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El pueblo chileno que corre el riesgo de desaparecer por una minera

La tóxica historia de Caimanes.

“Yo gastaba 2,500 pesos mensuales y vivía con mis cinco hijos. Ahora pago 30 mil pesos chilenos y vivo sola”. Así se resume el cambio en la vida de María Soto luego de la instalación de un tranque de desechos mineros en las cercanías de Caimanes, lugar donde ha vivido durante los últimos 40 años.

Pasa el dedo por el fondo de una olla y sale manchado con algo parecido al cemento, pero de color amarillo. “Si esto se pega al metal, imagínese cómo se pegará adentro de nuestros cuerpos”, me dice, enseñándome sus manos secas y partidas.

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María se ve enojada. Tanto que luego de preguntarle cómo le ha afectado la minera en su vida, se me hace difícil interrumpirla, porque simplemente no para de hablar. Me cuenta que para ahorrar tiene que bañarse, lavar y cocinar de todas formas con el agua que viene por las cañerías.

En Chile, la mayoría de la población puede beber del grifo a bajo precio, algo que desde casi ocho años las personas de Caimanes ya no pueden hacer. “En todos los años que he vivido acá, esto nunca sucedió. El problema es que hay gente que no tiene dinero para comprar agua y tiene que tomar de ésta”, me dice María apuntando la llave que supuestamente irriga agua potable a su casa.

Caimanes no tiene más de 1,500 personas y se encuentra a unos 260 kilómetros de Santiago de Chile. El lugar está conformado por unas cuantas casas, una escuela, una cancha de futbol y la municipalidad, todo conectado en unas calles de tierra donde no hay mucha actividad más que un par de vecinos conversando y algunas camionetas de empresas subcontratadas por la minera.

Hasta hace ocho años, el pueblo se sustentaba del ganado caprino y de algunos yacimientos de cuarzo. Vivían con un sentido de comunidad propio de los lugares pequeños y todas las personas con las que hablé me contaron que Caimanes era un lugar muy tranquilo para vivir, con casi nada de delincuencia pues todos se conocían. Pero no más, porque a la minera Los Pelambres se le ocurrió instalar el tranque de desechos mineros más grande de América Latina a solo ocho kilómetros.

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El pueblo tiene nada más una entrada, donde se nota de inmediato que las cosas no andan bien debido a las muchísimas casas que tienen puesta una bandera negra, lo que da la impresión de que una comunidad entera estuviera de luto. La mayoría de los lugares también presentan afiches o murales con consignas en contra de la minera. Los acusan de estar matando el pueblo, los tratan de inescrupulosos y sin vergüenzas.

En Chile, un país dependiente de la industria del cobre, las empresas que extraen minerales están obligadas a hacer tranques para almacenar sus desechos, algo así como una represa, pero en vez de agua, un barro gris conocido como relave, el que no puede ser tirado a los ríos o al mar por su alto nivel tóxico.

Las mineras están obligadas por ley a comprar terrenos para depositar este material, el que con el paso de los años y ciertos tratamientos químicos, se petrifica y dejan sepultado para siempre.

Si se instalan en un lugar apartado pero si se colocan cerca de un pueblo, existe el riesgo de que se filtren materiales pesados a las aguas subterráneas. Eso justamente es lo que le pasó a Caimanes, porque además de que el tranque de relave El Mauro fuera instalado a escasos kilómetros, la empresa no pensó nada mejor que construirlo justo sobre el Estero Pupío, el único afluente de agua superficial de todo el valle. Resultado: el estero se secó y se habrían contaminado las napas que alimentan al depósito de agua potable del pueblo.

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Agua contaminada

Cuando los habitantes de Caimanes recién se dieron cuenta de la baja en los niveles de sus pozos de agua y de los restos anómalos que estaban quedando en su vajilla, avisaron a las autoridades, pero estas nunca llegaron. Por esto decidieron tomar la carretera y comenzar una huelga de hambre, que tuvo por más de 70 días a un grupo de vecinos al borde de la muerte. Sólo después de esa presión, el gobernador de la provincia los visitó y les aseguró que el diagnóstico de las aguas debía hacerlo un organismo gubernamental llamado Secretaria Regional Ministerial (SEREMI) de Salud.

Después recibieron el informe de un laboratorio contratado por la minera en donde se aseguraba que el agua no excedía ningún parámetro y que era totalmente seguro beberla. Los vecinos de Caimanes le pidieron otras muestras a un connotado científico de Santiago, las cuales concluyeron que la casi inexistente agua del estero y la que sale por las napas subterráneas está sobre los niveles de metales pesados aptos para su consumo.

Ya con la duda, se puso un recurso legal y la justicia ordenó a la Policía de Investigaciones de Chile que fuera a tomar muestras. Estas encontraron altos niveles de metales pesados, por lo que no recomendaba su uso para riego ni para consumo humano o de animales.

informe PDI.

Pero lo que de verdad molestó a los vecinos fue que unos días después, el SEREMI de Salud informó, tal como la minera, que las aguas no excedían ningún parámetro y que por lo tanto cumplían con todos los requisitos para su uso, por lo que decretaba que era seguro tomar el agua de los pozos y que la minera no estaba en ninguna irregularidad. “A nosotros el informe de la policía nos da mucha más confianza, porque la petición fue hecha por la fiscalía, la que es independiente del gobierno, que son suceptibles a las presiones de los dueños de la mina”, me cuenta Mireya Ardiles, ex integrante de la directiva que luchó contra la construcción del tranque.

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Ella hace alusión al grupo Luksic, 35 en el ranking Forbes de los más ricos del mundo y dueños de varios medios, de un banco, de empresas forestales y además muy cercanos a los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, ex presidentes de Chile.

En resumen,  los resultados del gobierno eran los mismos que la minera, mientras que ellos tenían el informe de un académico y de la policía que decían totalmente lo contrario. Los estudios de estos últimos encontraban altas concentraciones de mercurio, hierro y manganeso. Todos estos elementos presentan serios riesgos para la salud humana en caso de ser ingeridos en mayor proporción de lo debido. Por ejemplo: el mercurio presenta severos problemas en los fetos, además de ceguera, sordera, problemas cerebrales, renales y pulmonares, pudiendo llegar incluso, y quizás en el mejor de los casos, a la muerte.

Agua sobre el pueblo

María Soto me cuenta que juntó dinero lavando ropa de la gente del pueblo. Dice que en los mejores tiempos podía trabajar para 20 personas sacando agua del pozo que tenía en su patio, pero que ya no puede. Su pozo se secó.

Con el dinero que alcanzó a reunir construyó una casa para ella y sus cinco hijos. Ahora vive sola, porque cuando se comenzó a construir El Mauro, el resto de su familia huyó del pueblo, atemorizados porque la muralla de casi 260 metros de altura está a solo ocho kilómetros de Caimanes. “Esta es una zona muy sísmica. En 2010 Chile tuvo el tercer terremoto más grande de la historia. Si ocurriera un accidente nosotros tendríamos cinco minutos para correr a los cerros antes de quedar sepultados bajo el barro”, dice María.

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Según todos los vecinos, el mayor problema es que el tranque es en su mayoría agua, debido a que fue construido sobre el estero. “Si fuera puro barro no hay problema, porque este no corre tan rápido en caso de que la muralla cediera. La proporción debería tener un 80 por ciento de relave y solo un 20 por ciento de agua, pero es casi al revés”, cuenta Juan Aracena, quien se ofreció para hacerme un tour por el pueblo. Duró sólo diez minutos por lo pequeño del lugar, pero sirvió para que me contara que la pared que frena el líquido es del mismo relave, sólo que está seco y compactado. Nada de cemento que mantenga la presión que se hace por las miles de toneladas que pesa el contenido del tranque. Ese es el mayor riesgo que sienten como habitantes del lugar, porque el agua contaminada presenta efectos a largo plazo, por lo que el daño no se verá en muchos años.

En julio, la Corte Suprema de Chile emitió un fallo en que obliga a la minera a reforzar las medidas preventivas y de vigilancia en torno a la operación del tranque de relave. Por su parte, los vecinos aseguran que un perito contratado por la justicia sugirió que tanto la Oficina Nacional de Emergencias como el Servicio Nacional de Minas mantengan un monitoreo permanente y que creen un plan de emergencia para el lugar. Juan Aracena y Álvaro Badilla me cuentan que este informe salió recién en septiembre, pero no creen que se hará mucho al respecto. “Si toman medidas precautorias, significa que el tranque sí tiene un riesgo y eso nos daría la razón a nosotros”, me dice Juan.

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Aguas entre los vecinos

“Tus beneficios como habitante no tienen por qué estar en manos de gente sin escrúpulos, ambiciosa y sin vergüenza”. Esto es que lo reza un cartel puesto por María Soto en una pared de su propiedad que da a la calle más importante del pueblo.

Según los habitantes de Caimanes, el daño más grande que sienten fue la fractura del pueblo. Algunos apoyaron desde un comienzo a la minera, pero la mayoría se mantuvo firme en el rechazo. El problema surgió cuando comenzaron las negociaciones con la empresa, pues una serie de hechos hicieron que a algunos les llegaran millonarios cheques con donaciones por la leal lucha que habían dado en su contra. Sí, tan irrisorio como suena.

Lo curioso es que el dinero no les llegó a todos, lo que hizo que la convivencia se quebrara en este pequeño pueblo donde todos se conocen.

“Fue un daño y un trabajo de hormiga lo que hizo la minera con nosotros. Sin darnos cuenta nos prestamos para ello sin medir las consecuencias de lo que nos iba a pasar. Que tus vecinos ya no sean tan vecinos, que un día te saluden y al otro día no y que todos desconfíen de todos, significa que la minera ganó este juego, que era el de separarnos”, dice Isabel Vilches, integrante del comité de aguas de Caimanes.

Cuando fui al pueblo me di cuenta de que la gente tiene mucho resentimiento con otras personas por lo que hicieron mal o por lo que dejaron de hacer. El asunto creció tanto que la unificada junta de vecinos que luchó por años contra el tranque, se quebró y nació una segunda agrupación, que albergaba a los que apoyaban a la minera. A este grupo le llegaban beneficios directos de Los Pelambres como becas o fondos concursables, por lo que cada vez comenzó a atraer a más integrantes, porque si no te afiliabas a ella, no podías recibir ningún beneficio.

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Agua sobre la historia

La legislación en Chile es bien clara: no se puede seguir con una faena si no se han resguardado todos los restos históricos que el lugar presenta. Si estos requisitos no se cumplen, la obra arriesga altas penas e incluso su cierre. En este caso, de 148 vestigios arqueológicos conocidos con tumbas, vasijas y tallados rupestres, Los Pelambres sólo informó de 40.

Los petroglifos que la gente recuerda del lugar, y donde antes de la llegada de la minera se iba a invertir para hacerlo un atractivo turístico, corresponderían a las culturas molles, diaguitas e incas. Pero esto es sólo una suposición, porque de acuerdo a la ley chilena, es la misma empresa la que tiene que hacer el estudio de impacto ambiental, y en este caso, Los Pelambres nunca hizo llegar el texto final con los detalles de los hallazgos. El investigador Patricio Bustamante ha trabajado con la comunidad de Caimanes por varios años y me comentó que de comprobarse la negligencia de la minera, este sería el desastre patrimonial más grande de la historia de Chile.

El futuro del agua

Los habitantes de Caimanes ya se dieron por vencidos con el tranque. Está ahí y no tienen nada más que hacer. Según me contaron, ellos estiman que para vaciarlo tendrían que cargar siete mil camiones de 30 toneladas, pero aún así el valle quedaría inutilizable, por la toxicidad del relave. Lo que buscan ahora es que la empresa tome las medidas necesarias para asegurarles que la pared de arena no se romperá. Otros quieren que el pueblo sea catalogado como campamento minero y que a cada persona se le entregue una solución para irse a vivir a otro lado.

Esto, porque según Juan Aracena, el lugar tiene ya una sentencia de muerte: “En unos 10 o 15 años, Los Pelambres se va a ir de aquí porque el tranque se les va a llenar. Ellos ya nos dijeron que cuando se terminara la vida útil del lugar no quedará casi nadie de parte de la empresa. ¿Y qué vamos a hacer nosotros? Si no hay agua y tampoco va a haber trabajo”, dice resignado.