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Dromómanos

Un país, un acostón

El turismo sexual roza la delgada línea de la explotación.

La cultura del turismo sexual se ha ido ampliando en Latinoamérica. Cuba, Costa Rica, Guatemala y Panamá son las "Tailandias" de habla hispana.

Ella toma un mojito mientras decenas de parejas bailan salsa a su alrededor. Se mira en el espejo. Observa sus arrugas. Apenas sonríe. La música continúa en La Havana Salsa. Un joven de unos 22 años, deja a su compañera de baile y se sienta junto a ella. Pide otro ron. Se besan, como si llevaran años juntos. Hablan, ríen, se besan una vez más. Piden bebidas sin parar. Los músicos vuelven a tocar y él le pide permiso para bailar con una chica más joven. Ella asiente con resignación.

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La noche transcurre así. Ella, que es canadiense y parece su madre, bebe mientras lo mira atentamente. Pide la cuenta. El cubano se acerca, controlando la situación, toma el extravagante bolso de ella y saca 200 CUC (unos 200 dólares). Pagan. La toma de la mano y piden un taxi. Se van al hotel.

Ella paga por sexo. Él cobra por sus servicios. Una historia que se repite todas las noches en las calles y clubes nocturnos de La Habana, uno de los grandes paraísos sexuales de Latinoamérica, donde miles de turistas vienen a disfrutar del sexo caribeño por precios accesibles.

La cultura del turismo sexual se ha ido ampliando en este continente y los países del centro son los más solicitados: Cuba, Costa Rica, Guatemala y Panamá son las “Tailandias” de habla hispana. El sexo barato, las leyes permisivas y la gran vida nocturna han dado pocos instrumentos legales para impedir la explotación sexual. En estos países, el sexo es una mercancía; las mujeres y hombres locales, el atractivo turístico.

Malcolm se define a sí mismo como turista sexual. Empezó en un viaje a Puerto Rico, donde quedó enamorado de las mujeres de ahí y desde entonces, todos sus viajes tienen fines sexuales. A través de internet ha ido consultando los mejores destinos, los lugares más tradicionales, las tarifas más baratas. Aunque si puede no pagar, no lo hace. “No es necesario ir de putas para hacer turismo sexual. El sexo es fácil de conseguir. Es sólo cosa de invitar una copa y trabajar muy duro esa noche”, asegura en uno de los foros de internet, donde intercambia información con otros turistas sexuales.

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Cientos de foros promueven este tipo de turismo. Como el de Torbe, una especie de gurú del sexo en España, famoso por su página Puta locura, donde los usuarios van contando sus experiencias sexuales en diferentes lugares.

“Costa Rica es el paraíso sexual por excelencia. Hay todo tipo de mujeres, por buenos precios y ellas son muy accesibles. Aunque personalmente, yo me inclino por las colombianas”, Malcom recomienda a sus seguidores.

Entre esta red de turistas sexuales hay reglas: nada de menores de edad, ni relaciones con personas que no lo consientan. Es decir, nada de chulos y mientras más recomendado el lugar o la chica en cuestión, mejor.

Panamá, por ejemplo, se ha convertido en el albergue de las prostitutas colombianas, que pueden cobrar mejor entre los grandes rascacielos de la ciudad.

“Es una ciudad de paso, donde viene mucha gente a hacer negocios y por lo tanto, hay mucha oferta sexual y una gran cantidad de clubes nocturnos” comenta El Turco, en otro de los foros.

Desde las diligencias militares en la Antigüedad, hasta su popularización en el siglo XIX con la apertura de cabarets y centros nocturnos en muchas ciudades europeas, el turismo sexual ha estado siempre presente.

“El estereotipo racista de la mujer negra, exótica y erótica, también es una imagen que se usa para vender turismo sexual en los países latinos. La negrura y la ideología que la fundamenta, es parte del producto que están comprando los turistas sexuales”, explica Bruce Cassier, turista sexual y autor de guías como Travel and the Single Men.

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El perfil del turista, explica Cassier, no está definido. Aunque el estereotipo marca al hombre blanco de más de 40 años, los tipos son infinitos: mujeres, hombres, asiáticos, europeos, etcétera.

El peligro

A medida que crece el turismo sexual, paralelamente aumenta la explotación infantil como en el caso de Guatemala. La Organización de las Naciones Unidas ha alertado del aumento de la prostitución infantil.

Según los últimos datos de la Fundación Casa Alianza –una agencia internacional que se dedica a defender los de derechos humanos de niños y adolescentes– hay más de 25 mil niños que son víctimas de explotación sexual en Honduras, y hay menores vendidos en Nicaragua o comercializados en burdeles de Guatemala.

Los mongerers –nombre dado a aquellos turistas que buscan sexo con menores de edad– han pasado de Tailandia a Centroamérica, afirma el autor de Viejos Verdes en el Paraíso, Jacobo Schifter quien considera que son más  150 mil turistas que visitan esta región exclusivamente con este fin.

“Mientras unos viajan con motivos sexuales pero en un plan meramente recreativo, otros rozan en la ilegalidad. El turismo sexual roza la delgada línea de la explotación, así que hay que estar atentos”, agrega Schifter. Sin embargo, muchas de las personas que optan voluntariamente por ofrecer servicios sexuales remunerados lo hacen porque no tienen otras opciones laborales. Esto convierte a la explotación en un gran espectro en medio del cual se pueden evadir las responsabilidades del gobierno (propio y ajeno) sobre sus pobladores.Y dejar a los trabajadores sexuales en un desamparo legal y humanitario.