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Dile: La Copa de la obsesión

La Copa Libertadores es pasión. En el continente genera sentimientos especiales por la intensa rivalidad que hay entre países futboleros.
Foto: Tigresdecorazón.com

La mayoría de hinchas de los equipos sudamericanos ven en este torneo el gran objetivo para sus equipos. No basta con ganar el título de tu liga, no importa si eres el que más estrellas tiene en el escudo, el que tiene el estadio más bonito o los jugadores con mejor salario. Lo único que importa es levantar el trofeo por el que todos se desvelan: La Copa Libertadores.

¿Pero por qué esa obsesión con un torneo que cada vez está más devaluado?

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Si lo comparamos con el torneo de clubes por excelencia de Europa, la Champions League, nos daremos cuenta enseguida que estamos a años luz de distancia. No solo por los lujosos estadios que se ven en el viejo continente, o por que un jugador vale más que toda la nómina de un equipo boliviano. No, también porque el nivel de su fútbol y los premios que se entregan que son bastante dispares.

Basta con ver un partido de fase previa de la UCL (UEFA Champions League) que se juega por estos días, para notar que el fútbol que muestra la Copa Libertadores, incluso en sus finales, es muy diferente al europeo. Es lento, aburrido y sobretodo violento. Lo que importa es ganar, así tengas que partirle la cabeza al rival, o dejar casi ciegos a tus rivales con un gas pimienta tirado desde la tribuna.

En Sudamérica podría decirse que el fin justifica los medios. No solo para los equipos participantes, sino para los hinchas que acompañan a sus clubes a donde van. No importa si no tienes plata, no importa si no tienes pasaporte. Lo que importa es poder estar en el estadio de tu rival, como visitante y hacerte sentir.

Un hincha promedio ve los partidos de su equipo por televisión cuando juega de visitante en la Copa Libertadores. No solo las distancias son enormes, sino que los salarios promedios de esta parte del mundo, no dan para gastar semana a semana miles de dólares en tiquetes aéreos, entradas y la manutención que un viaje de estos implica.

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Sin embargo hay un sector "privilegiado" que trata de acompañar a su equipo a donde vaya. No quiere decir que por comerte todas las palomitas de maíz desde la comodidad de tu sala seas menos hincha que los otros. Solo que estos fanáticos, viven y hasta mueren por los colores de su camiseta.

Esa pasión sólo se encuentra en este rincón del mundo. No importa si no comes, si tienes que aguantarte el olor a humano dentro de un bus durante una semana, sin bañarte y sin cambiarte de ropa. La droga que te hueles durante el viaje calma las necesidades básicas si piensas que la cereza del postre la tienes cuando ves a tu equipo saltando a la cancha en un estadio que quedamiles de kilómetros de tu sofá.

Así fue la última recepción de la hinchada de River a su equipo en la última final de Libertadores que jugaron

Somos muy diferentes a los europeos. No tenemos viajes baratos en tren y mucho menos en avión, tampoco ganamos miles de euros al mes y ni pensar en que somos un grupo de gente civilizada que ve al prójimo como un hermano. No. Acá somos medio salvajes, vemos al rival como el enemigo y lo que importa es ganar, como sea pero ganar, tanto en la cancha como en la tribuna.

No imagino un partido de Copa Libertadores, del equipo del país que sea, sin el morbo de putear a los hinchas rivales, o los macabros planes de robarle los trapos y banderas. No importa si estás de visitante o de local. Lo que vale es hacer sentir al otro como un pedazo de mierda que se te acaba de pegar en el zapato.

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Tampoco pienso que en el resto del mundo se juegue con el vértigo y el ímpetu que se juega acá. En los partidos coperos, sobretodo, se reparte más pata de la que se debería dar. Es el estilo de juego de los sudamericanos, es la forma de pelear de nuestra raza y una forma de decir que si con fútbol no se puede, con patadas, puño y mordisco, nos podemos ayudar.

Los hinchas sudamericanos siempre han presumido su Copa Libertadores como un torneo diferente. Foto: EFE-AP-TÉLAM

Puede que acá no tengamos los mejores estadios, ni que las tribunas se llenen. Tampoco que nuestros jugadores tengan que partirse las piernas un mes para alcanzar lo que un europeo se gana en un minuto. Menos que el nivel del fútbol este a a un nivel si quiera parecido.

Acá en el sur, en el continente que se liberó de la conquista española y portuguesa hace más de 200 años de la mano de Bolivar, San Martín y otros próceres de la patria grande, no queremos parecernos a los europeos, con su majestuosos estadios y sus modales recatados. No en vano, los sudamericanos que juegan en Europa y en el mundo, son los más apetecidos.

Algo tiene nuestra sangre, o el aire que respiramos, porque cuando juntamos la pasión por el fútbol, el amor por los colores de nuestro equipo y la obsesión en que se ha convertido ganar la Copa Libertadores, tenemos un ejercito de miles de personas que están dispuestas a matar y comer del muerto con tal de ver a su equipo levantar el apreciado trofeo que hoy cambiará de dueño.