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Drogas

Cómo es ser mujer 'capo' de la cocaína

Raquel Santos de Oliveira se convirtió en líder del negocio de drogas de su novio cuando lo asesinaron. Después de desarrollar una adicción a la cocaína y cansarse de tanta violencia, decidió dejar esa vida.
Raquel in Rocinha, Rio de Janeiro. Photo by the author

Raquel en Rocinha, Rio de Janeiro. Foto por la autora.

Subir por las laderas de la favela Rocinha en Río con Raquel Santos de Oliveira es un proceso lento. Cada cinco minutos, esta mujer de 50 años se detiene para saludar a uno de sus habitantes. La saludan borrachos, ancianas o miembros de pandillas. "Si le preguntas a alguien aquí si soy una bandida [dealer], van a decir que sí", dice. "La gente todavía me respeta".

Raquel nació en Rocinha, la favela más grande de Brasil, y por un tiempo fue la persona más poderosa del lugar. Era pareja del capo Ednaldo de Souza y, por mérito propio, logró convertirse en una personalidad temida. Después de la muerte de Ednaldo en medio de una sangrienta batalla con la policía en 1988, Raquel asumió el cargo de jefe antes de que fuera nombrado un nuevo líder.

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En Río es muy raro que una mujer tenga un cargo tan alto en el tráfico de drogas. El esplendor criminal de Raquel se dio por la misma época en que la cocaína empezó a inundar Rocinha y la capital. Ednaldo, que era conocido como Naldo, fue uno de los primeros en portar un rifle HK en lugar de armas pequeñas como pistolas y revólveres.

A principios de los noventa, luego de caer en la adicción a la cocaína y cansarse de llevar una vida de violencia extrema, Raquel pidió que la dejaran salirse de la banda. Se le concedió el deseo. Después de años de terapia y tratamiento para su problema de adicción, todavía vive en Rocinha y escribió Número Uno, un libro con elementos de ficción sobre su historia de amor con Naldo y sus recuerdos de la época.

VICE: Hola, Raquel. ¿Cómo conociste a Naldo?

Raquel Santos de Oliveira: Nos conocimos cuando aún éramos niños. Él era un año menor que yo. En esa época, él era acreedor de dinero de apuestas y le traía plata a mis tíos. Siempre me miraba. Era feo, pero tenía ojos grandes y hermosos. Me empezó a seguir por ahí, pero estaba enamorado de mí de la misma forma en que un niño se enamora de su profesora, porque yo era mayor. Lo volví a ver cuando él tenía 15 años; en ese momento ya estaba armado y se veía como un niño de otro mundo. Empezamos a salir cuando yo tenía 25 años… acababa de salir de un mal matrimonio y me había quedado con dos niños pequeños.

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¿Cómo era la vida con él?

Él era bipolar y tenía depresiones muy fuertes. Podía dormirse en mis brazos, pero podía ser cruel con los demás. Los narcotraficantes pasan del cielo al infierno en poco tiempo. En tres años, perdió todo lo que tenía. Estaba muy ansioso, pero vivíamos [en el presente], sin nada de miedo. Nunca estábamos tristes, era como una celebración eterna. Cuando estábamos juntos fumábamos marihuana y nos reíamos. Era una vida normal, pero todo estaba dentro de ese sistema.

Raquel en su juventud.

Descríbeme un día típico.

Si yo estaba en la casa de mi mamá, me despertaba y esperaba hasta escuchar el sonido de su fusil HK, al que llamaba Jovelina. Esa era la señal de que estaba despierto, y luego me iba a su casa y le llevaba comida. Cuando oscurecía, iba a trabajar con él en la boca de fumo [un punto de venta de drogas] o me ponía a limpiar armas. También teníamos una casa hermosa, pero todo fue destruido… fotos, joyas, ropa, en una operación de la policía.

¿Había mucha competencia con otras mujeres?

En esos días, ser la mujer de un narcotraficante era como ser un miembro de la alta sociedad. Las mujeres solían pinchar los condones para tratar de quedar embarazadas de algún capo. Las hermanas de Naldo eran todas prostitutas, así que él odiaba a ese tipo de mujer. Yo no me sentía amenazada. Éramos como niños descubriendo el mundo juntos: ninguno de los dos había tenido ese tipo de amor antes, era sobrenatural.

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¿Cómo fue tu infancia en Rocinha?

Yo crecí principalmente en las calles. Cuando tenía 11 años ya andaba con un revólver .38. Solía pasar mucho tiempo en la casa donde mi mamá trabajaba como empleada doméstica para una familia rica en Copacabana. La diferencia entre esa casa, llena de cosas hermosas, y Rocinha era brutal. Recuerdo mirar por la ventana en Rocinha y ver las cometas, el ruido y el desorden… no tenía ninguna duda de que quería salir de allá. En la década de 1970 mucha gente migró a Rocinha desde el noreste de Brasil para trabajar en construcción. Tenías que hacer fila en medio de la noche para conseguir agua, no había electricidad y algunas personas prostituían a sus hijos para sobrevivir.

¿Qué pasó cuando asesinaron a Naldo?

Yo no quería vivir, pero la cocaína me anestesiaba. Alguien me visitó y me trajo una bolsa de 300 gramos de cocaína, marihuana y armas, e instrucciones de él en las que me decía que continuara con su trabajo. Fui a buscar ayuda y ahí fue que empecé como jefe.

¿Qué hizo que te quisieras salir?

Vi cómo mataron a alguien en frente de mí. No fue la última vez que estuve involucrada en esa vida, pero fue un momento decisivo.

¿Por qué el crimen organizado está tan dominado por hombres en Río?

En Rocinha, desde el jogo do bicho ["el juego de los animales", un juego ilegal de apuestas que precedió al tráfico de drogas en Rocinha y otras favelas como espacio principal de poder] el crimen siempre ha sido dominado por hombres. Eso se convirtió en una marca, y el tráfico de drogas también surgió de esas mismas raíces. Las mujeres no valían nada en esa época. A menudo las violaban. Los hombres llevaban a una chica a su casa, fumaban hierba y luego 20 hombres abusaban de ella. Incluso hoy, algunas mujeres intercambian mamadas por pases de coca. En ese tiempo trataban a las mujeres como una propiedad que no importaba. Cuidaban los carros y les daban afecto, pero a las mujeres simplemente las usaban y las desechaban.

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¿Cómo te ganaste el respeto en un mundo así?

Yo era linda, pero era agresiva. Crecí como niño. Solía recogerme el pelo y esconderlo bajo un sombrero. No le tenía miedo a nada y todavía soy así. Yo era mala. La gente me tenía miedo. Yo tenía reglas: por ejemplo nadie podía fumar marihuana en la boca de fumo. Tenía que ser así. Tenía 19 hombres bajo mi mando.

¿Qué hizo que te interesaras por la escritura?

Al jefe de mi mamá, en la casa en Copacabana, le gustaba leerme cuando era pequeña. A mi me encantaba, aunque no entendía nada. Él tenía un montón de libros y siempre me gustó leer. Era una manera de escapar a otro mundo.

La nueva generación: una foto de nuestro artículo 'A los narcos de Brasil les encantan las redes sociales'(ninguna de las chicas es Raquel).

¿Por qué decidiste escribir Número Uno?

Mi terapeuta me sugirió escribir sobre mi vida como una manera de lidiar con mis emociones. Me tomó casi dos años. Lloré mucho. Cuando mi editor me sugirió que escribiera un capítulo sobre mi infancia, volví a la cocaína y pasé una noche terrible. Después, pasé dos días en la cama, pero quería desmitificar esta vida. No quiero que sea una disculpa, pero quería mostrar que los traficantes de drogas aquí también son personas, que a menudo vienen de la miseria más absoluta.

¿Por qué es ficción y no una biografía?

Es una novela basada en la vida real porque yo no podía escribir una biografía. Yo no soy nadie, sólo soy una exdealer.

La nueva generación: una foto de nuestro artículo 'A los narcos de Brasil les encantan las redes sociales'(ninguna de las chicas es Raquel)

¿Cómo han cambiado las cosas en Rocinha?

Desde que llegó la policía [desde 2011 existe una ocupación conocida como la unidad de pacificación de la policía] ha habido inestabilidad y conflicto de intereses. Los traficantes de drogas han diversificado sus productos. Antes solía ser como una gran familia, ahora sólo unos pocos son ricos. No es tan ostentosa.

¿Cómo es tu vida ahora?

Hoy soy feliz, encontré paz. Por mucho tiempo no pude sentir nada. Administraba la boca de fumo sólo para poder pagar mi propio suministro de cocaína. Ahora, ya fui a la universidad y escribí un libro. Estoy haciendo una maestría y quiero entrar a la política y transformar el sistema de tratamiento de drogas en Rocinha.

Gracias, Raquel.