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Pase y llore

Pase y llore: Por qué México debería temerle al Estado Islámico

La mayor organización yihaidista podría hacernos daño, aunque tal vez no como lo hizo en París, sino a través de algo que usa un peinado horrible, tiene las convicciones políticas de Pinky y Cerebro y pretende despachar en la Casa Blanca

Ilustración por Mario Flores. Síguelo en

@mareoflores

Ahora que el Estado Islámico incluyó a México en el bloque de países "enemigos", a los que amenaza con atacar, más que reacciones de pánico, lo que se vio fue una ola de comentarios y bromas acerca de la preparación chafa de nuestro ejército para enfrentar al grupo yihaidista con más rating en la actualidad. Es cierto que no puede mandarse tranquilamente a la papelera de reciclaje la amenaza de una organización como ésa, pero por alguna razón nadie salió corriendo, ni se fue a atrincherar a un búnker. Todo lo que sabemos es que se publicó un video en Youtube, donde México aparece en una lista de más de 60 países que supuestamente integran algo que identifican como su "coalición enemiga". Un gesto simple, pero que a pocos días de los atentados en París, tiene un valor escénico mayor al que hubiera tenido un mes atrás.

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De todas formas, no es como que EI tenga la infraestructura suficiente para atacar a sesenta y tantos países al mismo tiempo, sino que se verían en la necesidad de ser más selectivos. Y no suena probable que México les parezca uno de los objetivos prioritarios. Pero hay un motivo por el que EI debería preocuparnos más, una manera menos directa en que puede hacernos daño. Y que, de hecho, ya empezó a hacer sentir sus efectos: por medio de Donald Trump.

No digo que el candidato del Partido Republicano estadunidense que, al día de hoy, cuenta con más apoyo entre los votantes sea un instrumento de las milicias islámicas (o al menos, no digo que sea solo eso; o que lo sea de manera voluntaria, quiero decir… en fin), pero el hecho es que la manera en que reaccionó el mundo occidental ante los ataques del pasado 13 de noviembre ha tenido, como efecto secundario indeseable (o como versión distorsionada de lo que quiso presentarse como "solidaridad") el que varios gobiernos, y muchos de los ciudadanos para los que éstos trabajan, sacaran a pasear al xenófobo que llevan dentro, con muchos de los rasgos contraproducentes de los que suele acompañarse.

Así se explica que un presidente francés que hizo su carrera identificándose con la izquierda mediocampista (muy tendiente al relativismo moral tibio) hiciera declaraciones de guerra que parecían sacadas de un libreto con un siglo de antigüedad. Además de que, tras los atentados, Francia cerró durante unos días sus fronteras, otros países de la UE aplicaron controles migratorios más estrictos y todo indica que Europa en su conjunto se encamina a pisar el freno en la recepción de refugiados. Alemania acaba de anunciar que también le entrará a los trancazos en Medio Oriente con un buen número de sus militares (además de entrarle a los negocios que puedan surgir a raíz de esto, aunque no vayan a creer que éste era el objetivo inicial). El parlamento de Gran Bretaña aprobó bombardear varios puntos de Siria y menos de una hora después ya estaban cayendo los primeros proyectiles en campos de petróleo controlados por el EI. Por su parte, Israel sintió que el clima ya era propicio para anunciar que, de hecho, ellos llevaban un rato (más de cuatro años) metidos en la misma guerra, solo que se les había pasado decirnos.

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Al otro lado del Atlántico, los efectos no son los mismos: después de los atentados, Obama anunció que no aumentaría el número de soldados estadunidenses en Siria, y que no había planes cambiar la estrategia para combatir al EI. De paso, criticó a la Unión Europea por sus intenciones de restringir el paso de los refugiados hacia su territorio. Dejando de lado el baño de pureza del presidente que más migrantes ha deportado en la historia, lo que más llama la atención de lo que pasó a partir de los ataques en París en suelo gringo es que los precandidatos republicanos parecen estar compitiendo para ver quién les va a partir la jeta más duro a los yihaidistas. Como todos sabemos (y dicho con toda objetividad periodística), los republicanos suelen ser todavía más mandriles que los candidatos del Partido Demócrata (con todo y que éstos se han esforzado por alcanzarlos en ese departamento), pero Donald Trump se lo ha tomado en serio: durante lo que va del año, muchos lo sabrán, ha sido el brillante promotor de iniciativas como construir un muro a lo largo de toda la frontera entre México y Estados Unidos, y hacer que nuestro país lo pague, además de que pretende deportar a once millones de migrantes indocumentados, entre muchas otras. En un partido que es cada vez más reaccionario, destaca sobre los demás con luz propia, emitida desde su gloriosa cabellera. Lo preocupante, es que además de ser el campeón en impulsos neandertales (o más probablemente, gracias a eso), ha sido el campeón en las encuestas de su partido.

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Más preocupante aun es que desde el 13 de noviembre, día de los atentados, ha encontrado la ocasión de subir el volumen de su odio racial y socioeconómico, y la estrategia le ha pagado bien en su carrera: durante noviembre, ignorando subidas y bajadas transitorias, consolidó su ventaja sobre el resto de los precandidatos. Desde esa noche parisina, al señor que parece traer peluquín (pero que no usa, por increíble que parezca), le ha parecido correcto manifestarse a favor de la tortura por simulación de ahogamiento en los interrogatorios, atizar el odio racial contra manifestantes que piden detener el asesinato de negros por parte de la policía, y especialmente contra los musulmanes. Entre otras maravillas, pidió que la policía vigile las mezquitas, que se haga una base de datos de musulmanes que vivan en Estados Unidos, y afirmó (aunque se ha probado que se trataba de una mentira) que tras los atentados de septiembre de 2001 en Nueva York, hubo "miles de árabes" celebrando en la calle el derribo de las Torres Gemelas. Hasta se dio el lujo de ridiculizar a un reportero que se atrevió a contradecirlo en este punto: Serge Kovaleski, quien tenía datos de lo que sucedía en NY durante aquellos días, habló en público sobre el hecho de que esas celebraciones nunca existieron fuera de la cabeza millonaria del candidato. Kovaleski padece una enfermedad que paraliza sus brazos. Cuando Trump se quejó en uno de sus mítines de las palabras del reportero, lo hizo imitando burlonamente su discapacidad. A ese grado ha hecho que sus seguidores le den vuelo a sus tendencias más hostiles.

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Como se sabe, Trump ha sido multimillonario desde hace varias décadas, y a lo largo de su desarrollo profesional como rico siempre ha tenido apego por las cámaras. La combinación de los dos rasgos ha hecho posible que otros aspectos de él se vuelvan famosos, como su misoginia, su clasismo, su racismo y, en general, sus tendencias fachas. Estaba destinado a ser uno de los muchos malos sueños de los ochenta gringos, pero por una serie de motivos desalentadores, hoy se encuentra en la primera fila de los aspirantes a sentarse en el trono de House of Cards. Ha habido antes otros personajes que han tenido como filiación el ser encabronadamente ricos y se han financiado su propia campaña para la presidencia. El más reciente, Mitt Romney. Pero no recuerdo otro que haya tenido el grado de sociopatía de Donald y que además haya tenido tan cerca la candidatura de su partido. Como dice Lauren Mayberry, los gringos están acostumbrados a ver locos fascistas que buscan ser financiados por millonarios en sus aspiraciones políticas, pero Trump es su propio loco fascista a ser financiado y su propio mecenas para sus sueños de loco fascista.

Para los mexicanos, seguir las elecciones gringas es como ver un partido de fut en el que se apuesta la mitad de los ahorros: buena parte de tu futuro depende de él, pero no puedes hacer otra cosa que sentarte y contemplar el desarrollo del asunto mientras te muerdes las uñas hasta la falange. Con la diferencia de que no ganaremos gran cosa cualquiera que sea el resultado para Estados Unidos en 2016, pero sí tendríamos mucho que perder si se elige a un orate como Trump. (En honor a la transparencia, debo decir que me produce una especie de morbo malsano la posibilidad de que este señor gane, solo por la tentación de ver a qué grado se pueden joder las cosa; por un deseo de espectáculo, podría decirse. Aunque claro, la mayor parte de mí opina que mi otra facción debería disculparse e irse a dormir).

Para terminar por donde empecé, sí, el EI puede hacernos daño (o también: "el EI es un peligro para México"). Pero en un país con una tasa de homicidios como la nuestra, lo que nos preocupa no son tanto los efectos físicos de sus bombas (que de cualquier manera no tienen gran probabilidad de estallar aquí), sino los mediáticos, en la medida que logre hacer que sigan creciendo las tendencias reaccionarias entre los votantes gringos.

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@infantasinalefa