Made in Bronx: El intransferible mundo de las pipas de basuco en Bogotá

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Made in Bronx: El intransferible mundo de las pipas de basuco en Bogotá

A la investigadora española Ester Aranda le preocupa la informalidad en el consumo de drogas. A nosotros también.

Ba-su-co. Se escribe con S y no con Z como muchos dicen, porque es la abreviación de "base sucia de cocaína", si es que la cocaína no es lo suficientemente sucia ya. "El que se fuma un basuco tiene que tener primero güevitas para dominar ese marica", me dijo alguna vez un punkero del centro, que por lo que sé, lleva meses tratando de dominarlo, y parece que está perdiendo la pelea por goleada. Pero no sólo se necesitan güevitas sino más cosas, aparte de un par de monedas para comprar el "sustico". Comenzando por la pipa. "Para el consumo de basuco en Bogotá se utilizan artefactos caseros realizados directamente por los usuarios", me cuenta la española Ester Aranda, licenciada en Química y Trabajo Social quien esta semana está en la Semana Psicoactiva, organizada por el colectivo de Acción Técnica Social y la Alcaldía de Bogotá. "Como cualquier parafernalia doméstica cada consumidor tiene su propia ingeniería y ritual de fabricación. Sé que actualmente en Bogotá no existe una dispensación de pipas que asegure que los materiales sean totalmente higiénicos". Tiene razón. Aparte de los centros CAMAD, para reducir el consumo de basuco y mitigar los daños de su consumo en la población más vulnerable de la ciudad (los habitantes de calle), la Alcaldía no ha implementado otra política pública para reducir riesgos a la hora de consumo estupefacientes. Ester sabe lo mucho que pesa en términos de salud pública las formas en las que las personas consumen sustancias psicoactivas. Desde el Centro de Atención Sociosanitaria de Baluard, Barcelona, en el que trabaja desde 2007, ha estudiado la relación entre el consumo de sustancia y el VIH, así como la transición de la vía inhaladada a la inyectada en consumidores de heroína y cocaína. Una de sus preocupaciones es la informalidad en el consumo, en especial del crack, que en España se da a través de botellas y pitillos. Ester me explica el riesgo que estos materiales causan a la hora del consumo, aparte de los daños potenciales que genera la sustancia en sí: "los principales peligros asociados al consumo en este tipo de pipas son la inhalación de partículas de plástico y de bacterias resultantes del reciclaje de los materiales. Asimismo, por la corta distancia en la zona de combustión, se generan fácilmente quemaduras en los labios y el sistema respiratorio y existe el riesgo de contagio de enfermedades transmisibles asociado al ritual de compartir la pipa". Con esto en mente, nos fuimos para el centro de Bogotá, porque estábamos seguros de que en Colombia tenemos niveles mucho más altos (y riesgosos) de informalidad. Hablamos con muchos consumidores acerca de cómo hacían sus pipas y, para sorpresa nuestra, ¡ya no las fabrican los usuarios! Al parecer, del Bronx no solo salen las bichas de basuco, sino las pipas para fumarlas, por la módica suma de 400 pesos. Efectivamente acá somos más creativos: pedazos de esfero, tapas de gaseosa, tubos de PVC, cauchos, pedazos de juguetes y cajas de fósforo terminan en el Bronx, destinadas a sostener, no por mucho, el vicio de muchos habitantes de las calles de Bogotá. Cuando la pipa no sirve más, los consumidores la venden de nuevo en donde la compraron, por 1.400 pesos. Esto porque están llenos de "terapia", un residuo negro que es mucho más potente que el basuco: "si el basuco es la muerte, la terapia es el infierno", nos dijo uno de los tipos con los que hablamos. Al menos algo tienen claro los habitantes de calle con los que conversamos: todo se comparte menos la pipa. Nos las mostraron y en general son parecidas, pero cada uno la apropia un poquito, de alguna manera. La cuidan como el bien más preciado, un bien que odian, pero que ni por el putas pueden dejar.

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*Sebastián Serrano participó en la reportería para este artículo.

Texto: Nathalia Guerrero

"Yo mi pipa no se la suelto a nadie. Acaba uno echándole candela a las babas de alguien más hasta se le pega una venérea".

"El papel alumunio y la ceniza que uno le echa hacen como un hornito ahí adentro. Si no paila, se quema todo el basuco y la idea no es esa, la idea es que se derrita".

"Esta es la primera pipa que se inventaron aquí en Bogotá hace 30 años. Antes de eso solo estaban el pistolo (cigarrillo de tabaco con basuco) y el maduro (cigarrillo de marihuana con bausco)".

"Uno nunca se despega de su pipa. A la larga esa se convierte como en la mujer de uno".

"La diferencia entre el pistolo y la pipa es mucha: Cuando usted se echa el primer pipazo, ahí es que conoce al basuco de verdad".

"¿Usted por qué cree que esta la única droga que no se exporta?"

"Yo compro la pipa nueva en la olla a 400 pesos y después de una semana usándola la vendo a 1.400. Vale más porque ya esta llena de terapia, que es esa resina negra que se va acumulando a medida que uno va fumando".

"Si el basuco es la muerte, fumar terapia es el infierno".