Coronavirus

Algunos antivacunas están cambiando de opinión ante la crisis del coronavirus

‘Nunca me hubiera imaginado una situación como la actual en la que el coronavirus me ha hecho cuestionarme a mí misma’.
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Según parece, la crisis del coronavirus nos ha vuelto expertos a todos. Ya sea la hermana pequeña de tu amiga, que piensa que tener un año de medicina le da derecho a hablar “en nombre de los médicos de todo el mundo”, o tu tío, que envía constantemente teorías conspiranoicas sobre el virus al grupo familiar de WhatsApp, parece que todo el mundo tiene de repente un doctorado en Virología. Pero hay un colectivo que ha estado bastante callado últimamente: los antivacunas.

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De un tiempo a esta parte, ha habido un aumento en los detractores de las vacunas. No solo mamis en grupos de Facebook de “comida orgánica”, sino también famosos y gente importante. Hemos visto cómo el número de vacunaciones caía en algunos países como Estados Unidos y Reino Unido con unos resultados alarmantes: el año pasado, Estado Unidos sufrió el peor brote de sarampión desde 1992 y la OMS quitó a Reino Unido de la lista de países que han erradicado el sarampión. Pero ahora que nos enfrentamos a la pandemia más mortífera y extensa desde la gripe de 1918, ¿siguen pensando lo mismo los antivacunas?

Del Bigtree, fundador de uno de los grupos antivacunas más prominentes de Estado Unidos, el Information Consent Action Network (ICAN), se mantiene firme en su opinión. “Por cada vacuna que le ponemos a nuestros hijos, alguien ha tenido una mala reacción”, me dice Del. “Esta es una de esas veces en la vida en la que nos fiamos de los expertos. Asumimos que tienen razón y no lo cuestionamos. Yo soy solo un defensor del consumidor que quiere asegurarse de que los productos que tomamos son seguros”.

En lo que respecta a la vacuna del coronavirus, a Del le preocupan especialmente los esfuerzos que Estados Unidos está haciendo para ser el primer país en producirla. “Creo que es muy noble querer crear un producto que proteja a la gente frente a una enfermedad, pero el problema de verdad viene cuando las instituciones médicas meten prisa a la ciencia”, dice. “No deberías apresurarte para crear un producto que vas a inyectar a personas perfectamente saludables sin investigarlo bien primero. Estado Unidos dice que puede tener una vacuna en entre 12 y 18 meses. Estamos empezando las primeras pruebas con humanos y nos hemos saltado las pruebas con animales. Esas primeras 45 personas van a estar controladas durante cuatro meses. Es un proceso muy corto y con muy poca gente”.

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Algunos expertos tienen miedo de que la desinformación y el alarmismo generado por la comunidad de antivacunas pueda dificultar la erradicación completa de la COVID-19 cuando se encuentre una vacuna. Abundan las teorías conspiratorias sobre las vacunas, especialmente en determiandas regiones, donde hay batallas legales en juego. Según una encuesta realizada por la Universidad Emerson, más del 10 por ciento de los americanos no se vacunarían del coronavirus, lo cual es bastante aterrador teniendo en cuenta la tasa de expansión que tiene el virus.

Caylan Wagar, asesor de salud y bienestar, aboga por la elección paternal cuando se trata de vacunas. Puede que la hayas visto en el nuevo documental de Netflix Pandemic, en el que defiende su posición frente a un nuevo proyecto de ley estadounidense que “quita a los padres el poder de rechazar las vacunas requeridas frente a ciertas enfermedades restrictivas” en Oregón, Estados Unidos. “Yo creo que no se trata de si te vacunas o no, se trata de tener la opción de hacer lo que creamos correcto para nuestros hijos”, explica en el documental. Respecto al coronavirus, Caylan se mantiene en su posición: “A estas alturas, nunca les pondría a mis hijos una vacuna del coronavirus”, me dice. “Creo que tienen un sistema inmune sano y que funciona, y si lo cogen van a estar perfectamente”.

Pero, aunque existen evidencias que sugieren que pocos niños desarrollarán la COVID-19, es imposible evitar que transmitan el virus a aquellos más vulnerables. Puede que sea el caso de muchas de las enfermedades de las que nos vacunamos, pero el riesgo que supone este virus para los ancianos y los inmunocomprometidos, la rapidez con la que se propaga y el daño que causa en los sistemas sanitarios de todo el mundo han hecho que muchos escépticos se den cuenta de la seriedad del asunto.

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Charlene, fisioterapeuta respiratoria de California, no se ha puesto una vacuna desde que se quedó embarazada por primera vez hace 16 años, y tampoco a sus hijos. “No me han puesto ninguna vacuna desde que me pusieron la de la gripe estacional y di a luz prematuramente poco después”, me cuenta Charlene. “Me considero afortunada, porque he oído que muchas mujeres tienen abortos después de vacunarse de la gripe. Fue entonces cuando comencé a cuestionarme seriamente la seguridad de las vacunas”, me dice (el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos ya ha demostrado que no existe ninguna relación entre la vacuna de la gripe y los abortos).

A pesar del escepticismo de Charlene, la crisis que estamos viviendo ha hecho que se replantee su opinión. Sus dudas sobre las vacunas se han visto eclipsadas por la preocupación por sus seres queridos y la gente que la rodea. “No creo que mi familia o yo estemos en riesgo como para vacunarnos, pero creo que deberíamos hacerlo para conseguir inmunidad colectiva”, dice. “Este virus es catastrófico para nuestro sistema sanitario y la economía mundial y debemos pararlo de inmediato”.

Rachel*, funcionaria de Bristol, también se ha replanteado su opinión ante la crisis del SARS-CoV-2. Tras dar a luz a su primera hija el pasado octubre, decidió no vacunarla con la triple vírica. Como muchos otros padres, tiene miedo de la relación que pueda existir entre esta vacuna y el autismo, a pesar de que está relación ha sido desmentida muchas veces.

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“Si hay una gran cantidad de padres que deciden vacunar a sus hijos, el riesgo de que mi hija coja el sarampión es muy bajo, así que prefiero no arriesgarme a que tenga una mala reacción”, me cuenta Rachel.

“Dicho esto, nunca me hubiera imaginado una situación como la actual en la que el coronavirus me ha hecho cuestionarme a mí misma”, admite. “Mi sobrina tendría problemas si coge el coronavirus porque toma inmunosupresores. Esa preocupación ha hecho que piense en las responsabilidades que tengo como madre para evitar que el virus se propague a otra gente que podría estar en peligro. Antes ni me lo había planteado como una razón por la que vacunar a mis hijos. Ahora estoy mucho más indecisa”.

Es obvio que esta pandemia será la peor crisis sanitaria que podamos recordar. Hoy, casi dos millones de personas han contraído el virus y más de 100 000 han muerto en todo el mundo. Un gran número de países ha impuesto medidas dramáticas y el virus sigue expandiéndose a una velocidad alarmante, así que en este momento nuestra mayor esperanza es encontrar una vacuna que pueda parar la propagación de este terrible virus. Pero eso solo si se vacuna todo el mundo.

*Se han cambiado los nombres

@ro_hew / @lilyblkly

Este artículo se publicó originalmente en VICE Reino Unido.