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Cultură

Una entrevista con una ex miembro de un culto cristiano

Esos manipuladores y explotadores me casaron con uno de ellos.

Todos tienen ese periodo en sus vidas en el que se ponen a reflexionar, y se siente como si la epifanía que nos hizo mentarle la madre al mundo, nunca pasó. Los romances, la ketamina, las relaciones destructivas y los embarazos no deseados son ejemplos de momentos fuertes que guardamos en un rincón de nuestro cerebro al que acudimos poco. A veces tienen un gran significado, otras veces se trata sólo de un momento surreal al que sobreviviste. Todos tienen estos momentos y para mi amiga Courtney, el suyo fue cuando se unió a un culto cristiano.

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Hoy, Courtney trabaja como enfermera en un asilo psiquiátrico. Tiene un perro hermoso, buenos amigos y una afinidad particular por la brillantina. Pero en cierto punto de su vida, estuvo comprometida con un güey con el que no podía coger, vivía en un dormitorio y cuidaba a yonquis, todo en el nombre del Señor.

VICE: ¿Cómo te involucraste con este grupo religioso?
Courtney: Un chico al que conocía me habló de este grupo. No me dio detalles, sólo me dijo que esta era su “misión urbana” y yo estaba buscando una forma de escapar de mi hogar en Whidbey Island, Washington. Estaba deprimida, me odiaba a mí misma y sentí que volverme cristiana resolvería todos mis problemas. Así que me mudé a San Francisco y me uní a este grupo sin tener idea de lo que me esperaba.

¿Cómo fue pasar de un pequeño pueblo granjero a una comunidad cristiana en una gran ciudad?
En casa, nunca tuve amigos cercanos en los que confiara. Siempre fui una extraña, no me podía relacionar con las personas, así que mudarme a esta comunidad me pareció una gran idea al principio, porque de repente sentí que tenía gente que me apoyaba. Cuando entras por primera vez tienes que ir seis meses a la “Escuela de Entrenamiento de Discípulos” y vives en dormitorios con otros miembros.

¿Qué es la "Escuela de Entrenamiento de Discípulos”?
Aprendes sobre la naturaleza de Dios y a escuchar la voz de Dios. Hay una semana llamada “línea de plomo” en la que las cosas se ponen muy feas.

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¿Qué pasa?
Debes confesar tus más oscuros secretos frente al grupo y pedirle perdón a Dios. La gente cuenta cómo fue violada y acosada sexualmente, o de cómo violó y acosó sexualmente. Muchas perversiones sexuales, crímenes, abusos físicos, drogas, homosexualidad, todo lo que nos dijeron que decepcionaría a Dios. Pero lo jodido es que no hubo un seguimiento, ninguna orientación. Nada más que vergüenzas y un montón de jóvenes destrozados esperando que los “rediman”.

¿Cómo era tu vida diaria en la comunidad?
Trabajaba 50 horas a la semana para la “organización” sin paga. Me despertaba todos los días a las 8am para asistir a talleres, cantar y orar. Con frecuencia recitábamos esta oración, “Intercesión”, en la que esperas a que Dios te hable. Yo fingía todo el tiempo y me sentía horrible. Después de la junta, iba a trabajar. Estaba encargada de un programa diurno para indigentes. Eran entre diez y 15 indigentes, y yo y otra chica les enseñábamos sobre la vida, cosas religiosas,  habilidades, etcétera. A veces teníamos salidas de campo, al MOMA o al zoológico. Era una locura. Imagínate a dos chicas de 19 años con 15 adultos, todos con problemas serios, paseando por una galería de arte, esperando que ellos no salieran corriendo al primer baño que encontraran para fumar crack.

¿Cuál fue tu entrenamiento; confesar tus “pecados” y cuidar a enfermos mentales?
Sí.

¿Te llevabas bien con los miembros de tu comunidad?
Claro, pero todos eran raros. Hubo un punto en el que mi departamento estuvo infestado de ratas; caminaban sobre mis piernas en la noche. Así que le comenté esto a una de las líderes y me dijo que yo había atraído a las ratas porque escuchaba música demoniaca. Después, rezamos para que las ratas se fueran. Ese tipo de cosas eran la norma.

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¿Siempre cuestionaste su forma de hacer las cosas en el lugar?
Sí, me metía en muchos problemas. Siempre me decían que era “rebelde”.

Háblame de tu matrimonio.
Conocí a uno de los líderes, Jody, durante mi entrenamiento. Era el único hombre soltero, de los cuatro que había en la comunidad. Éramos 25 personas.

Vaya.
Así que, naturalmente, empecé a salir con el único hombre disponible. No podíamos estar a solas con personas no cristianas y trabajaba muchísimo. Tenía que llevar a los heroinómanos al zoológico y demás, así que Jody me pareció una gran opción comparado con ellos.

¿Cómo era su relación?
No se nos permitía estar en una habitación con la puerta cerrada. Siempre estábamos bajo el microscopio de la comunidad. No era una relación de verdad. Tuvimos sexo oral una vez. Después pedimos perdón juntos.

Y te casaste con este güey….
La comunidad me presionaba mucho para que me casara con él. Creí que Dios juntaba a dos personas, se casaban y todo funcionaba porque así lo quería él. Todos a mi alrededor me dijo que era voluntad de dios. Tuvimos sexo por primera vez en nuestra noche de bodas. Fue extraño.

¿Eras virgen?
No, había tenido sexo desde los 12 años. Me volví cristiana a mis 18.

¿Cómo te saliste del culto?
Las cosas cambiaron una noche, cuando uno de nuestros líderes hizo que uno de mis amigos durmiera en el pasillo en lugar de su cama, mientras se desintoxicaba de su adicción a la heroína. Y no dije nada, lo acepté aunque en mi cabeza sabía que estaba mal. Eso me dejó aterrada y creo que me hizo despertar.

El hechizo de deshizo.
Sí, pero había firmado un contrato que decía que me quedaría con el grupo durante dos años, y aunque todavía no cumplía los dos años, les dije que lo que hacían era manipular, y que estaba jodido. Me expulsaron por rebelde. Creo que se sintieron aliviados cuando me fui. Era un desastre cuando salí de ese lugar.

¿Por qué?
No tenía identidad. No sabía cómo pensar por mí misma y por eso seguí casada con Jody durante tres años fuera del culto. Él era un controlador y no confiaba en mí. Todo me dejó de importar y me volví autodestructiva. Me encerraba en mi cuarto [lejos de mi esposo]. Él creía que estaba loca. Empezamos a ir a terapia y él le pedía a mi terapeuta que me medicara. Esa fue la gota que derramó el vaso. Me encabronó muchísimo.

Eso me dio valor para pedir el divorcio. Mi terapeuta fue de gran apoyo. Me ayudó a darme cuenta que estaba deprimida porque no existía más allá de lo que la gente me decía que hiciera. Fue la experiencia más liberadora, no sólo en el sentido literal con el divorcio, sino al darme cuenta que estaba lista para ser mi propia persona y encontrarme por primera vez en mi vida adulta. Tenía 25 años. Me siento muy inmadura en comparación con otras personas de mi edad, es como si hubiera despertado a mis 25 años. Siento que todo, de los 18 a los 25, fue un sueño.