fuera como ha sido Linn en Sao Paulo: potente, política y radical. Estamos viviendo un golpe en Brasil, una fuerte censura en el arte y ataques sistemáticos contra sujetos diversos como ella. Eso sumado a que, como mostramos en el documental, ella vive en un área marginal, un extremos de la zona este de Sao Paulo, lo que implica una exclusión adicional.

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Pero a pesar de todo su resistencia es fascinante: desde que Linn decidió usar su propio cuerpo como instrumento de arte, ella ya quebró esa frontera de la que hablas entre lo público y lo privado. Ella es Linn da Quebrada y es Linn. Y ese quiebre también lo radicaliza cuando se vuelve agente de producción de sí misma en la realización del documental sobre su propia obra y su propia vida. En cierta forma, Kiko y yo solo fuimos un dispositivo de encuentro: un dispositivo de encuentro entre Linn y sus amigas, entre Linn y gente que ella escogió para mostrar su lado más reservado, más íntimo, y luego hacerlo público en el documental. Nosotros solo acompañamos ciertos procesos, dimos un poco de acompañamiento técnico.

Una pregunta que uno suele tener antes de retratar al otro radicalmente diferente a uno es cómo hacer para que la cámara no lo violente, no lo exotice, no lo mire como una rareza. ¿Cómo hicieron ustedes?
Esta no es la primera película sobre la transexualidad y el travestismo, no es un filme que quiera explicar “la transgeneridad”: es un filme sobre un discurso nuevo, sobre un cuerpo nuevo. Tuvimos largas conversaciones con todas las personas que están en la película. Creamos una red afectiva con esas personas. Nuestro equipo era muy pequeño, de seis personas, además casi totalmente femenino. Siempre intentamos ser lo más delicados posible durante el rodaje, porque por más intimidad que se cree hay muchos momentos en los que hay que ser especialmente cuidadoso con la fragilidad del otro. Kiko siempre dice: las personas son más importantes que las películas.

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Uno de los aspectos más hipnotizantes del documental es la música de Linn, el funk feminista, queer, crudo y directo que interpreta en todos sus shows…
Sí, es una música muy poderosa y el funk es el género que ella más utiliza. No es nada azaroso. El funk es una música mal vista por ciertas élites en Brasil: es una música de periferia, una música popular. Que Linn la reivindique desde su lugar de enunciación, desde ese cuerpo diverso, ya es un gesto muy importante, porque implica reapropiarse de un género que siempre ha sido señalado hacia abajo por un prejuicio de clase.

También porque el funk es una música que siempre cosificó el cuerpo de la mujer y con un contenido siempre relacionado con la sexualidad. Linn cogió ese género, muy marginal pero que igual señalaba a la mujer, y le dio la vuelta: colocó como objeto al hombre. Eso se ve muy bien en “Bixa Preta” [“Marica negra”], la letra de una de las canciones del documental. En ella, Linn apunta esa música como un arma, que antes era el arma del machismo, contra él.

En algunas proyecciones, algunas personas criticaban la violencia de una idea como el “terrorismo de género” que Linn enarbola en todo el documental. ¿Qué piensas tú?
La radicalidad apasionada del discurso de Linn fue una de las cosas que primero me sedujo de ella. Como Linn es un cuerpo históricamente marginalizado que decidió volverse obra de arte, la radicalidad y la violencia de su discurso no solo son transversales sino fundamentales. Linn y las amigas de Linn provocan a las personas a pensar en cosas que se dan por sentado pero que tienen efectos fuertes sobre sujetos como ella: qué es una mujer, qué es un hombre, qué es la sexualidad. Ellas quieren trastornar esas palabras que antes estaban naturalizadas e inevitablemente ese discurso tiene una cuota de violencia que es necesaria en este momento. Eso fue lo que me encantó: quería registrar esa radicalidad, ese voltaje intenso de su discurso y su propia vida.

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¿Y cómo crees que el cine documental puede intervenir en este momento, en el que están resurgiendo ciertos fascismos y nuevos conservatismos que han terminado sacrificando vidas de gente trans como Linn?
El cine es un arma poderosa de sensibilización, una herramienta que puede llegarle a un público que muchas veces no piensa sobre esas cuestiones, que no sabe que cuerpos como los de Linn existen e importan. No creo que el cine pueda educar, pero puede reestructurar las miradas, puede cambiar ciertas mentalidades. Si esas personas conservadoras lograran entender que hay otras posibilidades de vida, otros cuerpos posibles, sentiría que películas como la nuestra lograron algo y son urgentes hoy.

En ocasiones es difícil que el cine llegue a muchos lugares y estas películas terminan siendo vistas por personas del centro: de un cierto estrato, con un cierto privilegio. ¿Cómo podría hacer uno para democratizar la distribución de películas como estas?
Yo quiero proponerle a Linn y a Kiko una estrategia nueva de distribución. Porque en Brasil películas como estas terminan confinadas en espacios como las salas de cine arte, en el centro de Sao Publico, y efectivamente son frecuentadas por un público blanco, de clase media y privilegiado. Hay que pensar cómo llevarlo a las periferias, que lo vean esos cuerpos que se identifican directamente con Linn.