Cocinando con mujeres sobrevivientes de trata de blancas

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Cocinando con mujeres sobrevivientes de trata de blancas

Dignita es un restaurante en Amsterdam donde dan clases de cocina a sobrevivientes de tráfico sexual. Inés me cuenta: “Aquí pasamos un rato agradable".

"Cuando les dimos sus certificados a las mujeres, estaban llorando y querían enmarcarlos", dice Toos Heemskerk-Shep. "Es solo un pedazo de papel, pero el logro hace que las sobrevivientes se sientan valiosas, justo lo que el tráfico sexual les arrebató. Les robaron la dignidad; realmente no eres una persona, eres un producto".

Heemskerk-Shep es director de la sucursal en Holanda de Not For Sale, una organización internacional que trabaja para acabar con el tráfico humano. Ella dirige una serie de programas de capacitación culinaria en Amsterdam encauzada a la rehabilitación de quienes fueron forzadas a comercial sexualmente en el Barrio Rojo de la ciudad. Cuando las aprendices terminan el curso de cuatro semanas en cocina, hostelería e higiene de la cocina, reciben un certificado.

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Dignita, un restaurante en Amsterdam donde dan entrenamiento en hostelería a sobrevivientes de tráfico sexual. Todas las fotos son de Julia Shirley-Quirk.

Conocí a Heemskerk-Shep en Dignita, el restaurante que opera Not For Sale para proporcionar experiencia en la cocina a sus alumnas. Junto con los hermosos floreros y el entablado disparejo del suelo, noto también decoraciones en forma de diamante.

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"Escogimos estos diamantes porque es así como percibimos a las mujeres que vienen aquí", me cuenta Heemskerk-Shep mientras bebemos té de menta recién hecho. "Son ásperas al principio, pero una vez que trabajas con ellas, terminan brillando".

Vamos a la cocina para conocer a algunas de las aprendices. Un enorme contenedor con sopa de pollo húngara hierve lentamente mientras cuatro mujeres con uniforme de chef limpian las estaciones de trabajo.

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Un entrenadora de Dignita, marca una sopa que será llevada a las prostitutas del Distrito Rojo en Amsterdam.

"Esta receta es de mi ciudad natal", dice Anna*, quien vino a Dignita luego de ser obligada a trabajar en el tráfico sexual de Amsterdam durante cuatro años. Me cuenta que fue forzada a dejar Hungría a la edad de 18 por un hombre que le prometió un trabajo bien pagado en un hotel de Holanda. Cuando llegó, le quitaron su pasaporte y el hombre la amenazó con matar a su hijo (quien en ese momento vivía en Hungría con un amigo) si intentaba huir.

Cuando la sopa está lista y el pan sobre la mesa comunal, me siento con Heemskerk-Shep, Anna y otras alumnas para comer. Heemskerk-Shep enfatiza la importancia de compartir las comidas de esta forma, explicando que ayuda a desarrollar un lazo familiar entre quienes están tomando el curso.

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Otra aprendiz, Renata*, se une rápidamente a la mesa.

"La sopa está rica", dice. "Nunca he sido una buena cocinera, pero quería unirme al programa porque había caído en depresión".

Renata es de Polonia y fue obligada a mudarse a Amsterdam por un hombre violento que se hizo pasar como un novio potencial. Se hizo prostituta cuando él le exigió dinero y solo pudo escapar a una casa de seguridad después de dos años de trabajo.

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Una voluntaria de Not For Sale.

Nadie sabe exactamente cuántas mujeres como Anna y Renata que trabajan en el Barrio Rojo de Amsterdam, famoso por sus iluminados escaparates ocupados por mujeres escasamente vestidas, han sido traficadas. Por supuesto, no todas las trabajadoras sexuales deben ser estigmatizadas como víctimas, pero algunos estudios demuestran que el 10 por ciento de las trabajadoras sexuales holandesas han sido forzadas en la industria. Dado que existen alrededor de 4,000 mujeres trabajando en la industria sexual de Holanda, país que legalizó la prostitución en año 2000 como una manera de incrementar la regulación y proteger a las trabajadoras, al menos hay 400 mujeres obligadas a realizar actos sexuales contra su voluntad.

Regularmente, los mismos traficantes trabajan en redes de crimen organizado, seducen jóvenes vulnerables de Europa del este —así como de países africanos con poca estabilidad política como Nigeria y Sierra Leona— con la promesa de conseguirles trabajo en hoteles o restaurantes de Holanda, amenazándolas con violencia si intentan escapar.

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Not For Sale emplea a personal tanto femenino como masculino para ayudar en el manejo de Dignita junto con las aprendices, lo cual según Heemskerk-Shep es una parte importante de su rehabilitación.

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El personal de cocina distribuye las sopas preparadas en Dignita.

"Estamos tratando de ayudarlas a conseguir un forma de trabajo normal, una comunidad normal", explica.

"El trauma debe ser resuelto con ayuda de psicólogos y la parte humana con ayuda de personas normales".

El entrenamiento en sí mismo es accesible incluso para quienes tienen habilidades culinarias limitadas, lo primero es empezar con tareas tranquilas y repetitivas como picar o revolver ingredientes.

Inés*, otra aprendiz de Algeria, me cuenta que trabajar en Dignita la ha hecho a ella y otras sobrevivientes de la trata sentirse felices de nuevo.

"Pasamos un rato agradable, en cuanto entramos ya empezamos a reír", dice.

El gobierno holandés ofrece a las mujeres que han sido traficadas al país tres meses en un refugio, así como acceso a atención médica. Durante ese tiempo, tienen la opción de presentar cargos contra sus traficantes. Sin embargo, noventa por ciento de los casos de trata de blancas se desechan debido a la falta de evidencia.

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Distrito Rojo de Amsterdam.

"Tienen refugio y seguro médico, eso es todo", dice Claire, antigua directora del programa Not For Sale en Holanda. "¿Cómo van a conseguir un trabajo? Ahí en donde entramos nosotros. Las volvemos más fuertes y menos vulnerables".

Not For Sale ofrece a las sobrevivientes del tráfico más capacitación con un módulo de hostelería por tres meses luego del curso de cuatro semanas en Dignita. Desarrollado en conjunto con un colegio holandés, aprenden más sobre preparación de alimentos y habilidades para la higiene de la cocina, asimismo reciben un certificado de hostelería reconocido al final del curso.

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Más tarde esa misma noche, me uno a los voluntarios de Not For Sale mientras se dirigen al vecindario De Wallen donde se ubica el Barrio Rojo de Amsterdam. Entregamos sopa y ensalada preparada por las aprendices para quienes trabajan en los escaparates.

Aprovecho para conversar con Ben* (32), proveniente de Gales, quien está realizando una segunda visita a las mujeres de los escaparates.

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Cafe Bar de Stoof en el Distrito Rojo.

"Visité a varias señoritas que trabajan en los escaparates cuando salí de fiesta con amigos hace unos meses", cuenta. "Todas parecían dispuestas a complacer, para ser franco, no me dieron la impresión de que hubiesen sido traficadas o que no quisieran estar ahí".

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Es una opinión, que según Heemskerk-Shep, no muestra todo el panorama. Y me cuenta que le preguntó a varias mujeres que trabajaban en el Barrio Rojo y descubrió que el 92 por ciento había dicho que dejarían el trabajo inmediatamente si tuvieran otras opciones.

Not For Sale podría ser esa opción. El año pasado, la oficina de Holanda ayudó a las mujeres que sufrieron del tráfico a encontrar un trabajo pagado. El más grande logro, sin embargo, es la autoconfianza mejorada de las aprendices.

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"Me gustaría aprender a preparar comida europea", dice Aditya, una aprendiz de 30 años. "Planeo tener un pequeño café en Indonesia —para que la gente pueda probar mi comida— y abrir mi propio negocio".

Después, me invitan a la ceremonia de premiación Not For Sale para las aprendices. Invitan al escenario a las mujeres para que pasen a recoger sus certificados y la multitud aplaude a cada una de ellas. Vera*, quien completó el entrenamiento de Dignita después de ser traficada a Holanda como sirvienta, toma el micrófono para hablar de su experiencia.

"Éramos como flores sin agua antes de comenzar el curso. Yo no hacía nada, de hecho estaba esperando a morir", dice. "Ahora, todo ha cambiado. Tengo esperanzas para el futuro, sé lo que podemos hacer y que todo es posible".

*Los nombres han sido modificados para proteger la identidad.

Todas las fotos son de Julia Shirley-Quirk.