"¡Fuera Peña!": Manifestantes en la CDMX

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"¡Fuera Peña!": Manifestantes en la CDMX

Fotos por Ernesto Álvarez

Cuatro mujeres sostienen una pancarta que pide la renuncia del presidente de México, bajo el Ángel de la Independencia, punto de salida de la marcha que se convocó con con el hashtag #RenunciaYa. Son Cristina, Vivian, Ana y Geraldine, cuatro amigas que se bautizaron como las Guerreras Pacifistas, que buscan "construir caminos y tender puentes para hacer algo diferente. La paz es el camino hacia la paz"; y en lo concreto, poder manifestarse en conjunto. Que no es un grupo feminista, dicen, sino creado en base a la afinidad de conocerse y compartir espacios como profesoras de yoga, meditación y reiki. Son también una muestra perfecta de la gente que se convocó —por las redes— a manifestarse el 15 de Septiembre: una clase media o media alta que sintió que se cruzó cierto límite, que los empujó a la calle.

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Alejandro tiene 20 años y carga una pancarta que dice "el rey está desnudo". Es estudiante del Instituto Tecnológico Autónomo de México, uno de los centros universitarios privados que reúne a buena parte de la "elite social" del país, como él mismo lo describe. No, no es fácil conversar de estos temas con sus compañeros de la vida cotidiana. "Hay muchas cosas que no se plantean ahí, he escuchado a mis compañeros decir que son la crema y nata de la sociedad y tildar esto como cosa de chairos o revoltosos". ¿Por qué él está ahí entonces, si viene de ese mismo entorno? "Creo que el beneficio personal de unos pocos de nosotros no se puede anteponer a la igualdad con los demás; quedar atrapados en el confort que los demás no tienen."

Más adelante, un grupo de estudiantes de la Preparatoria 6 canta, salta y grita consignas preparadas. Vienen marchando en un cajón delimitado por un hilito. Uno de ellos, de 16 años, dice que es la primera vez que se manifiesta y que se lo facilitó el grupo de estudiantes de ese centro que se organizó para ir a la marcha por fuera de la institución.

Tantos las mujeres del reiki, como el estudiante de colegiatura privada como el adolescente organizado confesaron que era la primera vez que asistían a una movilización embaderados tras un reclamo político. También están de acuerdo en otra cosa. Fue la invitación al país que hace pocos días Enrique Peña Nieto hizo a Donald Trump, candidato estadounidense, ampliamente repudiado por sus comentarios xenófobos hacia la población en general y particularmente hacia los mexicanos.

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Diferente es la situación de las dos filas de personas que rodean a un grupo de padres de los estudiantes de Ayotzinapa. Está Eduardo, 38 años, originario de Oaxaca, quien comenta sobre el miedo que se sembró en Nochixtlán, un pueblito calmo de la sierra, luego de que la Policía Federal atacara a la población y asesinara ocho personas el 19 de junio pasado. También está un grupo de ejidatarios de Atenco, quienes resisten desde hace más de una década la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en sus tierras comunales.

Al llegar al Antimonumento de los 43, en la esquina de Reforma y Avenida Juárez, la marcha se detuvo para escuchar a los familiares de los desaparecidos. Su reclamo se dirigió a Tomás Zerón, ex director de la Agencia de Investigación Criminal de la PGR, acusado de haber manipulado (y falseado) las pruebas con las que se sustentó la "verdad histórica" del gobierno sobre los normalistas y que fue ampliamente desmentida por los peritos independientes: los estudiantes no fueron incinerados en el Basurero de Cocula como se intentó hacer creer. El día antes de la marcha y a menos de diez días de cumplirse dos años de la masacre de Iguala, Zerón fue trasladado a la Comisión Nacional de Seguridad y removido de la investigación del caso Ayotzinapa. Lo que reclaman los padres es que se lo debe perseguir penalmente por su responsabilidad directa en la impunidad que aún empantana el caso.

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Al retomar la marcha, mientras filas de policías marchaban en paralelo por la vereda, formándose frente a edificios de gobierno, como los de la Comisión Federal de Electricidad; o privados, como los Oxxo, cuatro camiones que trasladaban gente para los actos del gobierno arrancó gritos a buena parte de los manifestantes. "Ellos son los que chingan la nación" gritaron hacia los supuestos "acarreados" —gente de barrios populares a quienes se les ofrece algo a cambio de su presencia, por lo general, traslado y comida— al acto oficial. "Pinches hambrientos", remató uno de los trajeados manifestantes.

Al llegar al Hemiciclo Juárez, un imponente despliegue policial cerraba el paso a la altura del Palacio de Bellas Artes. "Zócalo, Zócalo" reclamó la multitud, para que la policía abriera el paso hacia la plaza central de la ciudad, a dónde la marcha tenía planeado terminar. La tensión subió cuando la gente quedó estancada durante más de una hora frente a una valla de policías que los miraban impávidos. Surgieron más conflictos cuando un par de jóvenes arrojaron bengalas hacia el contingente policial. Mientras la gente coreaba "sin violencia", algunos de los manifestantes la emprendieron a golpes contra los jóvenes, que traían las caras cubiertas, y a quienes pretendieron echar de la movilización.

Todos los consultados dijeron estar hartos con la impunidad reinante y sentir que esa salida a la calle era, para ellos, el comienzo de mucho más. Cómo esta población con poca formación política, que reclama que su movimiento es anti partidario y que coquetea con las movidas ciudadanas europeas, como el 15M en España, establezca su relación con el resto del movimiento popular es una de las claves para esa continuidad. Por ahora, la gente que se volcó a las calles tiene claro un Grito de Independencia común: "¡Fuera Peña!"

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